En tiempos históricos y políticos neoliberales, respecto a la construcción
social y política de una Nueva Democracia, como proceso político progresista,
izquierdista, nacionalista y revolucionario; para nosotros tiene un alto contenido político
de clase, porque sencillamente estamos hablando de tres momentos históricos
fundamentales que transcurren en un solo proceso político: del neoliberalismo
capitalista hacia el socialismo revolucionario.
Primero forjar la Democracia Participativa en un escenario local-global donde
es hegemónica la democracia liberal, representativa, el proceso tiene una importancia
política que definitivamente se produce en un escenario de escenarios,
como es el de las clases y la lucha de clases; deslindar ideológica y
políticamente con el neoliberalismo y su conjunto de mecanismos legales e ilegales
que hoy posicionan el carácter hegemónico de la democracia liberal
representativa – democracia sin credibilidad social, sin confianza
institucional y básicamente sin reconocimiento y legitimidad desde la opinión
pública. Es tal su crisis, que hoy
la encontramos como democracia “de papel”,
democracia electoral, delegativa, mediática, novelada, procedimental – por lo general convertida
en una maquinaria de destrucción de derechos – hasta llegar a contextos
totalmente violentos, corruptos, salvajes, como es el escenario de la democracia
fallida. Pero a pesar de todo, aún sigue vigente protegida, por los poderes
facticos locales y globales, sobre todo por la importancia que hoy cumple en
los procesos sociales y políticos donde se ha concentrado la poli-crisis
sistémica capitalista, al transformarse en “bancocracia” o la democracia de los
bancos.
Segundo, deslindado ideológica y políticamente con los voceros, defensores e implementadores de
la democracia liberal, el “nuevo” proceso asume tareas y responsabilidades de plena y absoluta responsabilidad
de generar procesos participativos desde el
poder local – la sociedad civil,
real, popular, plural, emergente, democrática – donde ellos deben tener el
poder de decisión sobre las políticas locales hacia lo regional, nacional,
políticas sociales y fundamentalmente su poder de decisión está presente cuando
– la participación ciudadana –
defina el carácter de las Políticas Públicas de Estado, es decir, como
Ciudadanos Participativos, somos parte
decisoria del Poder Político. La participación ciudadana, se manifiesta en la
práctica en los propios espacios sociales aún dominados y controlados férreamente
por las políticas neoliberales. El fortalecimiento
social y político de la participación ciudadana – como proceso donde los
nuevos actores sociales,- asumen el protagonismo de las grandes decisiones de
las políticas públicas, aún en los tiempos políticos de vigencia y dominio de
la democracia liberal, representativa.
Tercero, el proceso social y político de forjar y construir Democracia Directa, desde los escenarios del neoliberalismo, pasando por
un “puente sumamente controvertido, complejo, turbulento y multipolar” como es
los espacios sociales y los tiempos políticos, donde se trabaja en los
escenarios de las clases y la lucha de clases – como es el de la democracia participativa, democracia
ciudadana, forjando estrategias de Ciudadanía
y Nuevos Liderazgos Comunitarios, como palancas potenciales en la lucha
política de forjar – en la fragua de la lucha de clases – la Democracia Directa.
La calle, la plaza pública, los nuevos espacios públicos recuperados del
dominio y control del neoliberalismo – la vuelta al Ágora griega, 25 siglos
después – igualmente forjando el reconocimiento de la Comunicación
multicultural, procesos
sociales y culturales básicos y fundamentales en la forja y construcción de la Democracia Directa.
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DE LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA A LA
DEMOCRACIA DIRECTA.
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Homar Garcés (especial
para ARGENPRESS.info).
Miércoles 3 de diciembre
del 2014.
Con Hugo Chávez, el concepto y la
percepción de la democracia dan un giro inusitado, sorprendiendo y alarmando a
quienes -desde 1958 bajo el amparo del Pacto de Punto Fijo- habían usufructuado
el poder en Venezuela al margen de las necesidades y aspiraciones de los
sectores populares. Mucha gente para entonces -incluidos algunos de los
participantes en los dos movimientos insurreccionales de 1992- se habían
mostrado escépticos al respecto, creyendo que cualquier cambio que se planteara
en referencia a las relaciones de poder sería cosa más que difícil, imposible.
Sin embargo, la tesis de Chávez para impulsar un proyecto revolucionario en el
país y tomar el poder mediante las mismas reglas de juego del sistema democrático
representativo demostraría a la postre ser la más acertada, estimulando la
participación popular más alta que haya consignado la historia electoral
venezolana.
Luego vendría su convocatoria a la
elección de una asamblea nacional constituyente, lo que para Chávez fuera su
promesa electoral más importante y a través de la cual millones de venezolanas
y venezolanos pudieron acceder a un debate sobre el tipo de república y de
sociedad que debía construirse a partir de ese momento. El resultado sería una
nueva Constitución que recogería y plasmaría (a grosso modo) los mayores
aportes de la ciudadanía, convertida ahora en protagonista de su propia
historia colectiva. El sistema democrático representativo que ya venía haciendo
aguas desde algo más de una década atrás, producto de la inmoralidad manifiesta
de una dirigencia política cleptocrática, unida a una burguesía parasitaria y
antinacional, se vio cuestionado seriamente desde sus cimientos ante las
exigencias de participación y protagonismo de los sectores populares altamente
excluidos (social, política, cultural y económicamente), quienes empezaron a
movilizarse, a debatir asuntos de interés colectivo y a organizarse en función
de la defensa de los diversos cambios revolucionarios, destacando la aprobación
del nuevo texto constitucional en 1999 y el respaldo decidido a todas las
acciones de gobierno impulsadas por el Presidente Chávez.
La democracia, hasta entonces un
concepto y una praxis restringidos, de uso casi exclusivo de las elites
gobernantes, tuvo un salto cualitativo fundamental al convertirse en una
democracia participativa y protagónica en manos del pueblo. De esta manera, la
democracia participativa y protagónica se hizo carne y verbo entre el pueblo
venezolano. A ello ayudó, sin duda, la pedagogía política puesta en práctica
por Chávez desde Miraflores. En especial, cuando decretó la creación de las
diferentes Misiones sociales que coadyuvarían a saldar una gran deuda social
con el pueblo irredento de Venezuela en cuanto a salud, educación, vivienda,
dotación de tierras, reivindicaciones laborales y reconocimiento de las
culturas autóctonas y afro-descendientes, entre otros aspectos y elementos que
le restituirían la dignidad perdida y mejorarían ampliamente sus condiciones
materiales de vida. Ahora, consolidados estos cambios revolucionarios, en uno y
otro sentido, el concepto y el ejercicio de la democracia tendrían que
trascenderse, vivir una transformación que resulte esencial para hacer
perfeccionar y fortalecer definitivamente el proceso revolucionario bolivariano
socialista en el amplio territorio venezolano: volverse democracia directa,
cuyo ejercicio pleno por parte del pueblo consciente y organizado haga realidad
un nuevo modelo de civilización, con una nueva concepción del mundo y una nueva
conciencia social, en beneficio de cada uno de sus integrantes.
Esto es algo insoslayable. Aunque
algunos quieran represarlo y disfrazarlo con medidas y discursos aparentemente
revolucionarios que apenas llegan a rozar las estructuras del viejo orden
representativo (capitalismo y democracia representativa, básicamente); lo que
explica las grandes contradicciones, debilidades e inconsistencias presentes en
el proceso revolucionario bolivariano socialista. Empero, a pesar de esto
último, se nota un cambio positivo en la conciencia popular, aunque ayuna aún
de liderazgos propios que luchen por sus más sentidas reivindicaciones y no
sucumban ante las tentaciones materialistas del capitalismo. Tal cosa, sin
embargo, posibilita extensamente que la democracia directa no sea una
concepción política abstracta sino que, al igual que la democracia
participativa y protagónica, llegue a ser el instrumento cotidiano para el
fortalecimiento y las conquistas del proceso revolucionario bolivariano
socialista y sirva así de farol luminoso para el resto de la humanidad que
lucha por su
emancipación integral contra su mayor enemigo: el imperialismo gringo y el
capitalismo globalizado.
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