martes, 16 de diciembre de 2014

EL ESTADO FALLIDO. ¿Existen hoy los estados fallidos?, camino hacia el narco-estado.

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Estado fallido, producto de la debilidad del Estado Político, - “legal, oficial, constitucional” – y el estado que surge en las estructuras subterráneas de la informalidad, la ilegalidad y la violencia incontrolada. El Estado fallido es un término polémico, que califica de esta manera a un Estado débil en el cual el gobierno central tiene poco control práctico sobre su  territorio. El término es muy ambiguo e impreciso. Por ejemplo, si se toma de forma literal, un Estado fallido sería aquel en el que no hay un gobierno efectivo, y un gobierno dictatorial que acapara y utiliza todo el poder sería en estado en plenitud de facultades. Lo que se quiere decir es que un estado "tiene éxito" si mantiene un monopolio en el uso legítimo de la fuerza física dentro de sus fronteras. Cuando este monopolio está quebrantado, por ejemplo, por la presencia dominante de señores de la guerra, de milicias o de terrorismo, o en la coyuntura actual, la explosión violenta – presencia activa y perniciosa – de dos nuevas tendencias en la economía de los tiempos de la globalización neoliberal, la economía de la guerra  y la economía criminal – con todas sus manifestaciones criminales desde el narcotráfico hasta las mafias de sicarios –asesinos a sueldo, que construyen un poder paralelo - la misma existencia del Estado “legal, oficial”, llega a ser dudosa, y se convierte en un Estado que ha fallado o Estado fallido. La dificultad de determinar si un gobierno mantiene "un monopolio en el uso legítimo de los medios de la fuerza" (que incluye los problemas de la definición de "legítimo") es uno de los factores que no permiten dejar claro cuando un Estado se puede determinar fallido.

El concepto “Estado fallido” significa el fallo del Estado para asegurar su función principal, que es en el concepto clásico de Max Weber, mantener el monopolio legitimo de la violencia política. Noam Chomsky ofreció un concepto de Estado fallido más amplio al categorizar no solo el monopolio de la violencia como motivo del fallo, también incluyó los objetivos del Estado. En el concepto de Estado fallido se contempla en los sucesos políticamente más comprometedores como guerras civiles, inoperancia absoluta del gobierno, guerras con el exterior, existencia de guerrillas que disputan el control territorial y la ausencia absoluta del Estado de Derecho.


El concepto de “Estado fallido” se ha fundamentado en dos visiones diferentes sobre el Estado. En primer lugar el concepto sociológico del Estado relacionado con su monopolio legitimo de la violencia. En segundo lugar basado en los objetivos del Estado, que en el caso de Chomsky son los objetivos proclamados por el mismo Estado. En la teoría general del Estado no ha habido un consenso sobre el Estado y existe una diversidad amplia de corrientes de pensamiento. Es claro que el concepto sociológico de Weber y el jurídico han sido las visiones predominantes del Estado.



EL ESTADO FALLIDO.- El término Estado Fallido es empleado por periodistas y comentaristas políticos para describir un Estado soberano que, se considera, ha fallado en la garantía de servicios básicos. Con el fin de hacer más precisa la definición, el centro de estudio Fund for Peace (Fondo por la Paz), ha propuesto los siguientes parámetros.[]
Por lo general, un Estado fallido se caracteriza por un fracaso social, político, y económico, caracterizándose por tener un gobierno tan débil o ineficaz, que tiene poco control sobre vastas regiones de su territorio, no provee ni puede proveer servicios básicos, presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados, así como una marcada degradación económica. Sin embargo, el grado de control gubernamental que se necesita, para que un Estado no se considere como fallido, presenta fuertes variaciones. Más notable aun, el concepto mismo de Estado fallido es controvertido, sobre todo cuando se emplea mediante un argumento de autoridad, y puede tener notables repercusiones geopolíticas.

En un sentido amplio, el término se usa para describir un Estado que se ha hecho ineficaz, teniendo sólo un control nominal sobre su territorio, en el sentido de tener grupos armados desafiando directamente la autoridad del Estado, no poder hacer cumplir sus leyes debido a las altas tasas de criminalidad, a la corrupción extrema, a un extenso mercado informal, a una burocracia impenetrable, a la ineficacia judicial, y a la interferencia militar en la política.

Algunos aclaman que no hay una clara definición, que se considere universal; de lo que se pueda denominar como un Estado fallido, pero la respuesta real se puede resumir en la falta de una autoridad unificada e influyente en todo término y que se considere como representante general y total de un territorio, en donde se agrupan varias etnias.

Se puede decir que un estado tiene "éxito" si, en los términos de Max Weber, mantiene el monopolio del uso legítimo de la fuerza dentro de sus fronteras. Cuando no se da esta condición (por ejemplo cuando dominan el panorama los señores de la guerra, los grupos paramilitares, y/o se presentan sistemáticas acciones terroristas), hoy la economía de la guerra y la economía criminal – en todas sus diversas manifestaciones desde los paraísos fiscales, el narcotráfico y las mafias de sicarios y grupos armados de delincuentes hoy mundializados - la existencia misma del Estado resulta dudosa, y se considera que es fallido. Sin embargo, existen serias dificultades a la hora de determinar cuándo un gobierno es fallido, pues no existe por ejemplo, unanimidad sobre lo que sea el "monopolio del uso legítimo de la fuerza", comenzando por las complejas cuestiones subyacentes a la definición de "legítimo".

El término también se emplea para referirse a un Estado que no es efectivo, y no es capaz de aplicar sus leyes de manera uniforme, registrando por ende, altas tasas o registros de criminalidad, corrupción política, mercado informal, burocracia, ineficiencia judicial, interferencia militar en la política, o poderes civiles no estatales, con presupuesto y poder político muy superiores al del propio Gobierno. Sin embargo, algunos analistas de renombre, consideran que el concepto no tiene "una definición coherente", por tanto es manipulable tanto política como metodológicamente, y que presenta graves defectos, aparte de que no permite realizar efectivos aportes de conocimiento, presentándolo por ende como un 'concepto fallido'.

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EL ESTADO FALLIDO.
¿Existen hoy los estados fallidos?, camino hacia el narco-estado.
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Juan Diego García (especial para ARGENPRESS.info).

Martes 16 de diciembre del 2014.

La denominación de “estados fallidos” que las potencias capitalistas utilizan para criminalizar a ciertos gobiernos incómodos y justificar su derrocamiento debería en realidad aplicarse en primer lugar a la idea misma de estado, al menos en su versión burguesa clásica de “estado social de derecho”, inspirado en los principios del humanismo y como instrumento equilibrador de los conflictos sociales.

La estrategia neoliberal que empezó hace unas décadas y persiste con todo vigor es la responsable de la forma tan drástica como se manifiesta la crisis actual del capitalismo. Una estrategia que intenta resucitar el liberalismo clásico, el “capitalismo puro” del laissez faire y según la cual “el estado es el problema y no la solución” lleva necesariamente al debilitamiento del estado tradicional. Qué tan lejos ha llegado esta estrategia suicida (vistos los resultados) en cada país responde naturalmente a condicionantes locales pero es fácil constatar cómo en todos los casos se perciben características comunes. El resultado es siempre la generación de “estados fallidos”, al menos desde una perspectiva burguesa democrática.

Imponer la lógica del mercado y limitar o anular los controles públicos sobre los principales mecanismos del funcionamiento de la economía explica la intensidad y los alcances que presenta la actual crisis y sobre todo la impotencia de las instancias políticas para controlarla. No podría ser de otra manera si las pretendidas fórmulas de superación de la crisis son impulsadas por los mismos que la crearon (la gran banca, sobre todo); fórmulas que en todo caso no van más allá de retoques cosméticos. En el fondo, se argumenta que más neoliberalismo es precisamente la fórmula mágica para la solución de los problemas.

En este contexto no hace falta la política, entendida en Occidente como el mecanismo que permite gestionar los conflictos sociales con la finalidad de recuperar equilibrios. Tampoco hace falta la llamada democracia representativa. Nada extraño entonces que los parlamentos se hayan reducido a instancias inanes cuya función primordial es otorgar legalidad a las decisiones que se toman en los consejos reservados de las grandes compañías y en las juntas directivas de los monopolios (sobre todo transnacionales). Como resultado, los partidos políticos del sistema (los burgueses y los asimilados) pierden importancia, dejan de ser correas de transmisión entre la opinión ciudadana y los gobernantes y aparecen de manera creciente como simples empresas electorales de clientelas cada vez más reducidas (la abstención crece de forma alarmante aún en las llamadas “democracias consolidadas” del mundo metropolitano). Los partidos no escapan a la corrupción (otro mal que se extiende como una plaga), carecen de principios (que no sean su propio beneficio), padecen un extendido descrédito y dejan campo libre tanto a nuevas fuerzas de oposición ciudadana como al resurgimiento del fascismo, el de viejo tipo pero también el nuevo que busca capitalizar el sentimiento de indignación de la ciudadanía (como antaño, sobre todo de los “sectores medios” y los bajos fondos, la delincuencia organizada).

La reacción popular se manifiesta de múltiples maneras y con variados alcances. El sistema es cada vez menos capaz de asimilarla y responde en consecuencia. Mientras el estado tradicional, “social y de derecho”, se va convirtiendo en un recuerdo del pasado, por el contrario y en abierto contraste crece y se fortalece el estado como ente de represión y control social. Se debilita su función social pero se fortalece en gran medida su función represora, algo que ya no solo se registra en la periferia del sistema capitalista mundial sino también en el mundo rico, en las sociedades del bienestar y del respeto de los derechos individuales y colectivos.

Crecen sin medida los cuerpos armados del estado. En eso no existe “fallo” ni se deja nada al azar. Se limitan de manea creciente los derechos sindicales, de asociación, de protesta y en general toda forma de participación popular que suponga algún riesgo, que canalice el descontento, que pueda darle forma política a la protesta y lleve a las urnas alternativas viables. Proliferan los grupos paramilitares, crecen los partidos de la extrema derecha al calor de una cierta impunidad garantizada desde las instancias más altas del sistema. Se cambian a diario las normas legales y se adelantan nuevas disposiciones supuestamente destinadas a combatir el “terrorismo” pero que afectan a las mayorías sociales, completamente ajenas a este fenómeno (un fenómeno creado y fomentado precisamente como estrategia de las potencias occidentales en sus continuas guerras y que hoy funciona como rueda suelta, como realidad incontrolable). Se espía masivamente, se interceptan comunicaciones sin orden judicial, se inventan formas nuevas de represión y hasta la tortura se ha convertido en práctica habitual de los estados; también y de manera muy general en los llamados “estados democráticos” como acaba de poner en evidencia el informe del Senado de Estados Unidos sobre este tema.

Crecen la xenofobia y el racismo. No en todas partes la policía blanca asesina con impunidad a negros, latinos y blancos pobres como acontece en los Estados Unidos pero hace falta poco para que el fenómeno se extienda. Basta registrar la creciente represión en España contra los indocumentados, la cacería de “comandos ciudadanos” a los “espaldas mojadas” que intentan entrar a los Estados Unidos desde México, las nuevas leyes contra los inmigrantes en el Reino Unido (aplicables también a los ciudadanos comunitarios) o la propuesta de la CSU (social-cristianos de Baviera) según la cual se debe obligar a los extranjeros residentes en Alemania a hablar alemán en sus hogares. Cayó el “Muro de Berlín” pero se levantan muros por todas partes limitando en extremo el movimiento libre de las personas mientras se garantiza el movimiento de los capitales sin límites ni cortapisas.

Si todo esto se está produciendo aunque sea tan solo como una tendencia en auge, resulta entonces legítimo concluir que el “estado social y de derecho”, cima del ideario burgués humanístico está fallando o -para los más pesimistas- ha fallado ya en medida irreversible.


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