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“La opción socialdemócrata y reformista es muy pasajera y depende
históricamente de la correlación de fuerzas en cada estado;
ocurre, sin embargo, que tres generaciones de europeos hemos nacido pensando
que el capitalismo es sinónimo de democracia, crecimiento y bienestar, por eso
todo el mundo se siente “clase media” y los políticos profesionales hablan de “brotes verdes” y “luz al final del
túnel”. Pero esa opción “reformista” es
históricamente muy limitada, y depende, subraya Piqueras, de que aumente la masa de beneficio total del
capital. “Si el capital no incrementa su
tasa total de ganancias, no realiza políticas de distribución; ningún país en fase
de acumulación primitiva de capital ha impulsados procesos de distribución, ni
ha sido reformista”. Hay, además, otro factor significativo: la capacidad de sustitución de la fuerza de trabajo que tenga el capital. “Con un gran ejército de reserva a su disposición,
como sucede hoy, el capital jamás se hará reformista”. El sociólogo lo explica tomando las series estadísticas: en la
década de los 50-60 del siglo XIX,
la esperanza de vida de un trabajador medio en Europa era de 28 años (“al capital no le importaba que murieran los
trabajadores, ya que millones de campesinos constituían el ejército de reserva
para las fábricas”). Y sólo cuando empieza a agotarse la masa de reserva, el
capitalismo se plantea reducir las jornadas diarias de 16 horas, introducir las vacaciones o el derecho a la salud. Hoy todas estas conquistas se liquidan, en parte,
porque el capital ha incorporado a toda la población
mundial –mediante el proceso de
globalización- como fuerza de trabajo. Pero hay otros factores que deben
considerarse: “Sin capacidad de
organización y presión del Trabajo, a través de sus organizaciones sindicales,
no existen reformas”. Hoy está capacidad es mucho menor que en los años “gloriosos”
del Keynesianismo.
El Sindicalismo Reformista de la Confederación Sindical Internacional (CSI), también se ha sumado a la "ola" reformista del capitalismo. Pero veamos con sus propuestas cuanto puede cambiar el capitalismo?.1.- Crear más puestos de trabajo.- 2.- Protección social, demanda sostenible y trabajo decente. 3.- Regulación financiera. 4.- Fiscalidad justa y progresiva. 5.- Medidas para luchar contra el cambio climático. Urgencia en los gobiernos del mundo para salvar a la humanidad.
***
Otra clave explicativa del libro es que el capital se halla en fase
“degenerativa”, si no “terminal”. “Lo que dure finalmente,
dependerá de la lucha de clases”,
sostiene Andrés Piqueras. “La civilización industrial puede durar un
siglo y medio más, pero cuanto más dure este sistema, más sufrimiento producirá
en la humanidad, y esta vez nos la jugamos todos”. Puede que la gente común
no lo considere, “pero los europeos ya
tenemos la guerra en casa, de hecho, nos la hicieron en países como Yugoslavia o Ucrania; del estado
español, de Rota, salió el primer
misil que se lanzó a Siria. En Rota
también han desembarcado barcos con tropas estadounidenses”, explica el
sociólogo. Sucede
que actualmente las guerras no se declaran, pero el estado español
participa con militares en la invasión de países. ¿Por
qué el capitalismo se halla en fase “degenerativa”? El sistema requiere la “reproducción ampliada del capital”. No
genera riqueza ni está pensado para satisfacer necesidades humanas, de lo
contrario, no se explica el hambre en el mundo, cuando la capacidad productiva
permite satisfacer tres veces las necesidades de la población mundial. Según Piqueras, “el capitalismo está pensado únicamente para generar necesidades en
aquellos que pueden comprar nuevas mercancías”. Pero la idea esencial es
que, para reproducir el valor y ampliarse, el capital necesita un crecimiento
continuo, cada vez mayor, exponencial. Y necesita crecer a costa de los recursos naturales, la energía y la riqueza
del planeta. Destruyéndola. Ahora bien, concluye el sociólogo, “en estos momentos
el capital no puede crecer más, porque ha llegado a los límites finitos del
planeta”.
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“Los hombre de negocios de occidentales afrontan “una alternativa:
cambiar el sistema o dejar que lo hagan los gobiernos aumentando su control
sobre decisiones del sector privado”. La semilicuación del sistema financiero
en las economías centrales, la subsiguiente recesión y la crisis de
endeudamiento, en la Euro-zona son problemas para la actual generación de
Ejecutivos. Pero esa actitud es inviable. Desde el 2007 se ha visto una
drástica aceleración en el equilibrio de poder entre Occidente envejecido y un
Oriente que emerge”.
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EL CAPITALISMO ES IRREFORMABLE.
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ARGENPRESS.info viernes 9 de enero del 2015.
Xavier
Caño Tamayo (CCS)
No gana uno para sustos. La
situación de la economía global, que no arranca ni a tiros, se agrava de forma
paradójica por la rápida rebaja del precio del petróleo. Menos de 50 dólares el
barril de petróleo es un palo para los países productores, pero también para la
economía general. Muchos economistas coinciden en que el bajo precio del
petróleo es un preocupante factor de inestabilidad económica.
Pero no aprenden. Cuando la minoría
rica y la clase política a su servicio se acobardaron por el hundimiento de
Lehman Brothers, prometieron reformar el capitalismo para no repetir el
desastre financiero que estalló. Pero pronto olvidaron promesas y propósitos de
enmienda y convirtieron la crisis en un modo de enriquecerse.
Abundando en las irresolubles
contradicciones del capitalismo, si el crecimiento supone actividad económica,
también es primera causa de la grave crisis ecológica, cambio climático
incluido. El capitalismo ha devenido antieconómico, porque los beneficios no
superan los perjuicios. Además de no poder evitar las crisis que lo erosionan
una tras otra hasta el seguro colapso en el futuro.
En 2007 explotó una crisis poliédrica, con muchas caras: hipotecaria, financiera, económica general, de empleo, de deuda… Y las élites económicas la usaron para que el Estado cediera en su obligación de satisfacer los derechos de la ciudadanía, al tiempo de trasvasar rentas de la clase trabajadora y de la ciudadanía a la minoría rica. Una derrama mil millonaria al sector financiero y privatización de lo público, lo que es de todos, más recortes sociales, rebajas salariales y pérdida de derechos de la ciudadanía.
En 2007 explotó una crisis poliédrica, con muchas caras: hipotecaria, financiera, económica general, de empleo, de deuda… Y las élites económicas la usaron para que el Estado cediera en su obligación de satisfacer los derechos de la ciudadanía, al tiempo de trasvasar rentas de la clase trabajadora y de la ciudadanía a la minoría rica. Una derrama mil millonaria al sector financiero y privatización de lo público, lo que es de todos, más recortes sociales, rebajas salariales y pérdida de derechos de la ciudadanía.
Siete años después, no hay salida,
según previsiones de la OCDE para la economía mundial hasta 2060. La
organización de los 34 estados más ricos del mundo advierte de que el
crecimiento se reducirá el 60% respecto al actual, además de aumentar
masivamente la desigualdad. Sin crecimiento, según la visión capitalista, no
hay recuperación. Y con crecimiento nos cargamos la Tierra. Si el capitalismo
necesita crecimiento exponencial para tener beneficios (y, en teoría, crear
empleo), pero supone desigualdad, no puede haber recuperación. ¿Qué
recuperación verdadera deja en la cuneta a millones y millones de personas?
¿Acaso no conocemos los datos de pobreza, desigualdad y pobreza extrema en todo
el mundo, no solo en países empobrecidos y subdesarrollados?
Si crece el número de marginados y excluidos en el próximo medio siglo, según prevé la OCDE, cuánta más gente se hunda en la pobreza, peor funcionará el capitalismo. Habrá mucha menos demanda y cada vez, menos. ¿No es significativo que hoy por cada dólar invertido en economía productiva, se dediquen 60 a la especulación financiera? ¿Acaso el futuro que preparan las élites es el casino financiero? ¿Especular con bonos y títulos de deuda diversa? Pero los bonos y títulos no se comen, no visten a nadie, no curan enfermedades y no son un techo. Sin economía productiva, no hay economía de verdad y no hay recuperación que merezca tal nombre.
Si crece el número de marginados y excluidos en el próximo medio siglo, según prevé la OCDE, cuánta más gente se hunda en la pobreza, peor funcionará el capitalismo. Habrá mucha menos demanda y cada vez, menos. ¿No es significativo que hoy por cada dólar invertido en economía productiva, se dediquen 60 a la especulación financiera? ¿Acaso el futuro que preparan las élites es el casino financiero? ¿Especular con bonos y títulos de deuda diversa? Pero los bonos y títulos no se comen, no visten a nadie, no curan enfermedades y no son un techo. Sin economía productiva, no hay economía de verdad y no hay recuperación que merezca tal nombre.
Lo cierto es que, incluso olvidando
el imperativo ecológico y la exigencia de combatir el cambio climático, el
capitalismo es irreformable. Propuestas de bonísima intención, como la de
Thomas Pikkety, de gravar a los más ricos del mundo con impuestos progresivos crecientes
más un impuesto global sobre la riqueza para contrarrestar el capitalismo
‘patrimonial’, de aterradora desigualdad, no tienen posibilidad alguna de
aplicarse en el sistema actual. El buen deseo de que la riqueza no esté en
pocas manos choca con el alma del capitalismo: concentrarse, ganar cada vez más
y en menos tiempo. ¿Acaso puede haber otro capitalismo? ¿Un capitalismo que no
genere desigualdades enormes? No, porque está en su ADN. Como está en su ADN ir
hacia un colapso final. La única duda es cuándo será.
En realidad, se veía venir. ¿Qué
pensar de un sistema que funciona por la inclinación natural al lujo, como
escribió Bernard de Mandeville en 1714? Quienes de modo egoísta buscan su
propio interés y placer y viven lujosamente, pontificó, hacen circular el
dinero, la sociedad progresa y hay acumulación de beneficios que precisa el
capitalismo. Gastar el dinero en lujos beneficia a los pobres, decía
Mandeville, porque la demanda de lujo favorece el desarrollo de las industrias
y crea empleo.
¿Hace falta algo más para descalificar el capitalismo? Habrá que
empezar a ver cómo sustituimos tal engendro.
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Xavier
Caño Tamayo es periodista y escritor.
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