El
acuerdo echa luz sobre el desarrollo explosivo del proceso político griego en
su conjunto. Es claro que se tejió desde hace un tiempo, ante
la tentativa del gobierno precedente de adelantar la elección de un nuevo
presidente del país para postergar las elecciones parlamentarias hacia fin de
año. El primer ministro anterior,
Samaras, pretendía renegociar, en sus propios términos, el programa con la
Troika, y obtener el aire suficiente para contener la crisis humanitaria y
ganar los comicios. No era la primera
vez que los políticos burgueses expresaban una resistencia limitada a la
Troika: el ex ‘premier’ Papandreu
había propiciado un plebiscito contra el rescate y el mismo Samaras, como opositor, había votado en contra del ajuste,
y recientemente fracasó en obtener de la Troika el levantamiento del plan de
rescate. La maniobra de Samaras para
impedir una elección que ganaría Syriza,
no conmovió al establishment político, el cual saboteó la elección de
presidente. Es claro que ya estaba en marcha el acuerdo de gobierno de Syriza con la derecha, pues se
descontaba que estaría lejos de una mayoría absoluta. El acuerdo con la derecha
anti obrera y chovinista, en un país donde los fascistas se han convertido la
tercera fuerza, tiene el significado estratégico de abortar el desarrollo
político independiente de la izquierda y establecer, como alternativa, la
unidad nacional. En la década del ’30
(no hay nada nuevo en las viñas del Señor), esta orientación fue
caracterizada como "el frente popular sin límites hacia la derecha". En este punto del análisis importa señalar, por una
cuestión de método, que la izquierda revolucionaria de Grecia -la coalición Antarsya y el EEK- apenas
obtuvieron el 0,6 y el 0,03% de los votos, respectivamente; lo que significa que quedó al margen del
ascenso político-electoral masivo de la izquierda. Esta relación de fuerzas
explica el espacio que han tenido los dirigentes de Syriza para operar el
acuerdo con la derecha fascistizante. Es necesario explicar por qué se ha
llegado a esta situación, y no caer en la tautología de que unos sacaron excesivamente
poco porque el otro sacó mucho.
/////
GRECIA DESPUÉS DEL TERREMOTO (POLÍTICO).
*****
Jorge
Altamira (especial para ARGENPRESS.info)
Jueves 29 de enero del 2015.
Las elecciones del domingo pasado en Grecia han
sido un terremoto político. Una fuerza, Syriza, que hace cinco años orillaba el
4% de los votos, obtuvo ahora un resonante 37%, con una ventaja de diez puntos
sobre el partido de gobierno -y a dos bancas de la mayoría absoluta de 151
diputados. Los resultados fueron un golpe político manifiesto contra la Troika,
el bloque formado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI,
la cual hizo una fuerte campaña de extorsión sobre el electorado y contra
Syriza, con la participación de varios gobiernos europeos. La votación
constituyó un plebiscito contra la política de ajuste antiobrera, con
independencia del alcance del programa presentado por la coalición de
izquierdas. El impacto de la victoria de Syriza excede los marcos de Grecia,
esto porque apunta a un giro en la relación de fuerzas entre las clases en
Europa en su conjunto, que hasta ahora se ha caracterizado, por sobre todo en
Grecia, por una seguidilla de derrotas de los trabajadores.
La derrota del gobierno de la banca y los armadores
navales de Grecia tiene lugar cuando la crisis capitalista ha alcanzado en
Europa niveles desesperantes. En vísperas de estas elecciones, precisamente, el
BCE ha lanzado un plan de rescate bancario gigantesco, al que la mayoría de los
observadores augura un resonante fracaso e incluso la posibilidad de acentuar
la guerra comercial, a partir de la devaluación abrupta que está registrando el
euro. El rescate, por de pronto, ya ha desatado una crisis entre los bancos centrales
de Alemania y Holanda, por un lado, y los restantes y la cúpula del BCE, del
otro. En resumen, la crisis política que inauguran las elecciones griegas se da
en el marco de un impasse del capitalismo en el conjunto de Europa y de
tentativas de replanteo de la política seguida hasta ahora frente a la
bancarrota económica. La victoria de Syriza opera como un ariete en esta
crisis, lo cual explica la benevolencia disimulada con que ha sido recibida,
por ejemplo, por los gobiernos de Italia y Francia, entre los principales del
continente. El último examen de las cuentas de los principales bancos de Europa
han dejado a la vista un déficit de capital de medio billón de euros.
El programa de Syriza frente a la catástrofe de Grecia no es ni de lejos revolucionario, ni lo pretenden, menos que nadie, los dirigentes de la Coalición de Izquierda. En lo esencial, ha cifrado en 12 mil millones de euros un plan de supervivencia humanitaria de las masas, desde la suba del salario mínimo, que el ajuste había reducido a 450 euros, la reconexión de los servicios de gas y electricidad a las viviendas que se han visto imposibilitadas de pagarlos, la suspensión de los desalojos, el restablecimiento del acceso a la salud y a los medicamentos del cual han sido privadas centenares de miles de familias y la rebaja de tarifas del transporte público. No plantea la anulación de la reforma laboral que ha convertido a la clase obrera de Grecia es una fuerza de trabajo esclava. La oposición de los gobiernos capitalistas a estas medidas es un símbolo de la barbarie capitalista; han recurrido a la catástrofe humanitaria para presionar en favor de la privatización de los principales activos griegos, incluidas varias de sus islas. Syriza reclama una renegociación de la deuda externa para financiar su plan social y plantea la posibilidad de una anulación parcial de ella por parte de las naciones acreedoras. Como consecuencia de los planes de rescate de los acreedores privados aplicados por la Troika el 85% de la deuda externa griega se encuentra en poder de los bancos centrales nacionales de Europa y del BCE.
El programa de Syriza frente a la catástrofe de Grecia no es ni de lejos revolucionario, ni lo pretenden, menos que nadie, los dirigentes de la Coalición de Izquierda. En lo esencial, ha cifrado en 12 mil millones de euros un plan de supervivencia humanitaria de las masas, desde la suba del salario mínimo, que el ajuste había reducido a 450 euros, la reconexión de los servicios de gas y electricidad a las viviendas que se han visto imposibilitadas de pagarlos, la suspensión de los desalojos, el restablecimiento del acceso a la salud y a los medicamentos del cual han sido privadas centenares de miles de familias y la rebaja de tarifas del transporte público. No plantea la anulación de la reforma laboral que ha convertido a la clase obrera de Grecia es una fuerza de trabajo esclava. La oposición de los gobiernos capitalistas a estas medidas es un símbolo de la barbarie capitalista; han recurrido a la catástrofe humanitaria para presionar en favor de la privatización de los principales activos griegos, incluidas varias de sus islas. Syriza reclama una renegociación de la deuda externa para financiar su plan social y plantea la posibilidad de una anulación parcial de ella por parte de las naciones acreedoras. Como consecuencia de los planes de rescate de los acreedores privados aplicados por la Troika el 85% de la deuda externa griega se encuentra en poder de los bancos centrales nacionales de Europa y del BCE.
Hace dos años, Syriza reivindicaba la anulación del
memorando de austeridad firmado con el FMI y la UE; la suspensión del pago de
la deuda externa, condicionada a una auditoría; el control público de los
bancos y la reposición de las conquistas perdidas por los trabajadores. El
salario mínimo, que ponía en 1.300 euros ahora lo ha reducido a 750, que sigue
siendo de indigencia. Ya no defiende la salida de la Otan sino "respetar
las obligaciones previstas en los tratados".
Con estos elementos de juicio en la mano, parece claro que la negociación sobre Grecia formará parte del replanteo de conjunto que está haciendo la UE ante el impasse de la eurozona. Sin embargo, como parte de una política de extorsión que no cede, el BCE ha anunciado que la deuda pública de Grecia ni los activos de su Banco Nacional serían objetos del socorro financiero que ha anunciado para el conjunto de los países del euro. Cualesquiera que sean las variantes financieras que se negocien para viabilizar el plan humanitario, la Troika ha dejado en claro que las reformas laborales y las privatizaciones están fuera de la mesa. Los voceros de Syriza, por su parte, han insistido en que seguirán una política de rigor presupuestario, que obtendrían -aseguran- con una reforma impositiva. La conclusión que se saca de este estado de cosas es que el impasse insuperable de las negociaciones no está determinado por el antagonismo entre las posiciones en discusión sino por el carácter extraordinario de la crisis capitalista.
Con estos elementos de juicio en la mano, parece claro que la negociación sobre Grecia formará parte del replanteo de conjunto que está haciendo la UE ante el impasse de la eurozona. Sin embargo, como parte de una política de extorsión que no cede, el BCE ha anunciado que la deuda pública de Grecia ni los activos de su Banco Nacional serían objetos del socorro financiero que ha anunciado para el conjunto de los países del euro. Cualesquiera que sean las variantes financieras que se negocien para viabilizar el plan humanitario, la Troika ha dejado en claro que las reformas laborales y las privatizaciones están fuera de la mesa. Los voceros de Syriza, por su parte, han insistido en que seguirán una política de rigor presupuestario, que obtendrían -aseguran- con una reforma impositiva. La conclusión que se saca de este estado de cosas es que el impasse insuperable de las negociaciones no está determinado por el antagonismo entre las posiciones en discusión sino por el carácter extraordinario de la crisis capitalista.
Pacto
con la derecha.
Syriza celebró su victoria con el anuncio de un
acuerdo de gobierno con el derechista Griegos Independientes -Anel-, que obtuvo
el 4,7% de los votos. Panos Kamenos, el jefe de Anel, fue vicemnistro de Marina
Mercante durante el gobierno de Nueva Democracia. Esta fuerza se hará cargo del
Ministerio de Defensa y designará el próximo presidente de las República. Los
acuerdos de gobierno con la derecha son siempre antiobreros y, en este caso, confirma
que el programa contra el ajuste no saldría, en lo fundamental, del marco del
asistencialismo.
El acuerdo echa luz sobre el desarrollo explosivo del proceso político griego en su conjunto. Es claro que se tejió desde hace un tiempo, ante la tentativa del gobierno precedente de adelantar la elección de un nuevo presidente del país para postergar las elecciones parlamentarias hacia fin de año. El primer ministro anterior, Samaras, pretendía renegociar, en sus propios términos, el programa con la Troika, y obtener el aire suficiente para contener la crisis humanitaria y ganar los comicios. No era la primera vez que los políticos burgueses expresaban una resistencia limitada a la Troika: el ex ‘premier’ Papandreu había propiciado un plebiscito contra el rescate y el mismo Samaras, como opositor, había votado en contra del ajuste, y recientemente fracasó en obtener de la Troika el levantamiento del plan de rescate. La maniobra de Samaras para impedir una elección que ganaría Syriza, no conmovió al establishment político, el cual saboteó la elección de presidente. Es claro que ya estaba en marcha el acuerdo de gobierno de Syriza con la derecha, pues se descontaba que estaría lejos de una mayoría absoluta. El acuerdo con la derecha antiobrera y chovinista, en un país donde los fascistas se han convertido la tercera fuerza, tiene el significado estratégico de abortar el desarrollo político independiente de la izquierda y establecer, como alternativa, la unidad nacional. En la década del ’30 (no hay nada nuevo en las viñas del Señor), esta orientación fue caracterizada como "el frente popular sin límites hacia la derecha".
El acuerdo echa luz sobre el desarrollo explosivo del proceso político griego en su conjunto. Es claro que se tejió desde hace un tiempo, ante la tentativa del gobierno precedente de adelantar la elección de un nuevo presidente del país para postergar las elecciones parlamentarias hacia fin de año. El primer ministro anterior, Samaras, pretendía renegociar, en sus propios términos, el programa con la Troika, y obtener el aire suficiente para contener la crisis humanitaria y ganar los comicios. No era la primera vez que los políticos burgueses expresaban una resistencia limitada a la Troika: el ex ‘premier’ Papandreu había propiciado un plebiscito contra el rescate y el mismo Samaras, como opositor, había votado en contra del ajuste, y recientemente fracasó en obtener de la Troika el levantamiento del plan de rescate. La maniobra de Samaras para impedir una elección que ganaría Syriza, no conmovió al establishment político, el cual saboteó la elección de presidente. Es claro que ya estaba en marcha el acuerdo de gobierno de Syriza con la derecha, pues se descontaba que estaría lejos de una mayoría absoluta. El acuerdo con la derecha antiobrera y chovinista, en un país donde los fascistas se han convertido la tercera fuerza, tiene el significado estratégico de abortar el desarrollo político independiente de la izquierda y establecer, como alternativa, la unidad nacional. En la década del ’30 (no hay nada nuevo en las viñas del Señor), esta orientación fue caracterizada como "el frente popular sin límites hacia la derecha".
En este punto del análisis importa señalar, por una
cuestión de método, que la izquierda revolucionaria de Grecia -la coalición
Antarsya y el EEK- apenas obtuvieron el 0,6 y el 0,03% de los votos,
respectivamente; lo que significa que quedó al margen del ascenso
político-electoral masivo de la izquierda. Esta relación de fuerzas explica el
espacio que han tenido los dirigentes de Syriza para operar el acuerdo con la
derecha fascistizante. Es necesario explicar por qué se ha llegado a esta
situación, y no caer en la tautología de que unos sacaron excesivamente poco
porque el otro sacó mucho.
Las contradicciones políticas del acuerdo de
gobierno son descomunales. En primer lugar porque Syriza debe explicar por qué
reiteró, en varios momentos de la campaña electoral, el planteo de gobierno de
izquierda (en especial con el Partido Comunista), cuando ya tenía un arreglo
con la derecha. El otro aspecto es que eligió como aliado a un partido
chovinista que fomenta la rivalidad con Turquía, lo contrario de lo que ha
planteado Syriza. Anel ‘anti-europeísta’ cuando Syriza se ha distinguido por
una defensa principista de la Unión Europea. Al igual que el resto del
chovinismo europeo, Anel quiere volver a las monedas nacionales e incluso
romper con la UE (Gran Bretaña). Hay que suponer, entonces, que Syriza pretende
esgrimir ante la Troika la posibilidad de abandonar el euro, que es exactamente
lo contrario de lo que dice su plataforma. Esta posibilidad la señaló,
significativamente, el ya designado ministro de Economía al diario Corriere
della Sera.
El visto bueno, en principio, de la burguesía
griega al acuerdo con Syriza está también vinculado a la reciente experiencia
de la quiebra de los bancos chipriotas, que amenazó con llevarse puesto a parte
de la banca griega. El rescate de esa quiebra vino de la mano de Putin, no de
la UE, debido a la importancia de los intereses privados rusos que quedaron
afectados. El acuerdo respondería a un viraje de la alianza con Bruselas a una
con Moscú. El Partido Comunista de Grecia, en tal caso, podría comenzar a votar
en el parlamento por su archienemigo Syriza. La prensa francesa ha desarrollado
una verdadera campaña para mostrar la alianza entre el Frente de Nacional de
Francia y otros chovinismos antieuropeístas con Moscú, que se puso en evidencia
con motivo de la guerra civil en Ucrania. Lejos de trazar un curso
independiente para Grecia, el acuerdo Syriza-Anel condena al país a la
condición de peón de la rivalidad entre las grandes potencias.
Perspectivas.
Más allá de la importancia innegable que tendrán en el desarrollo de los acontecimientos las posiciones y planteos de las fuerzas políticas presentes, tanto nacionales como internacionales, la enorme votación por una izquierda emergente en las recientes elecciones de Grecia, pone de manifiesto un gran giro político de las masas, que refuerza el rol de ellas en la situación que se ha abierto. La pretensión de contener o de ahogar esta evolución política con la aplicación de un programa socialmente diminuto, con la alianza con la derecha o con un compromiso con la Troika está condenada al fracaso -o sea que asistiremos a nuevas y más intensas convulsiones políticas, que tampoco se limitarán al territorio helénico. Syriza y sus novedosos aliados ofician de aprendices de brujos; hay un marco de contradicciones sociales e históricas que no pueden ser contenidas dentro de las relaciones existentes.
Se ha producido la paradoja de que una enorme victoria de la izquierda democratizante será acompañada por una mayor disgregación de esa misma izquierda en otras partes del mundo, como consecuencia de acuerdos podridos firmados desde una estrechísima anteojera nacional.
Más allá de la importancia innegable que tendrán en el desarrollo de los acontecimientos las posiciones y planteos de las fuerzas políticas presentes, tanto nacionales como internacionales, la enorme votación por una izquierda emergente en las recientes elecciones de Grecia, pone de manifiesto un gran giro político de las masas, que refuerza el rol de ellas en la situación que se ha abierto. La pretensión de contener o de ahogar esta evolución política con la aplicación de un programa socialmente diminuto, con la alianza con la derecha o con un compromiso con la Troika está condenada al fracaso -o sea que asistiremos a nuevas y más intensas convulsiones políticas, que tampoco se limitarán al territorio helénico. Syriza y sus novedosos aliados ofician de aprendices de brujos; hay un marco de contradicciones sociales e históricas que no pueden ser contenidas dentro de las relaciones existentes.
Se ha producido la paradoja de que una enorme victoria de la izquierda democratizante será acompañada por una mayor disgregación de esa misma izquierda en otras partes del mundo, como consecuencia de acuerdos podridos firmados desde una estrechísima anteojera nacional.
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GRECIA: “Ahora queremos crear empleo digno”.
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Costas Isychos flamante Vice-Ministro de Defensa, del gobierno griego
liderado por Alexis Tsipras.
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Isychos, argentino nacido en Quilmes, representa al
sector más combativo dentro de Syriza. Afirma que es una gran responsabilidad
cumplir el programa que votó la mayoría y que con el partido Griegos
Independientes no son un matrimonio ideológico
Gustavo Veiga
El
contestador de su teléfono celular atiende en griego, pero al segundo intento
de comunicación, Costas Isychos responde con cordialidad en el castellano que
habló desde su niñez. El flamante viceministro de Defensa del gobierno que
formó Syriza con Alexis Tsipras al frente, nació en Quilmes en 1957, abandonó
el país durante la última dictadura con su familia –sus padres eran militantes
comunistas– y ya pasó más de la mitad de su vida en Atenas, donde consolidó su
trayectoria política. De la Argentina conserva algunas costumbres como su gusto
por el mate y el dulce de leche, tiene siempre presente su fanatismo por Independiente
y reivindica que “en el siglo pasado recibió a millones de refugiados
económicos que llegaban desde Europa”.
Acaba de
asumir en una cartera cuya conducción compartirá con el ministro Panos
Kammenos, líder del partido de derecha Griegos Independientes, que le dio los
votos necesarios a Syriza para que formara gobierno. Isychos representa a la
Corriente de Izquierda dentro del gobierno, el sector más combativo de la
fuerza que conduce Tsipras.
–¿Cómo será
su convivencia en Defensa con Kammenos, un político vinculado a la Iglesia
Ortodoxa, que cuestiona a las parejas de homosexuales y sostiene un discurso
antiinmigrante?
–Tendremos
que convivir con respeto, aunque esto no significa que seamos un matrimonio
ideológico y programático. Griegos Independientes tiene estrategias sobre
inmigración que no compartimos, pero apoya el programa de Syriza en su
totalidad. Nosotros necesitábamos dos escaños más en el Parlamento para formar
la mayoría y fueron un apoyo clave.
–¿Por qué?
–Porque no
podíamos ir a nuevas elecciones en treinta o cuarenta días con el riesgo que
eso conllevaba, que no pudiéramos formar gobierno. No podíamos, además, someter
al pueblo griego a una incertidumbre como ésa. Ahora hay que trabajar y luchar.
–Usted es un
especialista en Relaciones Internacionales, es más, se lo mencionaba para
ocupar el cargo de vicecanciller. ¿Por qué finalmente fue designado en Defensa?
–Uno asume
la función que le asignan como soldado y no como general. Es cierto, yo tenía
la responsabilidad de la Política Internacional en el partido, pero también me
había sido asignada para los temas de Defensa y de Seguridad Pública.
–¿Cuáles son
las principales hipótesis de conflicto que abordará desde su ministerio?
–Lo primero
que debemos hacer es trabajar mucho y luchar para conservar la precaria
estabilidad que existe en una región muy complicada del planeta como ésta. Una
zona donde hay muchas disparidades, con guerras internacionales, guerras
civiles y un mapa de conflictividad que va desde Medio Oriente hasta casi todo
el norte de Africa. El papel que deberá jugar Grecia en ese contexto es el de
la paz.
–¿En qué
medida se expresa en el área de Defensa la gravísima situación económico-social
en que se encuentra Grecia?
–Le voy a
dar un ejemplo. Del ministerio dependen siete fábricas con miles de personas
que fueron atacadas y maltratadas de todas las maneras posibles por políticas
ultra-liberales que las convirtieron en fábricas sin trabajo, sin futuro, sin
proyección estratégica. Ahora queremos crear empleo digno, que la gente se
sienta identificada de nuevo con lo que hacía. Es una gran responsabilidad para
Syriza cumplir el programa que votó la mayoría del pueblo griego.
–¿Cómo
calificaría a la situación en que recibió el país su fuerza política?
–Como una
catástrofe que duró cuatro años, una bomba económica que estalló sobre las
masas más empobrecidas, los trabajadores, los comerciantes, los campesinos,
todos aquellos que vivían de un salario o un ingreso que ya no tienen. Grecia
perdió gran parte de su soberanía y nosotros intentaremos recuperarla en base
al programa de Syriza. Tenemos que realizar una auditoría sobre la deuda
pública, subir el impuesto de las sociedades para las grandes empresas,
combatir el secreto bancario y la evasión de capitales al exterior y, en lo que
a mi ministerio respecta, rebajar drásticamente el gasto militar.
–¿Cree que
el pueblo griego, incluso quienes no los votaron, los acompañarán?
–Hay mucha
esperanza en nuestro pueblo, lo percibo en la calle, desde antes de asumir el
gobierno y ahora más. Estoy en el cargo de viceministro desde el martes, esto
recién empieza.
–Usted vivió
en la Argentina hasta 1980, cuando su familia abandonó el país hacia el exilio
en Canadá. ¿Qué lazos todavía conserva con la tierra donde nació?
–Por
empezar, mis afectos. Todavía tengo muchos parientes por parte de mi padre en
Quilmes, Avellaneda, Lanús y Banfield. Estoy orgulloso de ser argentino y
griego, para mí es muy especial. También tengo muchos amigos, compañeros en
partidos políticos de izquierda, a quienes tuve la oportunidad de ver en mi
último viaje hace dos años, cuando acompañé a Tsipras de visita a Buenos Aires
y asistimos el Congreso.
–¿Qué
costumbres no perdió de su vida en la Argentina, pese al paso de los años?
–Sigo tomando
mate con naturalidad, me encanta el dulce de leche, aunque mi mujer se queja
porque dice que me engorda. Y por supuesto, sigo a mi club de toda la vida, soy
fanático de Independiente.
–En los
medios nacionales e internacionales salió publicado que usted abandonó el país
en 1980, durante la última dictadura cívico-militar. ¿Qué podría decirnos de
esa historia?
–Le pido disculpas, pero prefiero no hablar del
pasado y sí del futuro, donde tenemos muchas cosas por hacer. Grecia tiene que
salir de esta situación dramática, es lo que nos ocupa ahora.
*****
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