La crisis financiera de 2007-2008, un capítulo más
de la crisis de larga duración que aqueja al capitalismo
desde hace cuatro décadas, todavía se deja sentir, sin que hasta ahora se haya
instaurado una gobernanza global que mitigue el caos sistémico. La economía
mundial sigue creciendo con tasas medias relativamente bajas, las desigualdades sociales continúan
agrandándose a marchas forzadas y la degradación medioambiental sigue su
curso. Los efectos de las crisis se desplazan por los circuitos financieros. La
incógnita consiste en saber dónde y cuándo tendrá lugar la próxima turbulencia.
Aunque tal vez no en el corto plazo, China
se va situando en el centro de las preocupaciones de los inversores por la
reducción de su crecimiento combinado con el incremento desorbitado de su deuda
interna (pública y privada), con importantes vencimientos en 2015: constructoras y promotoras teóricamente
deberán reembolsar unos 33.000 millones de dólares (casi el doble que este
año) en trusts,
vehículos de inversión propios del llamado sistema bancario “en la sombra”.
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Presidente Obama, visita varios país aliados de Europa, su interés geopolítico y estratégico principal fue reforzar la "alianza político-militar" desde la OTAN - nuevas perspectivas globales de carácter geopolítico - ante la crisis de la Democracia Liberal, fortalecer las políticas de bloqueo contra Rusia y la lucha contra su "enemigos comunes", sus hijos directos como son los yihadistas del Estado Islámico.
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DEMOCRACIA Y
GEOPOLÍTICA.
La lucha por la
hegemonía mundial en 2014 y perspectivas para el 2015.
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Samuel Pulido.
Diagonal.
Rebelión viernes 2 de enero
del 2015.
Sin que se haya controlado
el caos provocado por la crisis, la incógnita es donde se producirá la próxima
turbulencia.
A finales de 2014 el
impulso democrático de los últimos años parece agotado en todo, pese a
efervescencias puntuales aquí o allá. ¿En todo el mundo? ¡No! En algunas
pequeñas aldeas del sur de Europa (Grecia, España) la movilización popular
podría tener finalmente su traducción en sus respectivos gobiernos, reabriendo
desde la eurozona un nuevo periodo de incertidumbres y de esperanza. Sin
embargo, el contexto económico y geopolítico internacional en el que puede producirse
dicho cambio político es complejo.
La crisis financiera de
2007-2008, un capítulo más de la crisis de larga duración que aqueja al
capitalismo desde hace cuatro décadas, todavía se deja sentir, sin que hasta
ahora se haya instaurado una gobernanza global que mitigue el caos sistémico.
La economía mundial sigue creciendo con tasas medias relativamente bajas, las
desigualdades sociales continúan agrandándose a marchas forzadas y la
degradación medioambiental sigue su curso. Los efectos de las crisis se
desplazan por los circuitos financieros. La incógnita consiste en saber
dónde y cuándo tendrá lugar la próxima turbulencia.
Aunque tal vez no en el
corto plazo, China se va situando en el centro de las preocupaciones de los
inversores por la reducción de su crecimiento combinado con el incremento
desorbitado de su deuda interna (pública y privada), con importantes
vencimientos en 2015: constructoras y promotoras teóricamente deberán
reembolsar unos 33.000 millones de dólares (casi el doble que este año) en trusts,
vehículos de inversión propios del llamado sistema bancario “en la sombra”.
La reducción de la demanda
china y en general de la demanda global de materias primas, junto con excesos
de oferta en mercados como los del petróleo, pondrán en aprietos a más de un
país de los llamados emergentes, que tendrán más complicado continuar
acumulando reservas de divisas y desviando su exceso de ahorro a los mercados
de deuda de los países más ricos. Los países emergentes podrían verse afectados
además por elementos que escapan a su control: la volatilidad del dólar y el
previsible primer aumento en siete años de los tipos de interés por parte de la
Reserva Federal de EE
UU, tal vez seguido por una medida similar en el Reino Unido. El contraste con
el mantenimiento de tipos cero por el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Central de Japón, junto con la
inestabilidad política, podría favorecer aún más el movimiento de capitales en
dirección a EE UU, ya iniciado con el fin de los estímulos de la Reserva
Federal.
Así pues, podemos decir que
de un modo u otro se agudiza la competencia entre los Estados, y en especial
entre los más fuertes, por transferir recursos a sus élites respectivas al
tiempo que procuran contener a los empobrecidos con medidas cada vez más autoritarias
y un discurso cada vez más nacionalista asumido por dirigentes mainstream
como Cameron, Putin, Valls o Modri. En el
interior de la UE todo ello ha provocado una mayor vulnerabilidad de la
eurozona, lo que motivó que el BCE acabara actuando como representante del
capital colectivo al anunciar estímulos (quantitative easing, QE) para comienzos
de 2015, contrariando los intereses inmediatos del capital alemán. Esta medida
debería garantizar la estabilidad macroeconómica en la eurozona, contrarrestar
las tendencias deflacionistas y contribuir al exceso de liquidez generado por
los estímulos previos de EE UU y Japón, lo que puede generar nuevas burbujas
inmobiliarias. El espejismo que esperan gobiernos en año electoral como el
español.
Dicha competencia incluye
las negociaciones de acuerdos de libre comercio. Lo que está en juego en ellas
es fundamentalmente la convergencia regulatoria y el establecimiento, sin
debate democrático, de normas y estándares que no puedan ser cuestionados por
alternancias electorales y que favorezcan a las transnacionales que ya los
adoptan, especialmente en el ámbito de los servicios y de la economía digital.
Así, EE UU negocia con la UE el TTIP y con varios
países asiáticos el Acuerdo TransPacífico.
Acuerdos menos ambiciosos son los que promueven Rusia y China con sus países
vecinos, y entre ellos mismos en materia energética.
Lucha por la hegemonía.
Por otro lado, aunque EE UU
despliega un liderazgo del que todavía carecen otras potencias –incluyendo
China–, se muestran incapaces de representar el papel de agencia hegemónica a
la que pueda supeditarse el orden interestatal capitalista. Esto ha sido puesto
en evidencia en aquellos territorios donde Estados subalternos perdieron el
control efectivo de los mismos. En ocasiones, como consecuencia de revueltas
populares fallidas que no lograron sustanciar las demandas democráticas en
transformaciones políticas duraderas. En estos casos, Estados Unidos coopera o
compite, según, con otras potencias regionales para expandir de manera
crecientemente autónoma su área de influencia, en un movimiento de placas
tectónicas que a veces provoca sacudidas: la UE y Rusia en el este europeo
(Ucrania), Arabia Saudí e Irán en el revuelto enjambre de Medio Oriente tras la
primavera árabe, Catar en Medio Oriente y en Libia. Muchos de los conflictos
violentos, en particular aquellos protagonizados por grupos armados no
regulares, se han enquistado: narcos en Mesoamérica, las diferentes milicias
yihadistas que se arraigan en Siria-Irak y en partes de África, etc.
Este escenario no parece
nada halagüeño para el avance de la democracia. Pero como ha quedado demostrado
en los últimos años, de nosotros depende en parte no someternos al mismo. Del
caos también pueden nacer sorpresas positivas.
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Samuel Pulido es autor del
blog Quilombo.
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