EL ISLAM NO ES VIOLENTO.
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Norberto Méndez *
El
salvaje atentado contra los periodistas del hebdomadario francés trae
nuevamente a la palestra una polémica que parece interminable, pero que aflora
ante cada acción feroz perpetrada en nombre de la religión islámica: ¿es
inherente al Islam la violencia contra los infieles?
Los musulmanes devotos y
sus dirigentes repiten que estas acciones son ajenas al Islam y apelan al
propio Corán para reafirmar que esta religión condena la fuerza como medio para
imponer su credo. Pueden mencionarse infinidad de suras coránicas en este
sentido. Sin embargo, tanto en el Islam como en sus hermanas del mismo origen
abrahamánico (judaísmo, cristianismo) se entrecruzan en sus libros sagrados las
alabanzas a la paz y las convocatorias a la guerra. Habitualmente se aclara
desde Occidente que el cristianismo y el judaísmo han hecho letra muerta de
esas exaltaciones virulentas, porque el proceso de secularización de la
modernidad y el Iluminismo transformaron a la religión en una serie de normas
morales que fueron decisivas en la construcción de la sociedad capitalista. No
obstante, en la mayoría de sus prosélitos permaneció la creencia, pero su
práctica se apartó del fanatismo y se recluyó en el ámbito privado.
Pero la cuestión más
controversial del Islam sigue siendo la Jihad, instituto importante del Corán
pero que ha sido mal o aviesamente traducido por muchos occidentales como
“guerra santa”, tomando una sola de sus acepciones, la “pequeña Jihad”: el
combate por la causa de Dios, que en realidad desde la escritura sólo es
habilitada cuando todo creyente musulmán debe defender su fe frente a los
ataques de sus detractores pero nunca es permitida en una posición ofensiva.
Pero la llamada “gran Jihad”, el esfuerzo individual en el camino de Dios, la
lucha interna contra las tentaciones, contra el egoísmo, es soslayada por las
fuentes occidentales. Ocurre que quienes asesinaron a los redactores de Charlie
Hebdo lo hicieron al grito de Allah hu Akbar, (Dios es grande), frase repetida
en la liturgia musulmana cotidiana pero que los islamistas (llamados
fundamentalistas en Occidente) han adoptado como grito de guerra. De igual
manera legitiman sus actos de barbarie apelando a una Jihad combativa, dejando
de lado a la Jihad interna. Estos combatientes acomodan y manipulan
selectivamente todas las concepciones coránicas que sirven a sus proyectos
políticos anti-occidentales y atrasadistas, basándose en la idea de un
Occidente unívocamente satánico. O sea que finalmente terminan avalando las
posturas occidentales anti-islámicas que presentan por su lado un Islam sólo
como bárbaro, imposible de desenvolverse en un supuesto Occidente civilizado y
tolerante. Todas estas deformaciones y transmutaciones del tronco central de la
fe islámica son facilitadas por la ausencia en el Islam de una iglesia, de una
autoridad central que ordene o castigue a quien se aparte del mensaje
profético, por lo cual estos militantes echan mano de la Ijtihad, la
interpretación independiente, tan válida como el Taqlid (imitación, emulación).
Ambas amparadas en la Sharía, la ley islámica. Contra lo que comúnmente se
cree, el Islam es una religión muy maleable: por más que algunos ulemas
(estudiosos que emiten consejos religiosos) expresen rechazo al uso de la
fuerza, sus opiniones no tienen suficiente peso de ley para todos los
musulmanes y por ello los islamistas sostienen que en el Islam nadie tiene el
monopolio de la interpretación. En verdad la historia del Islam está plagada de
enfrentamientos por la vigencia de una u otra. Evidentemente, esto abre la
puerta a la opción por la violencia.
Se agotó en París la Edición Especial de 5 millones de ejemplares del
Semanario Humorístico Charlie Hebdo, Edición provocativa según las opiniones de
autoridades sobre lo que realmente es el Islam.
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Los franceses de origen
musulmán del siglo XXI, de cuarta o quinta generación, descendientes de
migrantes provenientes de las colonias de Argelia, Marruecos, Túnez, Senegal,
etc. ya no siguen los objetivos asimilacionistas de sus padres o abuelos,
quienes se sometían de buen grado a la presión integradora de la metrópoli.
Estos buscaban ser tan franceses como los naturales de París, Reims o Marsella.
Estaban orgullosos de las medallas obtenidas por ser carne de cañón en las
guerras coloniales e incluso cuando combatieron en el bando de sus mandantes
contra sus propios correligionarios independentistas. Las nuevas generaciones
sienten de otro modo, creen que han sido engañados y viven como una farsa los
valores de libertad, igualdad y fraternidad que les inculcaron en las escuelas
laicas del Estado francés. Para ellos ser musulmán es ser pobre o desocupado.
Sienten que los sueños de sus antepasados no fueron realizados y por ello
refuerzan sus identidades particulares, especialmente la religión, como una
forma de resistencia. Los más desesperados escuchan a los jihadistas recién
venidos de Siria o Libia que les prometen la redención, que les devuelven el
orgullo de ser musulmanes. Algunos no trepidan en convertirse en terroristas, en matar
franceses que no les permiten ser franceses.
* Profesor, UBA.
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Edición Especial del Charlie Hebdo de 5 millones de ejemplares, agotada en Francia en las primeras tres horas. Según los especialistas en el Islam continua la provocación político-religiosa.
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FRANCIA: CHARLIE HEBDO SIGUE PROVOCANDO
POLÉMICAS.
Se agotó la Edición Post Atentado de la
Revista y abrió una discusión sobre el dibujo de Mahoma.
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La solidaridad colectiva no significa una adhesión
global a las provocaciones de la publicación, cuyos dibujos sobre el profeta
Mahoma suscitaron de nuevo un exaltado debate en el país así como condenas y
críticas musulmanas.
Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París Jueves 15 de enero del 2015.
Aún no había despuntado
el día cuando las colas empezaron a formarse delante de los puntos de
distribución de diarios y revistas. En apenas media hora, la primera tirada de
tres millones de ejemplares del número de “los sobrevivientes” del semanario
satírico Charlie Hebdo se agotó en todo París. Barrios populares o acomodados
vivieron la misma situación con extensas colas de hasta dos cuadras. A las
nueve de la mañana los kioscos exhibían un cartel escrito a mano: “Charlie
Hebdo, agotado”.
Francia se volcó de
nuevo de forma masiva para respaldar a la revista azotada por el asesinato de
doce personas hace exactamente una semana. Esta solidaridad colectiva no
significa una adhesión global a las provocaciones de la publicación cuyos
dibujos sobre el profeta Mahoma suscitaron de nuevo un exaltado debate en el
país, así como condenas y críticas por parte de las autoridades musulmanas en
Francia y en el extranjero.
Los “Soy Charlie” y los
“Yo no soy Charlie” se enfrentan ahora en las redes sociales, en los diarios y
en las calles de París, donde los graffiti hostiles a la consigna mundial “Soy
Charlie” aparecen con frecuencia en los pasillos del metro y los muros de la
ciudad. La defensa irrenunciable de la libertad de expresión y la conciencia de
que ésta puede herir muchas franjas de la población conviven en un mismo empuje
de solidaridad. Los jóvenes, por ejemplo, hacen de la libertad su bandera,
impugnan el terrorismo pero no por ello están plenamente de acuerdo con las
caricaturas irreverentes. La frontera es delgada y tanto más peligrosa cuanto
que, con los días que pasan, se multiplican los incidentes contra los lugares
de culto musulmán.
Francia es un país laico
y libre, es decir, una sociedad de tolerancia en el disenso. Esas son sus
espinas dorsales, pero desactivar los odios, los intentos de recuperación o de
represalias nacientes requiere una pedagogía tan firme como permanente en un
panorama político europeo en el cual la islamofobia se exporta rápidamente en
los países de la Unión Europea y muchos jóvenes nacidos aquí se convierten en
jihadistas que van a combatir a Medio Oriente. Según el director de Europol,
Rob Wainwright, habría entre 3000 y 5000 europeos que partieron para pelear en
las regiones de conflicto donde las repetitivas intervenciones occidentales han
creado desastres espantosos.
Ante la abrumadora
avalancha de compradores, los responsables del semanario anunciaron un aumento
de la tirada, que pasará de tres a cinco millones de ejemplares. La presencia
de Mahoma en la tapa no apaciguó los ánimos, al contrario. El dibujo se presta
a incontables lecturas. Laurent Joffrin, director de la redacción del diario
Libération, en cuyos locales fue concebido este número de Charlie Hebdo,
escribe en un editorial que la tapa “es un modelo de inteligencia. Muchos
esperaban una provocación, otros un retroceso. Nada de eso. El profeta está en
la cita, pero en un rol positivo, con un poco de ternura”. Los medios tienen
una misión clave en esta fase histórica de arenas movedizas, donde cualquier
paso en falso puede desembocar en un drama. Explicar una y mil veces que “la
verdadera religión musulmana es fraternal, igualitaria”. Porque el problema se
plantea ahí: hay millones de musulmanes en Francia y en Europa y es preciso
sentar las bases de una coexistencia exenta de rencores o sospechas. Los mismos
integrantes de Charlie Hebdo están divididos sobre los límites de las
representaciones ofensivas o la frecuencia con la cual se recurre a ellas. En
un número especial del semanario Le Nouvel Observateur, una de las figuras de
proa de Charlie Hebdo, Delfeil de Ton, ataca de forma muy cruda al director de
la publicación, Charb, ejecutado junto a las otras once personas. Delfeil de
Ton es uno de los fundadores de Charlie Hebdo hasta que se fue en los años ’90
por desacuerdos internos. El ex colaborador acusa lisa y llanamente al
desaparecido director de haber conducido a su equipo a la muerte empujando la
revista a límites excesivos. Francia transita sobre una delgada cornisa.
La gestión inteligente
de la crisis por parte del Ejecutivo y la reacción pertinente de la sociedad
conforman un escudo contra las pasiones fuera de control. Con todo, los
musulmanes se sienten señalados, pisoteados, expuestos por una minoría radical
a juicios en nada acertados. Ante el repudio que volvió a suscitar la tapa de
la última edición de Charlie Hebdo, las instituciones musulmanas se movilizaron
para apaciguar los sentimientos. Dalil Boubakeur, el presidente del Consejo
Francés del Culto Musulmán (CFCM) y también rector de la Gran Mezquita de
París, interpeló a los musulmanes a retenerse, a “mantener la calma evitando
las reacciones emotivas, incompatibles con la dignidad y la reserva (de la
comunidad musulmana) y respetando al mismo tiempo la libertad de opinión”.
Libertad y respeto, sabiduría y tolerancia mutua, dolor y reconciliación,
protección de los valores y del territorio, de pronto el país se ve exigido en
muchas direcciones distintas.
Paralelamente, los
atentados perpetrados en París condujeron al presidente francés a modificar los
esquemas de la defensa nacional que ya estaban armados. François Hollande
anunció que la frecuencia de reducción de los efectivos del Ejército debía ser
revisada y adaptada. Ante unos 1900 militares reunidos en la dársena del
portaaviones Charles-de-Gaulle, el mandatario declaró que “la situación
excepcional que conocemos debe conducir a revisar el ritmo de la reducción de
efectivos que había sido programado para los próximos tres años”.
En lo
concreto, habrá una implicación incrementada de Francia en los ataques contra
las bases del Estado Islámico en Irak y Siria que se iniciaron el pasado 19 de
septiembre. “Tenemos que neutralizar las amenazas que vienen del exterior”,
dijo Hollande. El ataque contra el semanario Charlie Hebdo va a reconfigurar no
solamente la política nacional, la relación de fuerzas entre los partidos, las
relaciones interconfesionales, sino también, la postura militar de Francia en las zonas de
conflicto donde ya está presente.
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