¿Cómo deberían resolver los griegos (o
los españoles, o los italianos, o incluso los franceses) este trilema? Deberían
hacer lo que más les convenga. Y lo que más les conviene no es lo mismo que a
los daneses o a los británicos. Los
británicos preferirán, seguramente, conservar su poder soberano y decidir
autónomamente aunque sea a costa de menos integración económica con los
restantes países de Europa. Probablemente, a
los daneses les ocurre lo mismo. Los mediterráneos, sin embargo, deben
preferir renunciar a la soberanía económica en aras de conservar su capacidad
de co-decidir – democracia – e integrarse en una región mayor una
vez que están convencidos de que esa región – la Unión Europea – es un club al que
resulta deseable pertenecer por las ventajas en formas de economías de escala y
de especialización.
¿Por qué?
Porque lo que Rodrik no explica es que las sociedades nacionales – los
griegos, los italianos o los españoles – no son individuos, sino grupos
enormes con costes de agencia elevadísimos respecto de sus propios
políticos. Los políticos tienen intereses propios contradictorios con el
bienestar de sus ciudadanos (beneficios privados del control del presupuesto
público y de los poderes del Estado) y, en consecuencia, harán todo lo posible
para que los nacionales no escojan globalización y democracia sino democracia y soberanía.
Porque son los políticos nacionales los que tienen más que perder si un país
deja de ser soberano y las decisiones se toman en un nivel superior al
nacional. No es raro que Rajoy hiciera todo lo que estuvo en su mano para
evitar el rescate aunque haya
habido quien ha sostenido, con buenos argumentos, que el rescate habría sido
bueno para España. De Guindos, en la presentación del libro de
John Müller afirmó lo contrario señalando que la autoestima de los españoles se
habría visto gravemente dañada por un rescate. Estaba hablando pro domo
sua. El político español no hubiera obtenido ningún beneficio del
rescate (los efectos beneficiosos del rescate se verían tras
haber perdido las elecciones) y es posible que los ciudadanos se hubieran visto
muy beneficiados por una reducción
sustancial de los costes de agencia respecto de sus políticos. Con las
manos atadas por las condiciones impuestas en el rescate, los costes de
vigilancia y castigo de los políticos por parte de los ciudadanos se reducen
significativamente: nunca más clientelismo
a mansalva; nunca más elevados niveles de corrupción; nunca más reparto de los cargos públicos
entre los cercanos a los políticos y nunca más captura de los políticos
por parte de los empresarios “amigos” de los políticos. Una vez que los políticos nacionales no pueden tomar las decisiones
básicas de política presupuestaria y económica, todo eso desaparece de un
plumazo si los poderes se transfieren a una organización política de “mayor
calidad” como lo
es, sin duda, la europea y, especialmente, la de los países del norte y del
centro de Europa.
/////
«La entrada del caballo en Troya» de Giovanni Domenico Tiepolo - Wikimedia.
***
EL TRILEMA DE RODRIK Y LOS GRIEGOS: MEJOR LA
BOTA ALEMANA.
*****
Dr. Jesús Alfaro.
Catedrático de la Universidad
Autónoma de Madrid.
vozpopuli sábado 31 de enero
del 2015.
Timeo danaos et dona ferentes o de
cómo los políticos griegos engañan a sus ciudadanos apelando al nacionalismo
Las elecciones griegas han traído a la
actualidad una idea de Dani Rodrik que se resume
diciendo que no se puede tener globalización, democracia y soberanía
nacional, todo al mismo tiempo. De las tres opciones, hay que elegir dos.
En el caso de Europa, los griegos no pueden elegir seguir siendo soberanos,
decidiendo democráticamente entre ellos sobre su presupuesto y, a la vez,
integrarse en una Europa que tiene una moneda común. Tienen que optar por
renunciar a su soberanía, renunciar a decidir autónomamente su política
económica y presupuestaria, renunciar a la toma democrática de
decisiones o renunciar a integrarse económicamente en un espacio superior.
Los mediterráneos, sin embargo, deben preferir
renunciar a la soberanía económica en aras de conservar su capacidad de
co-decidir – democracia – e integrarse en una región mayo
¿Cómo deberían resolver los griegos (o los
españoles, o los italianos, o incluso los franceses) este trilema? Deberían
hacer lo que más les convenga. Y lo que más les conviene no es lo mismo que a
los daneses o a los británicos. Los británicos preferirán, seguramente,
conservar su poder soberano y decidir autónomamente aunque sea a costa de menos
integración económica con los restantes países de Europa. Probablemente, a los
daneses les ocurre lo mismo. Los mediterráneos, sin embargo, deben
preferir renunciar a la soberanía económica en aras de conservar su capacidad
de co-decidir – democracia – e integrarse en una región mayor una
vez que están convencidos de que esa región – la Unión Europea – es
un club al que resulta deseable pertenecer por las ventajas en formas de
economías de escala y de especialización.
¿Por qué? Porque lo que Rodrik no explica es que
las sociedades nacionales – los griegos, los italianos o los
españoles – no son individuos, sino grupos enormes con costes de
agencia elevadísimos respecto de sus propios políticos. Los políticos
tienen intereses propios contradictorios con el bienestar de sus ciudadanos
(beneficios privados del control del presupuesto público y de los poderes del
Estado) y, en consecuencia, harán todo lo posible para que los nacionales no
escojan globalización y democracia sino democracia y soberanía. Porque son los
políticos nacionales los que tienen más que perder si un país deja de ser
soberano y las decisiones se toman en un nivel superior al nacional. No es raro
que Rajoy hiciera todo lo que estuvo en su mano para evitar el rescate aunque haya habido quien ha sostenido, con buenos
argumentos, que el rescate habría sido bueno para España. De
Guindos, en la presentación del libro de John Müller afirmó lo contrario
señalando que la autoestima de los españoles se habría visto gravemente dañada
por un rescate. Estaba hablando pro domo sua. El político
español no hubiera obtenido ningún beneficio del rescate (los efectos
beneficiosos del rescate se verían tras haber perdido las elecciones) y es
posible que los ciudadanos se hubieran visto muy beneficiados por una reducción
sustancial de los costes de agencia respecto de sus políticos. Con las manos
atadas por las condiciones impuestas en el rescate, los costes de vigilancia y
castigo de los políticos por parte de los ciudadanos se reducen
significativamente: nunca más clientelismo a mansalva; nunca más elevados
niveles de corrupción; nunca más reparto de los cargos públicos entre los
cercanos a los políticos y nunca más captura de los políticos por parte de los
empresarios “amigos” de los políticos. Una vez que los políticos nacionales no
pueden tomar las decisiones básicas de política presupuestaria y económica,
todo eso desaparece de un plumazo si los poderes se transfieren a una
organización política de “mayor calidad” como lo es, sin duda, la europea y,
especialmente, la de los países del norte y del centro de Europa.
Los políticos griegos – como los españoles y
los italianos – han venido engañando a sus ciudadanos históricamente
a través de la devaluación sistemática de sus monedas nacionales
Lo que los políticos griegos – especialmente
los de Syriza – les han dicho a los electores es que se pueden tener
las tres cosas. Que pueden volver a gastar, que pueden decidirlo ellos y que
pueden seguir siendo parte del euro y de Europa. Los políticos
griegos – como los españoles y los italianos – han venido
engañando a sus ciudadanos históricamente a través de la devaluación
sistemática de sus monedas nacionales. Cada vez que la imposibilidad de
Rodrik se aproximaba (porque la globalización es un fenómeno más amplio que el
de la integración en Europa), los políticos devaluaban la moneda y empezaban de
nuevo. La integración económica en el euro sin embargo, privó a los políticos
nacionales de su principal instrumento de engaño. Y, ahora, los nacionales
españoles, italianos o griegos se ven enfrentados al trilema de Rodrik en
toda su crudeza.
A los griegos les interesa más, probablemente,
renunciar a la soberanía y abrazar la participación democrática en una Europa
integrada política y económicamente. A los griegos bastante más que a los italianos y mucho
más que a los españoles. La razón es simple de explicar: Grecia no
ha logrado nunca en toda su Historia construir un Estado capaz de
cumplir las funciones de prestación de servicios públicos de
manera imparcial – para sus ciudadanos – y mínimamente completa.
Italia tampoco, al menos, en lo que se refiere al sur del país. España ha
salido mejor parada gracias a que tuvimos una administración pública más o
menos meritocrática antes de tener la democracia y los partidos políticos no
pudieron repartir el presupuesto entre su clientela. Por tanto, una renuncia a
la soberanía por parte de los griegos está más justificada – y no es
antidemocrática como explica también Rodrik – que una renuncia a la
soberanía por parte de los españoles y, mucho menos, por parte de los daneses o
de los británicos que disponen de Estados nacionales de “calidad” quizá
superior a la de la Unión Europea.
Como los troyanos, los griegos deberían temer
a sus políticos incluso cuando les ofrecen regalos: son regalos falsos aunque
se envuelvan en salvas patrióticas y nacionalistas en lugar de bonitos
caballos
Porque tan importante como la renuncia a la
soberanía es examinar a favor de quién se transfieren los poderes soberanos. Y
aquí, de nuevo, todo habla a favor de que es en el interés de los griegos
renunciar a su soberanía en favor de la Unión Europea. Porque el nuevo ruler de
los griegos no es un roving bandit ni el capo de una banda
mafiosa que sólo pretende extraer el máximo posible de los individuos
sojuzgados o sobre los que dispone del monopolio de la violencia. Es un ogro
benevolente cuyos incentivos se encuentran, al menos parcialmente y de manera
muy significativa, alineados con los intereses de los griegos. Es obvio que
Alemania tiene incentivos para salvar sus bancos antes que a los griegos y para
limitar la redistribución entre alemanes y griegos. Pero es obvio también que
Alemania no tiene el poder absoluto en el seno del euro y, mucho menos, de la
Unión Europea; que los procedimientos de decisión en el euro y en Europa –
incluidas instituciones independientes como el Banco Central Europeo –
permiten que los intereses específicos de los griegos se tengan en cuenta y
que hay un interés común en que a todos los que forman parte
del euro y de la Unión “les vaya bien” aunque sólo sea
porque las libertades de circulación – mínimo de integración –
trasladan en buena medida de unas zonas a otras el mayor o menor crecimiento y
el mejor o peor funcionamiento de los servicios públicos y de las instituciones
públicas. En una zona económica en la que los intercambios de cada uno de los
países tienen lugar, principalmente, con otros de los países de la zona, no
puede irle bien a nadie durante mucho tiempo sin que le vaya bien al resto.
Como los troyanos, los griegos deberían
temer a sus políticos incluso cuando les ofrecen regalos: son regalos falsos
aunque se envuelvan en salvas patrióticas y nacionalistas en lugar de
bonitos caballos. Los españoles, especialmente los catalanes, lo saben
bien.
*****
DURA NEGOCIACIÓN CON
BRUSELAS POR LA DEUDA GRIEGA.
Atenas rechaza
trabajar con los técnicos de la Troika que exigen un Plan de austeridad.
*****
Página /12 31 de enero del
2015.
Atenas avisó que no va a
contradecirse pidiendo una prolongación de ese programa de asistencia
financiera, que obligaría a Grecia a mantener la política de austeridad, lo
cual podría costarle un tramo del rescate europeo.
La Eurozona y Grecia plantearon ayer sus diferencias: Bruselas advierte
que no se pueden “ignorar” los compromisos y el gobierno de Atenas afirma que
no trabajará con los encargados de supervisar una política de austeridad que
rechaza de plano.
El gobierno griego anunció ayer que está dispuesto a renunciar a un
último tramo de ayuda financiera y a dejar de trabajar con los delegados de la
troika encargados de supervisar una política de austeridad que rechaza de
plano. Los anuncios los hizo el ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis,
en una tensa conferencia de prensa con el jefe del Eurogrupo, el holandés Jeroen
Dijsselbloem.
“Ignorar los acuerdos previos no es el camino a seguir”, dijo el jefe de
los ministros de Finanzas de la Eurozona, Jeroen Dijsselbloem, en una
conferencia de prensa con el ministro griego Yanis Varoufakis en la que ambos
parecieron tensos. Después de dos planes de rescate internacionales por un
total de 240 mil millones de euros, el Ejecutivo griego quiere negociar una
reducción de su deuda (175 por ciento del PIB) y un abandono de las medidas de
austeridad aparejadas a dicha asistencia.
Grecia todavía debe recibir unos 7200 millones de euros de aquí a un
mes, como parte del programa de rescate, que expira el 28 de febrero.
Varoufakis dijo que rechaza recibir ese dinero, y que su gobierno fue
elegido con la promesa de poner fin a la austeridad. Por eso, el ministro
aseguró que su gobierno no va a contradecirse pidiendo una prolongación de ese
programa de asistencia financiera, que obligaría a Grecia a mantener la
política de austeridad.
En la conferencia de prensa con Dijsselbloem, Varoufakis explicó que su
gobierno buscará “la máxima cooperación” con los acreedores del país (UE, BCE y
FMI), pero no trabajará con los delegados de la troika que desde 2010 vigilan
al detalle el cumplimiento de las reformas y recortes exigidos a Atenas.
El Ejecutivo griego pide además una conferencia internacional para
eliminar una buena parte de su deuda y también la de otros países europeos,
como la que se hizo en 1953 en Londres para reducir la deuda alemana.
Respondiendo a una pregunta sobre este punto, Dijsselbloem contestó secamente
que “esa conferencia existe, y se llama el Eurogrupo”, el foro de los 19
ministros de Finanzas de la Zona Euro.
Como parte de los esfuerzos para renegociar la deuda y la salida de la
austeridad, el primer ministro Alexis Tsipras hablará el martes en Roma con su
homólogo italiano, Matteo Renzi, y el miércoles en París con el presidente
francés, François Hollande. Varoufakis, por su lado, viajará del domingo al
martes a Londres, París y Roma para reunirse con sus pares en esos países. Por
ahora, ni él ni Tsipras irán a Alemania, el país que mantiene la posición más
dura sobre la salida del plan de austeridad que exige el gobierno griego.
La Bolsa de Atenas reaccionó negativamente ayer, y cerró la sesión con
una caída de 1,59 por ciento. El mercado de deuda también se tensó, y el
rendimiento del bono griego a diez años se acercaba al 11 por ciento por encima
del alemán.
El gobierno griego dejó claras sus intenciones desde el miércoles,
anunciando una lluvia de medidas contrarias a las reformas y recortes dictados
desde 2010 por la troika de acreedores, la UE, el Banco Central Europeo y el
Fondo Monetario Internacional. En virtud de los rescates, los socios de la
Eurozona (integrada por 19 países) tienen una exposición de unos 200 mil millones
de euros a la deuda griega, a través de garantías a un fondo común y de
préstamos bilaterales. Por eso, tanto la Comisión Europea como Francia y
Alemania, los dos países más expuestos (42 mil millones y 56 mil millones de
euros, respectivamente), no paran de advertirle a Atenas que deberá tener eso
muy en cuenta.
“Grecia no va a conseguir llegar a fines de febrero”, dijo alarmado
Theodoros Pelagidis, del think tank Brookings, a la agencia Bloomberg.
Según el diario griego Kathimerini, actualmente hay menos de dos mil
millones de euros en las arcas del Estado griego, que se habrán agotado a fines
de febrero.
El banquero francés Matthieu Pigasse, directivo del banco Lazard, que
asesora al fondo de reestructuración de los bancos griegos, estimó por su parte
que es “absolutamente necesario” reestructurar la deuda griega.
Según él, hay que “reducir a la mitad” la deuda griega en manos de
acreedores públicos, lo que implicaría la quita de unos 100 mil millones de
euros.
Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, el órgano ejecutivo de
la UE, dijo al diario francés Le Figaro que “no se plantea eliminar la deuda”
griega, aunque “sea posible hacer algunos arreglos”. En la misma línea, el
ministro francés de Finanzas, Michel Sapin, descartó también una anulación de
la deuda, y dijo que lo que sí es posible es aminorar la carga de ésta.
“Hablaremos de la deuda para aliviar la carga. Pero no para anular la deuda,
porque eso equivaldría a transferir el peso del contribuyente griego al
contribuyente francés”, dijo Sapin.
El vicecanciller de Alemania,
Sigmar Gabriel, dijo que espera que Grecia cumpla con sus compromisos de reformas y disciplina
fiscal, adoptados a cambio de la asistencia internacional.
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