El
Papa Francisco en su recorrido por los países pobres de América Latina, hoy es
portador de un discurso cuyo contenido social,
económico, político, cultural y ambiental, es muy humano, muy fuerte en su
contenido social, una visión estructural de la realidad actual, situación
compleja, múltiple y turbulenta de nuestro continente, ajustado a la codicia, modelo colonial extractivista exportador de
materias primas, devastador de nuestra Madre Naturaleza y en su esencia el
fundamentalismo consumista; discurso y contenido que está chocando muy fuerte
con los intereses económicos de los grupos y elites de poder, los intereses
políticos de los clases dominantes y los poderes facticos globales. No es Fidel o el Che o Chávez, (el
"fantasma" de blanco, que hoy recorre Nuestra América) no
son - incluso más moderados como Lula o
Cristina, Dilma, o Bachelet, o radicales de izquierda como “El Pepe” o Maduro - es en realidad el
papa Francisco quien con toda naturalidad expresa y comunica con su inmensa
simpatía, frente a miles de trabajadores, campesinos, indígenas - hombres y
mujeres- de los Movimientos Sociales de
Bolivia y representantes de movimientos de Nuestra América, la Patria Grande: “Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este
sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los
trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y
tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra.” Por eso debemos
luchar – dice con su alegría – que debemos luchar para hacer realidad la “Triple T”: Tierra, Trabajo y Techo). Qué
dirán, cómo reaccionarán los poderes tradicionales de la Iglesia, ligados
históricamente y parte importante hoy de los poderes tradicionales hegemónicos
y explotadores locales y globales.
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Francisco llamó a los campesinos, indígenas y trabajadores a luchar por la “triple T” (Tierra, Trabajo y Techo).
FRANCISCO: “HAY QUE CAMBIAR EL SISTEMA, YA NO SE AGUANTA”.
El Papa convocó a los Movimientos
Sociales a poner “la economía al servicio del pueblo”.
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En un discurso de casi una hora, el papa Francisco
condenó “el viejo y nuevo colonialismo” y, en ese marco, pidió perdón por los
crímenes contra los pueblos originarios cometidos en nombre de la Iglesia en
“la llamada conquista de América”.
Sebastián Ochoa
Página/12 En Bolivia
Desde
La Paz viernes 10 de julio del 2015.
“Pido humildemente
perdón no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes
contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”,
aseguró el papa Francisco durante la clausura del Encuentro Mundial de
Movimientos Populares, que respondió con largos aplausos a cada uno de los
posicionamientos, pocas veces escuchados en alguien de su investidura. Además
del pedido de perdón, en el discurso más largo desde que inició la gira por
América (57 minutos), llamó a los campesinos, indígenas y trabajadores a luchar
por la “triple T”, tierra, techo y trabajo, y los convocó a organizarse para
“poner la economía al servicio de los pueblos”. “Queremos un cambio, un cambio
real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan
los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las
comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, ‘la
hermana Madre Tierra’, como decía San Francisco”, aseguró.
“¿Reconocemos que las
cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas
familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas
en su dignidad? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas
guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros
barrios?”, dijo el Papa ante cinco mil representantes de organizaciones
sociales llegados desde 40 países.
“¿Reconocemos que las
cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la
creación están bajo permanente amenaza? Entonces, digámoslo sin miedo:
necesitamos y queremos un cambio. Muchos esperan un cambio que los libere de
esa tristeza individualista que esclaviza”, diagnosticó el pontífice.
“Cuando el capital se
convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos y la avidez por
el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena
al hombre, lo convierte en esclavo”, comentó. En este aspecto, consideró que
las organizaciones sociales pueden marcar la alternativa que hace falta.
“Ustedes, los más
humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me
atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus
manos. Les invito a construir una alternativa humana a la globalización
excluyente. No se achiquen”, los alentó Francisco.
“Aquí en Bolivia he
escuchado una frase que me gusta mucho: ‘Proceso de cambio’. Me gusta tanto la
imagen del proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que
otros verán florecer, reemplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de
poder disponibles y ver resultados inmediatos. Queremos un cambio que se
enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos y los movimientos
sociales”, aseguró el Papa.
Aunque dijo no tener recetas,
Bergoglio hizo recomendaciones para ese cambio: el primero fue el de “poner la
economía al servicio de los pueblos” y oponerse a “una economía de exclusión e
inequidad”. También consideró que “la propiedad, muy en especial cuando afecta
los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los
pueblos, no alcanza con las gotas que puedan llegar a derramar de la copa”.
“Podemos lograrlo, esta economía al servicio de los pueblos no es una utopía,
los bienes disponibles son suficientes. El problema es el sistema”, concluyó.
Afirmó entonces que
“ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres
del pleno ejercicio de su soberanía” y lamentó la existencia de “nuevas formas
de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia”,
y que “adoptan distintas fachadas como algunos tratados de libre comercio y la
imposición de medidas de austeridad que siempre ajustan el cinturón de los
trabajadores y los pobres”.
Recordó entonces la
importancia de que los pueblos y gobiernos latinoamericanos se sientan parte
del concepto de la “Patria Grande”, y alertó que a veces, “bajo el noble ropaje
de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo, se imponen
medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y
muchas veces empeoran las cosas”. En ese momento incluyó “la concentración
monopólica de los medios de comunicación social” como otra de las formas que
adopta el nuevo colonialismo. Y siguió definiendo: “El colonialismo, nuevo y
viejo, reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y
trabajo barato”.
En ese contexto,
introdujo el pedido de perdón por las matanzas promovidas en el continente por
la misma Iglesia. “Alguno podrá decir, con derecho, que cuando el Papa habla
del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia. Se han cometido
muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de
Dios”, reconoció. Y recordó que ya lo habían dicho con anterioridad la Conferencia
Episcopal de América Latina y Juan Pablo II. “Quiero ser muy claro, como lo fue
san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la
propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la
llamada conquista de América”, dijo.
Pero también pidió que
se reconociera el valor de obispos, sacerdotes y laicos “que se opusieron a la
lógica de la espada con la lógica de la cruz. Hubo pecados y abundantes, por
eso pido perdón. Pero donde hubo pecado sobreabundó la gracia en quienes
predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre”.
El Papa y el presidente
Morales recibieron de campesinos e indígenas el “Documento de Santa Cruz”,
fruto de tres días de debate.
“El pecado que tiene el
ser humano es el capitalismo. Mientras exista el capitalismo y el imperialismo,
la lucha va a seguir, por más que haya presidentes o dirigentes en todo el
mundo. El pueblo vive de salario y del movimiento económico. Un discurso no es
suficiente para garantizar la liberación democrática. A una liberación política
hay que acompañar con una liberación económica”, enfatizó el presidente
boliviano.
Más allá de las
definiciones sociales y políticas, la atención mediática se concentró ayer en
un regalo que Morales le hizo al Papa el miércoles a la noche. Era una pequeña
escultura de un Jesucristo crucificado en la hoz y el martillo. En este gesto,
la mitad de los comentaristas interpretaron algo así como mensaje infernal. En
realidad, el obsequio que permitió a muchos hacer gala de sus prejuicios
implicaba un homenaje al cura Luis Espinal, asesinado por la dictadura de Luis
García Meza en 1980 (ver aparte).
Esta
mañana, Francisco visitará a los presos de la cárcel cruceña de Palmasola. Para
la ocasión, el Gobierno tiene listo el indulto a tres mil reclusos. A las 14 de
Argentina, el Papa continuará su viaje hacia Paraguay.
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Presidente Evo Morales y el Papa Francisco, en momentos que intercambian opiniones con relación a los problemas centrales que hoy mantienen en su Plataforma de Lucha Social, los Movimientos Sociales de Nuestra América. Trabajadores, Campesinos de las Comunidades Históricas y los Indígenas de los Pueblos Originarios deben luchar por las "Triple "T" (Tierra, Trabajo y Techo).
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UN FANTASMA RECORRE AMÉRICA.
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Luis Bruschtein
“Queremos un cambio, un
cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo
aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las
comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, la
hermana Madre Tierra.” Estas palabras provocaron un estallido de aplausos de
los representantes de los movimientos sociales de América latina, muchos de
ellos ubicados a la izquierda de la izquierda. Y no estaban aplaudiendo a
Fidel, a Evo, a Chávez o a Cristina Kirchner, o Lula, sino a la eminencia mayor
de los católicos. No se conocen antecedentes en que el máximo líder de la
Iglesia pronuncie un discurso como ese discurso en semejante escenario.
El discurso del papa
Francisco ante los movimientos sociales reunidos en Santa Cruz de la Sierra
tuvo una resonancia inédita y hasta cierta connotación surrealista por lo
disruptiva. Un papa católico, junto a Evo Morales y líderes obreros y
campesinos en un pequeño y expoliado país de América latina. Más allá del
origen latinoamericano de ese papa, la elección de la escena y las palabras que
se volcaron implican una decisión política que tiene profundas implicancias en
el escenario internacional. Es un papa que ha optado por una papel terrenal, al
igual que Juan Pablo II, pero en un registro político muy diferente.
“Ustedes, los más
humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me
atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus
manos.” Parece la apropiación de una frase proveniente de otra cultura
política. El Papa la formula rodeado de obispos latinoamericanos que fueron
designados por sus antecesores y que en buena medida han expresado todo lo
contrario. Ese cuerpo de obispos no tiene la misma gimnasia y, seguramente,
varios de ellos se sentirán incómodos.
Hubo varias referencias
que tienen implicancias directas con muchos de los conflictos argentinos. Al
enumerar algunos de los problemas más graves de las sociedades modernas subrayó
“la concentración monopólica de los medios de comunicación social”. Mientras hacía
estas afirmaciones, que en Argentina tienen una significación concreta con el
Grupo Clarín, el enviado de ese medio, Sergio Rubin, comentaba con ironía el
extraño obsequio –una hoz y un martillo con un Cristo crucificado en el
martillo– que Evo le había hecho al Papa y que había provocado su sorpresa.
Mientras la pantalla mostraba el obsequio, que se convertía en ese tratamiento
mediático en la demostración que se trataba de dos culturas irrremediablemente
contrapuestas, el Papa se despachaba en Santa Cruz de la Sierra en contra de la
concentración monopólica de los medios, de la que el Grupo Clarín, como
exponente argentino de ese fenómeno, se ha convertido en una especie de ogro
latinoamericano.
Palabras como
“colonialismo” o conceptos como “Patria Grande” formulados en ese contexto
ubican al Vaticano en un registro histórico diferente, porque hasta hace unos
pocos años, la idea de colonialismo estaba asociada a la Iglesia Católica,
también parte de la estructura de poder de señores feudales en épocas coloniales
y de terratenientes y oligarquías en las posteriores. La Iglesia formó parte
institucional y simbólica de la estructura de poder de las clases dominantes
latinoamericanas, con excepción de algunos obispos, muchos de los cuales fueron
expulsados, durante los dos papados anteriores al de Francisco, por haber dicho
la mitad de lo que dijo ayer el Papa en Bolivia.
Es inevitable hacer una
lectura política, porque cada palabra tuvo esa intención: ¿Qué dirían, por
ejemplo, asesores de Mauricio Macri como Carlos Melconian o Federico
Sturzenegger de la frase “poner la economía al servicio de los pueblos” y
oponerse a “una economía de exclusión e inequidad”, o la afirmación de que “el
colonialismo, nuevo y viejo, reduce a los países pobres a meros proveedores de
materia prima y trabajo barato”? Pocas horas antes, la presidenta Cristina
Kirchner en Tucumán hablaba por la cadena nacional de radiodifusión sobre la
importancia de tener una economía independiente de los precios de las materias
primas, para lo cual era necesario industrializar el país, como se ha impulsado
desde su gobierno. Los portales de los grandes medios la criticaron porque
hacía un discurso político el Día de la Independencia. La idea de una historia
apolítica forma parte de esa cultura colonizada que criticó el Papa, porque
tanto la historia como la Iglesia siempre hacen política. Lo que pasa es que
las políticas de derecha tienden a ser naturalizadas como apolíticas por el
sentido común hegemónico, que es de derecha.
La
mayoría de los obispos latinoamericanos, sobre todo los episcopados de cada
país, no está en sintonía con esos contenidos. Representan un factor a veces
tan conservador o reaccionario como los que critica el Papa. En los países
latinoamericanos donde hay procesos populares con discursos en consonancia con
el papal, varios episcopados se han convertido en una parte de la oposición
junto a los medios concentrados de comunicación. Hubo momentos que en
Argentina, bajo la conducción del mismo Bergoglio, también funcionó de esa manera.
El discurso del papa Francisco de ayer, que marcará un hito en la Iglesia
Católica, no aparece en línea con esos antecedentes. Si ese fuerte contenido
baja hacia la línea de obispos, la gran maquinaria simbólica y concreta de la
Iglesia habría producido un giro trascendental con una profunda proyección en
el escenario mundial.
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