DILMA RESISTE
Y ANUNCIA MEDIDAS POPULARES.
Ante miles de trabajadores, la Mandataria de Brasil,
dijo que va a luchar hasta el final.
Rousseff
anunció un aumento del nueve por ciento de la Bolsa Familia, el plan social más
exitoso de los gobiernos petistas, y un cinco por ciento del mínimo no
imponible del impuesto a la renta. Y prorrogó el programa Más Médicos.
Primer día de la “resistencia
democrática”. Ante miles de trabajadores reunidos ayer en San Pablo, Dilma
Rousseff inició la agenda de actos con sindicatos y organizaciones sociales con
la que enfrentará un eventual gobierno de excepción del vicepresidente Michel
Temer, quien se apresta a asumir a mediados de este mes.
Evitó
nombrar a Temer al que responsabilizó de ser, junto al jefe de diputados
Eduardo Cunha y otros dirigentes conservadores, los artífices de un “golpe que
quiere acabar con las conquistas sociales”.
“Quiero decirles que voy a
resistir hasta el fin, estoy aquí en este primero de mayo porque es una fecha
de lucha y de resistencia contra (el despojo) de derechos. Luché toda mi vida,
luché contra la dictadura y ahora lucharé por todo lo que se ganó en los
últimos años durante los gobiernos de Lula y el mío... cuando el salario mínimo
tuvo un aumento real del 76 por ciento... por eso digo no pasarán.”
Dilma mencionó al pasar la
violación de la Constitución por parte del campo golpista
pero prefirió hacer centro en las consecuencias sociales y políticas de la
inminente administración de Temer, un político tan hábil para negociar y
confabular como carente de legitimidad electoral y respaldo social.
La encuestadora Vox Populi
publicó este fin de semana que el 62
por ciento de los brasileños tiene una imagen negativa de Temer, quien en un consulta divulgada la semana pasada
por Ibope obtuvo un rechazo del 58 por ciento.
Según
Vox Populi el 61 por ciento de los encuestados reclama elecciones directas, las
que tienen el apoyo del 62 por ciento de acuerdo con Ibope.
Puesto
en otras palabras: Temer es
considerado un intruso en el Planalto por los encuestados, incluso aquellos que
exigen la salida de Dilma que sufre de una baja popularidad.
Indiferente
a su alto rechazo y casi nulo apoyo, ya que menos del 2 por ciento quiere que
sea presidente, el vicepresidente Temer mantiene reuniones permanentes con
políticos y empresarios para formar su gabinete y definir un programa de
gobierno que se anuncia draconiano.
Como
ya lo anticipó uno de sus consejeros de cabecera Paulo Skaf, el presidente de
la Federación de Industrias de San Pablo,
la entidad que asumió una posición militante en la campaña y el posible
financiamiento de los grupos que impulsaron la remoción de la presidenta.
Para Dilma Temer, Skaf y
el ex presidente del Banco de Bosto Henrique Meirelles, están diseñando un
modelo de país socialmente regresivo y privatista, que tiene entre sus
prioridades la revisión de la ley petrolera estatista para la explotación de
recursos en la zona geológica conocida como “pre sal” en aguas ultraprofundas.
“Ya prometieron privatizar
todo ... ¿Y cuál será la primera víctima? La primera víctima será el presal”
vaticinó.
“El proyecto que ellos quieren
imponer es el que fue derrotado en las urnas en 2014, si quieren ese proyecto
que vayan a las urnas en 2018 (fin mandato Dilma) y lo sometan al escrutinio
del pueblo. Pero ellos quieren llegar al poder sin votos, a través de una
elección indirecta disfrazadas de impeachment”.
Aseguró
que hay una campaña para diseminar la idea de que “el gobierno se terminó”, motivada en el propósito de desemoralizar a
las fuerzas democráticas.
Y
anunció un conjunto de medidas populares como el aumento del 9 por ciento de la
Bolsa Familia, el plan social más exitoso
de los 13 años de gobiernos petistas, el incremento del 5 por ciento del mínimo
no imponible del impuesto de renta y prorrogó hasta 2019 el programa Más Médicos que atiende a 63 millones de pacientes
pobres y ha sido cuestionado, además de saboteado, por las clínicas privadas y
sus congresistas.
No habrá paz.
Fue
la primera vez que la presidenta participó en un acto con organizaciones
gremiales fuera del Palacio del Planalto desde 2014.
Dilma
y los sindicatos se
reencontraron luego del distanciamiento causado por sus medidas de austeridad
fiscal aplicadas por el gobierno, cuando el ministerio de Hacienda quedó en
manos del neoliberal Joaquim Levy, despedido a fines del año pasado tras una
intensa presión de la Central Unica de los Trabajadores (CUT) y los Campesinos
Sin Tierra (MST).
“Estoy aquí en este 1º de Mayo porque es una fecha de
lucha y de resistencia”, dijo Dilma ante los trabajadores
El 16 de diciembre la CUT, el
MST y el los trabajadores urbanos
sin techo organizaron movilizaciones masivas en respaldo de la democracia las
que, por primera vez en casi un año, fueron más concurridas que las realizadas
por los adictos al impeachment.
Los
actos de diciembre demostraron que pese a la relación de fuerzas adversa en el
Congreso, dominado por el jefe de
Diputados y aliado de Temer, Eduardo Cunha, el gobierno podía confiar en la
convocatoria de las organizaciones sociales y, especialmente, del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva,
quien en marzo pasado fue el principal orador de otro acto importante en San
Pablo. El jefe del PT y dirigente
que encabeza las encuestas presidenciales estuvo ausente ayer en San Pablo
debido a una afonía que lo afecta desde hace semanas. Fue precisamente Lula quien esbozó lo que él llamó como
“resistencia democrática” que se implementará tan pronto Dilma deba dejar el
Planalto.
Wagner Freitas, el presidente
de la CUT, anunció una “paralización”
nacional de carreteras, fábricas y movilizaciones para la semana que viene en
vísperas de la votación final en el Plenario
del Senado, de 81 miembros, que probablemente el 11 de mayo aprobará la
apertura de un juicio contra Dilma y su automático licenciamiento por seis
meses, en los cuales gobernará interinamente Temer.
Seguramente
el próximo viernes la oposición obtendrá una holgada victoria en la Comisión
Especial de Impeachment, de 21 miembros, que elaborará un parecer recomendando
al Plenario enjuiciar a la mandataria.
“Si
ese golpe se lleva a cabo no habrá más paz en Brasil, no reconoceremos a un
gobierno ilegítimo de Michel Temer que no es más que un golpista de tercera
categoría”, tronó el líder de la CUT Freitas en el palco montado en el Valle de
Anhagabaú, en el
centro de San Pablo con “un sol de 40 grados”, según informó el locutor que lo
presentó.
Darío
Pignotti.- Página/12 En Brasil.-
Desde Brasilia lunes 2 de mayo del 2016.
/////
Importantes integrantes, políticos, medios y empresarios, son parte de la "canalla golpista" como son llamados hoy en Brasil.
***
BRASIL: LA REVANCHA DE LAS ÉLITES Y EL TEATRO DEL GOLPE.
*****
Camila Wollenweider.
CELAG-
Rebelión lunes 2 de mayo del 2016.
La votación en Diputados que aprobó, por un amplio
márgen, el inicio del juicio político a la Presidenta Rousseff se mostró como
un teatro de sombras. Con un trasfondo de de discutida legalidad en el proceso,
la dinámica del impeachment resulta bastante obscura por sus personajes, los
momentos elegidos para perpetrarlo, las consignas y argumentos esgrimidos para
apoyarlo. Y, asunto no menor, los propósitos detrás del mismo. Las “pedaladas
fiscales”, hecho por el que se pretende destituir a Rousseff por, según los
impulsores del impeachment, constituir un crimen de responsabilidad,
prácticamente no aparecieron ni en los debates en Diputados ni en los que
actualmente se desarrollan en el Senado. Ideología triple equis y explícita y
argumentos comodín para condenar a la Presidenta y al mismo tiempo despegar al
Vice -su sucesor en caso de destitución- del pretendido delito, son sólo el
adelanto del estreno de un golpe ya consumado. Basta ver la impotencia de los
parlamentarios opositores al impeachment en los recintos cuando exponen sus
argumentos: saben que digan lo que digan, y presenten las pruebas que
presenten, este nuevo proceso destituyente no tiene chances de revertirse y el
establishment conseguirá el poder que no obtuvo por respaldo popular durante
más de una década.
Los ensayos.
El golpe en curso en Brasil comenzó a gestarse hace
poco más de un año, apenas comenzado el segundo mandato de Dilma Rousseff. El
principal partido de la oposición, el PSDB, inició una cruzada tendiente a
revertir lo que las urnas habían expresado ya en cuatro oportunidades tejiendo
distintas alianzas: con los medios de comunicación hegemónicos para sesgar la
información a su favor; con los diversos “órganos de control” -que han
sustituido en su capacidad de fuego a las Fuerzas Armadas en golpes anteriores-
como la Policía Federal, el Tribunal de Cuentas de la Unión, el Ministerio
Público Federal, juzgados de varias instancias comandados por opositores al
gobierno, y, también, con el principal partido aliado del gobierno, el PMDB,
cuyos líderes -especialmente el multi-imputado por corrupción Eduardo Cunha,
Presidente de la Cámara de los Diputados- mantiene un férreo control sobre los
votos de un significativo número de legisladores de distintos partidos.
Esa trama no es improvisada y resultado sólo de la
capacidad de la oposición política para articular alianzas. Cabe desentrañarla,
por un lado, atendiendo a los intereses de clase de unas élites que comandan
todas las instituciones del Estado, la mayoría de los partidos políticos, y
digitan los principales hilos de la economía y las finanzas. Estas élites
aceptaron un pacto de gobernabilidad con el PT mientras sus principales
intereses no fueran tocados y, también, mientras el boom de las commodities
permitió crecimiento y mejorar la calidad de vida de los excluidos -también de
la clase media- sin recurrir demasiado a la redistribución. Por otro, porque
estas élites brasileñas tienen los mismos intereses que el resto de las élites
de la región y de las que dirigen las principales corporaciones extranjeras y/o
multinacionales que operan en estas latitudes, particularmente las del
histórico bloque aliado EEUU-UE. Esta red de grupos de poder se mantuvo
agazapada mientras duró la fortaleza de los gobiernos progresistas de la
región, interna y asociadamente en diversos organismos regionales
contrahegemónicos, y las alianzas entre éstos y otros bloques de poder mundial
(como China y Rusia) se mantuvieron sólidas y prósperas.
Pero, a partir de 2008, con el comienzo de la
crisis económica global y la incapacidad de las izquierdas para conseguir el
poder en otros países clave de la región -es decir, con una región
ideológicamente fragmentada-, un nuevo abanico de posibilidades para recuperar
la hegemonía perdida de las élites se abrió. El deterioro del precio de las
materias primas, insumo principal de las economías regionales, ralentizó no
sólo el crecimiento del producto interno sino el éxito del modelo de inclusión
via consumo sobre amplias capas sociales. Con ello, las demandas sociales se
complejizaron, el clima de malestar social aumentó por la falta de respuesta a
las mismas, y las esperanzas de “cambio” calaron hondo.
El programa económico de “equilibrio” y
“racionalización” con el que asumio Rousseff su segundo mandato fue el hecho
que sirvió en bandeja al establishment la llave para abrir las puertas de su
retorno. Implementar un programa moderado de ajuste, flexibilización y apertura
comercial fue bienvenido por las élites, pero ellas podrían hacerlo mejor. Y un
plan de ajuste promovido por Rousseff, por más moderado que fuese, significó el
desconcierto y el rechazo de las bases sociales de su partido y de otros
sectores sociales que -con reparos- habían votado la continuidad del PT. El
telón estaba listo para abrirse.
El Guion.
El papel de los medios hegemónicos en estos
procesos abruptos de viraje ideológico y programático hacia la derecha es de
principal importancia. En el caso de Brasil, la poderosa multimedios Rede O
Globo, periódicos como Estado de Sao Paulo y Folha de Sao Paulo, revistas como
Veja e Istoé, consiguieron, a lo largo de los años del gobierno del PT,
predisponer lentamente a buena parte de la población no sólo contra ese partido
sino contra la política misma. La principal vía, como sucede en otros países de
la región, fue diseminar el odio; un rechazo cuasi físico, personal, contra los
funcionarios, el partido, sus militantes y sus políticas. Las élites con
influencia en la comunicación han procurado explotar el odio de clase -que no
aminoró aun cuando no se han tocado los principales pivotes estructurales de la
desigualdad-; insuflar un odio “moralista” -vinculado a la cantinela de la corrupción
del partido gobernante, omitiendo selectivamente la del resto de la clase
política-, racista y misógino, en amplias capas de la población. Este rechazo
extendido ha conseguido que los intereses de las élites se transformen en
demandas mayoritarias: el fin del gobierno del PT, acabar con el “despilfarro”
de recursos hacia programas sociales que “fomentan el parasitismo”, regresar a
los valores tradicionales de “familia” y “orden” -alterados en todos estos años
por la promoción del empoderamiento de la mujer, derechos LGBT, cupos para
minorías en todos los niveles educativos, y protección social para las grandes
mayorías-; y el fin del alineamiento con “comunistas” y “bolivarianos”. Los
expectadores del show del golpe están ya sentados en sus butacas.
La corrupción atrapó, capturo políticos, empresarios de todos los
sectores políticos. Pero lo raro, inusual, ilegal y absurdo en Democracia - sí
puede ser en los ámbitos mal-olientes de la política - llevar a cabo un
"golpe blando", destituir a la Presidenta, sin ser acusada de
corrupción, violación de la Constitución o ser parte de una mafia de políticos,
pero, increíble como los corruptos y mafiosos de la política con el apoyo feroz
de la prensa,(el poder mediático) pueden llegar y sentar en Palacio do Planalto a un corrupto y parte de la mafia golpista como el actual Vice-Presidente.
***
Los actores.
Sin pretender ser exhaustivos, varios actores
destacan además del corifeo encarnado en la prensa hegemónica -encargado de
musicalizar la obra con la Sonata Patética de Beethoven, el Réquiem
de Mozart o el Ave Maria de Shubert, según la parte de la obra que se
considere-. Quizás las tres piezas musicales encarnen en la llamada bancada “BBB” del Congreso de los Diputados,
que sumó casi la mitad de votos a favor del impeachment. Los diputados Boi (Buey: agronegocios), Bala (industria
armamentística y de la seguridad privada) y Biblia (pastores o fanáticos
evangélicos), miembros de casi todos los partidos políticos, son la más
evidente expresión de la representatividad política de las grandes
corporaciones en el escenario republicano y, también, de la fortaleza de la
corrupción que se pretende combatir. Esta amplia bancada responde, sin ningún
tipo de esfuerzo por ocultarlo, a poderosos grupos de poder que han financiado
sus campañas millonarias, como Joao
Campos (PRB), presidente del Frente Parlamentario Evangélico en la Cámara,
que recibió para tal fin, en 2014, 400 mil reales de una empresa de seguridad
privada.
Desde dentro, operaron para bloquear el éxito de
cualquier propuesta legislativa que promueva la amplitud de derechos civiles,
la protección de espacios naturales frente a la explotación minera y del
agrobusiness -muchos de ellos hogar de poblaciones indígenas-, acceso a la
tierra y mejoras en las condiciones laborales de campesinos, etc. También
fueron el bastión opositor -junto a parlamentarios de otras siglas- a toda
iniciativa del gobierno durante el pasado año, a instancias de Cunha, con el fin de impedir la
gobernabilidad de la Presidenta y convertirla para la opinión pública en una
mandataria incapaz y débil.
Las justificaciones de la oposición legislativa
para apoyar el impeachment de la Presidenta fueron, quizás, la parte más
dantesca de este teatro de golpe en Diputados: todos horrorizados con la
corrupción -aunque más de la mitad de la Cámara tiene cuentas pendientes con la
justicia- exclamaron que su voto se basaba en “la paz de Jerusalén”, “los
militares del 64”, “contra la dictadura bolivariana”, “por el sector generador
de renta, el sector agropecuario”, por los innumerables tíos, hijos, esposas
abnegadas y nietos de los parlamentarios y por los “chicos del MBL”, entre
otras republicanas razones.
El MBL (Movimiento Brasil Libre) es otro actor
importante del elenco, que debe analizarse dentro de un fenómeno más amplio de
juventud de clase media politizada, de marcado carácter liberal en lo económico
y lo político, y que cuenta -no sólo en Brasil- con el millonario respaldo
financiero de organizaciones “filantrópicas” y educativas estadouidenses. Estos
jóvenes conforman el principal bastión del golpe en las calles, aunque sus
líderes tienen espacios de opinión fijos en los principales medios y “pase
libre” a las sesiones del Congreso, otorgado por Cunha.
Sergio Moro fue, hasta
hace un par de meses, el actor principal de este vaudeville. Joven juez federal
de primera instancia, comandó la famosa operación Lava Jato-, que ha destapado
la endémica corrupción del sistema político brasileño y ha llevado la imagen de
la estatal Petrobrás al abismo. Una operación, cabe destacar, de la que ha
salido herido sólo el PT por el carácter inquisitorial de los procedimientos, y
la selectividad partidaria de las detenciones y de las filtraciones de
información a la prensa. Paradójicamente, fue el impulso dado por los gobiernos
Lula-Dilma al combate contra la corrupción lo que ha destapado la extensión de
la pandemia, el “efecto boomerang” contra el PT y, tema no menor en este
momento, la necesidad de la clase política implicada de acabar con el gobierno
y, con él, las investigaciones y procesos judiciales que salpican a casi todos.
Moro desapareció de la escena cuando entró Temer,
otra de las estrellas del elenco. Vicepresidente de la República, consiguió
meses atrás la salida de su partido de la coalición gobernante y es hoy quien
representa la esperanza de las élites. Aunque éstas se conformarían con cualquiera
de la línea sucesoria, en caso de que Temer fuera enjuiciado también (si se
demuestra su co-responsabilidad en las llamadas “pedaladas fiscales”). a él le
siguen Eduardo Cunha (como
Presidente de Diputados), Renan
Calheiros (PMDB, Presidente del Senado) y Ricardo Lewandowski, Presidente de un cómplice Supremo Tribunal que
tiene “cajoneado” el pedido de destitución de Cunha por corrupción y lavado de
dinero. También podría surgir un escenario de elecciones anticipadas – vía referéndum,
porque un proyecto en el Congreso sería desestimado, dadas las ventajas de
gobernar sin tener que recurrir al voto popular-. En cualquier caso, las
perspectivas de gobierno del PT son casi nulas. El Senado no revertirá la
decisión de sus aliados en Diputados, y una nueva elección sin que Lula pueda
presentarse, más la fiscalización excesiva de los órganos de control sobre el
financiamiento electoral del PT, hacen prácticamente imposible que las élites
no vuelvan a gobernar por un tiempo.
Las secuelas del show.
Michel Temer hace rato
que viene negociando futuros cargos y otros beneficios con los principales
impulsores del impeachment, prometiendo tras bambalinas frenos a las
investigaciones por corrupción -a modo de devolución de favores por llevarlo a
la Presidencia- y elaborando un plan de gobierno al gusto de las élites.
“Regeneración del Estado”, “Nuevo modelo de relaciones con el sector privado”
y, particularmente en materia social “transferir todo lo que sea posible para
el empresariado en materia de infraestructura” son algunas de las propuestas
que anticipan lo que será un nuevo espectáculo en el teatro de las sombras.
Dilma no logró convencer a los grupos económicos como sí parece haberlo hecho
Temer. Se verá
si, además, convence a la audiencia más importante: el electorado.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario