“QUE ES EL TTIP?.- El Tratado Transatlántico de Comercio e
Inversiones (TTIP) es un acuerdo
comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos que pretende equiparar las
normativas a ambos lados del océano. En pocas palabras, es el nuevo caballo de
troya. La Comisión Europea, el Gobierno Estadounidense y las grandes empresas
están vendiéndonos el acuerdo como el antídoto definitivo contra la crisis. Sin
embargo están ocultando una pérdida de derechos sin precedentes.
Qué implica?
Una rebaja aún mayor de derechos y más
privatizaciones para la ciudadanía europea. Quieren eliminar las barreras al
comercio para crear un gran mercado que beneficie a las grandes empresas. Pero
estas barreras regulan y protegen nuestros derechos sociales y ambientales.
¿Cómo se está negociando?
En completo secreto. Desde junio de 2013, la
Comisión Europea, el Gobierno estadounidense y los grandes lobbies
empresariales se reúnen a espaldas de la sociedad para negociar las condiciones
del tratado.
¿Cómo te va a afectar?
- Aumentarán los recortes en derechos laborales. En EEUU los
convenios de la Organización Internacional del Trabajo ni siquiera están
reconocidos.
- La privatización de los servicios públicos irá a más y contará con
muchísimas más facilidades: sanidad, educación, agua…
- Las grandes empresas contarán con más privilegios. Si en algún
momento operan en la UE y consideran que su rentabilidad no era la
esperada, tendrán la capacidad de demandar a los Estados exigiendo
indemnizaciones millonarias, por supuesto, procederán de dinero público.
- Alimentos, medicamentos y otros productos no se someterán a los
controles actuales. Comeremos alimentos con transgénicos, hormonas, cloro
y un largo etcétera sin saberlo.
- El fracking tendrá vía libre. Esta técnica para extraer gas, tan
dañina para la salud y el medio ambiente, se implantará con gran
facilidad. Además importaremos este gas desde EEUU, lo que pondrá en
riesgo los objetivos de la UE para frenar el cambio climático.
¿Podemos pararlo?
Sí, lo tenemos muy claro. Tenemos tiempo, pero necesitamos movilizarnos.
Sobran los argumentos para decir NO al TTIP.
Dependemos de nuestro medio ambiente, del aire limpio que respiramos, de la
biodiversidad que nos alimenta y depura nuestra agua. No podemos alimentarnos
de petróleo, de aguas contaminadas, ni de CO2. Tampoco del dinero que amasan
las grandes empresas que en ambos continentes están presionando para que los
gobiernos destruyan los medios de vida de los ciudadanos. Ahora con la denuncia del Greenpeace Internacional, es tiempo
de parar esta nueva entrega y pérdida de la soberanía europea a manos de las
grandes mega-corporaciones. La movilización ciudadana,
recuperando la Confianza, es la mejor herramienta de lucha en tiempos de crisis
de la democracia.
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El
director de Greenpeace Europa, Jorge Riss, dijo que “las negociaciones deben
detenerse porque no buscan el interés público europeo”.
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SE FILTRÓ LA
SECRETA NEGOCIACIÓN DEL ACUERDO TTIP.
Los documentos
fueron dados a conocer por GREENPEACE para que se conozca el Tratado Comercial
entre Estados Unidos y la Unión Europea.
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Estados Unidos ejerce múltiples presiones para que la Unión Europea baje
los niveles de su regulación en campos como la salud, el medio ambiente, la
agricultura, la alimentación o las barreras comerciales. Lo que se intuía como
nocivo resultó ser real.
Eduardo Febbro
Desde
París Página /12 martes 3 de mayo del 2016.
No
hay secreto que dure cien años. El hermetismo con que se llevaban a cabo las
negociaciones en torno a uno de los tratados comerciales más importantes de la
historia entre la Unión Europea y
Estados Unidos, el Tafta o TTIP, Asociación Transatlántica de Comercio e
Inversión, quedó disuelto con la
publicación en la prensa europea de 240 páginas sobre los términos desiguales
en que se realizan esos acuerdos. Los documentos fueron filtrados por Greenpeace y en ellos sobresale la debilidad de los
negociadores europeos, la posición hegemónica de Estados Unidos, el poder
alucinante de los lobbies, su
capacidad de influenciar a los negociadores de la UE y de Estados Unidos, el desprecio por la protección del medio
ambiente al tiempo que se confirman los temores de la sociedad civil acerca de las regulaciones que podrían desaparecer
bajo la presión de Washington. La
filtración de Greenpeace corrobora además las denuncias de un amplio sector
de la opinión pública del Viejo Continente: la Unión Europea está negociando con un perfil sumiso en medio de una
opacidad constante.
Los documentos abarcan 13
capítulos y permiten entender mejor la mecánica de esta negociación que se
inició hace tres años y medio. En lo más estricto, se trata de los textos que
sirvieron de contexto para la decimotercera ronda de negociaciones que se llevó
a cabo en Nueva York entre el 25 y el 29 de abril de 2016. Su difusión es tanto
más impactante cuanto que ni siquiera los parlamentarios de la Unión Europea
habían sido autorizado a a acceder a ellos. Hasta ahora –y ese fue uno de los
principales cuestionamientos contra el TTIP– se desconocía tanto la posición de
la Unión Europea como la de la administración de Barack Obama. Greenpeace
advierte al respecto que si “para ustedes es una preocupación el medioambiente,
la situación de los animales, los derechos laborales o la privacidad en
internet, deberían preocuparse por lo que revelan estos documentos. (...) El
TTIP equivale a una enorme transferencia de poder desde las personas hacia las
grandes empresas”. Su lectura –hasta ahora inaccesible– prueba cómo Estados
Unidos ejerce múltiples presiones para que Europa baje los niveles de su
regulación en campos como la salud, el medio ambiente, la agricultura, la
alimentación o las barreras comerciales. El borrador sintetiza así mismo
distancias insalvables y “discusiones muy difíciles”, sobre todo en lo que
atañe la industria de los cosméticos. En Europa se prohíbe por ejemplo el
recurso a animales en los test que se llevan a cabo en laboratorio, pero en Washington
están autorizados. Esta diferencia figura en el borrador, donde los europeos
dicen que ven “muy estrecha la eventualidad de que se fije una posición común”.
Pero
lo más sobresaliente de estas 248 páginas está en la evidente intención de
prolongar el contenido del TTIP, o sea, los esquemas normativos, y aplicarlos
al resto del planeta. Hay párrafos sorprendentes. En una de las páginas se
trasluce la posición de la Comisión Europea, para la cual sólo el gobierno de
Estados Unidos tiene competencia para determinar los esquemas regulatorios. La
filtración despeja además las sombras sobre el papel preponderante de los
lobbies, que se inmiscuyen de forma cruzada en las discusiones. Cuando ambas
partes abordan el tema tarifario aplicable a los productos químicos, los
negociadores suspenden el diálogo para realizar consultas con el sector
patronal de las grandes empresas: “Estados Unidos expone que debe hacer
consultas sobre su posición con la industria química”. Peor aún, en el capítulo
agrícola, las ofertas que antepone la Unión Europea están articuladas en torno
a “la posición común de la industria europea y norteamericana”. Por esta razón, en la presentación del
borrador, Greenpeace escribe que “el
sector empresarial cuenta con oportunidades de participar en las decisiones que
se toman”. Los sindicatos ya
habían adelantado denuncias sobre esta dependencia de los Estados con respecto
al sector privado. La prueba es irrefutable. Tan irrefutable como las
concesiones impensables de los europeos. Washington
busca que las decisiones regulatorias que se toman en Europa sean “supervisadas” por la administración norteamericana sin
“garantía alguna de reciprocidad”. Esto conduce a una amenaza sobre los
elevadísimos estándares regulatorios de la UE en lo que toca a los pesticidas,
los OGM o los productos químicos. La administración Obama juzga que esas normas constituyen “barreras para el comercio”.
En
las relaciones internacionales, el cinismo es una condición deplorable pero
constante. El
cinismo de los dos bloques queda de manifiesto en el capítulo del borrador que
se refiere al medio ambiente. Ambas partes, por ejemplo, pasan por alto el acuerdo sobre el clima firmado en París y los
compromisos para bajar las emisiones de gases contaminantes. En resumen, los
intereses de las corporaciones están por encima de la protección del planeta y
de la salud. Jorge Riss, director de la
oficina de Greenpeace en Bruselas, dijo que “las negociaciones deben
detenerse porque no buscan el interés público europeo”. El TTIP leaks de Greenpeace pone en circulación ante las opiniones
públicas de Europa y Estados Unidos el contenido de parte del acuerdo comercial
más decisivo del siglo XXI que se negoció detrás de una cortina de confidencias
absoluta cuando, en realidad, concierne la vida de más de 800 millones de
personas. Lo que se intuía como nocivo resultó ser una realidad, incluso si los
borradores admiten que de uno y otro lado del Atlántico existen “enfoques
irreconciliables”. Lo más irreconciliable resulta la distancia que existe entre
las expectativas de las sociedades y lo que imponen las corporaciones
industriales.
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