El
neoliberalismo del siglo XXI te extiende la mano con nuevas fórmulas. El gran
Tratado de Libre Comercio se sustituye por acuerdos parciales; el ALCA por los “alquitas”. Cada país
firma con quien puede para ver si así logra captar más divisas. De esta manera,
se atomiza la región y se desanda todo lo que se avanzó en materia de
integración regional. Los Tratados
Bilaterales de Inversión se camuflan en blindajes particulares por cada
inversión extranjera directa. La fragmentación geográfica de la producción
mundial y sus cadenas globales de valor sirven para captar el mayor porcentaje
posible de ganancia generada en cualquier proceso de transformación. La nueva economía del conocimiento y sus
acuerdos de propiedad intelectual construyen nuevas cadenas de dependencia
entre los países centrales y la periferia. Las
translatinas son actores tan trascendentes como las transnacionales. La banca privada internacional y el FMI
proponen préstamos con condiciones leoninas exigiendo como garantías
expropiaciones de activos públicos. No
resulta sencillo escapar de esta avalancha de rebajas en época de liquidación.
La tentación neoliberal retorna aprovechándose de que nunca se fue del todo procurando
injertarse definitivamente ahora que las contradicciones internas-externas
florecen.
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Políticamente en Democracia debemos parar esta "nueva" del neoliberalismo salvaje, cruel e inhumano. América Latina es su nuevo "nicho" para su "segunda revolución conservadora" paralizada desde mediados de la década del 90' del siglo XX.
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¿CÓMO ESCAPAR DEL NEOLIBERALISMO DEL
SIGLO XXI EN AMÉRICA LATINA?
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Alfredo Serrano Mancilla.
CELAG.
Rebelión miércoles 25 de mayo del 2016.
La restricción aprieta y la salida neoliberal está
a la vuelta de la esquina. Siempre te atrapa de la misma manera: te llevan
hasta el borde del precipicio y, desde ahí, toca elegir el mejor salto al
abismo. A medida que crece la restricción externa, más difícil es huir del
laberinto neoliberal en su versión más moderna. Los tentáculos del orden
hegemónico global aparecen habitualmente como “auxiliadores” para superar
cualquier emergencia. Así fue en el pasado y lo es ahora. Pero, esta vez, se
presenta en versión siglo XXI, aprendiendo del pasado. Ya se acabó la era de
ofertar todo como un paquetazo de ajuste social. La ayuda financiera es
presentada sin aparente contrapartida, sin grandes virajes. Las políticas
económicas salvadoras en materia cambiaria, precios, tributarias y monetarias
tampoco asoman con descaro neoliberal. Se esconden en forma de grandes
acuerdos, de alianzas con amistades (peligrosas). Estamos en otro momento
histórico. Todo se hace más amigable.
Esta es la primera vez que el bloque de países
progresistas ha de afrontar un ciclo tan prolongado de caída de los precios de
las materias primas. Economías acostumbradas a funcionar con muchas divisas han
de desafiar un nuevo estado de vacas flacas. No es momento para mirar hacia
atrás. Seguramente hubieron errores en el pasado; pero también se llevaron a
cabo políticas económicas exitosas en redistribución de la renta, garantías de
derechos sociales, crecimiento (democratizado) del consumo interno,
reapropiación de sectores estratégicos, recuperación de la soberanía, mejores
condiciones de inserción geoeconómica. No obstante, la clave no está ni en
vanagloriarse ni auto flagelarse por el pasado. El presente es lo que manda; y
el futuro es lo que espera.
En ningún manual se encuentra la receta para
encarar esta emergencia económica caracterizada por un frente externo adverso.
La economía mundial no presenta síntomas de recuperación: ni los precios de los
Commodities, ni el comercio global y, mucho menos, la economía productiva
global. Países como Venezuela, Ecuador o Bolivia enfrentan una situación
inédita por la combinación conjunta de múltiples retos: a) no retroceder en
materia social, b) sostener un patrón de consumo superior al del siglo pasado,
c) gestionar una nueva estructura de clases sociales que cambió su matriz de
demandas, d) no hipotecar el futuro ni ceder en clave de soberanía. Y todo ello
hay que hacerlo ganando elecciones y venciendo la actual batalla que gira en
torno a las expectativas de “estar mejor”.
El neoliberalismo del siglo XXI te extiende la mano
con nuevas fórmulas. El gran Tratado de Libre Comercio se sustituye por
acuerdos parciales; el ALCA por los “alquitas”. Cada país firma con quien puede
para ver si así logra captar más divisas. De esta manera, se atomiza la región
y se desanda todo lo que se avanzó en materia de integración regional. Los
Tratados Bilaterales de Inversión se camuflan en blindajes particulares por
cada inversión extranjera directa. La fragmentación geográfica de la producción
mundial y sus cadenas globales de valor sirven para captar el mayor porcentaje
posible de ganancia generada en cualquier proceso de transformación. La nueva
economía del conocimiento y sus acuerdos de propiedad intelectual construyen
nuevas cadenas de dependencia entre los países centrales y la periferia. Las
translatinas son actores tan trascendentes como las transnacionales. La banca
privada internacional y el FMI proponen prestamos con condiciones leoninas
exigiendo como garantías expropiaciones de activos públicos. No resulta
sencillo escapar de esta avalancha de rebajas en época de liquidación. La
tentación neoliberal retorna aprovechándose de que nunca se fue del todo
procurando injertarse definitivamente ahora que las contradicciones
internas-externas florecen.
Ante cierto agotamiento relativo de la inventiva
creadora de los procesos progresistas en materia económica, se corre el riesgo
de “dejar hacer, dejar pasar” al neoliberalismo en su versión siglo XXI. Sin
embargo, la política económica heterodoxa (postkeynesianismo, neomarxismo,
feminismo, institucionalismo, escuela de regulación) otorga un gran ramo de
posibilidades para huir de esta salida neoliberal. Lo primero es partir de
varias premisas básicas: 1) la economía como un todo (y como la suma de sus
partes), 2) la economía política está más presente que nunca, 3) no hay acierto
económico sin una adecuada comunicación económica, 4) la eficiencia no debe
estar reñida con la justicia social, 5) la economía también produce
subjetividades, 6) la sociedad con mercado (pero no de mercado) es un hecho y,
como tal, hay que definir qué vaya a ser. A partir de ahí, toca edificar un
nuevo metabolismo económico capaz de sostener materialmente las revoluciones
sociales que se han venido aconteciendo. He aquí algunas líneas para escapar
del neoliberalismo 2.0.
Por un lado, la política tributaria ha de dejar de
ser mera acompañante para convertirse en una herramienta decisiva en este
dilema. Es necesario utilizar este motor frente a la emergencia económica por
varias razones: a) hay que avanzar en soberanía tributaria (recaudar adentro lo
que se necesite adentro), b) lo tributario ha de servir como incentivo para
fomentar producción nacional, frenar importaciones y penalizar lo
ocioso-improductivo-especulativo. Por otro lado, el sistema bancario ha de
remar en la misma dirección del modelo de desarrollo productivo. Hay que
regular las carteras de créditos evitando burbujas ineficientes y
especulativas; se deben poner a funcionar las reservas excedentarias a favor de
la economía productiva; hay que procurar nuevos mecanismos de ahorro interno.
En materia cambiaria, se deben buscar mecanismos novedosos que logren
amortiguar la supremacía del dólar: timbres cambiarios que resuelvan
desequilibrios comerciales, bonos ahorros cambiarios que salvaguarden de
ataques a la moneda, utilización de las divisas disponibles bajo criterios
multiplicativos en la economía real. En lo comercial, es momento para repensar
otras modalidades de intercambio en otras divisas con los BRICS.
De nada servirían estas políticas si no vienen
acompañadas de un cambio del modelo productivo, no sólo produciendo nuevos
bienes finales sino también considerando la fabricación de insumos productivos,
verdaderos generadores del valor agregado. En este sentido, tampoco se debe
descuidar quién produce (pequeños, medianos, grandes, transnacionales) y bajo
qué condiciones laborales, y especialmente bajo qué objetivos: para satisfacer
la demanda interna, privada o pública, o para exportar. Es hora de una nueva
planificación productiva que, además, contemple los requerimientos de la
política de compras públicas. Es imprescindible sintonizar la demanda del
Estado con la nueva etapa productiva.
A pesar del mandamiento neoliberal, del “no hay
alternativa”, sí
que se puede tomar otra ruta económica para afrontar este desafío de época.
Nadie dijo que iba a ser fácil.
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Director
CELAG, Doctor en Economía.
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