TELÉPOLIS LA CIUDAD
FUTURA.- Patricio Porta
Cuando la globalización daba
sus primeros y tímidos pasos, Javier Echeverría intuía ya
lo que podía suceder a escala planetaria con las nuevas tecnologías de la
información ni bien comenzara el siglo XXI. En 1994 publicó Telépolis, que prefiguraba una sociedad guiada por
el consumo productivo y el protagonismo excesivo de los medios de comunicación.
Cinco años más tarde, definió las particularidades de ese universo, una ciudad
global y digital, en su célebre Los
señores del aire: Telépolis y el tercer entorno. “En él se puede interactuar, comprar, vender, trabajar, divertirse,
hacer la guerra. Es decir, todas las actividades clásicas de una sociedad se
pueden hacer en el tercer entorno”, decía en febrero del año 2000 al diario
El País. Estábamos entrando en una era dominada por la tecnología y las redes
financieras, militares, digitales y científicas.
Su obra –que incluye
Cosmopolitas domésticos (1995), Un Mundo Virtual (2000), Ciencia
y valores (2002), La revolución
tecnocientífica (2003), Ciencia del
bien y el mal (2007) y Entre
cavernas: de Platón al cerebro pasando por Internet (2013)– es ampliamente
reconocida en Europa y América latina. En
1995 ganó el Premio Anagrama de Ensayo, cuyo jurado estaba integrado por
Román Gubern y Fernando Savater, entre otros. En 1997 obtuvo el Premio Euskadi de Investigación en Humanidades y
Ciencias Sociales, y en 2000 el
Ministerio de Educación y Cultura de España lo distinguió con el Premio Nacional de Ensayo.
Echeverría es
licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía por la Universidad Complutense
de Madrid y por la Sorbona de París. En
los años 80 se desempeñó como decano y
vicerrector de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la
Universidad del País Vasco, hasta que en 1993 fue elegido para presidir la
Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía
de la Ciencia en España. Además, es miembro de la International Academy of
the Philosophy of Science y vicepresidente de la Sociedad Española Leibniz. Actualmente
desarrolla su labor investigativa en la Fundación Vasca de Ciencia.
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Dr. Javier Echevarría, Filósofo españolo estudioso de la Ciudad del Futuro. las Nuevas Ciudades de la Información.
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“LA REVOLUCIÓN TECNOCIENTÍFICA CREA EL
TECNOCAPITALISMO, DIFERENTE AL CAPITALISMO INDUSTRIAL”.
Javier Echevarría,
Filósofo Español, Investigador de las nuevas Sociedades de la Información.
*****
Los señores del aire, los dueños de la informática, son los nuevos
señores feudales en una época tecnocientífica. De las diez mayores empresas del
mundo, siete están relacionadas con tecnologías de la información y la
comunicación.
Página /12 lunes 16 de mayo del 2016.
Patricio Porta
Javier
Echeverría se considera a sí mismo un pionero en el estudio de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación. Su libro Los señores del aire:
Telépolis y el tercer entorno, publicado en 1999, era una suerte de apuesta
para el nuevo siglo que comenzaba. Su precisión lo convirtió rápidamente en una
obra de lectura obligatoria para los académicos españoles y latinoamericanos.
Invitado por la Universidad de Lanús y por el Centro Cultural de España en
Buenos Aires, el filósofo, matemático, ensayista y profesor del Instituto de
Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas dialogó con
Página/12 sobre las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad.
Su
obra tiene un fuerte impacto en el mundo académico de nuestra región.
–¿Usted nació en México?
–Mi
padre emigró a México a los 19 años huyendo de la guerra de Marruecos. Cuando
mi padre se fue a México quedó como desertor hasta que en 1936 la República le
amnistió. Volvió a España, se casó con una mujer del pueblo y se la llevó a
México. Hoy parece algo asombroso, pero en esos tiempos eran historias muy
típicas las de los indianos, que eran aquellos que hacían las Indias por
estrictas cuestiones económicas. Mis hermanos nacieron en México, pero mi madre
decidió que yo naciera en España porque había perdido dos niños por falta de
atención médica.
–Los señores del aire:
Telépolis y el tercer entorno fue publicado en los umbrales del siglo XXI.
¿Cómo evalúa los cambios producidos por las nuevas tecnologías de la
información a casi dos décadas de ese trabajo?
–
En aquellos momentos los señores del aire eran Microsoft, Nokia y Ericsson.
Nokia y Ericsson han desaparecido. Todas las grandes compañías del hardware, el
software, las telefonías móviles, los videojuegos y las tarjetas de crédito
irían creciendo, y ese sistema de las nuevas tecnologías de la información se
extendería por todos los países, como ha sucedido. Quienes controlaran esas
tecnologías tendrían un poder creciente. Los señores del aire era una metáfora
de los señores de la tierra en el medioevo. Los que tenían el control de la
tierra tenía el poder. En el siglo XXI, los que controlaran el aire, internet y
las redes telemáticas son los que tendrían el poder. Basta mirar las diez
empresas con mayor capitalización en bolsa para saber que siete son del sector
de tecnologías de la información y la comunicación. Hace 16 años eran las
empresas petroleras, industriales, de automóviles. Amazon, Google, Facebook y
Twitter no existían. Los señores del aire han tenido sus batallas, sus conflictos
y evoluciones, pero lo fundamental era lo que yo proponía, la metáfora feudal,
y lo sigo afirmando radicalmente. Internet o el tercer entorno está en una
etapa neofeudal. Hay una especie de dependencia o servidumbre. Cualquier
usuario de un software o una red social llega a un momento clave que es el del
“acepto”. Uno acepta o no. Si no lo haces no accedes a las redes sociales, y
quedas excluido de ese ámbito social, ámbito ciudadano, te quedas sin nada. Y
si aceptas, has firmado un contrato donde aceptas todas las condiciones que te
impone el señor del aire y que nadie lee. Eso es lo típico de un poder feudal.
El origen de sometimiento en la relación es total. Uno pertenece entonces al
señor feudal, depende de él, se tiene que atener a sus normas, tiene que
actualizar continuamente sus productos. Somos súbditos de estas grandes
empresas.
Los nuevos tecnócratas de la tecno-ciencia, expresan que así será París la Ciudad del futuro?.
***
–En su momento, usted usó la
expresión “neofeudalismo cibernético”. ¿Estamos más cerca de ser una
“democracia electrónica” ahora?
–Esa
era la idea de Telépolis, hacer una ciudad democrática en este mundo digital.
En 1994, cuando lo público, esto era utópico, porque estas tecnologías estaban
surgiendo. El tercer entorno no es sólo internet. Aparte están las redes
digitales, telemáticas, militares y financieras, presentes desde los años 80.
Las redes financieras son las que generaron la crisis del 2009. Ahora mismo los
Panamá papers es un ejemplo
clarísimo de por dónde circulan los grandes dineros. Circulan por redes
financieras, que son telemáticas. De la misma forma se mueven las guerras.
Antes de organizar una guerra, los países tecnológicamente desarrollados montan
la red telemática correspondiente. En la guerra de Irak esto fue clarísimo.
Estados Unidos tardó un mes en llegar hasta Saddam Hussein, porque estaba montando
toda la red para saber dónde bombardear. El tercer entorno es una estructura
diferente de la tierra y de las ciudades, porque no es territorial. Quien
domine las redes, sean militares, financieras, científicas, mantenidas por las
comunidades científicas y las grandes industrias, o civiles, como internet,
tiene el poder. Esto configura un nuevo espacio, el tercer entorno o mundo
digital. Ha habido grandes novedades, como Facebook y las redes sociales, y
Apple ha superado a Microsoft. En cualquier caso, no ha habido más que cambios
en las relaciones de poder entre los señores del aire. Ahora los llamo los
señores de las nubes. La metáfora es casi la misma. Puede haber nubes
huracanadas, de cenizas, nucleares. Las nubes pueden generar nubarrones y puede
ocurrir un huracán, verdaderamente devastador, como le ha sucedido a las redes
militares y financieras. Si en algún momento Google quebrara, porque otro señor
del aire le bombardeara, cuando comiencen las tecnoguerras, muchas redes
caerían.
–¿La masificación creciente en
el acceso a internet puede desembocar en una mayor democratización?
–Para
nada. En el 99 decía taxativamente que ese espacio no era democrático, y ahora
lo es menos que antes. Que haya mucha gente en un sitio no significa que sea
una democracia. Una condición sine qua non requiere, en el sentido griego de
democracia, que haya un espacio público, el ágora, de acceso universal y libre
a todos los ciudadanos. Esto no sucede, pues para acceder a internet tengo que
usar un navegador, un portal, una conexión wi-fi. Si internet fuera el ágora,
habría un montón de filtros, de señores que me cobran o me controlan por
acceder. No hay acceso libre en absoluto. El segundo argumento, más convincente
todavía, es que no hay democracia sin división de poderes. Si hay sólo un poder
ejecutivo, esto es tiranía. ¿Hay un Parlamento en Facebook, en Twitter? Lo que
hay es un consejo de administración cuyos miembros ignoramos todos y que no se
elige democráticamente. Si se quiere democratizar, ya no el tercer entorno pero
uno de los dominios feudales, pido que elijamos al presidente de Google los
usuarios. Mark Zuckerberg, que es tan democrático y anarco, que se someta a la
elección de sus usuarios. El concepto de democracia se ha devaluado, se lo
confunde con mucha gente. Lo que sí sucede, sobre todo en las ciudades, es que
la masificación produce un incremento de valor. Cuando hay un trending topic o
un bloguero con mucha audiencia, entonces la publicidad le llega, aumenta el
valor de su dominio, el valor bursátil de la red correspondiente y el poder
económico.
–¿Qué piensa de las llamadas
“revoluciones 2.0”, este matrimonio entre redes sociales y las calles, como lo
sucedido en Egipto, Brasil y España?
–En
los países árabes todo ha acabado como el rosario de la aurora. Incluso Túnez,
que es la única democracia que ha sobrevivido, está completamente controlado y
limitado.
Shenzhen
(China) - La Ciudad del Futuro.Las imágenes pueden estar sujetas a derechos de
autor.
–Durante las revueltas del
2011 en Londres, David Cameron apuntó a Twitter.
–Si
lo pide Cameron, Twitter negocia. Lo que no se sabe es qué pudo haber obtenido
Twitter de Cameron. En esta misma fase, se produjo la revuelta de Wall Street.
De eso ha quedado Trump.
–También Bernie Sanders.
–Bueno,
pero personajes como Trump son típicos del tercer entorno, de esta nueva
modalidad de lucha por el poder, donde triunfa la demagogia y la política del
espectáculo. Incluso Putin, que va de serio y riguroso. O del dictador de Corea
del norte, que organiza espectáculos, hace ensayos nucleares, tira misiles,
sólo para tener publicidad en la prensa. Hitler fue un gran líder de masas. El
equivalente al ciudadano clásico es el usuario de las nuevas tecnologías.
Democratizar una red es dar el voto libre y secreto a los usuarios. Puede ser
democracia directa o parlamentaria, que el Parlamento dicte unas leyes, que el
presidente del consejo de administración se atenga a las reglas que han
impuesto otros y que gestione la red sin poner las normas él o sus hombres de
confianza. A mí me resulta alarmante que se piense que porque hay mucha gente
en una red social es democracia.
–Quizás el problema es que se
analiza un escenario relativamente nuevo con viejas categorías, como si se
tratara del tema de los medios de comunicación tradicionales.
–La tesis de Castells es que
los políticos están controlados por los medios de comunicación y éstos están
dominados directamente por el sistema financiero.
Esa es la estructura del mundo en la actualidad. Pensar hoy en día que los
gobernantes mandan es tiempo pasado. Precisamente por eso hay una crisis
profunda de las democracias. Estas elecciones entre Hillary Clinton y Trump son
un ejemplo de cuánto se ha deteriorado la democracia en un país donde ha habido
presidentes como Jefferson o Lincoln. La política se ha convertido en
tecnopolítica. Los partidos políticos se han convertido en empresas que
compiten en un mercado de los votantes y que capitaliza en las urnas. Un
movimiento social importante como el 15M ha acabado en un partido político
normal y corriente como cualquier otro que manifiesta su fuerza capitalizando
votos. Dudo que eso aumente la calidad de la democracia. Si ha cambiado el
concepto de democracia, entonces que se explicite. Si no hacen falta
constituciones ni repúblicas, y hay redes privadas como Facebook, que se diga.
Google no es una institución pública. Es propiedad privada de unos señores que
son muy liberales, tolerantes y sofisticados. No estoy criticando a las
personas, sino a la estructura, que es muy alarmante.
–La expansión de internet se
asocia con globalización. ¿Cómo impactan estas nuevas tecnologías en las identidades?
–Surgen
nuevas formas de identidad. El sujeto pasa a tener una identidad plural. Frente
a la noción clásica de sujeto político, por ejemplo, uno puede tener una
nacionalidad o a lo sumo dos. En el segundo entorno uno tiene una patria y
punto. En el tercer entorno, en cambio, uno puede tener múltiples identidades,
porque se es súbdito de varios señores del aire. El ser súbdito de Facebook no
me impide serlo de Google. Al revés. Como esas son tecnoidentidades, o
identidades tecnológicas, tengo que adquirir competencias y mi mente tiene que
estar troquelada para manejar esas tecnologías. Estoy hablando de identidades
mentales. El tercer entorno es básicamente una identidad mental y se puede
venir abajo en cualquier momento. Y cuando uno se queda sin conexión insulta y
pierde los nervios. Un padre quiere que un señor del aire controle las fotos
que su hijo sube a Flickr o Instagram o las locuras que hace en las redes
sociales. Es decir, está controlado por una empresa. El anonimato es
perfectamente posible desde un punto de vista tecnológico, pero esto no les
interesa a los señores del aire. Les interesa conocer al detalle los gustos e
intereses de sus usuarios, porque al saber sus usos están haciendo un estudio
de mercado gratis, del actual y del futuro, en el caso de los jóvenes. Han
descubierto la fórmula de la coca cola. Hacer un estudio de mercado es muy
costoso e impreciso, bien lo saben los expertos en econometría. Los jóvenes lo
ven desde otra perspectiva. Ya veremos quién tiene la razón.
–¿Qué cambios produce este
nuevo paradigma en la educación y en el trabajo, dos pilares de los Estados
modernos?
–En
los 90 yo hablaba elogiosamente del teletrabajo, lo consideraba una gran
oportunidad para muchos oficios, para gente con mucha movilidad. Ahora el empleo,
el trabajo asalariado está menguando en todo el mundo. El valor económico lo
generan los propios usuarios en la medida que sean millones de usuarios o
telespectadores los que contemplan un partido de fútbol o un atentado como el
del 11 de septiembre. Eso genera un valor incalculable, y lo previeron los
terroristas, que sabían que dos aviones impactando en las torres impactarían a
su vez en las mentes. Yo no olvidaré esas imágenes. Ese es el poder de los
señores del aire. El señor feudal antes te marcaba con un hierro caliente. Es
mucho más grave que te marquen la mente. El consumo de la información y el uso
de las tecnologías son algo productivo si es masivo, si produce riqueza y
genera valor económico. Por lo tanto, la producción de riqueza en la economía
del conocimiento y de la información está evolucionando de manera distinta a lo
que era la generación de valor en las economías industriales, donde lo
trabajadores eran los que generaban valor. Ahora lo hacen los usuarios, los
consumidores. La consecuencia es que uno se tiene que buscar la vida en la red
como sea, de autónomo y de modo precario. Los empleos asalariados en la red son
los diseñadores de software, los que controlan la seguridad en las redes, los
administradores, pero la gente de base tendrá un dinerito puntual por haber
hecho tal trabajo, como creativo o modificando una fotografía. Esto me preocupa
mucho porque vamos a sociedades sin empleos. Yendo a la educación, quienes
marcaban las mentes en el medioevo europeo eran los sacerdotes, la familia y
los vecinos, hasta que la revolución francesa, tremenda, con miles de muertos,
instituyó la escolarización obligatoria y un Estado laico. Eliminó el poder
religioso del ámbito educativo, arrancó a los hijos de las familias y los
vecinos determinadas horas del día y los llevó a la educación pública. Hoy en
día los procesos de aprendizaje se hacen a través de la red, la televisión y
los videojuegos. Los padres y los maestros ni se enteran. En lo que a los niños
les interesa de verdad, saben bastante más ellos que los profesores. Por eso no
los respetan. La inversión del conocimiento en el ámbito educativo tiene
consecuencias tremendas. En la escuela se mantiene una educación que a los
chicos y a las chicas les interesa muy poquito. Encima en España se les
prohíben los móviles en las aulas. Es como prohibir el fútbol o el hablar.
Instituir la prohibición de cosas que los chicos y las chicas quieren hacer en
el tercer entorno no es la vía. Se aprende más en el tercer entorno que en el
primero o en el segundo. La inmensa mayoría de los niños empieza a saber lo que
son los animales y las plantas a través de la televisión o de internet. Son
nativos digitales, su mundo es ese.
NO A LA CIUDAD DEL
FUTURO.- NO TODO ES FELICIDAD.- Como vecinos de los pedregales de Coyoacán
vemos con desagrado las acciones de hostigamiento, violencia, represión y abuso
del personal de la delegación.
***
–¿Cree que la tecnociencia
puede superar su funcionalismo al sistema capitalista?
–La
tecnociencia es una revolución. Pero las revoluciones pueden ir hacia la
izquierda o hacia la derecha. La revolución tecnocientífica crea una nueva
modalidad de capitalismo, el tecnocapitalismo, muy diferente al capitalismo
industrial. Las crisis del capitalismo actual son grandes crisis tecnológicas,
casi apocalípticas. Como lo que ocurrió en Japón con la central nuclear de
Fukushima y el tsunami. La crisis del corralito fue estrictamente de fuga de
capitales por las redes telemáticas. Una tecnosociedad es aquella en donde las
personas, para relacionarse, deben hacerlo mediante algún sistema tecnológico.
Hay personas que son más tecnopersonas que otras. La revolución tecnocientífica
comenzó en física, en matemáticas, en biología con el ADN y la secuenciación
del genoma, y ha llegado a las ciencias sociales, a las personas y ha
transformado al capitalismo. Las nanotecnologías son decisivas, más que las
tecnologías de la información. Con los nanoscopios, los científicos han podido
ver la materia orgánica e inorgánica a escala diez elevado a la menos nueve.
Este estrato de la naturaleza nunca se había visto. Estamos acostumbrados a ver
el medio ambiente con nuestra percepción que es de diez elevado a la menos tres
milímetros. A una micra no llegamos. A la escala diez elevado a la menos nueve
pasan cosas importantísimas, como la interrelación entre las neuronas o el
origen de los virus, que se descubrieron a partir del año 2000. Es la
tecnonaturaleza. Todos los países están volcados a las nanotecnologías. A uno lo
ametrallarán con nanopartículas y ni se enterará.
–Todo esto ligado al
imperativo de la innovación.
–En
su origen, la ciencia estaba para comprender y explicar el mundo. El mayor
ejemplo es Galileo. Comprobamos que la tierra no se mueve y todos lo tenemos
clarísimo. Cuando llega la tecnociencia, importan más la transformación y la
innovación que la cuestión de la explicación. Hoy vale más el conocimiento
científico que genera tecnologías, y si produce innovación uno pasa a tener la
financiación. La tecnociencia genera innovación, como el grafeno o Twitter.
Steve Jobs es el innovador por antonomasia. Todos los señores del aire son
grandes innovadores. Cuando se está hablando de innovación no se está hablando
de algo bueno. Schumpeter fue el primer gran teórico de la innovación, y dijo
que la innovación es destrucción creativa. Si innovas, destruyes. En el siglo
XIX la innovación era rechazada totalmente. Ser innovador social era ser un
revolucionario. Proudhon, Owen y Marx eran innovadores sociales. Esto ha
cambiado completamente en los años 80 cuando surge la tecnociencia en Estados
Unidos, en Silicon Valley, con la innovación como el objetivo principal. Si
eres innovador, pasas a ser más competitivo como empresa y a obtener mayores
beneficios. Schumpeter lo dijo: la innovación es la esencia del capitalismo.
–¿Qué políticas se deberían
seguir para democratizar la producción científica, para mejorar los vínculos
con los ciudadanos?
–Un
país es tecnocientífico cuando más del 50 por ciento de la inversión en investigación
viene del sector privado. Por lo tanto el pensar que son los Estados los
líderes en la tecnociencia, ni hablar. La tecnociencia la promueven básicamente
Monsanto, por ejemplo. Cualquier gran empresa farmacológica es tecnocientífica
y altamente innovadora. Los Estados son sus clientes. Cuando viene el zika se
forran de dinero. Todos estarán investigando salvajemente para ver quién
consigue la vacuna. Independientemente de eso, es cierto que el sector público
todavía produce conocimiento y algunas innovaciones, aunque pocas. La idea
clave es que los científicos, los investigadores en concreto, nos hemos
convertido en trabajadores del conocimiento. En la economía del conocimiento
habrá empresarios y trabajadores. Un investigador es un trabajador del
conocimiento. El científico no se ha convertido en una mercancía pero su paper
o artículo académico sí. En mi gremio los papers no se leen, sino que se miran
el índice de impacto y el número de citas que has tenido. Nadie lee filosofía.
Uno se puede pasar dos o tres años leyendo a Hegel. En una sociedad de consumo
rápido y fácil, de titulares, pildoritas y tags, uno no se va a poner a leer a
Kant. La filosofía mengua entonces su relevancia, justamente porque no se ha
hecho tecnofilosofía. En cambio, a los tecnocientíficos les va maravillosamente
bien. Lo que valen son las mediciones y las encuestas.
–¿Cuál es la relación entre
ciencia y política, o ciencia e ideología?
–Sectores
amplísimos de la sociedad miran con desconfianza, y hasta con rechazo, a
múltiples líneas de investigación y a múltiples innovaciones. Los que hacen
política científica intentan promover vías de comunicación entre la ciencia y
la sociedad, con las revistas de divulgación científica para elevar el nivel de
conocimiento científico en la sociedad, intentando además que los ciudadanos
participen en la toma de decisiones en la actividad científica. Ojalá sucediera
en el campo de la tecnociencia, y los ciudadanos participaran en el diseño de
Google. Pero no sucede. Google se diseña en los laboratorios de una empresa
privada y ahí no hay quien entre. Es confidencial. Apoyo la decisión de la
Unión Europea de dar acceso abierto a todo el conocimiento científico que se
genere allí. No es cierto que sea todo el conocimiento pero es un avance muy
importante. Si uno tiene una financiación de la Comisión Europea, está obligado
a hacer público su conocimiento. Hay muchos investigadores a los que mucho no
les gusta esto, porque piensan que todo el mundo les va a copiar. El
conocimiento de financiamiento privado es inaccesible por completo. Ahí está el
cogollo de la cuestión. Las políticas públicas deberían regular el proceso de
producción de conocimiento en las propias empresas privadas, sean de software,
farmacológicas o telemáticas.
–¿Hacia dónde avanza el tercer
entorno?
–La utopía de Telépolis la concebía simplemente como un ayuntamiento de
redes, no como un Estado. Hace 20 años ya había muchas redes, con su propia
administración, su propia autonomía. Son tecnologías que generan poder. Y donde
hay poder hay conflicto. El poder tecnocientífico es una nueva modalidad de
poder, y no podemos pensar en arcadias ideales. Pero sí podemos palear los
conflictos. Sobre todo, evitar que haya súbditos y un sistema de dominación de
unos sobre otros. Es una lucha contra la esclavitud. Por eso citaba a Jefferson
y a Lincoln. Con que no seamos esclavos de los señores del aire me daría por
contento.
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