UNA NUEVA CRISIS SE CEBA ANTE NUESTROS OJOS Y NO LA
VEMOS.- ¿Cómo se explica esto?, ¿no estábamos ya fuera de peligro? En la
aparición de los inquietantes síntomas de que algo mal, existen causas de
rabiosa actualidad que están teniendo un gran impacto. Son algo más que
tormentas coyunturales, pueden llegar a tener un largo recorrido y suponen una
profunda modificación del sentido de la marcha que llevaba la economía mundial
en los últimos diez años en regiones clave de la economía de los primeros
quince años del siglo XXI.
Hay que constatar el frenazo del crecimiento de los países emergentes,
excepto en la India. Tendencia verificable tanto en el resto de Asia como en
América Latina pero también en Rusia o Sudáfrica. Resulta particularmente grave
la situación en Brasil, locomotora del cono sur y potencia mundial, que está en
plena recesión y arrastra una importante caída del PIB. Los BRIC ya no son la
nueva estrella ascendente. Esta nueva situación de los países emergentes tiene
un impacto negativo en el conjunto de la economía mundial. Por un lado incide
negativamente en la economía de los países de la OCDE, pero por otro, la peor
parte se la llevan los países emergentes ya que las relaciones entre las
economías emergentes y las centrales vuelve a moverse en términos de
subordinación en la división internacional del trabajo de las primeras -pese al
importante peso que han adquirido- respecto a las segundas. El asunto es
especialmente lesivo en el caso de las economías latinoamericanas.
La causa es compleja. Sus economías exportadoras se resienten del largo letargo de las principales economías de la OCDE -muy particularmente la de la UE- y de la caída de los precios de las materias primas y de forma particularmente determinante la caída sostenida de los precio del petróleo. Esta circunstancia significa una nueva fuente de inestabilidad mundial en lo que Martin Wolf ha denominado en el Financial Times “tensiones geopolíticas”. El desplome coyuntural y momentáneo del precio del crudo tiene, junto a la existencia de conflictos como el existente entre las potencias petroleras y regionales de Medio Oriente entre Irán y Arabia saudí, muy diversas causas. También ha influido una crisis del modelo energético mundial basado en el carbono, el frenazo de la actividad económica y la entrada en competición de otras fuentes de energía.
La causa es compleja. Sus economías exportadoras se resienten del largo letargo de las principales economías de la OCDE -muy particularmente la de la UE- y de la caída de los precios de las materias primas y de forma particularmente determinante la caída sostenida de los precio del petróleo. Esta circunstancia significa una nueva fuente de inestabilidad mundial en lo que Martin Wolf ha denominado en el Financial Times “tensiones geopolíticas”. El desplome coyuntural y momentáneo del precio del crudo tiene, junto a la existencia de conflictos como el existente entre las potencias petroleras y regionales de Medio Oriente entre Irán y Arabia saudí, muy diversas causas. También ha influido una crisis del modelo energético mundial basado en el carbono, el frenazo de la actividad económica y la entrada en competición de otras fuentes de energía.
Punto especial requiere la situación de China. Más allá de la falta de
fiabilidad de las estadísticas chinas, el gobierno se ha visto obligado a bajar
las expectativas de crecimiento del PIB contenidas en 13º Plan Quinquenal
aprobado hace tres meses en octubre de 2015. Ni siquiera la reciente
devaluación del 5 % del yuan (renminbi) ha logrado, de momento, insuflar mayor
competitividad a la economía para reactivarla. Con la devaluación la burocracia
china intentaba mejorar una tendencia negativa: el comercio exterior en su
conjunto ha bajado en 2014 un 7 %, pero en el caso de las importaciones la
bajada ha sido del 13,2 % -asunto causado por varios motivos en los que no
podemos entrar aquí- y las exportaciones descendieron un 1,8 %. Estos datos en
una economía como la China significan un drama.
Lo que unido a la reciente crisis en las bolsas chinas (ver Tras las crisis bursátiles, un sistema que se fisura, de Charles-André Udry en http://www.vientosur.info/spip.php?article10873 ), a la masiva fuga de capitales que está conociendo, a los puntos vulnerables de su sistema financiero, a la ralentización del consumo interno, el gobierno chino está teniendo muchas dificultades para pasar de una economía manufacturera y de exportación a una economía con mayor peso de los servicios y la demanda autóctona tal como pretendía la burocracia. Ello ha significado el fin del idilio transpacífico con Estados Unidos en lo que se llamó Chinamérica, un motor turbo que durante años ha sido el eje de la economía mundial, lo que va a tener importantes implicaciones en el comercio, producción y finanzas mundiales.
Lo que unido a la reciente crisis en las bolsas chinas (ver Tras las crisis bursátiles, un sistema que se fisura, de Charles-André Udry en http://www.vientosur.info/spip.php?article10873 ), a la masiva fuga de capitales que está conociendo, a los puntos vulnerables de su sistema financiero, a la ralentización del consumo interno, el gobierno chino está teniendo muchas dificultades para pasar de una economía manufacturera y de exportación a una economía con mayor peso de los servicios y la demanda autóctona tal como pretendía la burocracia. Ello ha significado el fin del idilio transpacífico con Estados Unidos en lo que se llamó Chinamérica, un motor turbo que durante años ha sido el eje de la economía mundial, lo que va a tener importantes implicaciones en el comercio, producción y finanzas mundiales.
Estamos ante un bucle infernal. Tal como afirma Michel Husson en su artículo
Estancamiento secular: ¿un capitalismo empantanado?, publicado en
http://www.vientosur.info/spip.php?article10200 : “El desarrollo de las
"cadenas de valor global" se ralentiza en función del incremento de
los costes salariales, sobretodo en China, y la ralentización del Norte debilita los
modelos exportadores del Sur. Este último punto es particularmente importante
en la medida en la que una buena parte de los incrementos de productividad realizados en los países
emergentes eran captados por los países del Norte”. Manuel Gari. Viento Sur.
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RAÍCES DE LA
CRISIS Y DE LA GRAN RECESIÓN MUNDIAL.-
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Alejandro
Nadal.
La Jornada
miércoles 4 de mayo del 2016.
En un artículo reciente, el
economista en jefe del Fondo Monetario Internacional, Maurice Obstfeld,
confiesa que el panorama económico global le parece difícil de entender. El
funcionario examina las causas y efectos del colapso en los precios del petróleo
y pregunta: ¿por qué los bajos precios del crudo no han sido un estímulo para
la economía mundial? Su respuesta y análisis son evidencia de los limitados
alcances de la teoría económica convencional para entender la crisis y la
dinámica macroeconómica del capitalismo contemporáneo.
A partir de junio del 2014 el precio
de petróleo sufrió una caída de más de 60 por ciento (unos 70 dólares
estadounidenses). Pero en ese lapso se siguió frenando el crecimiento de las
principales economías del planeta. Obstfeld señala que esa combinación (precios
de crudo a la baja y estancamiento) ha confundido a los economistas del FMI.
En el pasado los cambios bruscos en
el precio del crudo siempre han tenido efectos contra cíclicos: cuando hay
incrementos en esos precios, el crecimiento se frena y viceversa. Según
Obstfeld los precios bajos debieran conducir a menores costos de producción y
mayores niveles de actividad, mayor contratación de fuerza de trabajo y menor
inflación. Lo que sucede es que los economistas del FMI se quedaron con las
explicaciones superficiales de la estanflación, es decir, de la coexistencia de
estancamiento con inflación, que marcó la década de los años 1970. La tesis
estándar sobre aquél episodio es que los altos precios del crudo se tradujeron
en altos costos de producción, reducción del nivel de actividad y altos precios
para cubrir los costos crecientes.
Por eso los economistas del Fondo siempre han pensado que una reducción en el precio del principal insumo energético debería estar actuando como un poderoso estímulo económico. Y sin embargo la reducción de precio coincide con la actual fase de lento crecimiento. Pregunta Obstfeld: ¿cómo es eso posible?
La explicación la encuentra en el límite cero de la tasa de interés. Hoy los bancos centrales ya no pueden reducir más la tasa de interés (aunque Obstfeld prefiere ignorar el tema de la tasa de interés negativa) y la reducción en la inflación debido a la disminución de costos de producción tiene un efecto inesperado porque provoca un aumento en términos reales de la tasa de interés. Según Obstfeld eso comprime la inversión y la demanda y contrarresta el efecto de la disminución de costos. De manera simétrica, dice Obstfeld, el aumento de precios del petróleo podría tener un efecto expansivo al reducir la tasa real de interés.
Por eso los economistas del Fondo siempre han pensado que una reducción en el precio del principal insumo energético debería estar actuando como un poderoso estímulo económico. Y sin embargo la reducción de precio coincide con la actual fase de lento crecimiento. Pregunta Obstfeld: ¿cómo es eso posible?
La explicación la encuentra en el límite cero de la tasa de interés. Hoy los bancos centrales ya no pueden reducir más la tasa de interés (aunque Obstfeld prefiere ignorar el tema de la tasa de interés negativa) y la reducción en la inflación debido a la disminución de costos de producción tiene un efecto inesperado porque provoca un aumento en términos reales de la tasa de interés. Según Obstfeld eso comprime la inversión y la demanda y contrarresta el efecto de la disminución de costos. De manera simétrica, dice Obstfeld, el aumento de precios del petróleo podría tener un efecto expansivo al reducir la tasa real de interés.
En pocas palabras, para los
economistas del FMI el nuevo villano es el límite cero de la tasa de interés.
Esto estaría provocando el efecto perverso de que el descenso en los precios de
crudo no actúa como un estímulo para la actividad económica. Y si los bajos
precios de petróleo persisten podríamos ver un tsunami de quiebras en las
empresas petroleras que apostaron a que los precios altos se mantendrían por
largo tiempo, lo que podría dislocar todavía más al sector financiero. Obstfeld
concluye que se necesita un apoyo a la demanda (vía la política fiscal), además
de introducir más reformas estructurales (el tema de siempre en el FMI).
Son muchos los economistas que
insisten hoy en las dificultades que entraña el límite cero de la tasa de
interés. Lo cierto es que después de siete años de tasas de interés cercanas a
ese límite la economía mundial no sólo no puede recuperarse de la crisis, sino
que parece querer instalarse en un estancamiento secular. Como dice Thomas
Palley, ahora resulta que el problema de las economías capitalistas es el del
límite cero de la tasa de interés, como si todos los problemas estructurales
del capitalismo no tuvieran nada que ver con el estancamiento.
En realidad, esta discusión ignora un punto fundamental: las economías capitalistas caminan por un sendero de contracción inexorable de su ritmo de crecimiento desde hace ya varias décadas. Esto es algo que se puede comprobar fácilmente con cualquier serie de datos. Lo más importante es que este proceso ha venido acompañado de una tendencia a la baja en las tasas de rentabilidad sobre el capital invertido. Los estudios de Michael Roberts, Andrew Kliman y Peter Jones, por ejemplo, revelan que la tasa de ganancia (calculada a costos históricos) pasó de 45 por ciento, su nivel más alto en 1948, a 32 por ciento en 2011. Esta tendencia histórica a la baja ha tenido un efecto importante sobre la inversión porque en una economía capitalista el factor determinante clave de la inversión es la rentabilidad. Y esto es lo que explica la tendencia inexorable hacia el estancamiento.
En realidad, esta discusión ignora un punto fundamental: las economías capitalistas caminan por un sendero de contracción inexorable de su ritmo de crecimiento desde hace ya varias décadas. Esto es algo que se puede comprobar fácilmente con cualquier serie de datos. Lo más importante es que este proceso ha venido acompañado de una tendencia a la baja en las tasas de rentabilidad sobre el capital invertido. Los estudios de Michael Roberts, Andrew Kliman y Peter Jones, por ejemplo, revelan que la tasa de ganancia (calculada a costos históricos) pasó de 45 por ciento, su nivel más alto en 1948, a 32 por ciento en 2011. Esta tendencia histórica a la baja ha tenido un efecto importante sobre la inversión porque en una economía capitalista el factor determinante clave de la inversión es la rentabilidad. Y esto es lo que explica la tendencia inexorable hacia el estancamiento.
Desde esta perspectiva, ni la
inestabilidad financiera, ni la desigualdad o el subconsumo son lo que explica
la crisis de 2008. Y si bien la deflación y la austeridad son factores importantes
detrás de la extensión de la gran recesión, la crisis y su profundidad se
explican por las contradicciones intrínsecas del capitalismo. Sin duda el régimen
neoliberal ha intensificado algunas de estas contradicciones, pero las raíces
de la crisis son más profundas.
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