“Estas contradicciones
contribuyeron al desgaste político de los gobiernos, al tiempo que los sectores
del poder desplazado del ejercicio del Ejecutivo
reacomodaban sus mecanismos y herramientas de producción de hegemonía y
consensos sociales a las nuevas realidades. Con el despliegue de la guerra
mediática estos sectores diluyeron sus acciones de guerra económica, ideológica
y sicológica y relanzaron su estrategia injerencista.
El golpe “parlamentario”
ocurrido en Honduras en junio de 2008, anunció el fin del
período de reacomodo y supuesta aceptación de las reglas democráticas por parte
del poder hegemónico, y la apertura de una nueva era de acciones desestabilizadoras, destituyentes y golpistas en el
continente. Pero tales acontecimientos fueron –hoy se ve– subestimados, tal
vez por otorgar excepcionalidad al “caso hondureño”, como antes también al
proceso separatista que buscaba derrocar
a Evo Morales (2007), o el ataque a Correa (2010), o la destitución de Lugo (2012), hasta que llegó el turno a “grandes” como Brasil,
Argentina, Venezuela… ”
“Está claro hoy que la
“convivencia” democrática de proyectos diferentes es pura fantasía;
que países soberanos con un modo de vida diferente al que requiere el
colonialismo imperialista no serán tolerados por el Imperio y sus
lugartenientes locales en su “patio
trasero”. Hoy, inaugurando “la era Trump”, los tentáculos del secular poder
imperialista se revuelven, aggiornados, contra los pueblos del continente con
renovada furia y ensañamiento.
La
disputa es prácticamente cuerpo a cuerpo, pero centrada en las mentes, factor clave –ayer
y hoy– para la dominación”.
/////
Dra. Isabel Rauber. Extraordinaria militante del pensamiento crítico Latinoamericano. Sus Libros y Artículos representan un verdadero avance en el desarrollo del análisis científico-social y político a nivel de Nuestra América. Pensadora Argentina, radicada por muchos años en Cuba, la Patria de la Histórica Revolución Socialista.
***
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: REFUNDAR LA POLÍTICA.
Desafíos de Movimientos Sociales y Políticos de Latinoamérica.
*****
Dra.
Isabel Rauber.
Correos
del Alba.
Rebelión
sábado 18 de marzo del 2017.
Los
gobiernos populares, progresistas o revolucionarios que se constituyeron en
Latinoamérica en los últimos veinte años han sido y son una resultante de los
procesos de acumulación de años de resistencias, luchas, creación y
construcción de alternativas de los pueblos encabezados por los movimientos
sociales en conjugación con algunas organizaciones políticas de izquierda.
Con
su llegada al poder político, tales gobiernos constituyeron un paso más en la
búsqueda y exploración de nuevos caminos posibles en tal dirección. Al tomar en
cuenta el desenlace que han tenido algunos de estos procesos, la definición
“caminos posibles” habilita la formulación de interrogantes claves acerca del
alcance sociotransformador de tales gobiernos y su articulación con el quehacer
político en el presente y el futuro de los movimientos sociales de los pueblos
del continente y de la izquierda o lo que se identifique y sienta como tal.
El
agotamiento del tiempo posneoliberal
El
recuento crítico de los acontecimientos políticos del último período en el
continente revela que los ejes de las propuestas políticas que definieron el
quehacer inicial de los gobiernos populares estuvieron marcados por la urgencia
de responder a los desafíos impuestos por la catástrofe neoliberal y sus
democracias “de mercado”. Esto imprimió a tales gobiernos el sello
“posneoliberal” como característica predominante, a la vez que definió tareas y
sujetos. Pero ese tiempo posneoliberal no sería eterno; sintetizando, puede
afirmarse que se agotó al finalizar la primera década; con ella el “ciclo
progresista” cerraba su fructífero tiempo y abría las puertas a la realización
de transformaciones raizales.
Nuevos
desafíos se perfilaban e imponían nuevas tensiones a los procesos iniciados por
las sendas posneoliberales, planteando claramente a sus referentes políticos y
gubernamentales la disyuntiva de arriesgarse a reajustar el rumbo hacia un
horizonte poscapitalista o quedar entrampados en la lógica del capital.
Está
claro que los gobiernos populares han tenido la decisión de enfrentar la
avanzada ideológica, económica y cultural de los poderosos y lograr la
continuidad de los procesos populares iniciados. Pero las opciones de cómo
hacerlo y con quiénes, estuvieron en dependencia de su posicionamiento ante la
disyuntiva mencionada.
Gran
parte identificó que la continuidad de los procesos resultaría de conservar los
gobiernos. En aras de ello fructificaron pactos de gobernabilidad con actores
del poder del capital (que buscó y busca derrocarlos). Entonces, los
gobernantes populares “tropezaron” con la lucha de clases, supuestamente
superada por la democracia.
Quienes
apostaron por la conservación de los gobiernos populares, priorizaron:
•
Fortalecer los acuerdos de cúpulas aliándose con sectores del poder económico y
político considerados “moderados”… (co-gobernar con los adversarios).
•
Aferrarse a la institucionalidad caduca y sus bases jurídicas, apostando a
hacer “buena letra” para demostrar la “buena voluntad”
democrático-institucional.
•
Ajustarse a la democracia propia del sistema democrático burgués existente y su
sistema jurídico, mostrándose “inofensivos” ante los poderosos, esperando tal
vez no caer en su mira criminalizadora.
•
Correlativamente, se pusieron frenos al protagonismo popular y al proceso de
cambios que florecía desde abajo. Esto favoreció la germinación de
contradicciones insospechadas entre el poder popular naciente (construido desde
abajo por los pueblos) y el poder constituido, paradójicamente –en estos casos–
personificado por representantes del gobierno popular. Y ello no sólo fue
aprovechado por los sectores revanchistas sino también fogoneado
intencionalmente para debilitar la base social de los gobiernos populares y –si
fuera posible– sumarla a su proyecto opositor.
Estas
contradicciones contribuyeron al desgaste político de los gobiernos, al tiempo
que los sectores del poder desplazado del ejercicio del Ejecutivo reacomodaban
sus mecanismos y herramientas de producción de hegemonía y consensos sociales a
las nuevas realidades. Con el despliegue de la guerra mediática estos sectores
diluyeron sus acciones de guerra económica, ideológica y sicológica y
relanzaron su estrategia injerencista.
El
golpe “parlamentario” ocurrido en Honduras en junio de 2008, anunció el fin del
período de reacomodo y supuesta aceptación de las reglas democráticas por parte
del poder hegemónico, y la apertura de una nueva era de acciones
desestabilizadoras, destituyentes y golpistas en el continente. Pero tales acontecimientos
fueron –hoy se ve– subestimados, tal vez por otorgar excepcionalidad al “caso
hondureño”, como antes también al proceso separatista que buscaba derrocar a
Evo Morales (2007), o el ataque a Correa (2010), o la destitución de Lugo
(2012), hasta que llegó el turno a “grandes” como Brasil, Argentina, Venezuela…
Está
claro hoy que la “convivencia” democrática de proyectos diferentes es pura
fantasía; que países soberanos con un modo de vida diferente al que requiere el
colonialismo imperialista no serán tolerados por el Imperio y sus
lugartenientes locales en su “patio trasero”. Hoy, inaugurando “la era Trump”,
los tentáculos del secular poder imperialista se revuelven, aggiornados, contra
los pueblos del continente con renovada furia y ensañamiento.
La
disputa es prácticamente cuerpo a cuerpo, pero centrada en las mentes, factor
clave –ayer y hoy– para la dominación.
Hoy el Magisterio por defender la Educación de Calidad y Gratuita, así como los derechos sociales de los Maestros - agredidos directamente por las políticas neoliberales .- se han convertido, transformado - en un fuerte sector social del cambio social y político desde los movimientos Sociales en Nuestra América, la Patria Grande.
***
Hay
otros caminos…
Los
gobernantes que tomaron la decisión de profundizar los procesos populares de
cambios iniciados, radicalizándolos –cada quien a su manera–, asumieron y
asumen –ciertamente– un camino lleno de incertidumbres y contradicciones. En
tanto lo nuevo es inédito, es y será obra de la creación y empeño colectivos de
los pueblos. La prueba y el error atraviesan estas experiencias; en ellas se
configuran elementos del nuevo poder popular y van madurando los nuevos saberes
acerca de él.
Esta
perspectiva estratégica revolucionaria –aunque algunos pretendan
invisibilizarla tras el desesperanzador discurso del “fin de ciclo” o el “fin
de la globalización”–late hoy en el continente en los procesos populares de
Bolivia, Venezuela, El Salvador, Nicaragua, Ecuador… y aguijonea la pulseada
constante con los poderosos y sus apéndices locales. Contradicciones y amenazas
florecen por doquier y convocan a los pueblos, a las organizaciones sociales y
políticas y a los gobiernos populares, revolucionarios o progresistas, a hacer
un altoen el camino, analizar las políticas actuales y la correlación de
fuerzas, reflexionar críticamente acerca de lo realizado y definir
–colectivamente– un camino a seguir: ceder para conservar (retroceder) o
profundizar para avanzar (continuar los procesos de cambio iniciados afianzando
su orientación poscapitalista).
La
adopción de uno u otro camino arrojará conclusiones muy diferentes para el
quehacer político actual. Ellas configuran, por tanto, un punto neurálgico de
bifurcación política de los procesos populares, progresistas o revolucionarios
del continente: mantener (y defender) el statu quo alcanzado, abonando un
camino de reformas restauradoras del capitalismo, o profundizar los avances
revolucionarios (1) iniciados, apostando a la creación y construcción raizal de
otra geometría del poder (popular) anclada en la participación protagónica de los
pueblos, abriendo cauces a la refundación de la política desde abajo.
Aprendizajes
claves para los pueblos
Las
experiencias de los gobiernos populares significaron para los pueblos transitar
por un conjunto de aprendizajes.
Entre
ellos, destaco aquí:
•
Quedó al descubierto –en los hechos– que gobierno y poder no son sinónimos, que
las revoluciones democráticas no son sinónimos de la otrora “vía pacífica”;
suponen la profundización del conflicto político como vehículo de la lucha de
clases, anudada fuertemente con una profunda batalla político-cultural de
ideas.
•
Un proceso revolucionario no se define como tal por el hecho de que militantes
de izquierda ocupen cargos en el Estado y el gobierno, sino por abrirse hacia
la democracia popular (participativa) para avanzar en la construcción colectiva
de las nuevas vertientes del nuevo poder, el poder popular desde las
comunidades, las comunas, los movimientos indígenas, barriales, de campesinos,
de mujeres, ecologistas, LGTB, etc…
•
La democracia no se circunscribe a lo electoral, es parte de una red
constructora de los concesos sociales que garantizan la repetición de los
ciclos electorales, acorde con los intereses de las clases a las que responde.
•
El crecimiento económico es importante, pero insuficiente.
• La
búsqueda, creación y construcción de una nueva civilización, superadora de la
que está regida por los intereses del capital, implica crear, construir y
sostener otro modo de producción y reproducción de la vida social, otro modo de
vivir y convivir (el buen vivir).
•
La educación política, la batalla ideológica es central. Y está anudada a la
participación política, al empoderamiento. Este germina con la participación
consciente y protagónica de los sujetos en los procesos sociotransformadores.
•
Caducó la concepción de la política desde arriba y a “dedo” propia del siglo
XX, la subestimación de la política, y las viejas modalidades de la
representación política que suplantan el protagonismo popular y fragmentan lo
político de lo social.
•
Agotamiento de la fragmentación entre lo social y lo político, sus
organizaciones y sus modalidades de acción y existencia. Articulación y
construcción de convergencias marcan las bases para lograr un nuevo tipo de
unidad (con diversidad).
•
Fin del maximalismo teórico y el minimalismo práctico propio de sectores
(ultra)izquierdistas.
•
Fin del pensamiento liberal de izquierda y de las prácticas que, en virtud de
ello, aíslan a la militancia de los procesos concretos de los pueblos,
posicionándolas fuera de los escenarios reales de las contiendas políticas.
Desafíos
Estar
atentos a los cambios del sistema de dominación injerencia-saqueo global del
capital en sus personificaciones imperialistas-nacionalistas xenófobas.
La
salida (relativa) del Reino Unido de la Unión Europea y el triunfo de Trump en
las presidenciales de Estados Unidos detonaron las alarmas de los analistas
geopolíticos del planeta. Por derecha y por izquierda la confusión se
generaliza y no son pocos los que ahora pretenden hacernos creer que la
globalización ha llegado a su fin.
El
fracaso guerrerista-injerencista de la OTAN en Medio Oriente y, con ello, de
los planes de la tríada imperial para consolidar su dominio unipolar en el
mundo, fue marcado fundamentalmente por el avance de la coalición ruso-china en
alianza con Irán y otros estados de la región. En virtud de ello, los motores
del poder global del capital se disponen a reacomodar su estrategia de
dominación global, conjugando el retorno a ciertas modalidades de
proteccionismo nacionalista (en sus territorios cabeceras), enlazado con el
libremercado (para sus expansiones internacionales), según lo requiera el
actual proceso de acumulación a escala global del capital.
Identificar
los programas proteccionistas de Gran Bretaña y Estados Unidos como indicadores
del fin de la globalización es ignorar la historia de los ciclos del capital y
sus mercados: son predominantemente proteccionistas o ultraliberales de modo
alterno según uno u otro camino garantice en cada momento el mayor aumento de
sus ganancias. Es un circuito repetitivo y sin salida que indica el agotamiento
de la civilización nacida y desarrollada con el capital. El triunfo del Brexit
y el de Trump sintetizan el giro actual del poder global que –con nuevos
formatos, contenidos y alcances– marca un punto de inflexión para una nueva
arrancada… Tener esto en claro es decisivo para los pueblos, para no equivocar
el rumbo, ni las tareas, ni los horizontes de sus resistencias, luchas,
creaciones y construcciones de lo nuevo.
La
importancia de actuar.
Lo
expuesto –en muy apretada síntesis–, define campos de acción política para el
quehacer político presente y futuro de los movimientos sociales populares y la
izquierda latinoamericana en general. Entre ellos destaco:
•
Replantearse la transición hacia la nueva civilización como un proceso de
creación-trasgresión (revolución) permanente de los pueblos.
•
Recuperar la centralidad protagónica de los sujetos populares en los procesos
de transformación social.
•
Radicalizar la democracia hacia la democracia popular anclada en la
participación, creación, definición y acción de los pueblos.
•
Refundar la política, anclarla en la participación popular, con capacidad para
construir hegemonía popular y promover las articulaciones y convergencias
necesarias en cada momento, y para construir la conducción política colectiva
del proceso sociotransformador en cada país, en la región, el continente y el
mundo.
•
Modificar de raíz la interrelación Gobierno-Estado-Pueblo para construir
democracias populares.
•
Crear y desarrollar un nuevo modo de producción y reproducción.
•
Desplegar la batalla ideológico-cultural por una nueva civilización a favor de
la vida.
•
Construir hegemonía popular; salir del cerco ideológico, político, cultural y
mediático del poder hegemónico.
•
Articular los procesos de acción sociotransformadora con procesos de formación
política.
•
Cambiar de mentalidad y de actitud ante la vida. La superación crítica de los
paradigmas que guiaron los procesos sociotransformadores del siglo XX (aún
vigentes) resulta ineludible.
•
Apoyar procesos de renovación o renacimiento o construcción de una nueva
izquierda política, social y cultural. Capaz de abrir cauces a procesos
raizales de empoderamiento popular desde abajo y construir las convergencias
colectivas hacia un horizonte común.
Es
tiempo de crear, construir y transitar nuevos caminos. En este sentido, resulta
central tener presente que el proceso de superación del capitalismo es parte de
un proceso
histórico-cultural
de creación-aprendizaje de los pueblos del mundo de un nuevo horizonte
histórico, descolonizado, anclado en los principios del “buen vivir” y
“convivir” entre nosotros y con la naturaleza. En eso estamos.
Nota:
(1)
Aquellos procesos que sin proponerse un horizonte socialista abren las perspectivas
para sobrepasar al capitalismo. [Samir Amin, 2009]
Bibliografía
Amín,
Samir (2009). “El imperialismo colectivo: Desafíos para el Tercer Mundo”,
Pasado y Presente 21, La Habana. En
https://fisyp.org.ar/article/entrevista-a-samir-amin-el-imperialismo-colectivo-/
Rauber,
Isabel (2012). Revoluciones desde abajo. Ed. Continente-Peña Lillo, Buenos
Aires.
Rauber,
Isabel (2017). Refundar la política. Ed. Continente-Peña Lillo, Buenos Aires
(en imprenta).
Isabel
Rauber. Doctora en Filosofía y pedagoga política argentina.
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