“Así,
O Globo en Brasil, Televisa y Tele Azteca en México, Grupo Clarín en Argentina,
Grupo Cisneros en Venezuela,
Caracol en Colombia, el grupo El Comercio, en Perú, y otros
grandes grupos mediáticos se convertirán en herramientas determinantes,
controladas por las élites económicas para la nueva etapa que se desarrolla en
estos últimos años. La fase del nuevo
asalto al poder para la restauración (o sostenimiento) del sistema
neoliberal antes derrotado por los procesos de transformación y la indignación
de las mayorías sociales ante el continuo empobrecimiento y violación de
derechos básicos. Estos son los grandes medios que hoy constituyen la
geopolítica de la comunicación masiva en América
Latina y que trabajan en alianza estrecha con diferentes grupos mediáticos
de Europa y Estados Unidos (Fox,
Prisa…). Determinan, definen y extienden
ideología, pensamiento único, que nuevamente pretende ser dominante. Ellos
definen los horizontes posibles del bienestar que la población debe anhelar; ellos construyen
“las verdades” para la legitimación del sistema y su restauración”.
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El nuevo poder - entre los poderes fácticos - dominantes en el mundo - el mundo de las corporaciones transnacionales - es el representado por la SIP- Sociedad Interamericana de Prensa -(Los Diarios de mayor Poder en América), son los verdaderos dueños de la información y hoy se ubican en una situación estratégica de destruir todo gobierno democrático y una permanente información negativa sobre sus Líderes.
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GEOPOLÍTICA DE LA COMUNICACIÓN EN AMÉRICA LATINA.
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Jesús
González Pazos.
Rebelión
martes 25 de abril del 2017.
El anterior presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pasa a la memoria
colectiva en gran medida como un “presidente
bueno”. De una parte por su imagen pública, de otra, al establecerse la
irremediable comparación con las primeras decisiones del actual. Sin embargo,
la realidad es otra. Solo dos hechos: de una parte, mantuvo a su país en todas y cada una de las guerra abiertas que
tenía al llegar a la presidencia, pese a haber prometido su salida de la
mayoría, y no cerró la ilegal cárcel de
Guantánamo manteniendo allí a decenas de personas, nunca juzgadas en ningún
tribunal y, por lo tanto, detenidas durante años en la más absoluta ilegalidad.
Esto dice poco de su concepción y respeto a los derechos humanos y de los diferentes pueblos a decidir su presente
y futuro sin intromisión de terceros. Pero además, en el plano interno, durante
su mandato son inocultables los continuos episodios de racismo y discriminación contra la población negra a lo largo de
todo el país y en especial los protagonizados por las fuerzas policiales, dando
lugar a levantamientos y protestas como hacía años no se producían. Y esto
durante la presidencia del primer mandatario negro de la historia
estadounidense. Pues bien, a pesar de ello y tal y como se señala al principio Barack Obama se ha ido de la Casa
Blanca con una cierta y popular buena imagen. Sin duda, entre otros actores,
pero de forma determinante, han contribuido a ello los grandes medios de
comunicación, los lobbies de la imagen y la información.
Otro dato, que ahora nos permite poner la mirada en
América Latina, es el hecho de que EE. UU., durante esta presidencia,
junto con las fuerzas neoliberales locales, ha tratado en todo momento de
recuperar su tradicional política de dominio sobre esta parte del continente y
para ello también ha hecho uso (y abuso) de los medios de comunicación masivos. Después del viraje hacia la izquierda de gran parte de
América durante la primera década del siglo, se ha pretendido ganar lo que
consideraron como su espacio perdido, el famoso “patio trasero”, y avanzar en la restauración neoliberal en estos
países o, en el afianzamiento de aquellos gobiernos que se mantuvieron como
aliados fieles en esta etapa. Y es con
ese objetivo que se irán recuperando también gran parte de los instrumentos y
métodos de las décadas pasadas, tales como el estrangulamiento económico, el
soborno y extensión de la corrupción, el silenciamiento de defensores y
defensoras de los derechos humanos, el bloqueo de financiamiento exterior, el
sabotaje y, por supuesto también el sobredimensionamiento de los propios
errores cometidos por estos procesos de transformación que empezaban a caminar
en estos años. En suma, todas las
viejas estrategias, excepto la reinstauración de regímenes dictatoriales en
manos de militares como en las últimas décadas del siglo anterior. Ahora, la
implantación de “democracias
representativas controladas” por los tradicionales poderes políticos y
económicos se considerará suficiente para la restauración antes aludida. Aunque
esto no supondrá la eliminación de los llamados golpes de estado blandos cuando
lo consideren necesario.
Pero, además de los métodos anteriores señalados,
hay otros que han jugado, y juegan, un papel determinante y que interesa
señalar de forma especial. Son aquellos que aluden al uso continuo de la propaganda, a la manipulación informativa,
a la tergiversación de las noticias o a la difamación de líderes y lideresas,
de gobernantes elegidos democráticamente. El insulto y la criminalización
de éstos últimos o de líderes y organizaciones sociales también es un elemento
constante. Todo ello con el objetivo de contribuir al desgaste de los procesos
de cambio y transformación y mucho más allá del análisis informativo y político
necesario al servicio de la población. Pues bien, para la puesta en marcha de estos
métodos, además de los famosos “think
tanks” de la derecha que definen estrategias y señalan caminos de acción,
estarán los medios de comunicación masivos, en estrecha relación con las
oligarquías locales y con las directrices que llegarán del norte del continente
y de Europa, en especial del estado español.
Así, O Globo
en Brasil, Televisa y Tele Azteca en México, Grupo Clarín en Argentina, Grupo
Cisneros en Venezuela, Caracol en Colombia y otros grandes grupos
mediáticos se convertirán en herramientas determinantes, controladas por las
élites económicas para la nueva etapa que se desarrolla en estos últimos años.
La fase del nuevo asalto al poder para la restauración (o sostenimiento) del
sistema neoliberal antes derrotado por los procesos de transformación y la
indignación de las mayorías sociales ante el continuo empobrecimiento y
violación de derechos básicos. Estos son los grandes medios que hoy constituyen
la geopolítica de la comunicación masiva en América Latina y que trabajan en alianza estrecha con diferentes
grupos mediáticos de Europa y Estados
Unidos (Fox, Prisa…). Determinan, definen y extienden ideología,
pensamiento único, que nuevamente pretende ser dominante. Ellos definen los
horizontes posibles del bienestar que la población debe anhelar; ellos
construyen “las verdades” para la legitimación del sistema y su restauración.
Un repaso somero de estos años nos coloca ante la
innegable beligerancia de estos medios en su combate contra los procesos de
transformación. Sus líneas editoriales han definido, en muchos casos, las
estrategias a seguir para acabar con ellos o para justificar las actuaciones de
aquellos otros que siempre fueron aliados de las élites económicas. Incluso, en determinados golpes de estado
blandos o institucionales exitosos (Honduras, Paraguay, Brasil) y en otros fracasados (Ecuador,
Venezuela, Bolivia) jugaron papeles determinantes. Por ejemplo en Bolivia, septiembre de 2008, cuando
desde estos medios se daban indicaciones para las actuaciones de los grupos de
choque en el intento de golpe de estado y algunos de estos medios llegaban a
los lugares de enfrentamiento, incluso antes de que éstos se dieran. Y esta no
es una excepción en el continente sino una constante. O en otro orden, la
campaña de difamación continua contra el kichnerismo
en Argentina cuando el gobierno de Cristina Fernández trató de limitar el
monopolio de Clarín. En el mismo sentido el periódico británico The Guardian denuncio en su momento la campaña
desarrollado por Televisa a favor
del candidato Peña Nieto para que alcanzara la presidencia de México; este medio llegó a poner en
marcha una unidad especial secreta para impulsar ese triunfo mientras, en
paralelo, articulaba campañas de difamación contra su principal rival en la
izquierda, Andrés Manuel López Obrador.
En Venezuela, en el año 2002 cuando se dio el golpe de estado contra el
presidente constitucional Hugo Chávez,
el magnate de los medios de comunicación Gustavo
Cisneros fue uno de los instigadores principales, hasta el punto de ser
calificado por algunos como el verdadero jefe supremo de la intentona. Pero es
que además, y tal y como se escribió en la prensa española de entonces (El Mundo; 24/11/04)
“poderosos medios de comunicación, en Venezuela y en el exterior
apoyaron directa e indirectamente el golpe. Cuatro de los cinco canales de TV
son propiedad de compañías privadas y exhortaron incesantemente a la huelga y a
las manifestaciones orientadas a derrocar al presidente. Lo mismo sucede con
nueve de los diez diarios más importantes. Después silenciaron cualquier
información sobre la reacción popular y militar que restableció la legalidad
constitucional.”
En este contexto, salvo honrosas excepciones, tres serían los objetivos de la mayoría
de los grupos mediáticos en la disputa en América Latina hoy:
a.- legitimar
el sistema cuando éste todavía está en manos de las élites; b.- combatir los procesos de
transformación y cambio protagonizados por las mayorías sociales; c.- y avanzar en la restauración
neoliberal.
Así su ubicación, más allá de la labor periodística,
les sitúa al servicio de los poderes económicos y políticos más tradicionales.
Por lo que sus campañas de difamaciones y manipulaciones constantes, sus
construcciones de realidades al servicio de esos poderes citados, sus ataques
antidemocráticos a gobiernos democráticamente elegidos, imponen, aunque esos
medios nieguen su necesidad, la ruptura de los monopolios comunicativos que encarnan y
afrontar profundos y urgentes procesos de democratización de estos medios.
Jesus González Pazos. Miembro de Mugarik Gabe.
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