Por
Steven Navarrete Cardona. Entrevista con el sociólogo Boaventura de Sousa
Santos: “El neoextractivismo está
acabando con América Latina”. El
Espectador (Segunda parte).
El
neoextractivismo.- es un modelo de
desarrollo económico adoptado por algunos gobiernos de América del Sur a
principios del siglo XXI y cuyos antecedentes se ubicarían en el extractivismo convencional. Al igual
que éste, el neoextractivismo orienta la
economía hacia actividades de explotación de la naturaleza para la
obtención de recursos no procesados dirigidos de forma prioritaria a la exportación, pero difiere de aquel
en el papel protagónico que adquiere el
Estado en el proceso productivo. Esta participación puede adoptar una forma
directa, a través de empresas estatales, o indirecta, a través de tributaciones
y otros mecanismos de regulación, y permite
la obtención de un porcentaje mayor de ingresos para las arcas estatales.
Parte de estos recursos sirven para la puesta en marcha de programas sociales y
otras iniciativas públicas que dotan a los gobiernos de cierto grado de
legitimidad. Inés Carrasco y Jokin Del
Hoyo Arce
-¿Entonces
la naturaleza es el principal recurso económico de América Latina en la
actualidad?
-Lo
que mueve la economía en los países latinoamericanos son los recursos
naturales. Es por ello que son más de 5000 proyectos en la Amazonía que van a
destruir obviamente sus ecosistemas. Todo ello resulta así en la destrucción de
un modelo político que se pensaba alternativo y en sus inicios era muy creíble.
-¿Existe
una alternativa de conciliar una organización productiva sostenible que
favorezca a las poblaciones de los países y cuide el medioambiente?
-No
témenos otra opción, tiene que existir. Debemos
pensar una forma de producción alternativa al estractivismo, que está
destruyendo a América Latina y al mundo. Sus ciclos arrasan con la fertilidad
de la tierra llevándola hasta el límite. Muchas regiones ya están
desertificadas porque no soportan dicho saqueo.
Es
la primera vez en la historia que el capitalismo enfrenta los límites de la
naturaleza. Hemos pasado de la contradicción entre capital y trabajo a la existente entre
capital y naturaleza, lo que se demuestra
en el calentamiento global y los desastres climáticos y la escasez de agua. Por otro lado debemos revalorar todas las
economías anticapitalistas que existen en el mundo, las economías campesinas,
indígenas y solidarias que buscan una reciprocidad y de respeto con la
naturaleza.
-¿Qué
puede hacer el ciudadano de a pie para enfrentar crisis y salvaguardar la naturaleza?
-El ciudadano de a pie
se siente más pequeño ante las lógicas de poder que lo trascienden. El poder es
tan fuerte, que tú no te imaginas como individualmente puedes hacer algo en su
contra. Existen dos niveles en los cuales podemos pensar una alternativa, por
un lado, no hay emancipación sin autotransformación.
En
tu vida tienes, de alguna manera, que dar testimonio de una alternativa por más
pequeña que sea, en tu familia, en tu casa, en tu escuela, en tu lugar de tu
trabajo, testimonio de democracia y de
conciencia ambiental porque hoy en día, el poder está en manos de anti-demócratas. Individualmente puedes
hacer muy poco por la realidad a la cual estas sujeto, lo que debemos hacer es
repensar la política de nuevo, participar activamente en la formulación de
políticas no solamente a nivel municipal sino a nivel nacional.
En América Latina
se hicieron algunas apuestas interesantes como los presupuestos participativos,
consejos nacionales sectoriales de salud y educación, donde la sociedad civil realmente organizada
participaba en la producción de políticas públicas.
-¿Y
usted como contribuye al cambio social?
-Nunca
seré un intelectual de vanguardia, sino de ‘retaguardia’. Para hacer teoría de
vanguardia y hacer parte de la misma hay que separarse de la sociedad que
quieres guiar.
El intelectual de retaguardia
por el contrario va con los movimientos sociales, caminando al mismo tiempo y
se deja sorprender por la creatividad social, busca dar cuenta de lo que esta
pasado, pero al mismo tiempo dejando ecos donde la creatividad va surgiendo,
trabajando con los movimientos sociales, de campesinos, de indígenas, de
mujeres. En la ‘Universidad Popular de
los Movimientos Sociales’, realizamos diversos talleres y donde buscamos el
acercamiento de los espacios y que tome lugar lo que yo llamo la ecología de
saberes, donde se combina el saber científico junto al saber popular.
Estamos
discutiendo un mundo nuevo, pero siempre teniendo en cuenta los nuevos factores
que surgen en la sociedad, lo que he denominado la sociología de las emergencias, es ese
sentido que estamos trabajando.
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El extractivismo está acabando con América Latina.
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EXTRACTIVISMO Y RECURSOS NATURALES:
¿EXISTEN ALTERNATIVAS?.
Entrevista Danilo Urrea, Facilitador Regional de Amigos
de la Tierra América Latina y el Caribe.
*****
Mónica Baró.
Periodismo de Barrio.
Viernes 21 de abril del 2017.
Amigos de la
Tierra Internacional (ATI) es una federación con una historia que abarca más
de cuatro décadas. Surgió en 1971, por iniciativa de cuatro organizaciones
ambientalistas de Francia, Suecia, Inglaterra y Estados Unidos. En sus primeros
años funcionó como espacio de coordinación de campañas conjuntas en defensa de
la naturaleza. Se posicionaba en torno a la energía nuclear o la cacería de
ballenas.
Actualmente, ATI es una red que integra a 73
organizaciones ambientalistas de distintos lugares del mundo y es miembro
activo del Centro Ambiental Internacional de Intermediación (Environmental Liaison Centre International-ELCI)
y de la Unión para la Conservación Mundial (World Conservation
Union-IUCN). Además, participa con carácter consultivo en el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas.
En su agenda, los principales ejes temáticos son
agricultura y alimentación, clima y energía, recursos naturales y residuos,
justicia económica y cooperación. Su
eslogan: “movilizar, resistir, transformar”.
Danilo Urrea, filósofo colombiano y comunicador popular, es el facilitador regional
de Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe desde hace casi un año, pero
trabaja en la plataforma desde hace unos catorce. En visita a Cuba, durante el XII Taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios “Berta Cáceres vive”, dedicado a la líder ambientalista
hondureña asesinada en 2016, Urrea
accedió a dialogar con Periodismo de Barrio acerca de las realidades en las que
trabaja.
¿Podrías describir cuál es el contexto
medioambiental en América Latina y el Caribe? ¿Qué valoración haces de los
conflictos que se viven?
Nosotros el análisis que hacemos como Amigos de la
Tierra América Latina y el Caribe es que nos encontramos en un contexto
bastante complejo, y esas complejidades tienen que ver principalmente con los
avances que ha tenido en los últimos años el modelo de desarrollo basado en el
extractivismo. Y cuando hablamos de extractivismo, encontramos cuatro grandes
pilares. Uno: la explotación minera. Dos: la explotación petrolera. Tres: la
construcción de grandes represas para la producción energética. Y cuatro: los agrocombustibles
(que a veces no suelen ser tenidos en cuenta como parte del modelo extractivo,
pero que constituyen una forma de extracción de recursos a gran escala para
producir energía y son como comida para los carros). Es en ese modelo donde
encontramos la mayor dificultad, en tanto los patrimonios naturales se
entienden como fuentes de acumulación de riquezas. Y eso nos lleva a otro
escenario, muy complejo, que tiene que ver con la destrucción de territorios y
el desplazamiento de comunidades que han vivido históricamente en esos
territorios.
Pero cuando hablamos de lo ambiental, no hablamos
solamente de lo que se conoce como recursos naturales. Hablamos más bien de la
interrelación entre los seres humanos y la naturaleza, porque consideramos que
los seres humanos somos parte de la naturaleza, aun cuando la división moderna
capitalista dice que estamos por fuera y que la función de la naturaleza es
entregarnos beneficios a través de la explotación. Y en esa interrelación vemos
otras dificultades, que tienen que ver con el patriarcalismo, con la
utilización de los cuerpos, sobre todo con la explotación del cuerpo de la
mujer para acumular capital. Todo eso nosotros lo implicamos en la cuestión
ambiental. No solamente analizamos qué pasa con los ríos, qué pasa con los
patrimonios naturales, sino también qué pasa con la vida de los seres humanos.
Una de las discusiones más importantes que hay en
la región ahora gira en torno a los modelos socioeconómicos productivos. En
este sentido, uno de los argumentos más fuertes de los Gobiernos progresistas
para continuar reproduciendo el modelo extractivista es que, antes de
cambiarlo, es necesario superar las condiciones de pobreza existentes, que son
el resultado de siglos de una redistribución injusta y desigual de las
riquezas; es decir, que primero hay que cambiar el sistema de redistribución y
luego, el de producción. ¿Hasta qué punto podemos renunciar a las grandes
extracciones de recursos naturales para impulsar el desarrollo de los pueblos?
Creo que ahí hay verdades en términos de la
necesidad de hacer un proceso en el que haya un equilibrio en la redistribución
de la renta. Sin embargo, la historia reciente de varios países progresistas
nos ha mostrado que, si bien la redistribución de la renta ha mejorado la calidad
de vida de un sector de la población, que es algo que hay que valorar, con eso
no es suficiente.
Hay que pensar un poco en lo que se conoce hoy como
procesos de transición, en cómo hacer la transición de un modelo de alta
explotación a uno de extracción necesaria, en el cual la afectación natural no
implique la desaparición de culturas, de pueblos originarios o de otros seres
que no son humanos y hacen parte de la complejidad de la trama de la vida. No
podemos tener una radicalidad tal para afirmar que de la noche a la mañana se
va a acabar el modelo extractivo, pero hay que pensar en cómo hacer las
transiciones y discutir con los Estados qué se necesita en una población para
vivir. Porque necesitamos interactuar con esa naturaleza no humana para obtener
beneficios que nos permitan garantizar la vida en el planeta, pero ¿en qué
cantidades?
A mí me preocupa fuertemente un discurso en el que
pareciera que estamos condenados a seguir explotando la naturaleza como única
posibilidad de mejoramiento de la condición humana, cuando esas formas
responden más a acuerdos comerciales para la acumulación de capital que a las
necesidades reales de los pueblos. Hoy explotamos para exportar a Europa. Y
pensar la posibilidad de desarrollo de los pueblos a través de la exportación
de materias primas es lo que nos lleva a una escala que no está de ninguna
manera de acuerdo con la posibilidad de reproducción material de la vida.
Nosotros estamos seguros de que en los cambios
pequeños de poblaciones y organizaciones en nuestros países, hay alternativas
concretas. Va a ser un proceso muy lento, porque implicaría romper con el
modelo de dependencia internacional y una serie de consumos, pero hay que
empezar. No puede haber construcción de alternativas si no se empieza con pequeñas
experiencias.
LA ESPADA Y LA PARED. AMÉRICA LATINA, ENTRE EL
EXTRACTIVISMO Y EL BUEN VIVIR.-Durante
los últimos años han florecido en distintos países de América Latina procesos
de transformación que, desde las instituciones, vienen a romper con décadas de
políticas neoliberales y parecen abrir la puerta a modelos más justos en lo
económico y más respetuosos con la diversidad cultural y el medio ambiente. En
este camino, los Gobiernos se encuentran con la tarea de afrontar el
extraordinario peso que sigue teniendo el extractivismo en la economía, como
principal fuente de ingresos, pero también como causante de conflictos sociales
crecientes.
***
Pero, ¿qué alternativas se pueden mirar hoy en
América Latina y el Caribe para comprobar que efectivamente es posible
reproducir la vida de una manera armónica con el medio ambiente?
Hay que mirar la agricultura campesina, con un viraje hacia la agroecología, que es una
manera efectiva no solamente de alimentar a la población mundial sino de enfrentar
problemas tan grandes como el cambio climático. Hay que mirar el manejo público y comunitario del agua que se ha
hecho en Colombia, donde las comunidades organizadas han podido
distribuir el agua sin necesidad de una estructura de privatización, y lo
puedes encontrar en el Meta, donde más del 50 por ciento de la población urbana
se surte de agua comunitaria, y en los departamentos de Antioquia, El Cauca,
Santander, Tolima… Hay que mirar el manejo comunitario de bosques, que se hace
para asegurar formas de reproducción de las selvas y de bienes naturales, con
experiencias muy concretas en Costa Rica y Colombia, donde se ha demostrado que
las reservas comunitarias de bosques terminan asociándose con proyectos
productivos agrícolas, sin necesidad de monocultivo para acumular capital transnacional.
Hay que mirar los proyectos energéticos populares, que existen en México y en
Brasil, por ejemplo, donde se producen biodigestores para generar energía en comunidades que
no tienen acceso a la electricidad y se construyen hornillas agroecológicas para eliminar
problemas de salud asociados a la cocción de alimentos con leña. Y también hay
que mirar atrás, a las prácticas históricas de los pueblos, aunque muchas han
sido desaparecidas por el modelo actual.
Una de las limitaciones para construir alternativas
al modelo extractivista es el hecho de que las alternativas que van surgiendo
están muy dispersas, poco sistematizadas, y no se conocen lo suficiente fuera
de los territorios donde se desarrollan. ¿Qué hace Amigos de la Tierra para
socializar todas esas experiencias y prácticas que están proponiendo una
relación distinta con la naturaleza?
Nosotros aprovechamos espacios de convergencia
internacional ya creados, como foros y cumbres, y cada dos o tres años hacemos
la escuela de la sustentabilidad, donde nos reunimos comunidades y
organizaciones amigas y discutimos asuntos de comunicación, formación, contexto
político. Lo principal es la articulación y el intercambio con otros
movimientos, como el Movimiento (de los Trabajadores Rurales) Sin Tierra de
Brasil, la Marcha
Mundial de Mujeres, la Vía Campesina, la Confederación
Sindical de las Américas, Jubileo
Suraméricas… Pero también ponemos énfasis en el proceso de
construcción de la comunicación.
Tenemos un medio que se llama Radio
Mundo Real, con el cual tratamos de impulsar tres procesos. Uno: la
convergencia de movimientos sociales. Dos: la formación de comunicadores
populares en diferentes ámbitos. Y tres: la construcción de una memoria
ambiental de los pueblos a través de la documentación radial y audiovisual –que
para mí es uno de los procesos más interesantes.
¿Qué resultados ha tenido la actuación de Amigos de
la Tierra en la región? ¿Cuál ha sido su impacto?
Un logro esencial es haber contribuido a comprender
la importancia de la variable ambiental en las luchas y resistencias
territoriales de los movimientos sociales. Otro tiene que ver con la defensa de
los defensores de territorios, que han sido criminalizados en las últimas dos
décadas, y hemos ayudado incluso a salvar las vidas de esas personas en algunos
momentos. Otro, la contribución a procesos agroecológicos, sobre todo a la
protección del intercambio de semillas en América Latina, que se ha hecho en
articulación con Vía Campesina, por ejemplo. Y sin lugar a dudas en la última
década el trabajo de Radio Mundo Real ha sido un trabajo de visibilización de
las luchas territoriales y de construcción de una nueva mirada de lo ambiental.
Con Cuba, ¿cuál ha sido la relación que han
mantenido hasta ahora?
Nosotros tenemos una relación de varios años con el
Centro Memorial Martin Luther King Jr., y a través de esa relación nos
encontramos con el Centro para la Promoción de la Educación y el Desarrollo
Sostenible (CEPRODESO) y con la Red de Educadores Populares y Ambientales, que
han sido una guía para la definición pedagógica. Esa relación nos ha permitido
una concepción muy diferente de lo que nosotros teníamos entendido por
educación en la región y nos ha mostrado un camino metodológico nuevo en la
construcción de lo popular hacia la defensa de lo territorial.
Para Amigos de la Tierra, Cuba sigue siendo un
modelo de referencia de proceso socialista. Y de un socialismo que tiene todas
las dificultades de un modelo histórico, que se renueva permanentemente en la
necesidad de los cambios, y para nosotros, que venimos de países capitalistas,
donde la posibilidad de compartir ha sido atacada desde los modelos culturales
de individualización, todo esto es un aprendizaje muy grande.
¿Qué valoración harías de la realidad cubana en lo
referente a la protección del medio ambiente?
Nosotros entendemos que en Cuba hay dificultades en
términos de lo ambiental, como las hay en muchos otros países, pero también
sabemos que la afectación por el modelo o el modo de vida que se lleva acá
puede ser menor que el que hay en los países capitalistas de los que
provenimos. En el capitalismo tenemos que luchar día a día para que ese modelo
no arrase con los pocos patrimonios que siguen garantizando la vida de las
poblaciones. No sé en el caso cubano cómo es la relación, si es de disputa o si
es de conservación frente a los patrimonios que garantizan la vida, pero sí
entendemos que las escalas de destrucción de la naturaleza son diferentes. La
escala en que nosotros estamos no es comparable con la escala de Cuba.
¿Qué retos consideras que impone actualmente el
escenario medioambiental de América Latina y el Caribe?
Ante un escenario de explotación de los patrimonios
naturales y los seres humanos cada vez mayor por agentes transnacionales,
consideramos que las posibilidades están necesariamente en la organización. Eso
puede sonar a lugar común, a algo que históricamente se ha dicho: “Necesitamos
organizarnos para poder enfrentar los problemas del mundo”. Pero esa
organización es sin lugar a dudas necesaria, porque los pueblos desorganizados
no vamos a obtener victorias frente a un modelo de desarrollo extractivista que
sí tiene formas de organización efectivas.
Cuando las compañías llegan a nuestros países ellas
se organizan y articulan bien con los Gobiernos. Tienen formas de acceder a las
comunidades a través de engaños y manipulaciones. Y si nosotros no tenemos un
proceso que logre enfrentar esa forma de organización del capital, pues
simplemente no vamos a poder resistir esos proyectos, y cada vez más
comunidades saldrán de sus territorios e irán a las grandes ciudades a agrandar
los círculos de la pobreza, de gente que no tiene trabajo porque no pertenece a
esos espacios.
Frente al contexto en que nos encontramos hoy,
marcado por el incremento de los conflictos medioambientales, el desplazamiento
forzado de comunidades, la pérdida de biodiversidad, la criminalización de la
defensa de los territorios y patrimonios naturales, el asesinato de importantes
líderes de movimientos sociales y la impunidad con que se cometen tantos
crímenes contra la vida, ¿podrías considerarte una persona optimista? ¿No te
provoca frustración ver que se avanza por un lado y luego por otro se
retrocede?
Para ser completamente honesto, hay días en que
pienso que las dificultades son muchas y los frentes de trabajo no alcanzan a enfrentar
esas dificultades efectivamente. Pero también, cuando estoy en territorios
indígenas, campesinos, afrodescendientes, y veo la fuerza y la tenacidad de la
gente que, a pesar de las adversidades y de no tener materialmente muchas cosas
que son necesarias para la vida, todos los días se levanta a enfrentar el
corporativismo, los paramilitares, la seguridad privada que la quiere sacar de
sus territorios, creo que mis frustraciones son estupideces con respecto a esa
realidad.
Yo vivo en una ciudad como Bogotá, donde no tengo
cosas en abundancia pero no carezco radicalmente de lo que necesito para vivir,
y tengo un hijo al que puedo dar de comer y mandar a estudiar. Pero la vida de
la gente que lucha, que trabaja en la tierra y que la cultiva, que no se quiere
dejar sacar de ahí, eso sí es difícil. Y si la gente sigue parada ahí
resistiendo, ¿cómo nosotros no vamos a poder seguir contribuyendo con el
trabajo que hacemos? El contexto es adverso, pero la tenacidad de los pueblos
latinoamericanos supera las adversidades.
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