El trabajo doméstico engloba el conjunto
de las tareas domésticas (también conocido como labores del
hogar: limpieza de la
vivienda, preparación de alimentos, limpieza y cuidado de la ropa y el calzado,
compras, el cuidado de niños y ancianos )
que realizan ya sea la propia persona propietaria del hogar (en la mayor parte
de los casos lo realiza una mujer de la familia, a quien se denomina "ama
de casa")o bien quienes esta persona contrata para esas actividades; el
denominado servicio doméstico o, genéricamente "servicio".
Un trabajador doméstico o empleado del hogar,
tradicionalmente denominado "criado",
"sirviente", "fámulo" o "mucamo" (con más
frecuencia en femenino – “criada”, “sirvienta”,
“fámula” o “mucama” -, pues es una labor que realizan mayoritariamente
mujeres), es la persona asalariada que trabaja en tareas domésticas. En
ocasiones vive en la casa del empleador y recibe el nombre de "interno" o "interna";
en otras es contratada para una jornada laboral o por horas, y suele recibir el
nombre de “asistente” o “asistenta”.
Según las estadísticas de la Organización Internacio0nal del Trabajo,
(OIT), el 90 por ciento del
trabajo doméstico lo realizan mujeres,
y en su mayor parte, al no estar incorporado al mercado del trabajo y no estar económicamente
remunerado, no tiene la consideración legal de empleo.
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SOBRE EL TRABAJO
DOMÉSTICO.- Una red de investigadores latinoamericanos interesados en estas
problemáticas. En efecto,
pese a la importancia y extensión del sector en muchos países de la región, los
estudios sobre el servicio doméstico
tienen un espacio restringido en el ámbito
académico y una escasa visibilidad en el debate público. Nuestra
cooperación busca avanzar en esos dos planos. En primer lugar, se trata de generar un espacio de intercambio para
las investigaciones que se llevan a cabo en América Latina, que pueda no sólo enriquecer los análisis que se
desarrollan en cada país sino también
generar las condiciones para que éstos traspasen las fronteras nacionales a
través de perspectivas comparativas o regionales. En segundo lugar, dar visibilidad, en el debate público, a las dinámicas de dominación y desprotección, pero
también de resistencia y lucha vinculadas con estas trabajadoras, puede
desnaturalizar formas estereotipadas de concebir esta actividad que contribuyen
a su desvalorización y estigmatización. La organización de la mesa redonda constituye un aporte a
este proyecto de cooperación e intercambio, en el que aún queda mucho por
hacer. Revista de Estudios Sociales. Abril 2013. Bogotá.
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Trabajadora doméstica - la sirvienta, la empleada del hogar - sin derechos sociales. La explotación legalizada en pleno siglo XXI.
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EL OFICIO DE SIRVIENTA.
“El destape de una realidad hiriente?”.
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Ilka Oliva Corado.
Rebelión jueves 20 de abril del 2017.
Últimamente defensores de derechos humanos nos
llaman asistentes domésticas, para aminorar el golpe, pero a las cosas por su
nombre: somos sirvientas, nuestro oficio
es servir. Partiendo de ahí, podemos
desmenuzar la gama de abusos que vivimos quienes trabajamos en el servicio
doméstico y en mantenimiento. No importa el país, la realidad de los sirvientes
es la misma en todos lados. No nos vamos a dar baños de pureza y a señalar a
Estados Unidos como el causante de todos nuestros males. En India, existen las
castas, en Latinoamérica las mentes colonizadas, y así vamos por país y
continente, cada uno con sus propios males.
No se trata del color, de la nacionalidad, ni del
idioma, se trata de quién tiene el poder y quien tiene el poder abusa y
discrimina, con propios y extraños. El oficio de niñera y empleada doméstica es
el mismo, solo varía el nombre: en ambos el trabajo es servir. Y digo servir
con todo el peso de la palabra: de día y de noche. Cuando los niños están en la
escuela o en clases particulares, las niñeras nos encargamos de limpiar la
casa, los cuartos de juego, cocinar, lavar la ropa: el oficio doméstico. El de
la empleada doméstica es igual y ambas son tratadas como muebles viejos. Porque
una limpia pañales sucios y la otra baños sucios: ambas trabajan entre la
mierda.
Las niñeras somos las mamás emergentes, estamos ahí
todo el tiempo porque las mamás están en sus clases de yoga, tomando el té con
amigas o viajando por el mundo. Algunas, contadas, son las que trabajan.
Entonces las niñeras sin querer, como consecuencia de nuestro trabajo, damos
abrazos, entendemos emociones, cuidamos enfermedades, contamos cuentos y nos
desvelamos y damos apoyo moral a niños que aprendemos a querer como propios y,
que en el futuro cuando se den cuenta de nuestro papel en su casa y en la
sociedad, nos tratarán como los muebles viejos desechables. Porque es el
patrón, porque son parte del círculo de la cultura del capital.
Las sirvientas conocemos la intimidad de las
familias, hasta de lo que no quieren que nadie se entere, conocemos
temperamentos, vicios, miedos, jactancias, vacíos y pretensiones. Porque
estamos ahí todo el tiempo, invisibles, muebles viejos que se mueven de un
lugar a otro para que no estorben. Trabajamos en silencio, a manera de pasar
desapercibidas porque, ¿qué tiene que contar una sirvienta? ¿En qué forma puede
una sirvienta interactuar con sus empleadores? Máximo cuando ellos tienen cuna
de oro, y pergaminos y se codean con la crema y nata de la sociedad. De
ninguna, la sirvienta no siente, no piensa, no tiene emociones, está ahí para
servir, jamás es vista como persona, no existe como ser humano.
Las sirvientas no nos cansamos, nunca tenemos derecho a enfermarnos, a estar deprimidas, a anhelar, a extrañar, no tenemos derecho tampoco a los beneficios laborales, las vacaciones son para otros no para nosotras. No tenemos derecho a las emergencias porque entonces, ¿quién va a limpiar los cuartos, a lavar los platos, a planchar la camisa del patrón, a hacer el desayuno y a trapear? ¿Quién irá por el correo, por el pan y al supermercado? ¿Quién le cuidará la fiebre a los niños? ¿Quién limpiará el vómito del señor que llegó borracho en la madrugada?
Las sirvientas no nos cansamos, nunca tenemos derecho a enfermarnos, a estar deprimidas, a anhelar, a extrañar, no tenemos derecho tampoco a los beneficios laborales, las vacaciones son para otros no para nosotras. No tenemos derecho a las emergencias porque entonces, ¿quién va a limpiar los cuartos, a lavar los platos, a planchar la camisa del patrón, a hacer el desayuno y a trapear? ¿Quién irá por el correo, por el pan y al supermercado? ¿Quién le cuidará la fiebre a los niños? ¿Quién limpiará el vómito del señor que llegó borracho en la madrugada?
Y si a pesar del abuso todo sobrepasa los extremos
inconcebibles, las empleadas domésticas también somos abusadas sexualmente por
el empleador, hijos de los empleadores, amigos de los empleadores y bajo la
tutela de la empleadora que hace que no ve. Porque al fin y al cabo los hombres
son así, sedientos de placer todo el tiempo y mejor que se cojan a la sirvienta
que a una trabajadora sexual que les puede pegar enfermedades… Y en la mayoría
de los casos esa empleada doméstica es una niña que no pasa de los 12 años.
México, trabajadora de servicios, limpieza de casas, uno de las cientos de actividades diversas que realizan más de 2'500 trabajadoras domésticas, mucamas o simplemente sirvientas, sin ningún derecho social.
***
Las empleadas domésticas no tenemos derecho a los
dolores menstruales, porque somos máquinas, y tampoco a angustiarnos cuando
nuestros hijos están enfermos en casa o en la guardería donde los dejamos para
ir a trabajar. No tenemos derecho a añorar a nuestros padres y hermanos que
dejamos en el pueblo cuando nos fuimos a la capital o emigramos a otro país.
Tenemos la obligación de estar íntegras para servir a nuestros empleadores,
vivimos por ellos y para ellos, nuestras vidas no existen, no tienen derecho a
existir. Tampoco los cumpleaños, ni las navidades, ni los días festivos,
nosotras estamos de planta todos los días del año, a todas horas.
Las empleadas domésticas, guardamos secretos íntimos que cualquier amigo de nuestros empleadores daría el brazo derecho por saber. Nunca nos dicen gracias por nuestra ética, ¿qué puede conocer de ética una limpia baños? ¿Qué puede saber de pintura, arte, lectura, de vinos, de quesos finos y comidas gourmet? Una cosa es que las cocinemos y sirvamos y otra interactuar.
¿Qué puede saber una sirvienta de ropa de marca, lociones caras y teléfonos inteligentes? Tal vez nada, pero es la que cuida los más preciado de los empleadores: sus hijos. A una sirvienta jamás le darían sus automóviles para ir al supermercado o a la farmacia, pero sí les confían a sus hijos todo el día y les dan las llaves de su casa. Un automóvil se lo pueden rayar, ensuciar y chocar, pero qué valor tienen sus hijos para que los dejen con una completa extraña que no sabe ni el idioma, ni marcar a un número de emergencia y además indocumentada si se trata de una migrante. ¿Cómo pueden confiar sus hijos a una ignorante carente de conocimientos básicos para sobrevivir en la sociedad del ego y el oportunismo?
Jamás le prestarían su carro de último modelo pero permiten que sea la que cocine y limpie sus habitaciones y lleve los niños a la escuela. Que encuentre los dildos tirados en el suelo o entre las sábanas y los lave y coloque en las gavetas donde se guardan. Intimidades que solo conocemos las empleadas domésticas. Y no tenemos derecho a encariñarnos porque los muebles no sienten, esos niños no son nuestros, un día crecerán y nos lo recordarán con una patada en el trasero y con un despido sin aviso, de una día a otro. Como si de un día a otro uno pudiera olvidar los recuerdos, cortar de tajo el afecto y asimilar que uno solo fue un mueble viejo al que le llegó el tiempo de terminar en el basurero.
Las empleadas domésticas, guardamos secretos íntimos que cualquier amigo de nuestros empleadores daría el brazo derecho por saber. Nunca nos dicen gracias por nuestra ética, ¿qué puede conocer de ética una limpia baños? ¿Qué puede saber de pintura, arte, lectura, de vinos, de quesos finos y comidas gourmet? Una cosa es que las cocinemos y sirvamos y otra interactuar.
¿Qué puede saber una sirvienta de ropa de marca, lociones caras y teléfonos inteligentes? Tal vez nada, pero es la que cuida los más preciado de los empleadores: sus hijos. A una sirvienta jamás le darían sus automóviles para ir al supermercado o a la farmacia, pero sí les confían a sus hijos todo el día y les dan las llaves de su casa. Un automóvil se lo pueden rayar, ensuciar y chocar, pero qué valor tienen sus hijos para que los dejen con una completa extraña que no sabe ni el idioma, ni marcar a un número de emergencia y además indocumentada si se trata de una migrante. ¿Cómo pueden confiar sus hijos a una ignorante carente de conocimientos básicos para sobrevivir en la sociedad del ego y el oportunismo?
Jamás le prestarían su carro de último modelo pero permiten que sea la que cocine y limpie sus habitaciones y lleve los niños a la escuela. Que encuentre los dildos tirados en el suelo o entre las sábanas y los lave y coloque en las gavetas donde se guardan. Intimidades que solo conocemos las empleadas domésticas. Y no tenemos derecho a encariñarnos porque los muebles no sienten, esos niños no son nuestros, un día crecerán y nos lo recordarán con una patada en el trasero y con un despido sin aviso, de una día a otro. Como si de un día a otro uno pudiera olvidar los recuerdos, cortar de tajo el afecto y asimilar que uno solo fue un mueble viejo al que le llegó el tiempo de terminar en el basurero.
¿Qué descanso necesitará una paria que trabaja como
mula? Ninguno porque para eso nació, generacionalmente para eso nació, para
cargar como mula.
Por eso se extrañan tanto cuando una empleada
doméstica rompe el círculo y extiende las alas y vuela. Con sacrificio estudia
y se convierte en una profesional, se sumerge al mundo de las artes, se
convierte en negociante y empresaria, o regresa a los campos de donde salió,
para hacerlos florecer. Pero por cada sirvienta que logra salir del averno, hay
miles que se secan y mueren lentamente en el abuso y la exclusión. Y todas
tienen un nombre propio, familias, raíz, identidad, sueños. Y todas sienten en
lo más profundo de su ser y tienen pasiones y aman y crean, porque son seres
humanos.
¿Alguno de ustedes, queridos lectores, alguna vez ha conversado con una empleada doméstica, viéndola a los ojos y la ha tratado de igual a igual? ¿Alguna vez se ha puesto en sus zapatos y se ha preguntado qué sería de su vida si le hubiera tocado trabajar en el servicio doméstico? ¿Qué cambiaría de ser así? ¿Por qué no lo cambia para los otros? Y no hablemos de agallas, hablemos de humanidad y humildad.
¿Alguno de ustedes, queridos lectores, alguna vez ha conversado con una empleada doméstica, viéndola a los ojos y la ha tratado de igual a igual? ¿Alguna vez se ha puesto en sus zapatos y se ha preguntado qué sería de su vida si le hubiera tocado trabajar en el servicio doméstico? ¿Qué cambiaría de ser así? ¿Por qué no lo cambia para los otros? Y no hablemos de agallas, hablemos de humanidad y humildad.
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