“Errores,
deficiencias, necesidad de profundas autocríticas, malas mediciones de las
relaciones de fuerzas, deben ser objeto de reflexión y aprendizaje. Pero
sin duda, como ha dicho Rafael Correa:
ya no somos la izquierda del 3%,
hemos tenido y tenemos experiencias de gobierno y de integración popular y
latinoamericana muy significativas. Si durante una década y media lo sustancial de la lucha de clases
transcurrió por dentro de las instituciones, es hora de sacarla a la calle. (nuestro hogar, nuestro lugar de
nacimiento en la Historia). Sin desmedro de continuar con esa lucha parlamentaria e institucional
dado que los procesos de cambios políticos
revolucionarios o reformistas que hemos vivido o vivimos se desarrollaron o
desarrollan por la vía pacífica e institucional dentro de los marcos de la
democracia burguesa y, en varios casos, se
han hecho mucho más democráticos con las refundaciones constitucionales. En
aquellos países en los que las fuerzas progresistas han
pasado a la oposición gubernamental se hace necesaria esa lucha institucional
para frenar las embestidas contra los
trabajadores y el pueblo y contra los derechos conquistados, pero sin duda
se necesita mucho más construir la lucha
desde abajo, en la calle y por otros caminos. No hay posibilidades de salir
de este laberinto sin ello. Si no veamos lo que ocurre en Brasil cómo las oligarquías
y sus cuadros políticos destruyen sus propias instituciones cuando las relaciones
de fuerza en ese terreno no les favorecen. No nos atemos de pies y manos esperando el juego electoral.
Sería suicida caer en ese error”.
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LA INTEGRACIÓN DE
NUESTRA AMÉRICA:
ELEMENTOS PARA UN
ANÁLISIS PROVISORIO.
*****
Atilio Boron y Paula Klachko.
rcci.net/globalización.
Marzo del 2017.
“Los hombres [y mujeres] hacen su
propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias
elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se
encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La
tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el
cerebro de los vivos” Karl Marx, El 18 brumario de Luis Bonaparte,1852.
Siempre es bueno recordar que en los análisis
histórico/político/sociales no podemos tomar como modelo de comparación lo que
imaginamos y deseamos como una sociedad ideal sino que debemos partir de las
realidades sociales que heredamos y pudimos construir atravesadas por duras
contradicciones sociales, complejos mecanismos de dominación y, sobre todo, por
la lucha de clases, tal como establecía Marx en el citado pasaje, en el que
agregaba además que en épocas de revoluciones o grandes transformaciones los
fantasmas del pasado reviven con inusitada violencia utilizando tanto viejos
ropajes como disfrazándose con otros con la apariencia de nuevos. En Nuestra
América hemos abierto el milenio con grandes transformaciones y los fantasmas
del pasado nos acechan. Pues bien aportar elementos de análisis y diagnóstico
para reorientar las brújulas de nuestras luchas se hacen más necesarios que
nunca.
Así para poner sobre la mesa algunas cuestiones que
nos sirvan para un balance provisorio de los procesos de integración nuestroamericana,
los cuales solo pueden ir de la mano de procesos emancipatorios, en su versión
nacionales y populares o mas de izquierda, tomamos como punto de partida el
período histórico en el cual se insertan. Nos referimos al período
contrarrevolucionario que comienza con las dictaduras cívico-militares de los
años setentas y que el ciclo progresista del siglo XXI habría cerrado para
pasar a otro de transición cuyo desenlace se dirime en el momento actual de
empate catastrófico, para utilizar palabras de ese notable referente teórico y
político que es Álvaro García Linera.
De la integración al imperialismo a la integración para la emancipación.
Partimos de mediados de la década del 70 en la que
las fuerzas populares y revolucionarias fueron derrotadas por las alianzas
entre las oligarquías locales y su brazo militar con el apoyo absoluto y
explícito del imperialismo. El mapa geopolítico de Nuestra América hasta
mediados de los 80 estuvo teñido de manera predominante por el comando político
estatal de dicha alianza. Es la “integración” de los estados mayores
conjuntos del capital y sus brazos armados, cuya expresión más sórdida y
criminal fue el Plan Cóndor. Por supuesto que aquel término no refleja su
verdadero significado, sino el de una coordinación por arriba para
generar las condiciones y preparar el terreno social para el relanzamiento de
la ofensiva del gran capital en medio de su crisis. Y tal como es su ley, ni
siquiera entre estas cúpulas puede haber mayores acuerdos pues la competencia a
muerte es su lógica esencial. Más allá de las primaveras democráticas de los
80, en los 90 el gran capital encuentra las condiciones para desplegar y
realizar cabalmente su hegemonía redefiniendo los mecanismos de
disciplinamiento social que ya no necesitan del terror que ha quedado calado en
los cuerpos, sino que hacen uso de dispositivos que lo reactualizan mediante el
miedo al desempleo y al hambre, los cuales funcionan a la hora de afianzar un
repliegue de masas imprescindible para su estrategia de intensificar la centralización
y concentración del capital. Es así que en los 90, se fueron tejiendo
sumisiones verticales al imperio, es decir, la integración, pero al
imperio, como su patio trasero ¡por supuesto! denominada como Tratados de Libre
Comercio (TLC) o “relaciones carnales” (como describía sin prurito alguno el
presidente neoliberal que puso la Argentina de remate, Carlos Menem) que iban
supuestamente a coronarse a escala regional con el ALCA. Desde los pueblos se
iba tratando con gran esfuerzo tratando de recomponer nuestra propia
organización desde abajo y tendiendo lazos con lxs hermanxs de lucha en las
diversas naciones. Campañas contra la deuda externa, luego contra el ALCA, y ya
bordeando el milenio el Foro Social Mundial, dieron verdadero impulso al encuentro
de las diversas organizaciones populares de la región y se tornaron efectivos
mecanismos de integración y coordinación de los pueblos. El FSM estuvo surcado
por la crisis de representación política que inundaba el sentido común epocal
timoneado por el supuesto fin de las ideologías, de la historia y de la lucha
de clases, crisis acicateada por la traición o el abandono de sus antiguos
proyectos por parte de varias formaciones político-sindicales-sociales de
origen popular pero ya insertas en el sistema y sometidas a él. Ello se
reflejaba en cierto quiebre entre la lucha social y la lucha política.
Conocemos donde desemboca esta historia de la mano del gran suturador de este
falso quiebre que fue el comandante Hugo Chávez al comenzar a gestar, de la mano
de su padre y maestro Fidel Castro, la necesaria representación (en su más
cabal y filosófico significado) de la nueva fuerza social y política que se iba
forjando y fraguando en los diversos procesos de resistencia a las políticas
neoliberales en Nuestra América. Luego de esas luchas irán surgiendo otras
expresiones políticas que lograrán acceder a varios gobiernos nacionales, desde
donde hemos logrado dar pasos más profundos en la genuina integración de
nuestra América que en toda la breve historia de emancipación de los imperios
portugués y español.
Tres Líderes Políticos e Históricos. Chávez de Venezuela, Kischner de Argentina y Fidel de Cuba - dejaron grandes enseñanzas - con su ejemplo y lucha revolucionaria por la Integraciuón Democrática de Nuestra América, La Patria Grande.
***
Es enorme, y la historia se encargará de destacar,
el rol de los comandantes Fidel y Chávez
como grandes arquitectos de la integración NUESTROAMERICANA,
a la que irán aportando las grandes figuras políticas de los jefes de estado de
varios países que intentan promover revoluciones por la vía de una sucesión de
reformas pacíficas (suena oxímoron pero no lo es1), sobre todo de aquellos que integrarán el ALBA a
partir de 2004, pero también de lxs que comandarán gobiernos de países con un
desarrollo capitalista dependiente pero importante como Brasil y Argentina, los
tristemente más efímeros de Honduras y Paraguay, y luego los gobiernos del FSLN en Nicaragua y del FMLN en El Salvador.
Va de suyo que el carácter pacífico e institucional de esos procesos de
transformaciones revolucionarias tropezaron con la respuesta violenta, nada
pacífica, de la derecha y el imperialismo. De todos modos, a lo largo del
camino se darán grandes pasos en la firme construcción de instancias
supranacionales que sabiamente incorporan inclusive a países comandados por
fuerzas de centro o derecha llevándolos hacia políticas progresistas en el
plano de las contradicciones principales a nivel regional y continental.
Ejemplo de ello son las posturas surgidas en estos ámbitos respecto del bloqueo
a Cuba, y su integración a la OEA,
la intervención exitosa de la UNASUR
para frenar los golpes de estado contra el gobierno del MAS en Bolivia y contra el gobierno de Alianza País en Ecuador, y
los infructuosos intentos por hacer lo mismo con los golpes en Honduras y
Paraguay, la declaración en la CELAC
de Nuestra América como zona de paz de boca del comandante Raúl Castro, mientras el imperio afilaba sus garras con sus
ruinosas aventuras de guerra de exterminio de pueblos para viabilizar sus
inversiones armamentísticas y garantizarse el acceso monopólico a las fuentes
de energía hidrocarburífera.
Golpes culturales y políticos y el estancamiento de la integración. El
ALBA como esperanza del amanecer de los pueblos.
Desde que el gobierno progresista de nuestro
hermano mayor, Brasil, fuera desplazado por un golpe de estado, facilitado por
errores propios pero más por la actuación del formidable mecanismo por
excelencia de disciplinamiento de los pueblos: los medios de manipulación de
conciencias (y subconscientes), las instancias supranacionales de integración
han entrado en una fase de estancamiento, a excepción del ALBA, motor de la
lucha y la esperanza.
Estos mismos métodos de manipulación amplificados
por las corporaciones mediáticas que resuenan y nos evangelizan con el dios
mercado día y noche en cada hogar latinoamericano, y en cada bolsillo desde
nuestros celulares, desde los más humildes vecindarios hacia toda la geografía
social, han convencido a vastos sectores de la sociedad argentina, incluyendo
los sectores populares, de votar por un supuesto exitoso empresario con el
argumento de que si sabe conducir una empresa puede conducir a un país. Sus
empresas insignes del capitalismo offshore y de la sobre-explotación marcan
ahora el rumbo del país, que se ha convertido en la fuerza de choque contra la
integración latinoamericana y los procesos revolucionarios y progresistas, como
el lamentable papel de lamebotas de
Mauricio Macri repitiendo las frases de Trump (como antes hacía lo propio
con las de Obama) contra la revolución bolivariana.
Los medios y redes sociales son controlados por las
mismas corporaciones monopólicas a nivel planetario. Si bien permiten
reproducir algunas voces discordantes y potenciar la organización en algunas
luchas populares, dada la dispersión democrática que afecta a los pueblos
nuestras palabras se diluyen en la iniciativa empresarial que, con disciplina
militar, monopoliza los mensajes y los mensajeros. Se podría establecer un
paralelismo entre la cuestión de la propiedad de la tierra y las propuestas de
reforma agraria ya que una reforma que distribuya la tierra en múltiples
pequeñas propiedades que no puedan generar producción cooperativa de gran
escala no sirve más que para la alimentación de pocos, a nivel de los medios de
comunicación sucede lo mismo. Ya lo anunciaba Lenin respecto de los medios de
producción en general cuya creciente monopolización iba a la larga a favorecer
al socialismo ya que la producción se hacía cada vez más social y cooperativa
aunque la dirección y el usufructo de los productos del trabajo y de la
plusproducción estuvieran en manos de pocos dueños, el camino al socialismo
necesitaba de esa potenciación social de la producción en la que habría que
virar hacia la dirección colectiva y el usufructo social sacando a los
apropiadores privados del medio. Algunas de estas ideas de potenciación de la
democratización de los medios hacia una comunicación popular revolucionaria
expone el filósofo Fernando Buen Abad
en varios de sus recientes escritos.
Los brazos mediáticos de las oligarquías
financieras y el imperialismo, han dado certeros golpes a los procesos
progresistas en Brasil y Argentina -también en Bolivia con el culebrón Zapata-
y han contribuido a generar un estancamiento en los procesos de unidad e
integración de nuestra América. Ya hemos visto que con la Argentina rotada
hacia la derecha la UNASUR no pudo hacer mucho contra el golpe en Brasil, salvo
las declaraciones de su Secretaría General. La voz de la integración emancipatoria de Nuestra América solo fue
levantada contra el golpismo en Brasil por el ALBA, y el retiro de los embajadores de sus países miembros.
Es en este contexto que a los países del ALBA, verdadero núcleo duro del cambio
de época progresista en Nuestra América, les cupo el papel que han cumplido
impecablemente de oponerse a esta fuerte ofensiva restauradora del gran
capital, que más que restauración es, como lo señala Stella Calloni, un intento
de recolonización imperialista.
Nuestros sumisos gobiernos han congelado las
principales iniciativas de tan importantes instancias supranacionales (UNASUR, MERCOSUR y CELAC) que habían
logrado avanzar en estratégicos aspectos de la verdadera integración de América
Latina como zona de paz, en el aspecto militar, cultural, político, y menos en
la integración económica, financiera y energética. Han detenido estos avances
en la unidad latinoamericana para vendernos al imperio casi sin
condicionamientos, pero quedaron pedaleando en el aire pues el nuevo jefe de la
Roma contemporánea cerró las vías de un nuevo ALCA y anatemizó los tratados de libre comercio.
Ha sido el ALBA quien tomó la delantera mucho antes
en la integración concreta en todos esos aspectos, pero más aún su rol se
vuelve estratégico frente a este congelamiento o estancamiento de la
integración por las otras vías. Así su claro posicionamiento contra el golpe de
Temer, contra las agachadas del latinoamericano que avergüenza al Uruguay
pretendiendo ser la cara cipaya de la
OEA y disfrazarse de sepulturero de lo mejor de nuestra historia reciente: la revolución bolivariana, mediante la
utilización de la carta democrática contra una verdadera revolución, que por
ser justamente verdadera revolución pasa por enormes sacrificios y
embates que el señor Luis Almagro pretende potenciar institucionalmente. Sabe
el imperio y sus empleados que salir de la OEA
no asusta a los pueblos, al contrario: si a Cuba la echaron por revolucionaria
y anticapitalista, entonces venezolanos sepan que van en el camino correcto:
“ladran Sancho, señal que cabalgamos”.
Saldos positivos.
Errores, deficiencias, necesidad de profundas
autocríticas, malas mediciones de las relaciones de fuerzas, deben ser objeto
de reflexión y aprendizaje. Pero sin duda, como ha dicho Rafael Correa: ya no somos la izquierda del 3%, hemos tenido y
tenemos experiencias de gobierno y de integración popular y latinoamericana muy
significativas.
Si durante una década y media lo sustancial de la
lucha de clases transcurrió por dentro de las instituciones, es hora de sacarla
a la calle. Sin desmedro de continuar con esa lucha parlamentaria e
institucional dado que los procesos de cambios políticos revolucionarios o reformistas
que hemos vivido o vivimos se desarrollaron o desarrollan por la vía pacifica e
institucional dentro de los marcos de la democracia burguesa y, en varios
casos, se han hecho mucho más democráticos con las refundaciones
constitucionales. En aquellos países en los que las fuerzas progresistas han
pasado a la oposición gubernamental se hace necesaria esa lucha institucional
para frenar las embestidas contra los trabajadores y el pueblo y contra los
derechos conquistados, pero sin duda se necesita mucho mas construir la lucha
desde abajo, en la calle y por otros caminos. No hay posibilidades de salir de
este laberinto sin ello. Si no veamos lo que ocurre en Brasil cómo las oligarquías y sus cuadros políticos destruyen sus
propias instituciones cuando las relaciones de fuerza en ese terreno no les
favorecen. No nos atemos de pies y manos esperando el juego electoral. Sería
suicida caer en ese error.
A los saldos positivos en la integración y unidad NUESTROAMERICANA y en la construcción
de fuerzas políticas-sociales populares se suma sin lugar a dudas la mejoría
objetiva en la calidad de vida de las mayorías populares, que no es la
suficiente ni la necesaria pero es mucho mejor que la que padecíamos bajo los
gobiernos neoliberales, aunque los hijos bobos de estos procesos ya sea desde
la propia izquierda o desde algunos movimientos sociales institucionalizados de
la clase obrera y el campesinado o de lxs intelectuales no pueden ver ni
apreciar. Como aquellos dirigentes de movimientos indígenas que en Ecuador dicen
preferir ser gobernados por un banquero antes que por un supuesto dictador. A
veces los pueblos necesitamos ver los procesos a la distancia para darnos
cuenta de su significado histórico. Por ahora lo que media entre nuestros ojos
y la realidad no es tanto la violencia de la armas sobre nuestros cuerpos
(aunque no falta la represión) sino la violencia del velo que nos impone la
manipulación mediática.
ALVARO
GARCÍA LINERA ha afirmado
en variadas ocasiones que nunca antes coincidieron en el mismo momento
histórico tantos procesos progresistas en los gobiernos de los estados
latinoamericanos. Esa bella excepcionalidad histórica ha comenzado a sufrir
los terribles embates del gigante imperialista en su fase de decadencia2 con los arañazos de violencia que va dejando una
bestia herida. Esto redobla la responsabilidad regional de los gobiernos
populares en pie en relanzar la integración, que ya no puede ser solo desde
arriba. Debemos aprender del ALBA
que supo constituir diversas instancias que potencian la articulación desde
abajo, de los pueblos, sin perder de vista las contradicciones principales en
la región que pasan por frenar la restauración neoliberal o directamente la recolonización.
Si para ejemplo basta un botón, miremos la entrega de soberanía que no pierde
tiempo en hacer el empleado golpista de las corporaciones en la presidencia del
Brasil con la privatización del agua. La memoria boliviana no permitiría este
avasallamiento.
Pero tenemos nuestros procesos populares y sus
referentes en pie que siguen estructurando un canal de liberación entre las
rejas del capitalismo global. Escuchar en los foros internacionales a una canciller como DELCY RODRÍGUEZ apuntando
a la verdad como sólo en otras épocas lo hicieran el Che en Punta del Este y Fidel tantas veces en soledad, mostrando
al capitalismo tal como es: como principal problema de la humanidad, nos habla
de otros tiempos, de tiempos cargados de futuro. La oscuridad podrá rearmarse
con sus rostros más sanguinarios y venenosos como lo muestra Trump y sus
vómitos contra la humanidad, pero esa inmundicia reaccionaria nos indica que
reaccionan ante tanta organización popular en su patio trasero, misma que sabrá
sobreponerse a derrotas
electorales o golpistas coyunturales para reemprender una y otra vez la lucha
en todos los planos teniendo la conquista del poder como su objetivo
excluyente.
*****
- Atilio
A. Boron, politólogo y sociólogo argentino. Profesor Titular Consulto de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del
Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de esa misma
facultad. Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia
del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y Profesor del
Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Avellaneda.
- Paula
Klachko es doctora en Historia por la Universidad Nacional
de La Plata. Profesora en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional
de José C. Paz y del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de
Avellaneda.
1 Véase al
respecto Borón, Atilio “Estudio Introductorio” a Luxemburg, Rosa ¿Reforma
social o revolución? (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2010)
2 Es parte de un
profundo debate si lo que está en decadencia es el imperio norteamericano o
asistimos a la descomposición del sistema capitalista en su conjunto.
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