ARGENTINA. TESTIMONIOS
DE JUSTICIA MACHISTA.- Ayelén
Arroyo denunció que su papá la violaba. Lo
hizo el 14 de septiembre. Pero el fiscal de instrucción Fabricio Sidoti no lo imputó, ni lo mandó detener. Dejó al lobo en el gallinero. Eso sí,
mandó a realizarle un peritaje a la adolescente, pero no al acusado. Ahora el fiscal enfrentará un pedido
de juicio político por su pésima actuación en el caso. Quedó en el ojo de la
tormenta porque Ayelén fue degollada por
su padre, por su violador serial. De
ella y de sus otras hijas. Pero si la violencia machista no hubiera llegado
a ese extremo fatal, Roque Arroyo,
como otros tantos padres incestuosos seguiría en libertad y la causa iniciada
por Ayelén, posiblemente, con
destino de archivo. Como le pasa a tantas otras víctimas que no son escuchadas
por fiscales y jueces, que forman el plexo de la justicia patriarcal en el país
y descreen de la palabra de las mujeres,
solo por ser mujeres, a la hora de denunciar distintas formas de violencia
machista. O no les creen a las madres que acompañan a esas víctimas. Como le pasó a Feliciana Bilat: los jueces
del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 17 de la Capital Federal absolvieron el
año pasado a su ex pareja, a quien la hija de ambos denunció por abuso sexual,
en un fallo que es un compendio del trato discriminatorio que suelen padecer
las madres protectoras –como se las llama a aquellas que acompañan a víctimas
de incesto–, y las propias víctimas. Los jueces del TOC Nº 17 llegaron a
afirmar que el testimonio de Bilat
no era creíble porque no había derramado “siquiera una lágrima” durante su
declaración. Pero no solo eso: además ordenaron que se abriera una causa
judicial contra ella por la posible comisión del delito de falso testimonio y
le impusieron las costas del juicio, dos acciones que deben ser leídas como
formas de violencia institucional y como una abierta violación al derecho de
acceso a la justicia de la víctima y de sus familiares. Mariana Carbajal. Página /12. Octubre del 2016.
ARGENTINA. LA
JUSTICIA PATRIARCAL.- ¡Qué difícil les hacen la vida a las
mujeres, niños y niñas la llamada Justicia argentina! No
voy a escribir aquí sobre la minoría de
jueces, juezas y secretarías que trabajan ajustadas a derecho, sensibles al dolor de las víctimas de
violencia de género, que actúan con rapidez y con la consciencia de que
cada minuto vale para preservar la salud mental y las vidas de las
denunciantes. Voy sí a señalar algunas
de las perversas prácticas que constituyen la violencia de género institucional
sostenida por el funcionariado machista y sus cómplices, abogados/as que usan
cualquier estrategia que permita a los hombres violentos destruir a la mujer
victimizada que los denunció.
La experiencia de C. L. es lo
que frecuentemente viven las víctimas de violencia machista en Argentina.
Una mujer decide denunciar luego de atravesar dolorosos caminos llenos de amenazas, sentimientos
de culpa, vergüenzas, llanto y angustia por la situación de los hijos. Quien denuncia cree que la
justicia va a ser un manto protector, pero el expediente de C. L.
cae en el juzgado-patriarcal-machista de
la jueza María del Carmen Bacigalupo, cuyas acciones posteriores evidencian
que no cree en los hechos relatados. Es un clásico del discurso dominante: “Las mujeres
mienten pues siempre intentan perjudicar a los hombres”. En consecuencia, no toma medidas de protección hacia la denunciante, su hija e hijo y,
muy por el contrario, concreta decisiones que los pone en serio riesgo. C. L. también tiene que enfrentar a Leonor
Vaín, abogada del ex esposo quien sostiene una de las estrategias judiciales que usan los machos-violentos: denunciar a sus
ex parejas por violencia contra ellos y contra sus hijos.
Bacigalupo ordena una
audiencia para decidir el destino de los niños
sin tener en cuenta que cuando hay un macho-progenitor-violento las hijas
e hijos presentan síntomas de estrés postraumático o indicadores de depresión.
Por lo tanto, no importa si efectivamente el macho-violento los agredió física
o verbalmente, lo real es que los niños no son “testigos de violencia”, como muchos gustan llamarlos, sino
víctimas de violencia ya que por un lado ven sufrir a su madre, alguien a quien
aman y necesitan, y por el otro no saben en qué momento esa violencia verbal o física vendrá contra ellos, lo que dispara
todos los mecanismos de alerta del organismo. Un progenitor violento no está en condiciones de tener la guarda de sus
hijos e hijas, y esto es algo que jueces, juezas, fiscales, secretarías y defensorías de menores
deberían tenerlo muy claro. Enrique
Stola Médico psiquiatra. Página /11. Julio
2016.
/////
Machismo, misoginia, feminismo, misandría e igualitarismo.....O "La Guerra de los Géneros".
***
FEMINISMO & PATRIARCADO: REPASO SOCIOLÓGICO.
Una lucha, Feminismo y dos lacras, Machismo y Patriarcado.
*****
Luis
Carlos Muñoz Sarmiento y Luis Eustaquio Soares.
Rebelión
sábado 15 de abril del 2017.
Hicimos este texto como respuesta, también, a las tentativas de diálogo que
experimentamos en la interacción con algunos posts sobre la cuestión del
feminismo, una lucha histórica; lo que nos llevó al origen del patriarcado y
a uno de sus efectos, el machismo: ambos, lacras socio-políticas. Pensamos
que sería necesario realizar un ensayo más elaborado al respecto. No tenemos
intención alguna de ser originales, respecto a lo que Gramsci definió como praxis, “teoría de la revolución, bajo el
punto de vista del trabajo”. Si pudiéramos colaborar con algo es con el
esfuerzo para actualizar ese reto, a contramano de las revoluciones actuales
del capital: nada más. Y esto ya es el mundo. La vida. Todo. Pensamos, como Leonard Coen, que hoy el éxito es
sobrevivir, que nada tiene que ver con vanidades, lujos, an american dream,
logros materiales ni pendejadas por el estilo.
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Las
ideologías del machismo y sus orígenes en el patriarcado como efecto de la
sociedad de la soberanía.
El patriarcado surge al interior de la sociedad de la soberanía. Esta tiene
como epicentro el poder, supuesto trascendental, del soberano, definido por
Agamben “como aquél que detenta la relación entre la ley y la violencia”. Un
filósofo político y jurista del nazismo, Carl Schmitt, en Teología política,
definió así al soberano: “Es aquél que decide el estado de excepción”, tal como
el patriarcado, completaríamos. Para éste último autor, teología política
significa una cosa: como una puerta giratoria, la interfaz entre lo divino y lo
humano. El soberano es esa doble faz, al mismo tiempo. Dios y humano, lo que
equivale a decir: el soberano se impone por la supuesta afirmación de un origen
divino y este inscribe en su lado humano la marca de una trascendencia única,
traducida, también, como cultura superior, como educación superior, como arte
superior, en fin, como el centro sísmico del aristócrata o el poder del mejor,
entre los mejores. A partir de este estatuto propio, en la base de su origen,
nacimiento divino y educación superior, el soberano, estando más allá de…,
interviene en la ley divinamente humana por medio de la violencia de su estado
de excepción permanente.
Así, la ley, aunque histórica, adquiere una dimensión sagrada constituida por el nacimiento superior, divino, de lo cual resulta el título del libro de Carl Schmitt, teología política: otro nombre para la política teológica del estado de sitio impuesto por el soberano, ese guardián de la relación entre la ley y la violencia. En medio de esta relación, la de la violencia y la ley; la violencia divina, plenamente justificada en sí, y la ley, como deriva o efecto histórico sagrado de su origen trascendental, reside, en términos de Agamben, la vida desnuda, objeto de la violencia del soberano, cuerpo individual/social que sostiene el estado de excepción soberano, por su estatuto opuesto, porque la vida desnuda, a diferencia del soberano, no tiene o tendría ni un origen divino ni, en consecuencia, una razón cultural/educacional superior. Como opuesto del doble estatuto soberano, el origen divino y la superioridad educacional, la vida desnuda no tendría el derecho al pleno ejercicio de la política ni de la educación superior.
En este contexto, la vida desnuda no tendría el derecho, por lo tanto, ni a política ni a educación superiores porque el presupuesto inverso es el de que la política sólo podría ser plenamente ejercida por aquél que tendría un origen divino para tal, el soberano, porque detenta, es lo que se supone, una educación superior derivada de una naturaleza divina. El estado de excepción permanente del soberano sobre y contra la vida desnuda, siempre una colectividad, se decreta como efecto del origen divino del soberano. La violencia, la política del soberano, es el nombre común, inmanente, que está en la base del estado de sitio soberano, porque sin ella éste dejaría de ser el guardián de la vida desnuda. Con esto se quiere decir lo siguiente: el origen divino, el pleno derecho a la política, esto es, la decisión sobre el destino de la colectividad, es propio del soberano en función de su doble estatuto, como nacimiento y educación superiores, como son divinamente señalados.
Así, la ley, aunque histórica, adquiere una dimensión sagrada constituida por el nacimiento superior, divino, de lo cual resulta el título del libro de Carl Schmitt, teología política: otro nombre para la política teológica del estado de sitio impuesto por el soberano, ese guardián de la relación entre la ley y la violencia. En medio de esta relación, la de la violencia y la ley; la violencia divina, plenamente justificada en sí, y la ley, como deriva o efecto histórico sagrado de su origen trascendental, reside, en términos de Agamben, la vida desnuda, objeto de la violencia del soberano, cuerpo individual/social que sostiene el estado de excepción soberano, por su estatuto opuesto, porque la vida desnuda, a diferencia del soberano, no tiene o tendría ni un origen divino ni, en consecuencia, una razón cultural/educacional superior. Como opuesto del doble estatuto soberano, el origen divino y la superioridad educacional, la vida desnuda no tendría el derecho al pleno ejercicio de la política ni de la educación superior.
En este contexto, la vida desnuda no tendría el derecho, por lo tanto, ni a política ni a educación superiores porque el presupuesto inverso es el de que la política sólo podría ser plenamente ejercida por aquél que tendría un origen divino para tal, el soberano, porque detenta, es lo que se supone, una educación superior derivada de una naturaleza divina. El estado de excepción permanente del soberano sobre y contra la vida desnuda, siempre una colectividad, se decreta como efecto del origen divino del soberano. La violencia, la política del soberano, es el nombre común, inmanente, que está en la base del estado de sitio soberano, porque sin ella éste dejaría de ser el guardián de la vida desnuda. Con esto se quiere decir lo siguiente: el origen divino, el pleno derecho a la política, esto es, la decisión sobre el destino de la colectividad, es propio del soberano en función de su doble estatuto, como nacimiento y educación superiores, como son divinamente señalados.
En este contexto, la violencia justifica el doble estatuto del soberano,
siendo, pues, la garantía de la teología política de su existencia. Es por
esto, si dialogamos con Walter Benjamin, considerando su ensayo Sobre un
concepto de historia, que es posible afirmar, haciendo eco del pensador alemán:
“El estado de excepción en que vivimos es en realidad regla general” y lo es
porque somos herederos de la tradición del oprimido.
Esta, en realidad, habla con respecto a una trans-historia de la tradición del oprimido. Por lo tanto, atraviesa los tiempos. De aquí derivan tres axiomas históricos:
Esta, en realidad, habla con respecto a una trans-historia de la tradición del oprimido. Por lo tanto, atraviesa los tiempos. De aquí derivan tres axiomas históricos:
1. La tradición del oprimido es el efecto de la sociedad
de la soberanía; el estado de excepción que la configura. Es regla general
porque toda la colectividad es afectada por la relación soberana entre la
violencia y la ley. Así, el efecto de esta relación es la vida desnuda
colectiva, sacrificada e impedida de expresarse políticamente porque no tendría
origen divino ni educación “divinizada”, por supuesto, la mejor;
2. Es trans-histórica porque se actualiza de forma
permanente, reinventándose, teniendo en cuenta las épocas y sus respectivas
fuerzas productivas, con sus específicas relaciones de producción. Estas
definen un modelo específico de estado de excepción; de divina violencia
soberana en su aplicación de la ley. De este axioma, se deduce lo siguiente: la
sociedad de la soberanía es la más antigua y la más actual;
3. El patriarcado es inmanente a la sociedad de la
soberanía. El soberano y el patriarcado son la cara y el corazón de un mismo
proceso histórico implicado con un origen divino y una educación divinizada;
4. Del anterior surge un axioma que es: el peor error
analítico posible es la confusión corriente entre el patriarcado y la vida
desnuda. Y ese error deriva de la confusión, configurada ideológicamente, entre
el soberano y la vida desnuda.
Esta, como parte sacrificada de la sociedad de la soberanía, pasa a ser el
rostro del patriarcado, su refractario efecto ideológico, en la metonimia de la
parte por el todo. La vida desnuda, así, por ser la sacrificada, pasa a ser la
caricatura del poder soberano.
Este axioma es en extremo importante, porque es la tarea principal del
pensamiento y de la acción, en fin, de la praxis, separar la caricatura,
efecto, de su causa, el origen. El reto puesto en todas las épocas a la
prohibida política de la vida desnuda y, por lo tanto, al prohibido
pensamiento, acción y creación de esta última, es: identificar el perfil del
soberano teniendo en cuenta las formas ideológicas derivadas del control que
este ejerce sobre las fuerzas productivas y sobre las relaciones de producción,
de una u otra época. De ahí deriva el argumento de que el patriarcado no se
confunde con el rostro masculino en tanto tal, puesto que es el resultado
general de un modelo social cuyo control soberano de las fuerzas productivas
está bajo el comando violento del guardián del estado de excepción.
El patriarcado es, pues, el propio estado de
excepción. Confundirlo con un rostro, generalmente el masculino,
sólo servirá para generar confusión entre el soberano y la vida desnuda, puesto
que en general el rostro del hombre en cuestión raramente adquiere el contorno,
en cuanto a origen y su efecto, del rostro del soberano, constituyéndose, por
vía de regla, como el rostro masculino de la vida desnuda, que no es otra cosa
que la caricatura del patriarcado soberano, pero no su epicentro. Así, el
hombre de la vida desnuda pasaría a ser el rostro del patriarcado.
El efecto de esto es meramente catártico, en general para las mujeres, la
vida desnuda del patriarcado de ayer y de hoy, generando el siguiente equívoco
básico: la mujer como vida desnuda del patriarcado identifica en el hombre de
la vida desnuda el rostro del patriarcado y tiende a combatirlo, trabajando,
así, indirectamente, para el verdadero patriarcado: el poder soberano que
guarda la relación entre la violencia y la ley de su época histórica. Las
ideologías del patriarcado son, como falsa conciencia, ideologías que alimentan
la confusión entre el soberano y la vida desnuda, tal como esta tiende a
visualizar al patriarcado en el ámbito caricatural de su propio cuerpo
sacrificado, como vida desnuda, teniendo en cuenta una función catártica
cuidadosamente orquestada y manipulada por el soberano, ese guardián de la
relación entre la violencia y la ley. Existen tres modelos de sociedad y, por
lo tanto, tres formas de ideologías del patriarcado y del machismo. El
patriarcado de la sociedad de la soberanía es el primer modelo.
La sociedad de la soberanía es la base de todos los otros modelos societarios de trans-historia de la tradición del oprimido. Está constituida por el siguiente sistema de polaridad:
La sociedad de la soberanía es la base de todos los otros modelos societarios de trans-historia de la tradición del oprimido. Está constituida por el siguiente sistema de polaridad:
1. Soberano y vida desnuda.
2. Violencia de la ley soberana y cuerpo individual/social
sacrificado.
3. Dialéctica entre visibilidad e invisibilidad.
El soberano sólo lo es porque retira su violencia del secuestro del trabajo
colectivo de la vida desnuda, retroalimentándose del esquema implicado con su
supuesto origen divino y su, por efecto, supuesta educación superior: la mejor
política y la mejor formación, se supone, recíprocamente. Una aporía —un problema
sin solución en sí— marca la relación del soberano con la vida desnuda, pues
esta, en su dimensión colectiva, sufriendo la violencia de un sistema de
polaridad social soberano es al mismo tiempo parte del problema y parte de la
solución. Del primero, porque el soberano no existe en sí, retira su poder de
la vida desnuda colectiva llenándose de fuerza para violentarla más y más. De
la segunda, como parte de la solución, la vida desnuda está en la obligación de
eliminar al soberano transformando radicalmente la propia estructura social de
la sociedad de la soberanía, lo que significa, también, acabar consigo misma,
como diva desnuda, reelaborándose completamente, en el proceso, a partir
incluso de la producción de un acuerdo/arreglo social no soberano.
Para tal efecto, hay que adquirir conciencia de la dialéctica de la visibilidad y de la invisibilidad, estructurales, en el ámbito de una sociedad de la soberanía. Como lógica de la contradicción, la dialéctica, tesis y antítesis, en la sociedad de la soberanía reproduce, sin cesar, la siguiente síntesis: exposición de la vida desnuda en su propia desnudez, comprendiendo esta como relación entre vida y muerte.
Para tal efecto, hay que adquirir conciencia de la dialéctica de la visibilidad y de la invisibilidad, estructurales, en el ámbito de una sociedad de la soberanía. Como lógica de la contradicción, la dialéctica, tesis y antítesis, en la sociedad de la soberanía reproduce, sin cesar, la siguiente síntesis: exposición de la vida desnuda en su propia desnudez, comprendiendo esta como relación entre vida y muerte.
La vida desnuda lo es porque, siendo vida, tiene su decadencia y muerte
expuestas socialmente, como el ritual más inmanente de un sistema societario
del estilo soberano. Los rituales de ejecución en plaza pública, descritos, por
ejemplo, por Michel Foucault en Vigilar y castigar, demarcan lo que está en
juego en una sociedad de la soberanía: sacrificar el cuerpo del condenado
exponiendo los detalles de su fragilidad y mortalidad a través de diversas
técnicas de matar, siempre definidas por el objetivo de volverse visibles y
carne desnuda torturada de la víctima sentenciada por la ley soberana, con especial
predilección por el desmembramiento de brazos, piernas, cabeza, vísceras.
Exponiendo a la visibilidad pública el sacrificio de los condenados
individuales, es la propia condena de la vida desnuda colectiva que es
expuesta, en el campo de su visibilidad, teniendo en cuenta la siguiente
sentencia colectiva: el sacrificio permanente de la vida desnuda. Los pasos de
la pasión de Cristo son un ejemplo cabal del ritual de ejecución de la vida
desnuda.
Condenar a alguien a cargar su propia cruz, por kilómetros, hasta el lugar
de la crucifixión, simplemente quiere decir, para la sociedad como un todo, que
el destino de la vida desnuda es “cargar su propia cruz hasta la muerte”, en
nombre del soberano. Surge de ahí la dialéctica de la visibilidad y de la invisibilidad:
entre más se expone visiblemente la vida desnuda, en su propio sacrificio,
individual/colectivo, más fuerza trascendental adquiere el soberano, más
destaca, así, su origen divino y su educación supuestamente superior, como la
mejor, lo mejor. Así, el poder invisible/trascendental del soberano se vuelve
visible a través de la tortura ritualizada, expuesta públicamente, de la vida
desnuda, condenada a la visibilidad de su propia condena como vida desnuda; a
visibilizarse como desnudez de vida matable (como diría Agamben).
La sociedad de la soberanía y la violación
patriarcal.
La sociedad de la soberanía es el origen del patriarcado y como tal es
también el origen del machismo. El juego entre la invisibilidad soberana y la
visibilidad de la vida desnuda se expande por toda la sociedad, determinando la
relación, por ejemplo, entre hombres y mujeres, entre heterosexuales y no
heterosexuales; entre etnias “soberanas” y etnias condenadas a la vida desnuda.
Es siempre el mismo dilema que se vuelve la base de la cultura soberana:
invisibilidad del soberano y visibilidad sacrificada de la vida desnuda. En la
relación entre hombres y mujeres, éstas tienden a ocupar el papel de vidas
desnudas a ser sacrificadas por el poder soberano masculino derivado y
justificado por la semántica dominante de la sociedad de la soberanía: la
invisibilidad del soberano y la visibilidad de la vida desnuda.
Siendo aquél que guarda la relación entre la violencia y la ley, el
soberano sólo lo será, como hombre, si ocupa el lugar estructural que está
convocado a ocupar: el de aquél que sólo podrá relacionarse con una mujer si
activa su poder soberano sobre ella, concebida culturalmente —en la cultura de
la sociedad de la soberanía— como vida desnuda para ser sacrificada. Esta es
una cuestión estructural de la sociedad de la soberanía. Bajo el punto de vista
de la vida desnuda femenina, la salida es una sola: militar, de ahí la
relevancia del feminismo, para que los hombres adquieran conciencia política de
sus condiciones, también, de vidas desnudas, en otros campos, como el económico
o el cultural, por ejemplo. Sin esta concientización de clase, la clase de las
vidas desnudas, de nada servirá denunciar la violencia masculina contra las
mujeres, simplemente porque la semántica del estupro, por violación, es la que
alimenta y retroalimenta la sociedad de la soberanía.
Es la sociedad de la soberanía que requiere ser destruida y para tal efecto las mujeres necesitan de los hombres para esa tarea descomunal. Resulta de ahí la importancia fundamental de la categoría de clase. No es una categoría superior a las demás. Debe funcionar como eje común de la lucha contra la sociedad de la soberanía, teniendo en cuenta la siguiente referencia: ¡somos todos vidas desnudas, unámonos! La ideología que está en la base del machismo, por lo tanto como su origen, es el poder soberano: es la sociedad de la soberanía y su aporía marcada por la relación entre soberano y vida desnuda. La sociedad de la soberanía es ella misma, en su pleno funcionamiento, la propia violación colectiva, ese otro nombre para la mujer, como vida desnuda.
Es la sociedad de la soberanía que requiere ser destruida y para tal efecto las mujeres necesitan de los hombres para esa tarea descomunal. Resulta de ahí la importancia fundamental de la categoría de clase. No es una categoría superior a las demás. Debe funcionar como eje común de la lucha contra la sociedad de la soberanía, teniendo en cuenta la siguiente referencia: ¡somos todos vidas desnudas, unámonos! La ideología que está en la base del machismo, por lo tanto como su origen, es el poder soberano: es la sociedad de la soberanía y su aporía marcada por la relación entre soberano y vida desnuda. La sociedad de la soberanía es ella misma, en su pleno funcionamiento, la propia violación colectiva, ese otro nombre para la mujer, como vida desnuda.
El machismo en la sociedad de la soberanía
disciplinaria.
La sociedad de la soberanía no terminó cuando emergió la disciplinaria.
Esta surge en el ámbito de la civilización burguesa y tiene como epicentro la
primera y segunda revoluciones industriales, definiéndose estructuralmente, a
escala mundial, a partir, sobre todo, de la segunda. La estructura de la
sociedad disciplinaria, como señala Michel Foucault en Vigilar y castigar, está
constituida por múltiples instituciones disciplinarias: la cárcel, la escuela,
la familia, el ejército, el hospital, la fábrica, el sanatorio, manejados como
subconjuntos del estado disciplinario soberano. Cada institución disciplinaria,
al mismo tiempo, dilata y reproduce la sociedad de la soberanía, renovando su
sistema semántico, en cuanto al origen, Dios; y en cuanto al efecto de ella (la
soberanía), la educación.
Los sistemas de invisibilidad del soberano y de visibilidad de la vida desnuda
continúan vigentes, aunque con nuevos aderezos, gestos, retóricas, en la
sociedad disciplinaria soberana. Cada institución disciplinaria trae en sí el
soberano como guardián de la relación entre la violencia y la ley: el padre en
la familia, el profesor en la escuela, el psiquiatra en el sanatorio, el médico
en el hospital, el patrón en la fábrica, el presidente en el gobierno: aunque,
la verdad, en este último caso sea que antes que él están hoy los empresarios,
los dueños de los medios, los esbirros del capital transnacional
estadounidense. La vida desnuda por excelencia del machismo en la sociedad
disciplinaria soberana es la familia monogámica disciplinaria.
El padre soberano de esta institución ejerce un papel de soberano disciplinario en su interior, sea en lo que dice respecto a la mujer/madre; o respecto a la formación de los hijos. Liberarse del cautiverio disciplinario de la patriarcal familia monogámica es en extremo importante primero que todo para las mujeres, aunque por sí sola no sea la resolución del problema del patriarcado, ni del machismo. Este, el patriarcado, como interfaz del poder soberano, también está esparcido en todas las instituciones disciplinarias. Existen siempre países-soberanos-machistas en la escuela —pronto en el sistema de enseñanza y en el conocimiento—, en el sanatorio, en la fábrica, pronto en el mercado de trabajo; en la cárcel, etc. Este existir nunca es definido por rostros específicos, sino por el propio Estado disciplinario soberano que administra el conjunto de las instituciones disciplinarias. Luchar contra el machismo al interior de la sociedad disciplinaria dependerá, en este sentido, de combatirlo, en su principio básico: la disciplina soberana. Esta se constituye como dispositivo omnipresente en las instituciones soberanas disciplinarias. Hay un tipo de disciplina soberana-patriarcal en cada espacio de la sociedad disciplinaria, pero poco anticipa “levantar/bajar la cabeza” dentro de estos espacios sin ir al núcleo del asunto, el Estado disciplinario soberano.
El padre soberano de esta institución ejerce un papel de soberano disciplinario en su interior, sea en lo que dice respecto a la mujer/madre; o respecto a la formación de los hijos. Liberarse del cautiverio disciplinario de la patriarcal familia monogámica es en extremo importante primero que todo para las mujeres, aunque por sí sola no sea la resolución del problema del patriarcado, ni del machismo. Este, el patriarcado, como interfaz del poder soberano, también está esparcido en todas las instituciones disciplinarias. Existen siempre países-soberanos-machistas en la escuela —pronto en el sistema de enseñanza y en el conocimiento—, en el sanatorio, en la fábrica, pronto en el mercado de trabajo; en la cárcel, etc. Este existir nunca es definido por rostros específicos, sino por el propio Estado disciplinario soberano que administra el conjunto de las instituciones disciplinarias. Luchar contra el machismo al interior de la sociedad disciplinaria dependerá, en este sentido, de combatirlo, en su principio básico: la disciplina soberana. Esta se constituye como dispositivo omnipresente en las instituciones soberanas disciplinarias. Hay un tipo de disciplina soberana-patriarcal en cada espacio de la sociedad disciplinaria, pero poco anticipa “levantar/bajar la cabeza” dentro de estos espacios sin ir al núcleo del asunto, el Estado disciplinario soberano.
El Estado disciplinario soberano tiene dos configuraciones básicas: el
Estado-Nación disciplinario soberano, investido del reto de transformar a todos
sus miembros en ciudadanos disciplinarios soberanos: pronto en principios del
patriarcado y del machismo, esa dos lacras socio-políticas, como vida desnuda
disciplinaria soberana; 2. El Estado soberano disciplinario mundial, bajo la
forma de imperialismo disciplinario soberano. Poco ayudará también combatir al
Estado disciplinario soberano, en el cual se vive como vida desnuda la
ciudadanía disciplinaria soberana, si esta lucha no tiene como objetivo primero
que todo las tecnologías de dominación del imperialismo mundial disciplinario
soberano. Este, como gestor del capitalismo mundial disciplinario soberano,
produce y reproduce el perfil disciplinario patriarcal, como vida desnuda. Sin
conocer este modelo de dominación mundial del imperialismo mundial soberano,
actuando en su propio Estado, el riesgo de volverse un juguete del imperialismo
mundial disciplinario soberano es muy grande.
La ideología del machismo en la sociedad disciplinaria
soberana viene, así, del imperialismo mundial soberano, coordinado, desde la II
Revolución Industrial —y desde la I— por los países de Europa central. De ahí
es posible decir que el epicentro del machismo, en este periodo, proviene del
imperialismo mundial disciplinario soberano europeo. El peor error para el
feminismo, al interior de este modelo social, deriva de la rostrificación del
machismo bajo el signo del padre disciplinario soberano, en el ámbito de la
vida desnuda más caricatural de este espacio: el padre, o hijo, desempleado
convertido en lumpen por el estado disciplinario soberano.
El lumpen disciplinario soberano que vagabundea por las calles disciplinarias y vuelve a casa “violando” a la esposa e infiernizando la vida de los hijos, es la caricatura de un modelo estatal disciplinario soberano coordinado por el imperialismo europeo soberano, epicentro de las ideologías del machismo mundial disciplinario soberano, como ideología administrada al interior de la división internacional del trabajo disciplinario soberano. Por más repetitivo que sea este lenguaje y por más estructural que parezca, es así que él se instala en el cotidiano, produciendo sus efectos a escala planetaria, los cuales no son semejantes en todos los lugares del mundo, porque los Estados periféricos disciplinarios soberanos son ellos mismos vidas desnudas de esta tecnología de dominación mundial, no siendo casual que tenderán a ser considerados como estados bárbaros, dictatoriales, aunque, hay que decirlo con todas las letras, jamás son el rostro del verdadero patriarcado disciplinario soberano.
El lumpen disciplinario soberano que vagabundea por las calles disciplinarias y vuelve a casa “violando” a la esposa e infiernizando la vida de los hijos, es la caricatura de un modelo estatal disciplinario soberano coordinado por el imperialismo europeo soberano, epicentro de las ideologías del machismo mundial disciplinario soberano, como ideología administrada al interior de la división internacional del trabajo disciplinario soberano. Por más repetitivo que sea este lenguaje y por más estructural que parezca, es así que él se instala en el cotidiano, produciendo sus efectos a escala planetaria, los cuales no son semejantes en todos los lugares del mundo, porque los Estados periféricos disciplinarios soberanos son ellos mismos vidas desnudas de esta tecnología de dominación mundial, no siendo casual que tenderán a ser considerados como estados bárbaros, dictatoriales, aunque, hay que decirlo con todas las letras, jamás son el rostro del verdadero patriarcado disciplinario soberano.
¿Habrá que hacer un croquis de ellos, a los que se pretende dominar
recurriendo a los métodos más criminales, por ejemplo, el mal llamado Golpe
Suave de Gene Sharp, dada la decisión unilateral de los USA y abUSA? Saber
identificar en la caricatura el efecto de su origen es fundamental para las
fuerzas revolucionarias del planeta y, en este caso, también, para las fuerzas
feministas, siendo el error más común de las mujeres —y no sólo— la denuncia,
con el dedo en ristre, de la caricatura, muchas veces a partir del sistema de
valores producido por la invisibilidad del imperialismo disciplinario soberano,
lo que por sí mismo constituye al mismo tiempo una farsa y una tragedia, que es
como siempre se produce/reproduce la historia.
La sociedad del control integrado.
La sociedad disciplinaria soberana ya no es el modelo dominante, hoy.
Infelizmente, la mayoría de las fuerzas de resistencia, incluso en el plano del
combate al machismo —pero también en el del combate al racismo, a la opresión
de clase y demás formas de violencia—aún no se actualizó teniendo en cuenta el
uso de prácticas de resistencia y alternativas que puedan interactuar
dialécticamente con las tecnologías de poder de la sociedad del control
integrado, apropiándose plenamente de estas para reprogramarlas en nuevas
bases.
Este es sin duda el mayor problema de las vidas desnudas de la Tierra, en
la actualidad. Mal conseguimos entender las formas de producción y reproducción
del patriarcado y del machismo —de la opresión de clase contra las vidas
desnudas— de la sociedad disciplinaria soberana, cuando emerge, entonces, la
sociedad del control integrado, causando mucha confusión entre los diversos
segmentos de la vida desnuda, violentándolas y manipulándolas a través de
tecnologías de dominación más eficaces, de alcance molecular y cosmológico. ¿Y
qué es la sociedad del control integrado?
Es un modelo social planetario dominante que, por medio de tecnologías de alcance cosmológico y molecular incorpora las técnicas de dominación producidas al interior de la sociedad disciplinaria para, dilatando y actualizando como nunca la estructura básica de la sociedad de la soberanía, afirmarse como fuerza patriarcal dominante del presente. Su advenimiento ritual, como forma típica de tortura de la sociedad de la soberanía, ahora de alcance mediático planetario, se dio con el lanzamiento de dos bombas atómicas en dos ciudades del Japón, Hiroshima y Nagasaki, en agosto 1945, cuando la II Guerra Mundial ya había acabado. Los medios de información (ya no de comunicación) se volvieron la verdadera plaza pública mundial de la sociedad del control integrado: la llamada Industria Cultural, que produce un sinnúmero de artefactos culturales, reeditando casi al infinito la sociedad de la soberanía, la era de la sociedad del control mundial.
Así, la destrucción integral de Hiroshima y Nagasaki fue un ritual de sacrificio, transmitiendo sin cesar por los medios de la sociedad del control integrado, para esbozar, en este contexto, su modelo de violencia patriarcal planetaria contra la vida desnuda mundial, anclada en las tecnologías atómicas y, al mismo tiempo, en las tecnologías satelitales cosmológicas. Las tecnologías moleculares son las de uso cotidiano, vinculadas a las Nuevas Tecnologías de Comunicación e Información (NTCI). Las cosmológicas, satélites, aviones no tripulados o drones, por ejemplo, están implicadas con las primeras por medio de un sistema mundial de interacción virtual estilo IN/OUT o feedback en el cual y por medio del cual los humanos se volvieron sus “obreros” confesionales puesto que, al accionarlo, por ejemplo, con el uso de las redes sociales, a través de una llamada telefónica, un e-mail, dicen al sistema quiénes son y cómo se comportan, portándose como si fuesen libres, pero ratificándose de hecho como vidas desnudas de este nuevo modelo de patriarcado mundial.
Es un modelo social planetario dominante que, por medio de tecnologías de alcance cosmológico y molecular incorpora las técnicas de dominación producidas al interior de la sociedad disciplinaria para, dilatando y actualizando como nunca la estructura básica de la sociedad de la soberanía, afirmarse como fuerza patriarcal dominante del presente. Su advenimiento ritual, como forma típica de tortura de la sociedad de la soberanía, ahora de alcance mediático planetario, se dio con el lanzamiento de dos bombas atómicas en dos ciudades del Japón, Hiroshima y Nagasaki, en agosto 1945, cuando la II Guerra Mundial ya había acabado. Los medios de información (ya no de comunicación) se volvieron la verdadera plaza pública mundial de la sociedad del control integrado: la llamada Industria Cultural, que produce un sinnúmero de artefactos culturales, reeditando casi al infinito la sociedad de la soberanía, la era de la sociedad del control mundial.
Así, la destrucción integral de Hiroshima y Nagasaki fue un ritual de sacrificio, transmitiendo sin cesar por los medios de la sociedad del control integrado, para esbozar, en este contexto, su modelo de violencia patriarcal planetaria contra la vida desnuda mundial, anclada en las tecnologías atómicas y, al mismo tiempo, en las tecnologías satelitales cosmológicas. Las tecnologías moleculares son las de uso cotidiano, vinculadas a las Nuevas Tecnologías de Comunicación e Información (NTCI). Las cosmológicas, satélites, aviones no tripulados o drones, por ejemplo, están implicadas con las primeras por medio de un sistema mundial de interacción virtual estilo IN/OUT o feedback en el cual y por medio del cual los humanos se volvieron sus “obreros” confesionales puesto que, al accionarlo, por ejemplo, con el uso de las redes sociales, a través de una llamada telefónica, un e-mail, dicen al sistema quiénes son y cómo se comportan, portándose como si fuesen libres, pero ratificándose de hecho como vidas desnudas de este nuevo modelo de patriarcado mundial.
Y, ¿en qué se distingue este modelo de control molecular/cosmológico del
disciplinario? Si el sistema disciplinario dilataba y multiplicaba, por tabla,
el rostro del soberano, institucionalmente, teniendo en cuenta la doxa, u
opinión, patriarcal del soberano en la figura del jefe, del patrón, del padre,
del médico, del profesor, del psiquiatra, el actual funciona como una especie
esdrújula de “democratización” de la sociedad de la soberanía, una vez que cada
individuo aislado puede constituirse, y efectivamente lo hace, como virtual soberano,
a decretar el estado de excepción en el poder que cree que detener sea escoger
o aceptar un amigo, sea al bloquear supuestos enemigos en una red social como,
por ejemplo, Facebook. Así, la palabra de orden de la sociedad del control
integrado es la subjetividad cosificada del individuo aislado y su efecto es el
soberano que decreta, como resultado de la fisura atómica, el estado de
excepción molecular planetario, al menos como ilusión óptica en el nuevo
arreglo/acuerdo soberano contemporáneo, porque, más allá del ilusionismo
virtual, este modelo tiene un gestor mundial: el imperialismo mundial de la
sociedad del control integrado, administrado por EE.UU en sustitución del
imperialismo disciplinario soberano europeo, vuelto rehén del modelo
estadounidense.
La disciplina del modelo del imperialismo europeo no pasa, hoy, de una
nueva forma de confesión antes de la oratoria de las NTCI bajo el
control-audición del “padre” imperialismo gringo, situación que pone, con las
debidas jerarquías de siempre, en similares condiciones tanto a los europeos
como a los demás habitantes del planeta Tierra, incluidos los confesables
ciudadanos estadounidenses, inscribiendo confesiones para todos los gustos, lo
que permite aquí un paréntesis. La confesión es un atributo de la vida desnuda,
desde la sociedad de la soberanía en cuanto tal. Al ser sacrificada en plaza
pública la vida desnuda nada más hacía, a pesar de sí misma, que confesar su
condición de vida matable, al mismo tiempo sagrada y profana; sagrada, porque
su matabilidad funcionaba y funciona como “la hostia consagrada” del poder
soberano; profana, porque sólo se vuelve sagrada si fuera objeto ritual de
tortura y profanación del y en el estado de excepción soberano. Si el soberano
es el origen del patriarcado y del machismo, esas dos lacras socio-políticas,
la sociedad del control integrado los amplía a escala atómica produciendo el
efecto virtual-tecnológico de la ilusión (cada subjetividad, un soberano) que
transforma cada persona en un potencial machista de la sociedad del control
integrado: o en un potencial racista, y así en adelante, independiente de su
género y de su etnia y de su clase, como vida desnuda.
La ideología del machismo dentro de la sociedad del control integrado
reside en la creencia misma de que se es libre en su interior sin combatirla a
partir incluso de su interior. Así como la sociedad disciplinaria dictaba el
perfil del soberano, multiplicándolo en la dinámica de la disciplina
institucional machista, la sociedad del control integrado produce al machista
del control, que eleva a escala de la fisura atómica al patriarcado, para más
allá de la rostrificación de la sociedad disciplinaria soberana. Esto significa
que el sistema confesional actual tiende a identificar como machistas los
rostros de la caricatura del machismo producido al interior de la sociedad
disciplinaria soberana: el refugio lumpen del desempleado como vida desnuda de
este modelo gerenciado por el imperialismo disciplinario europeo.
Este es el peor error que el feminismo puede cometer, en la actualidad:
identificar la caricatura del machismo de la sociedad disciplinaria soberana
como el rostro a ser denunciado, con el dedo en ristre. Esta situación nos
señala como doblemente anacrónicos, porque el verdadero origen del machismo
actual es la creencia de que somos libres usando las NTCI sin resistir ni
producir alternativas para eliminar de la faz de la Tierra al poder soberano,
ahora atomizado, radiactivamente. El machismo contemporáneo es el mediador
IN/OUT de la sociedad del control integrado, siempre y cuando no esté
claramente dispuesto a ser su cortocircuito.
Conclusión
sobre una lucha (desigual), el feminismo.
El capitalismo es una violación general contra más de 2/3 de las mujeres.
¿Cómo se puede ser feminista sin luchar contra el fin de las relaciones
burguesas de la prostitución? (1) La TV Globo es puro artificio. Usa el caso de
un actor de su veta para estimular el feminismo burgués, mientras el capital
viola a más de 2/3 de las mujeres, intensificando su voracidad en el golpe. Y
el discurso hipócrita prosigue: “Abusó de una, abusó de todas”. Mentira,
mentira, mentira. ¿Sabe cómo vive la empleada de su casa? ¿Ya fue a una zona de
la periferia? ¿Ya se indignó con los gringos que prostituyen a las mujeres
brasileñas, colombianas y mexicanas? ¿Es una mujer miserable si no se deja
abusar de usted? ¿No es estupro? ¿La pobreza femenina afecta a la mayoría
absoluta por lo menos? ¿Esto no va con usted? Están desviándote de la lucha de
clases.
Este desvío es la violación permanente contra las mujeres del mundo. En
pleno golpe dentro del golpe, lo que es igual a estupro dentro del estupro, la
ficción de folletín nos es arrojada a la cara, como un pene de un violador, para que no veamos
el río rojo de sangre de los verdaderos dueños del golpe: ¡¡¡plim, plim,
plim!!!
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(De Rosa Luxemburg Aleksandra Kollontái Friedrich
Engels Michel Foucault Iara Iavelberg y Lucas Musar para la Arqueología del
futuro)
Notas: (1)
Notas: (1)
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