América Latina, en la segunda década del siglo XXI, políticamente
una nueva mirada sobre su rumbo Político.- La clase media bien posesionada,
desde los tiempos del crecimiento macro-económico, sumado a la clase media emergente,
producto del ciclo del propio de los
buenos precios de los Commodities en el
mercado mundial, así como los grandes beneficios que internamente, generó
el "viejo" proceso del extractivismo
exportador de materias primas, mientras los primeros siempre estuvieron presente
de los “beneficios” del Estado, los
segundos que por lo general salieron de
la pobreza producto del éxito de las Políticas
sociales, pero que años después fueron marginados, cuando exigían ahora
otros Derechos,
como Educación, Salud, Trabajo, Vivienda, Cultura, Medio Ambiente, etc,
fueron “abandonados” por los gobiernos de
Izquierda - su dirigencia ya ganada y captada por la corrupción - pero a su vez, estos sectores medios,
ganados por la “simpatía” y el cúmulo de ofrecimientos sociales que
presentaba la Derecha político empresarial, ya en el centro de un escenario en crisis, como
consecuencia a la baja significativa de los precios de los Commodities; hoy ambos
sectores sociales apartados - o que simplemente no viven de las políticas
sociales - son en definitiva los que hoy dieron y aseguraron el triunfo a Macri en Argentina.
Obviamente, con una simple
mirada, vemos que la tendencia es hacia
América latina - por eso
se preguntan cómo es que gana las elecciones
un gobierno que destruye totalmente las políticas sociales y otros derechos
conseguidos por el Pueblo en los tiempos de los gobiernos de izquierda democrática
- y conducen el proceso hacia un nuevo
ciclo de la derecha político-empresarial en América Latina. Urgente, es válido,
necesario y de primer nivel, asumir la
crítica y la autocrítica, no sólo para reconocer grandes errores políticos - como la corrupción, no tocar en lo mínimo
al "viejo" Estado,
no concentrar políticamente la Nueva
Organización con capacidad de dirigir y conducir el proceso hacia nuevos
cambios y transformaciones sociales y políticas, sino que también ayude a trazar una nueva mirada sobre tareas, organización, movilización y
programas de gobierno con relación a los movimientos populares en América latina. Urgente debe haber capacidad de reconocer la
derrota política electoral, con la finalidad de trabajar estratégicamente
desde el Poder Popular, la Nueva Sociedad
Civil, donde la Ciudadanía, construyendo los Nuevos Actores Sociales, tengan la
capacidad política de asumir nuevos retos y responsabilidades políticas, en un
escenario continental - donde hoy las contradicciones de clase se
orientan hacia otros contextos -. Por el mismo hecho que se van
forjando Nuevos Actores Sociales y
por lo tanto las responsabilidades Políticas son distintas y Superiores a las
de la etapa actual, porque el enemigo de
clase también “afinó” modernizó su permanencia en el Poder y el Estado lo
sigue manejando de acuerdo a sus intereses y los intereses del “dios mercado”. Se forjarán realmente
nuevos procesos y distintos caminos políticos para salir del “mundo” de
neoliberalismo que
hoy se hunde en su peor crisis, pero las alternativas políticas son muy pobres
o simplemente NO existen.
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Las "antiguas" y nuevas clases medias le dieron el triunfo en las elecciones."Clases Sociales" totalmente apartadas de las "políticas sociales", pero participan de los grandes beneficios del nuevo gobierno y del Estado. Su tendencia es hacia América latina, ante la crisis de la Izquierda Democrática y su falta o ausencia - hasta hoy- de no entrar en un proceso de Crítica y Autocrítica para reconocer los errores, superarlos y al mismo tiempo planficar estrategias diferentes y superiores en un continente, cuyo escenario de escnarios es el de las clases y la lucha de clases con otros Actores Sociales y con "nuevos y diferentss" Programas de Gobierno.
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AMÉRICA LATINA: DEL FIN DE CICLO A LA
CONSOLIDACIÓN DE LAS DERECHAS.
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Raúl Zibechi.
La Jornada sábado 28 de octubre del 2017.
Los ciclos políticos no son
caprichosos. Vivimos un periodo de crecimiento de las derechas, en particular
en Sudamérica. El ciclo progresista terminó aunque sigan existiendo gobiernos
de ese color, pero ya no podrán desarrollar las políticas que caracterizaron
sus primeros años porque se impone una inflexión conservadora, aunque los
discursos puedan decir algo diferente.
Un buen ejemplo de esa ironía puede ser Ecuador: un
gobierno de Alianza País que realiza un ajuste conservador. Salvo que se opte
por la peregrina tesis de la traición, Lenin Moreno muestra que aún los
progresistas deben dar un giro a la derecha para poder seguir gobernando.
Digamos que los ciclos son estructurales y los
gobiernos coyunturales. El ciclo progresista se caracterizó por elevados
precios de las exportaciones de commodities en un clima
general de crecimiento económico, un fuerte protagonismo popular y presiones
por mayor justicia social. Los tres aspectos se debilitaron desde la crisis de
2008. Ahora sufrimos una fuerte ofensiva derechista en todos los terrenos.
A pesar de los malos resultados económicos y de una
elevada conflictividad social, en la que destaca la desaparición forzada de
Santiago Maldonado, el gobierno de Mauricio Macri consiguió una contundente
victoria en las recientes elecciones argentinas. El macrismo no es un
paréntesis, consiguió una cierta hegemonía que se asienta en los cambios
económicos de la última década, en el desgaste del progresismo y la debilidad
creciente de los movimientos.
La primera cuestión a tener en cuenta es que el
modelo extractivo (sojero-minero) ha transformado las sociedades. La edición
argentina de Le Monde Diplomatique de septiembre contiene dos
interesantes análisis de José Natanson y Claudio Scaletta, que desbrozan los
cambios productivos del complejo de la soya y sus repercusiones sociales.
El primero sostiene que el mapa de la soya
coincide casi matemáticamente con los territorios en que gana Macri.
Destaca que el campo se articula cada vez más con las finanzas, la industria y
los grandes medios, y que los terratenientes y los peones, que fueron los
protagonistas del periodo oligárquico, conviven ahora con técnicos,
arrendatarios, agrónomos, veterinarios, mecánicos de maquinaria agrícola y
pilotos fumigadores, entre otros.
La tecnología es incluso más importante que la
propiedad de la tierra que los “ pools de siembra” alquilan,
mientras los cultivadores conectados al mundo globalizado están pendientes de
los precios de la bolsa de Chicago, donde se cotizan los cereales.
El segundo sostiene que estamos ante una
complejización de las clases medias rurales y la emergencia de nuevas clases
medias ruro-urbanas. En consecuencia, el conflicto con el campo que
sostuvo el gobierno kirchnerista en 2008 no fue la clásica contradicción
oligarquía-pueblo.
A partir de ese momento, se hizo visible un
conglomerado de actores más complejo y con una base social mucho más extensa,
que rechaza las políticas sociales porque sienten la pobreza urbana como una
realidad muy lejana. Ese bloque social es el que llevó a Macri al gobierno y el
que lo sostiene.
La sociedad extractiva genera valores y relaciones
sociales conservadoras, así como la sociedad industrial generaba una potente
clase obrera y valores de comunidad y solidaridad. En las grandes fábricas,
miles de obreros se convirtieron en clase al organizarse para resistir a los
patrones.
Por el contrario, el extractivismo no genera
sujetos internos, o sea dentro del entramado productivo, porque es un
modelo financiero especulativo. Las resistencias son siempre externas, en
general las protagonizan los afectados.
La segunda cuestión es el desgaste del progresismo
luego de una década larga de gobierno. Aquí aparecen dos elementos. Uno, el
desgaste interno natural o por la corrupción y la mala gestión, y combinaciones
de ambos. Dos, porque el propio modelo despolitiza y desorganiza a la sociedad
que sólo se articula por medio del consumo. Ahí es donde muerden las derechas.
El consumismo es la otra cara de la sociedad
extractiva. Una sociedad que no genera sujetos, ni identidades fuertes, con
valores vinculados al trabajo digno, o sea productivo, sino
apenas valores mercantiles e individualistas, no está en condiciones
de potenciar proyectos de largo aliento para la transformación social.
La tercera cuestión que explica el auge de las derechas
es la debilidad del campo popular, que afecta desde los movimientos hasta la
cultura del trabajo y de las izquierdas. La sociedad extractiva crean las
condiciones materiales y espirituales de esta anemia de organización y luchas.
Pero hay más.
Las políticas sociales del progresismo, sobre todo
la inclusión mediante el consumo, multiplicaron los efectos depredadores del
modelo en cuanto a desorganización y despolitización. En el shopping desaparecen
las contradicciones de clase, incluso las étnicas y de género, porque en
esos no lugares (Marc Augé) el entorno desaparece a la humanidad de
las personas.
Pero los movimientos también son responsables por
las opciones que tomaron. En vez de construir mirando el largo plazo,
preparándose para el inevitable colapso sistémico, tomaron el atajo electoral
que los llevó a construir alianzas imposibles con resultados patéticos. Algunos
movimientos argentinos, que optaron por aliarse con la derecha justicialista,
podrían hacer balance sobre los resultados desastrosos que obtuvieron, y no me
refiero a la magra cosecha de votos.
Por último, debemos pensar las enseñanzas que nos
deja el ascenso de las derechas y la crisis de los movimientos. La sociedad
extractiva de cuarta guerra mundial, no puede ser resistida con la misma lógica
de la lucha obrera en la sociedad industrial. No existe una clase para ser
dirigida. Los sujetos colectivos deben ser construidos y sostenidos todos los
días. Las
organizaciones deben ser sólidas, cinceladas para el largo plazo y resistentes
a los atajos institucionales.
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