Informe de la Organización Meteorológica Mundial.- Récord de calor en 2016 por el cambio
climático.- Este año se estima que la temperatura mundial
aumentará 1,2 º C por encima de 2015. En Kuwait llegó a los 54 grados. Además, el
aumento del nivel del mar expone a la humanidad a huracanes e inundaciones. Es
probable que 2016 sea el año más cálido del que se tenga registro, según un
informe de la Organización Meteorológica
Mundial (OMM). Los datos preliminares indican que el aumento de la
temperatura de 2016 será de aproximadamente 1,2 °C por encima del año pasado. Con esto, aumentan los
riesgos de que se produzcan fenómenos naturales, como huracanes e inundaciones,
que afectan a la población que vive en las zonas más linderas al mar. Se vieron
afectadas más de 60 millones de personas en todo el mundo, sobre todo en países
pobres.
Las
concentraciones de los gases de efecto invernadero en la atmósfera “aumentan y
alcanzarán niveles sin precedentes”. Las temperaturas llegaron a
su máximo nivel a principios de año. Desde enero a septiembre, se registró un
aumento de 0, 88 grados centígrados y los hielos marinos del Ártico se
siguieron derritiendo durante ese período. “Debido al cambio climático, ha aumentado la
incidencia y los efectos de los fenómenos extremos. Las inundaciones y las olas de calor que
solo sucedían una vez en una generación son cada vez más frecuentes”,
señaló Petter Talaas, secretario
general de la OMM. El aumento del nivel del mar también aumentó el número
de tormentas peligrosas y desastres naturales.
El
documento cita fenómenos concretos registrados en 2016, como el huracán Matthew
que destrozó Haití, las inundaciones del Yangtzé en China o el
incendio que asoló en mayo Fort
MacMurray en Alberta (Canadá), además de la corriente El Niño, particularmente
virulenta en este periodo 2015-16. Entre los picos de calor nunca alcanzados
hasta esa fecha, el informe cita los de Pretoria, Sudáfrica (42,7 grados),
Tailandia (44,6), Phalodi, India (51 grados), Basora, Irak (53,9 grados) o
Mitribah, Kuwait (54 grados).
Los
desastres naturales provocados por el aumento del nivel del mar generan más
migraciones, porque grandes
masas de la población que vive en los litorales marítimos se refugia en zonas
más seguras. También está en jaque la seguridad alimentaria mundial porque
perjudican la agricultura. La OMM
publicó el informe previsional de 2016 para presentarla en la 22º
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático que se celebra en
Marruecos desde el lunes pasado. La Cumbre reúne a 190 naciones y es la primera desde que se
firmó el Acuerdo de París para mitigar los efectos del cambio climático.
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“EL CAMBIO CLIMÁTICO ES EL
SÍNTOMA, PERO LA
ENFERMEDAD ES EL CAPITALISMO”.
Entrevista al Filósofo y
Ecologista Jorge Riechmann.
*****-
Gorka Castillo.
CTXT.
Lunes 2 de octubre del 2017.
Profesor de Filosofía
moral en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor, poeta, ensayista y
miembro de Ecologistas en Acción, Jorge Riechmann (Madrid, 1962) desgrana un
buen puñado de reflexiones incómodas sobre un modelo de vida que dirige a la
humanidad hacia el despeñadero. En su libro Autoconstrucción cataloga
el siglo XXI como “la era de la gran prueba” porque, según dice, “somos la
primera generación que entiende perfectamente lo que está pasando con el clima
y posiblemente seremos la última que pueda evitar la catástrofe hacia la que
nos dirigimos”. Lo suelta a bocajarro, como un puñetazo entre los ojos.
Consciente de que el pesimismo en estos tiempos de oscuridad tiene cada vez
menos adeptos, Riechmann censura sin ambages la mercadotecnia del “buenismo” de
la que hace gala el sistema convocando grandes cumbres climáticas en las que a
muchos se les llena la boca con compromisos medioambientales y “energías
verdes” pero luego estigmatizan a los movimientos ecologistas como ingenuos
apestados. La realidad que dibuja es desoladora. Todo está en contra del
planeta pero, frente a eso, no cabe la resignación. “Aún podemos actuar contra
este modelo de producción salvaje porque no está sujeto a ninguna ley física,
como lo está la naturaleza, que impida cambiarlo”. Es el mínimo espacio que
este investigador apasionado deja abierto a la esperanza.
¿Tiene
solución el planeta?
Pienso
que sí. Lo que no tiene sentido es intentar salvarlo interviniendo sobre el
consumo y dejando intacta la voraz cultura productiva. Ambas variables caminan
de la mano aunque no valga sólo con esto. Por nuestro comportamiento depredador
con los recursos naturales y la biosfera habría que hablar también del
extractivismo y, a mi modo de ver, también del exterminismo, una noción acuñada
por el historiador británico E. P. Thompson para explicar la estructura del
mundo a finales del siglo pasado, cuando las dos superpotencias nucleares
enfrentadas amenazaban con aniquilar cualquier rastro de vida en el planeta.
La
medida referencial del éxito de un sistema es el PIB. Si crece significa que
las cosas van bien y hay esperanza de una vida mejor.
Es
la locura típica de una cultura denegadora como la nuestra. Digo denegar porque
va más allá de ignorar lo que pasa y es no ver lo que tenemos delante de los
ojos. Significa que no nos hacemos cargo de las consecuencias de seguir
chocando contra los límites biofísicos de manera violenta. Nos hacen creer que
vivimos en una especie de Tierra plana en la que podemos avanzar de manera
infinita porque los recursos naturales son inagotables y la capacidad de
absorción de la contaminación es ilimitada. Esto es una fantasía porque las
leyes de la naturaleza, de la física, de la dinámica de los seres vivos nunca
podremos cambiarlas, por grandes que sean nuestras ilusiones al respecto.
Pero
las grandes cumbres climáticas aseguran haber empezado medidas drásticas para
evitar el apocalipsis. ¿Qué credibilidad concede a sus decisiones?
El
calentamiento global, siendo una realidad devastadora, es sólo la manifestación
de otras dinámicas que deberíamos atajar si queremos evitar el apocalipsis
climático hacia el que nos dirigimos. Nuestro principal problema ambiental es
la extralimitación ecológica, el choque de las sociedades industriales contra
los límites biofísicos de la Tierra. Si utilizamos la herramienta de la huella
ecológica como indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana
podemos observar que, en la actualidad, consumimos los recursos inexistentes de
1,5 planetas Tierra. Y eso a pesar de las carencias y desigualdades que asolan
a buena parte de la humanidad. Dicho de una forma más didáctica: si quisiéramos
generalizar al resto del mundo el modo de vida de los españoles necesitaríamos
tener 3 planetas como la Tierra a nuestra entera disposición. Y si quisiéramos
generalizar el de EEUU, que muchas veces ponemos como ejemplo de éxito,
necesitaríamos 6. Es una locura que emana de esa construcción económica de
tierra plana de la que hablaba antes.
Entonces,
¿qué empuja al mundo a seguir enalteciendo el crecimiento económico pese a
saber que conduce a la destrucción?
El
capitalismo, cuya dinámica es autoexpansiva y deniega cualquier salida
alternativa. Para hacer frente al cambio climático deberíamos cuestionarnos
antes los resortes básicos del capitalismo, algo que parece prohibido. Por eso
digo que las cumbres mundiales sobre el calentamiento global no son realmente efectivas
sino más bien ejercicios de diplomacia teatral.
¿No
sirven para nada?
Confunden
a la opinión pública. La prueba es que los grandes expertos en el cambio
climático como James Hansen, a quien podríamos considerar el climatólogo jefe
del planeta, calificó de farsa la cumbre celebrada en París. Se intenta poner
un límite a las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero pero
los límites son absolutamente incompatibles con el sistema productivista
actual. Aunque el síntoma sea el calentamiento climático, la enfermedad se
llama capitalismo.
¿Por
qué el movimiento ecologista, cuya expresión política llegó a gobernar en
países como Alemania, es descalificado hoy por muchos gobiernos?
Ojalá
fuéramos descalificados un poco más porque así seríamos mucho más fuertes y
activos. La realidad es que las descalificaciones son un indicio de una
situación paradójica: aunque la percepción generalizada es que el mundo se ha
comprometido en la lucha contra el cambio climático, eso no es así. Sabemos que
desde los años 60 y 70 había evidencias sobre cuál era la dinámica del sistema
y los límites del crecimiento pero los mismos a los que hoy se les llena la
boca con la lucha contra el cambio climático decidieron poner en marcha toda
una campaña global para impedir que se tomaran las decisiones correctas.
Bastaría con leer un libro de Sicco Mansholt, un socialdemócrata holandés que
era presidente de la CEE cuando en los años 1972 y 1973 se produjo el primer
choque petrolero mundial, en el que aboga por un cambio radical en las
estructuras de producción y consumo que hoy serían catalogadas como radicales y
peligrosas.
¿Cuándo
se quiebra ese proceso de sensibilización medioambiental?
En
los años 80, con la fase neoliberal del capitalismo. Desde entonces, el
retroceso ha sido constante pese al aumento de lo que algún experto
denomina sosteni-blabla, es decir, mucho discurso, mucha cháchara,
mucha propaganda y mucha estrategia de comunicación sobre energía verde. Pero
la realidad vuelve a ser demoledora: la acción brilla por su ausencia y los
planteamientos de fondo, incluso aquellos realizados por gente del establishment como
Sicco Mansholt, son estigmatizados por rechazar el dogma del crecimiento
infinito.
¿Estamos
a tiempo de frenar el cambio climático?
Hemos
llegado a un punto tal que lo que hace 30 años hubieran sido estrategias de
cambio gradual ahora ya no están a nuestro alcance. Para hacer frente al
calentamiento global necesitamos salir a toda prisa del capitalismo salvaje en
el que hoy nos movemos.
¿Cree
que el mundo está dispuesto a renunciar a esos principios económicos pese a
conocer los riesgos?
Los
cálculos teóricos realizados por investigadores canadienses sobre las opciones
que resultarían de respetar los límites biofísicos de la Tierra indican que,
por ejemplo, el parque móvil de un país como España, que tiene 15 millones de
coches, debería ser de unos 180.000 vehículos con motor de combustión. Pero
claro, eso es inaceptable en términos industriales. El caso es que, si no se
acepta esta realidad, no hay lucha alguna contra el cambio climático.
¿Quiere
decir que la humanidad está condenada si no renuncia al modo de vida
capitalista?
Ya
decía antes que las leyes de la naturaleza existen y son las que son. No
podemos cambiarlas pese a la ilusión que albergamos de que una especie de
tecnociencia omnipotente conseguirá derrotarlas. Donde podemos actuar, en
cambio, es contra la organización de nuestro modelo de vida que no está sujeto
a ninguna ley física.
¿Qué
impide cambiarlo?
Que
no nos creemos lo que sabemos. Si fuéramos capaces de hacerlo, tomaríamos
decisiones racionales para cambiar un modelo que nos lleva a la destrucción.
Para que esto se produzca nos haría falta un enorme ejercicio de reforma
intelectual y moral. El problema es que nuestras sociedades están organizadas
contra eso. Fatídicamente, el neoliberalismo se impuso con sus ideas aberrantes
de que todo depende de los gustos y preferencias individuales, y que igualdad y
libertad son dos principios contrapuestos, cuando una mínima reflexión indica que
es una falacia. Necesitamos bienestar humano pero necesitamos que sea
compatible con los límites biofísicos del planeta. Somos la primera generación
de la historia que entiende perfectamente lo que está pasando y posiblemente
seremos la última que pueda evitar la catástrofe hacia la que nos dirigimos.
@GORKACASTILLO
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