AMÉRICA
LATINA, las Reformas laborales conseguidas en los últimos tiempos por los trabajadores
organizados, representados por sus SINDICATOS, hoy están en serio peligro de ser
evaporados, desmantelados, liquidados por el retorno de los gobiernos
de la derecha político-empresarial neoliberal - estamos viendo en vivo y en
directo, como son borrados de un plumazo, las reivindicaciones conquistadas por
los trabajadores y como se está precarizando
el trabajo, derechos y reivindicaciones que no fueron
reforzados, consolidados por POLÍTICAS DE ESTADO, situación real y objetiva que se
dejó - la mesa con mantel bien puesto - sin protección, - sabiendo que en el
misma habitación merodeaba una “banda de
asaltantes”, negociantes, aventureros y oportunistas que utilizan la Política que sus mezquinos intereses de
clase, antes de tener una mirada nacional en relación, no a destruir los
derechos de los trabajadores - sino a reforzarlos - con el objetivo de entrar
en un proceso de alta COMPETITIVIDAD, contando con una base de
trabajadores con sus derechos sociales vigentes - asumir acciones de CAPACITACIÓN
- pero esta propuesta jamás la asumirían las clases dominantes - por su
clásica conducta de negociar con el propio
Estado, nuevos y variados métodos de “esclavización
laboral”, es decir, cortando, liquidando los derechos de los trabajadores - la recuperación,
la salida a la gran-crisis que ellos mismos son los responsables,
consideran que deben estar por las acciones de precarizar
las condiciones sociales de los trabajadores.
Uno de los mejores resultados - vigentes en toda su extensión salvaje e inhumana - de la globalización neoliberal - hoy en "crisis final" - es tener en su propia estructura sistémica más de mil millones de "NUEVOS ESCLAVOS ASALARIADOS DEL SIGLO XXI", la JUVENTUD, producto de un modelo mundializado de la Deslocalización Empresarial, trabajadores a quienes se les niega en forma absoluta desde el Estado y las mega empresas transnacionales del capital corporativo global, todos los Derechos Sociales - laborales - . Un mundo negro y esclavizado de generaciones de Jóvenes en condiciones de absoluta PRECARIZACIÓN DEL TRABAJO.
***
Obviamente,
conocemos que en el epicentro de un escenario mundial propio de la gran-crisis
del 2008 y sus consecuencias económico-sociales y políticas - que básicamente son recargadas, destruidas -cuando existen derechos sociales de los Nuevos trabajadores - la JUVENTUD a nivel global está siendo sometida a fornas esclavistas de explotación salarial - trabajo totalmente PRECARIZADO . y a pesar de los años de vigencia del modelo de DESLOCALIZACIÓN EMPRESARIAL y la propia POLI-CRISIS DEL SISTEMNA, aún no se ha encontrado
un camino, una alternativa para salir del inmenso atolladero neoliberal. Los
gobiernos neoliberales de América latina - Brasil, Argentina, Perú, México,
Colombia, Chile, etc. - consideran dentro de sus Políticas de Gobierno y
los intereses de clase que representan, que
son los derechos sociales - para comenzar - de los trabajadores, los que
tienen que ser Reajustados - una REFORMA - que limpie, que liquide para
siempre aquellos derechos alcanzados en una etapa donde el “Populismo
izquierdista” - como manifiestan los “teóricos y
Opinologos” de la Derecha política
latinoamericana - son precisamente hechos y acontecimientos que no generan
confianza en el empresariado - según ellos - para ser altamente COMPETITIVOS - en un mundo propio de la globalización
neoliberal - que hoy se encuentra en crisis y con serias consecuencias estructurales
- crisis producto de sus propias armas y mecanismos - que utilizó contra el
sistema mundo vigente - la crisis estructural
del “viejo” capitalismo industrial - hoy se revierte en su contra como
virus incrustado que lo está destruyendo - pero sin embargo, se dan tiempo
-para seguir atacando y destruyendo - si aún queda lago - de los derechos sociales y laborales de los trabajadores.
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¿DE QUÉ VAN LAS REFORMAS
LABORALES?.
Menos y peor empleo.
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Luis
Salas Rodríguez.
CELAG.
Lunes
23 de octubre del 2017.
En respuesta a una
solicitud de la principales centrales
sindicales de Brasil, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA
(Organización de Estados Americanos), convocó para el 23 de octubre próximo
en Montevideo, Uruguay, una
audiencia pública sobre la reforma laboral promovida por el gobierno de facto de Michel Temer y
aprobada por el congreso brasileño a mediados de este año.
Por más que la OEA sea una
instancia desacreditada a la hora de tratar conflictos regionales, y
por más que quepa depositar pocas esperanzas en su accionar dada su complicidad tanto con el golpe de estado
brasileño como con los factores de poder económico que lo impulsaron -que
son los mismos que están tras esta reforma-, no se puede pasar por alto la
importancia de esta convocatoria. No solo por lo que, en estricto sentido,
concierne a los trabajadores y trabajadoras de Brasil; sino también porque
dicha reforma afecta a los trabajadores y trabajadoras del resto de los países
de la región.
Considérese
el siguiente dato: según la OIT
(Organización Internacional del Trabajo), durante 2016, unos 132 países
enfrentaron “presiones/discursos de necesidad de ajuste fiscal” y 105
realizaron, en consecuencia, reformas laborales y a sus sistemas de pensiones.
En todos estos casos los perjudicados fueron los trabajadores y trabajadoras,
quienes salieron de dichas “reformas” con menos derechos, estabilidad e
ingresos.
Una
de las más recientes y sonadas fue la promovida en septiembre pasado por el presidente francés Emmanuel Macron, en
medio de violentas protestas de los sindicatos que sacudieron París. Sin
embargo, desde España hasta Puerto Rico,
pasando por Colombia, México o Grecia, con mayor o menor intensidad, bien
por la vía de hecho o bien la de derecho, la misma ofensiva contra los
trabajadores se ha venido imponiendo en los últimos años.
En
lo que tiene de fundamental, esta oleada
de precarización laboral es la consecuencia a largo plazo de la
consolidación de un diseño institucional global que ya avanza hacia su cuarta
década, basado en impulsar la competitividad y la productividad de las
economías y las empresas, no mediante la promoción de la innovación tecnológica,
el combate contra los monopolios o las malas prácticas corporativas, sino
poniendo a competir a los trabajadores entre ellos a ver quién gana menos o
queda más precarizado.
Esto
lo explicó muy bien en una nota de 2015
para CELAG el economista argentino Guillermo Oglietti:
el diseño institucional de la llamada “globalización” desencadenó una
competencia salarial desleal de carácter internacional. Con el modelo de
economías más cerradas de la postguerra, tanto los trabajadores como las
agencias reguladoras (ministerios del trabajo, etc.) tenían mayor capacidad
para establecer los salarios en niveles compatibles con el interés común y la
voluntad democrática. Incluso, si no había sindicatos, los trabajadores
influían sobre las decisiones políticas a través del voto. Y así fue como los
pueblos con frecuencia consiguieron que las agencias reguladoras representasen
los intereses de los trabajadores.
Pero este diseño fue
herido de muerte por la globalización neoliberal.
El nuevo sistema permitió que las empresas de desplacen por el globo buscando
reducir sus costos, en especial los laborales. Y lo consiguieron plenamente
porque ni el poder sindical ni la
capacidad regulatoria del Estado, pudieron globalizarse de la misma forma.
Así
las cosas, como es sabido, bajo este esquema
las empresas y capitales están hoy habilitados para moverse a lo largo y
ancho del mundo buscando abastecerse de las materias primas e insumos más
baratos, de suerte que si un país cuenta con una legislación o
institucionalidad proteccionista en materia laboral, el sistema crea el
incentivo para la competencia salarial desleal. En consecuencia, el gobierno de
dicho país tanto como sus trabajadores, quedan
expuestos al chantaje de los célebres “inversionistas” (tanto locales como
extranjeros), quienes obligan a los primeros a precarizar a los segundos, y su
vez, a los segundos a aceptar pasivamente la precarización, so pena de quedarse
sin empleos y sin nada cuando los capitales en cuestión se marchen a otros país
que sí lo hizo o se nieguen a venir al suyo hasta tanto la reformas no se
hagan.
La competencia salarial
desleal es análoga, en este sentido, a lo que ocurre con las
devaluaciones y las llamadas guerras monetarias, a través de las cuales bajo la
misma excusa de aumentar la
competitividad, se fuerza a la baja el peso de los salarios en la
distribución de ingreso y los costos corporativos. En la medida en que un país
lo hace –es decir, devalúa- el resto se ve presionado a hacer lo mismo para
seguir siendo “competitivo”, desencadenándose un espiral devaluacionista cuyos
platos rotos pagan los ciudadanos de dichos países.
Así
las cosas, en el momento mismo en que el congreso
brasileño aprueba el proyecto precarizador de Temer, no solo establece un
cúmulo de derechos y garantías que los trabajadores y trabajadoras de Brasil deben perder para “seguir siendo
competitivos”, sino además un nuevo rasero mediante el cual tanto ellos como
sus pares regionales y del mundo serán medidos. Es decir, si el costo que han
tenido que pagar los trabajadores y las trabajadoras brasileñas para seguir
siendo atractivos a la explotación de los empresarios –que es lo que en el
fondo significa “ser competitivos- es perder el derecho a la sindicalización,
tener que trabajar jornadas de 12 horas, desproteger el embarazo y la
lactancia, etc., entonces los trabajadores de los países vecinos deben
sacrificar más derechos aún.
En
los tiempos que corren, tras el derrape
financiero de 2008 y la consiguiente paralización del comercio global
causante de una fuerte restricción externa para nuestras economías periféricas,
la fórmula encontrada para “reanimar” los mercados es explotar a los
trabajadores al máximo, apoyándose para ello en lo ya consolidado tras la
globalización neoliberal de principios de los 80. Lo paradójico de este asunto es que esta fórmula es exactamente
la misma que trajo a la economía global a la situación en que se encuentra.
Tras la primera oleada neoliberal a comienzos de los 80, hubo que recurrir al endeudamiento privado como mecanismo para
no deprimir el consumo, que es la consecuencia lógica de la depresión salarial.
Este modelo se hizo insostenible en 2008,
cuando estalló de la burbuja de las hipotecas. Ahora, para esta segunda gran
oleada, se desea avanzar sobre lo que dejo la primera y lo que se pudo reconstruir
durante la Década Ganada. Ya el gobierno
peruano anunció que reformará su legislación laboral para no rezagarse Mauricio
Macri con respecto a la brasileña.
Lo
propio anunció Mauricio Macri en Argentina, también lo exigen los empresarios en Uruguay e
inclusive en Venezuela, así como es esperable que sea el corazón del menú de
condiciones planteadas por el FMI (Fondo
Monetario Internacional) al gobierno ecuatoriano tras su reunión pautada
para noviembre próximo. En determinado
momento, todos los países de la región estarán compitiendo entre sí para ver quién remata mejor a sus
trabajadores y trabajadoras ante el altar del neoliberalismo recargado del
siglo XXI, tan solo para descubrir tempranamente que eso del ajuste expansivo es
una quimera ortodoxa con resultados desastrosos en la vida real.
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Luis Salas
Rodríguez, @salasrluis76, investigador CELAG.
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