ERIC HOBSBAWM (1917-2012). EL HOMBRE QUE MÁS AYUDÓ A ENTENDER EL SIGLO
XX. A los 95 años, murió ayer el historiador ERIC
HOBSBAWM. Puede hablarse de la muerte del “último
marxista”, el hombre que mejor escribió sobre la historia del siglo XX,
justo en momentos en que Europa arde y reclama replanteos urgentes. “Los historiadores somos la primera línea
de defensa contra el avance de mitos peligrosos”, dijo.
La
pasión de Eric Hobsbawm no se ha extinguido con su muerte, ayer a los 95 años. La radicalidad de su lengua, el eco y las hebras
de su pensamiento parecen eyectarse con una fuerza inaudita hacia el mañana. Si
el optimismo no se empaña, si no cunde ese escepticismo preventivo a la hora de
vislumbrar cambios, en las calles de Francia
o en España, en momentos de incertidumbre y desamparos extremos, tal vez se
empiece a escribir la forma de emanciparse de un puñado de conceptos tan
anestésicos como siniestros: ajuste, rigor financiero, disciplina
presupuestaria; vademécum trágico de un sistema económico en crisis. Sería
quimérico intentar vaticinar su legado de cabo a rabo. Aunque no fue un gurú o
teórico de las protestas, aunque rechazara de plano caer en eslóganes, en una entrevista con Martín Granovsky (ver
págs. 22/23), el intelectual británico más respetado y admirado del siglo
pasado decía: “La desregulación salvaje ya no sólo es mala: es imposible. Hay
que reorganizar el sistema financiero internacional. Mi esperanza es que los líderes
del mundo se den cuenta de que no se puede renegociar la situación para volver
atrás sino que hay que rediseñar todo hacia el futuro”. Al historiador
marxista, especializado en el siglo XIX
y XX, autor de una veintena de obras fundamentales sobre las sociedades
contemporáneas y el mundo capitalista –como su monumental tetralogía integrada La era de la Revolución: Europa
1789-1848 (1962); La era del Capital: 1848-1875
(1975); La era del Imperio:
1875-1914 (1987) y La era de los
extremos: el corto siglo XX, 1914-1991 (1994)–, le gustaba pensar su
práctica con el largo aliento de los años vividos. “La esencia del oficio de
historiador es recordar lo que otros olvidan, aunque algunos quieran que se
olvide...”
Curiosidades de los principios y de los finales
–ese punto donde el nacimiento y la muerte parecen confluir–, Hobsbawm
nació en el seno de una familia judía de origen polaco en Alejandría (Egipto)
en 1917, en un mundo en que –como el de estos tiempos, pero sin el abismo
de violencia y muerte de la Primera Guerra Mundial– todo se iba literalmente a
pique. Como una película vertiginosa donde los acontecimientos suceden a una
velocidad inusitada, el niño de infancia itinerante, entre Viena y Berlín,
educado en la cultura de la
Mitteleuropa, pronto entraría en la adolescencia. En los albores de la
década del treinta del siglo pasado, repartiría en Berlín los volantes de la
organización juvenil comunista en la que había comenzado a participar. La
historia con mayúscula modificó los proyectos y los sueños: triunfó Hitler y el joven Eric, ya huérfano,
rumbearía junto con su hermana hacia Londres. La historia íntima se enlazó
con la amenaza del nazismo en ciernes. Estaba aún en Viena cuando su padre
murió de un infarto, en 1929. Dos años después, su madre no pudo escapar de una
tuberculosis galopante.
“Cada historiador tiene su nido, desde el que
observa el mundo –escribiría–. El mío está construido, entre otros materiales,
de una niñez en la Viena de los años ’20, los años del ascenso de Hitler en
Berlín, que definieron mis ideas políticas y mi interés por la historia.”
Hobsbawm, al repasar aquellos años, consideraba que era inevitable politizarse
en la Alemania que asistía al ascenso del nazismo. “No podía ser
socialdemócrata –eran muy moderados–, ni nacionalista –era inglés y judío–, ni
me interesaba el sionismo.”
Durante
su formación en Cambridge, Hobsbawm coincidió con los historiadores Christopher
Hill, Rodney Hilton, John Saville.
En ese período de entrenamiento académico decidió afiliarse al Partido
Comunista. Su lealtad, su fidelidad, sus convicciones y su espíritu crítico
–una seguidilla de términos espinosos por sus tensiones semánticas– sortearon
la desgarradora tentación de la abdicación. Permaneció militando en ese partido aun cuando, luego de la invasión
soviética a Hungría, en 1956, otros historiadores marxistas británicos como
Hilton, Hill o Edward Palmer Thompson optaron
por capitular. De hecho, este políglota y cosmopolita que participó en el mítico IV Congreso Internacional de Ciencias Históricas
de París visitó Rusia tras la
muerte de Stalin, anduvo por las
calles parisienses durante el Mayo
francés, vivió en Colombia y Perú y fue intérprete del Che Guevara,
subvirtió el protocolo existencial partidario. Podría sonar absurdo, pero fue
así: el PC
británico lo abandonó al mismísimo Hobsbawm cuando se disolvió, en 198” …..Fuente.
Página/12 martes 2 e octubre del2012. Por Silvina Friera.
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Dr. ERIC HOBSBAWM (1917-2012). El hombre que más ayudó comprender el siglo XX.
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UNA LUZ PARA AMÉRICA.- Murió Eric
Hobsbawm (1917-2012). Lo hizo, si se pude decir así, en el Royal Free Hospital
de Hampstead, en Londres, muy cerca del cementerio de Highgate donde está enterrado Marx, a quien Hobsbawm dedicó
gran parte de su vida académica de historiador. Se podría decir que su final
fue en un barrio “marxista”, donde él mismo vivió, posiblemente para no
alejarse demasiado de su mayor obsesión intelectual, aquella que lo llevó a
investigar a fondo las relaciones tormentosas entre capital y trabajo.
Sus cuatro volúmenes sobre la historia de los siglos XIX y XX
separados en “eras” son fundamentales para entender la modernidad. La revolución, el capital, el Imperio y
lo que llamó “la era de los extremos” del siglo XX (un siglo “corto”, que según
él comenzó con la Primera Guerra y terminó con la caída del Muro de Berlín)
son conceptos sin los cuales no podría entenderse la historia occidental de los
últimos 200 años. Esos años de la
historia occidental, que Hobsbawm investigó y analizó con una profundidad
única, son de algún modo los mismos en los que comienza a ocurrir la
emancipación de América latina. De modo que ver nuestra propia historia a la
sombra (o a la luz) de los estudios de Hobsbawm es de una gran ayuda para
entender el conjunto de fenómenos que se dieron de este lado y del otro del
Atlántico.
Al propio
Hobsbawm no le hubiera disgustado la asociación. Sabemos por su libro Años
interesantes - Una vida
en el siglo XX (2002), su autobiografía académica más que vital, que entre 1962 y
1963 viajó por varios países de América latina. Aquí observó que los argentinos no nos sentíamos “integrantes” del Tercer Mundo y, sin reconocerse como un especialista, escribió
que América latina ha sido “un laboratorio del cambio histórico” creado para
“socavar las verdades convencionales”. Cualquier latinoamericanista
puede entender esas palabras como el elogio de un gran historiador al que
nuestro continente le hizo cambiar la perspectiva de la historia.
América latina ayudó a Eric Hobsbawm a eliminar “la línea divisoria existente entre los
países ‘desarrollados’ y el ‘Tercer Mundo’”, así como también “la del presente
y el pasado históricos”. Recordémoslo
recitando a Pablo Neruda en el Machu Picchu –una escena de su vida que
recordaba a menudo– y tratemos de inspirarnos en su sabiduría.
También agradecerle –en esto, sí, desde una
experiencia exclusivamente personal de iniciación académica– haber ofrecido Las revoluciones
burguesas, Rebeldes primitivos o Bandidos para que nos enriquezca y nos cambie
la vida. Página/12 Mario Oporto.
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Eric Hobsbawn
Foto: elsiglodetorreon.com.mx
ERIC
HOBSBAWN Y AMÉRICA LATINA.
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Emir Sader.
ALAI miércoles 25 de octubre del 2017.
Poco antes de morir, en 2012, ya con 95 años, Eric Hobsbawn manifestó la voluntad de publicar un volumen con sus
artículos y ensayos sobre América
Latina. No tuvo tiempo de hacerlo, pero el historiador británico Lesley Bethell recogió la tarea y
organizó un volumen, al que le dio el título de Viva la revolución, publicado el año pasado en Londres.
En su autobiografía “Tiempos
interesantes”, publicada en 2002, Hobsbawn
afirmó que la única región fuera de Europa que él consideraba que había
conocido bien y donde se sentía plenamente en casa, era América Latina.
Sin embargo, en sus obras clásicas, la presencia de América Latina es
marginal. En Era de las revoluciones,
hay solo referencias de paso a nuestro continente. En Era del capital hay solamente media docena de páginas
sobre América Latina, en el capítulo intitulado “Perdedores”. En Era de los imperios, hay
pocas referencias y cuatro páginas dedicadas a la Revolución Mexicana. En Era
de los extremos, América Latina pasa a ocupar lugar de destaque en el surgimiento
del Tercer Mundo, con referencias a varios acontecimientos históricos de
importancia, de la Revolución Mexicana
al Chile de Allende.
Este libro empieza con sus primeras impresiones sobre
el continente, que significativamente son de su primer viaje a Cuba, en octubre de 1960, que se abre
con la afirmación: “Salvo si hay una
intervención armada de los EEUU, Cuba
será muy en breve el primer país socialista del hemisferio occidental”.
Hobsbawn volverá varias veces enseguida a Cuba,
que será una referencia permanente para el sobre el continente. Pero él será un
crítico sistemático de la vía cubana, expresa en los movimientos guerrilleros.
Su interés sobre América Latina
se volverá más sobre sus movimientos campesinos, por ello concentra sus viajes
y sus análisis sobre Colombia - que le fue presentada por el gran intelectual
colombiano Orlando Fals Borda - y Perú. La temática de bandidismo social
lo lleva a volcarse incluso sobre Sendero Luminoso. Hobsbawn analizo muchísimo más los movimientos campesinos que los
movimientos de los trabajadores urbanos latinoamericanos.
De todas maneras Hobsbawn no se
consideraba un historiador latinoamericano. De hecho, él nunca logró liberarse
de la impronta europea, que fuertemente marca su obra, para comprender las
particularidades latinoamericanas. Sobre las relaciones sociales en el
campo, tiene siempre como referencia el feudalismo, no incorporando el amplio
debate de los años 1960, protagonizado, antes de todo, por Rodolfo Stavenhagen y posteriormente incorporado por gran parte del
pensamiento social del continente.
Al igual que Hobsbawn siempre
mantuvo sobre el nacionalismo la marca del fenómeno en Europa, refiriéndose a Perón y a Vargas, así como a otros
líderes “populistas” del continente como fascistas. Su libro sobre los
nacionalismos no incorpora las particularidades del fenómeno, con el tono
antimperialista que asume en nuestro continente. Los rasgos antineoliberales
del nacionalismo latinoamericano aparecen para él siempre análogos al fascismo
y al nazismo.
Sin embargo, América Latina fue para Hobsbawn
un gran laboratorio de experiencias políticas.
“Así como para el biólogo Darwin,
para mí, como historiador, la revelación de América Latina no fue regional,
pero si general. Era un laboratorio de cambios, en su gran mayor parte
distinto de lo que se podría esperar, un continente hecho para minar las
verdades convencionales. Era una región donde la evolución histórica ocurría a
la velocidad de un tren expreso y que podía ser realmente observada durante la
mitad de la vida de una única persona”.
Cuando hace un balance, en su último texto general sobre el continente,
escrito en 2002, 40 años después de su primera visita, Hobsbawn constata que “la
revolución esperada” no había ocurrido. Pero él ya convivió con los nuevos
gobiernos progresistas, manifestó simpatías por Hugo Chávez, pero hacia Lula
y el PT es que el mantenía sus más grandes simpatías. (“Llevo su distintivo en mi llavero para recordar simpatías antiguas y
contemporáneas y recuerdos de mis momentos con el PT y con Lula”).
En su conjunto, el libro de más de
500 páginas, desde sus primeras impresiones, pasando análisis de las
estructuras agrarias y del movimiento campesino, así como de los intentos
revolucionarios, - México, Cuba, Chile -hasta
sus reflexiones finales, es un gran mosaico de interpretaciones del más grande
historiador del siglo XX, sobre un continente en constante ebullición, de revoluciones
y contrarrevoluciones.
- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio
de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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