ECONOMÍA VERDE O ECONOMÍA FÚNEBRE.- Sumidos en una múltiple crisis global,
financiera, económica, alimentaria y de devastación ambiental y caos climático, oímos desde
los gobiernos y las empresas que la ‘solución’ será una nueva ‘economía verde’.
O como dijo Obama parafraseando a Franklin Roosevelt frente a la crisis de
1929, se trata de un ‘green new deal’ (un nuevo acuerdo verde), donde todos
serán escenarios de ganar-ganar.
Según esto,
se podrán recuperar los inversionistas del capital financiero, gracias a la
creación de nuevos mercados financieros con la
naturaleza (ampliando la venta de servicios ambientales y los mercados de
carbono), y se podrán recuperar los capitalistas de la producción gracias al
uso de nuevas tecnologías que servirán para producir en forma más ‘verde’, lo
cual también remediará los problemas ambientales. Con más tecnología, nos
dicen, se podrá aumentar la producción agrícola y dar de comer a la población
mundial. Veamos qué se esconde.
La apuesta por la ‘economía verde’
Ninguno de los escenarios descritos trata de
revisar las causas de las crisis, ni de cuestionar los patrones de producción y
consumo que están en sus raíces. Y las ‘ganancias-ganancias’
a las que se refieren, son para los mismos que ha provocado las crisis y se han
lucrado con ellas. Son las mismas viejas empresas transnacionales
contaminantes, las que ahora también controlan las tecnologías y los nuevos
mercados, las que abren esta llamada ‘economía
verde’ buscando nuevas fuentes de negocios con los desastres.
Sin embargo,
para muchas personas y organizaciones, ‘economía verde’ tiene un significado
positivo, asociado a producción agrícola orgánica, energías renovables,
tecnologías limpias. En efecto, existe una diversidad de propuestas de
economías alternativas, socialmente justas, culturalmente apropiadas y
ecológicamente sustentables. Pero esta nueva noción de ‘economía verde’ que se está manejando desde los gobiernos y
empresas, va por un camino distinto. Se trata básicamente de renovar el
capitalismo frente a las crisis, aumentando las bases de explotación y
privatización de la naturaleza.
Para ello,
integra al discurso parte de las reivindicaciones de los movimientos sociales, pero
re-apropiadas por las corporaciones. Por ejemplo, es verdad que, como una
opción más, promueve la agricultura orgánica –la cual es mejor que la química,
sin duda– pero bajo el supuesto de que para hacerlo ‘masivamente’ se
necesitarían grandes extensiones o hasta monocultivos ‘orgánicos’, certificados y controlados por transnacionales que
puedan abastecer grandes cadenas de distribución y mercados centralizados. Paradójicamente,
así se hará mucho más insegura la soberanía alimentaria. Al depender de
transnacionales, hoy podrán producir orgánico pero mañana producirán, como
siempre, lo que les dé más dinero, sea
orgánico, transgénico o químico. Ya sin opciones locales, sin soberanía en
las semillas, sin campesinas y campesinos que defiendan sus derechos en cada
localidad, su monopolio está asegurado.
De todos
modos, el planteamiento de la ‘economía verde’ es mucho
más amplio e incluye un gran empuje a nuevas
tecnologías arriesgadas (como nanotecnología, biología sintética,
geoingeniería), una apropiación aún mayor de la naturaleza (rebautizada
como ‘biomasa’ cuando en muchos casos es ‘agromasa’),
y una nueva forma de hacer que la gente común y el dinero público vuelva a
financiar a las grandes empresas en crisis.
Los negocios del negocio verde
Básicamente, esta nueva ola de ‘economía verde’, se
basa en tres pilares: una mayor mercantilización y privatización de la
naturaleza y los ecosistemas, integrando sus funciones, -redefinidas como
‘servicios’- a los mercados financieros; la promoción de nuevas tecnologías y
la vasta expansión del uso de biomasa; y un marco de políticas que permitan y subsidien con recursos
públicos esos desarrollos privatizadores………….” Silvia Ribeiro. Soberanía
Alimentarias, Rebelión abril de 1912.
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ARGENTINA. EL NEGOCIO DE LA
ECONOMÍA VERDE.
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Julio
C. Gambina.
Rebelión
sábado 7 de octubre del 2017.
Coincido por actividades académicas en la ciudad de
Córdoba en ocasión de realizarse la Cumbre Economía Verde, con la presencia
estelar en el cierre de Barack Obama, promocionado como el Nobel de la Paz 2009
y promotor de la lucha por el medio ambiente.
Qué curioso pacifista Obama, promotor en su gestión
de invasiones territoriales a Libia o Siria, continuando en Afganistán o Irak,
y de la militarización de la sociedad mundial.
Obama, se dice en el New York Times, mantuvo “al
país en guerra más tiempo que Franklin D. Roosevelt, Lyndon B. Johnson, Richard
M. Nixon o incluso que Abraham Lincoln.”
A su vez, el
ex gobernante de la potencia hegemónica actuó en el fomento de una
transnacionalización sustentada en empresas estadounidenses para la depredación
de la Naturaleza y en nada contribuyó ni siquiera a la “mitigación del problema
ambiental”, tal como sostienen los foros mundiales sobre la cuestión.
Ni siquiera el poco efectivo protocolo de Kioto u
otros similares se firmaron. Muy lejos de las críticas realizadas en las
cumbres mundiales de quienes sostienen que el problema no es el clima sino el
capitalismo.
Claro que además de hablar y cobrar cuantiosos
honorarios, podrá hacer gestiones a favor de empresas transnacionales.
Lo acompañan como expositores otros premios Nobel
de Economía, como los estadounidenses Edmund Phelps, Nobel en 2006 y Eric
Maskin Nobel en 2007, premiados por el Banco de Suecia y acompañan esa
premiación desde que se instaló en 1969 a principales referentes del
pensamiento reaccionario como Friedrich v. Hayek en 1974 o Milton Friedman, el
inspirador de las políticas económicas de las dictaduras genocidas en Chile o
Argentina, premiado en 1976; con muy pocos economistas heterodoxos
galardonados, caso de Joseph Stiglitz o Paul Krugman, beneficiados por el Banco
sueco en tiempos económicos turbulentos, 2001 y 2008 respectivamente.
Junto a ellos, la Cumbre se nutre con varios
académicos de la corriente principal de orientación neoliberal y CEOs de
grandes empresas o representantes de organizaciones empresarias y funcionarios
públicos actuales o ex, de Argentina y EEUU.
El organizador es el Gobierno de Córdoba y la
Fundación Advanced Leadership (ALF), con sede en Washington DC, dedicada a “la
identificación y formación de líderes mundiales” .
La ALF es el
verdadero cerebro de una actividad que ya realizó su primera versión en La
Docta en el 2016. Se proponen formar 300 disertantes sobre esta particular
versión de solución al cambio climático y la insostenibilidad ambiental del
orden contemporáneo, los que difundirán en todo el país la concepción
“ambientalista” del poder económico mundial, el principal responsable de la
depredación natural, tal como lo vienen ejecutando desde la pasada Cumbre.
Se proponen instalar el discurso de la “economía
verde”, utilizando la imagen favorable del color de la esperanza para manipular
consensos sociales al paradigma hegemónico de mercantilización, privatización y
financiarización.
Patrocinan la actividad la Boston Seguros, la
Fundación Mediterránea, OCA, Air Europa, Coca Cola Argentina, Banco Galicia,
Telefónica, UBER, entre otros.
Eso explica los invitados a exponer, todos cultores
de la defensa del orden capitalista bajo las condiciones actuales de ofensiva
contra el trabajo y la naturaleza.
Todo vestido de “economía
colaborativa” a modo UBER, ejemplo de las nuevas formas de organización del
transporte urbano y anticipo del “futuro
del trabajo” pretendido por los diseñadores de la explotación
contemporánea, los que sustentan nuevas y reiteradas reformas laborales, sin
horarios ni organización sindical en defensa de los intereses de trabajadores
flexibles.
Ideología y negocios.
En rigor, desde la Cumbre no solo se promueve “ideología”, sino que es una forma de
acercar empresas (inversores externos) con funcionarios del gobierno nacional y
provincial, con la zanahoria de negocios sustentables para la economía local.
Ya sabemos de la avidez de inversiones por la que claman los gobernantes
actuales.
Son asuntos que estuvieron presentes en la visita
de Obama en marzo del 2016, recién asumido Macri, y en la de agosto 2017 de
Mike Pence, el vice de Trump, limones, cerdos, o biodiesel mediante, aunque
también energía, telecomunicaciones o infraestructura.
Los anuncios de los visitantes fueron por miles de
millones de dólares y lo que interesa es el petróleo no convencional, las
energías alternativas, las comunicaciones, la infraestructura y un comercio
favorable a EEUU.
Pence señaló en su momento que el First América no
supone “solo América”, por lo que
están en la búsqueda de amigos, y no hay duda de la amigabilidad actual de
Argentina con inversores y el sistema mundial capitalista.
Algo que ratificarán con la presencia de Obama en
sus entrevistas con Schiaretti y Macri respectivamente.
No sorprende en ese marco la presencia de varios
expositores asociados al tema “seguros”,
ya que como leemos en el sitio de Boston Seguros, uno de los principales
sponsors de la Cumbre: “Los daños ambientales de incidencia colectiva son
aquellos que producen una alteración relevante que modifica negativamente el
ambiente o sus recursos, el equilibrio de los ecosistemas, o los bienes o
valores colectivos. La Ley 25.675 en su art. 22 expresa que
“Toda Persona Jurídica o Física que realice actividades riesgosas para
el medio ambiente, los ecosistemas y elementos constitutivos, deberá contratar
un seguro de cobertura con entidad suficiente para garantizar el financiamiento
de la recomposición del daño que en su tipo pudiere producir”.
Como vemos,
el problema no es el daño causado por el modelo productivo, sino “cubrirse” y
para ello están las aseguradoras.
Vale mencionar que la solución gestada desde el
capitalismo mundial son los bonos de carbono y servicios ambientales con los
que se finaciariza la crisis ambiental. Privatización, mercantilización y
financiarización de los bienes comunes en el centro de la apetencia de las
transnacionales y sus negocios, ahora denominados bajo el color verde.
Se trata de mercantilizar la naturaleza y que los
bienes comunes, la tierra y el subsuelo sea apropiado privadamente, tal el caso
de Benetton en la Patagonia y otros capitales externos, dueños de territorio
para la explotación productiva con tecnologías depredadoras. Es el caso del
fracking (fractura hidráulica) para la extracción de hidrocarburos no
convencionales, o de Monsanto y las semillas transgénicas.
De este modo, Argentina
se subordina a la lógica extensiva de la mercantilización de los bienes comunes
y agrava la crisis ambiental. Se niega el debate con organizaciones críticas a
la depredación ambiental, desde las Centrales sindicales críticas, las
organizaciones de los pueblos fumigados, las poblaciones que confrontan a la
mega inversión en minería a cielo abierto, al
fracking, o a las transnacionales de la alimentación y la biotecnología que
dominan el ciclo de la producción agraria.
Los
promotores de la Cumbre Economía Verde hablan de discutir el modelo productivo, sin
embargo, lo hacen en un sentido de confirmación de la apertura de la economía
argentina a la lógica inversora global. Estos inversores demandan las
reaccionarias reformas laborales, previsionales, educativas, sanitarias,
penales, que están en boga y se anuncian para luego de las elecciones próximas
y la asunción del nuevo Parlamento en diciembre. Todo en sintonía con la
necesidad de recuperar viabilidad de alta rentabilidad para el capital.
Debatir el modelo productivo.
Lo que se necesita es discutir ampliamente el
modelo productivo para colocar en sintonía las necesidades de la población con
el sostenimiento de los bienes comunes para las actuales y futuras
generaciones.
Se debe a los clásicos de la Economía Política el
lema que señala a “la tierra como la madre de la riqueza y al trabajo como el
padre” y curiosamente, el desarrollo capitalista se sustenta en el matricidio y
el parricidio de las fuentes de la riqueza.
Es una
lógica convergente con la violencia originaria del capitalismo y desplegada por
siglos para imponer la razón de la ganancia por encima del deseable “vivir
bien” o “buen vivir” que recrean las nuevas constituciones de Bolivia o Ecuador
como novedad al “desarrollismo” contemporáneo.
Es
necesario terminar con la violencia sobre la vida de las personas y el
ambiente, para construir la armonía de la Humanidad y la Naturaleza.
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