“Espiral desintegradora. En su última encarnación, entre 1990
y 2000, la Europa alemana de Maastrich (1992: euro, BCE, primacía del
derecho europeo sobre el nacional) fue
la locomotora de la globalización neoliberal. Representaba la organización
supranacional más integrada del mundo. Su
diseño fue muy rígido, a la medida del interés nacional de Alemania, de su
estrategia exportadora y de su demografía menguante de ancianos rentistas con
fondos de pensiones colocados en las burbujas bancarias. Eso explica muchas de
las enormes dificultades actuales de la UE, tanto hacia fuera como hacia
adentro.
Hacia fuera:
ante las enmiendas a la globalización para la que fue rígidamente diseñada. Hacia adentro:
ante toda una serie de países cuyos intereses nacionales son diferentes de los
alemanes y chocan con ellos en el interior de la UE. Se impone un cambio. Cierta
deconstrucción, pero la UE se parece a un vehículo obligado a retroceder para
reubicarse pero que carece de marcha atrás. Comparado con cualquiera de los otros actores (EE.UU, China, etc) ese
vehículo parece muy mal dotado para las enmiendas a la globalización. Cada movimiento que se efectúa para adaptarse
a la realidad, cerrando fronteras ante la emigración exterior o
restringiendo movimientos y posibilidades laborales en su interior, genera
disconformidades y tensiones soberanistas desintegradoras de distinto signo en
los estados-nación. Nada más lógico teniendo en cuenta el espectacular encogimiento de las soberanías
nacionales de los Estados de la UE que hemos citado en tantas ocasiones”.
/////
Los nacionalismos - el separatismo-independentista- pone a prueba hoy la Integración de la Unión Europea. No es solo Escocia y Catalunya. Son los "nacionalismos" existentes - radicalismo de derechera e izquierda - el proceso de Balcanización - que luchan hoy por su Independencia.
***
IMPERIOS COMBATIENTES.
LA CRISIS DE LA UNION EUROPEA. ¿IRREVERSIBLE O
RECONDUCIBLE?.
*****
Rafael Poch de Feliu.
Ctxt.
Rebelión sábado 12 de mayo del 2018.
Los movimientos
geoestratégicos y proteccionistas de las grandes potencias colocan una Europa balcanizada
en una situación de debilidad extrema.
I- Sobre el contexto.
Con 500 millones de habitantes y representando el 25%
del PIB global, la Unión Europea no puede ser abordada como si se tratara de un
país, sino que debe serlo como lo que es: una parte del mundo. Así que para
abordar su crisis hay que situarla primero en el momento general del mundo. Ese
“momento mundial” contiene dos tendencias muy relacionadas; 1) El paso a la
multipolaridad que ahora vivimos, lleno de tensiones bélicas, y 2) Las
enmiendas a la globalización actualmente en curso.
Sobre lo primero, venimos de una realidad bipolar, la
de la guerra fría, inquietante pero relativamente estable. Hemos pasado por el
desastroso intermedio del ensayo de una hegemonía en solitario de Estados
Unidos (desde Afganistán a Libia, pasando por Iraq) y nos dirigimos hacia una
situación de multipolaridad, a un mundo con diversos centros de poder.
Este cambio en la correlación de fuerzas afecta a la
globalización, tal como ha sido entendida en los últimos 30 años, y así
entramos en lo segundo.
La globalización del libre cambio va bien cuando se es
el más fuerte. Por eso durante mucho tiempo ese concepto fue una especie de
seudónimo del dominio mundial de Estados Unidos. Ahora el marco ha cambiado.
Algunos emergentes (China es el caso más flagrante)
han realizado la proeza de fortalecerse jugando hábilmente en esa globalización
que era el terreno de juego creado por Occidente contra el mundo en desarrollo
(un “occidente” entendido como “la tríada” de Samir Amin; Estados
Unidos+EU+Japón). Además, aunque ese Occidente siga siendo el más fuerte en
todos los terrenos (económico, militar, industria cultural, mediático…) ya no
es lo que era: cuando se diseñaron las actuales instituciones, la economía de
EEUU representaba el 40% del PIB mundial y chinos e indios no pesaban casi nada
en el mundo. Ahora la economía de Estados Unidos representa el 15%. No es lo
mismo.
Por eso, tanto los EE.UU de Trump como el brexit (los
anglosajones) y la Europa del Este están acometiendo una enmienda a la
globalización tal como se entendía, un regreso al énfasis en la soberanía
nacional y el proteccionismo: a una globalización atenta a los intereses
nacionales (pro-trade nationalism). Hay que decir que China se metió en
la globalización ya desde esa enmienda, por lo que hay que considerarla como la
verdadera anticipadora de esa mudanza.
Hemos dicho que esas dos tendencias de cambio están
interrelacionadas y sus señales aparecen por doquier:
- Con el América first de Trump y sus
nuevos aranceles a la producción importada.
-Cuando China presiona a Arabia Saudí para que le
venda su petróleo en yuanes a fin de convertir el yuan en moneda de referencia
internacional a partir de este año, aprovechando que la demanda energética de
Asia Oriental es más importante para los países del Golfo que la de Estados
Unidos. Todo eso debilita al dólar, aún dominante y responsable del 42% de las
transacciones generales realizadas en el mundo.
-Con los nuevos desafíos al hegemonismo
americano/atlantista en América Latina (Mercosur, Alba…), ahora algo eclipsados
por el golpe de estado en curso en Brasil, la erosión del chavismo en
Venezuela, el gobierno de Macri en Argentina y los cambios en Ecuador..., lo
que no impide que siga siendo difícil imaginar un regreso al estado de cosas
vigente en el subcontinente en los años setenta.
-En Eurasia, donde por primera vez en treinta años se
ha visto (en Ucrania) una respuesta militar rusa (Crimea, Donbas) al
expansionismo occidental, lo que explica, en parte, la demonización mediática
de Putin mucho más que cualquiera de sus desmanes autocráticos.
-En el Mar de China Meridional, donde se ven claras
actitudes de advertencia ante el pivot to Asia de Estados
Unidos (desplazamiento a la zona del grueso de su fuerza aeronaval): China
advierte que no se va a dejar acosar por más que Estados Unidos y Japón
utilicen el espantajo norcoreano como excusa para construir y mantener el mismo
círculo de hierro que atosiga a Rusia en su entorno. El fortalecimiento del
liderazgo de Xi Jingping tiene que ver con eso y no con las simplezas que se
dicen sobre el “nuevo Mao”, ignorando los cambios que la sociedad china ha
experimentado desde entonces…
-Vemos la sorprendente, arriesgada y de momento
exitosa intervención militar rusa en Siria, que ha impedido una nueva operación
de cambio de régimen allí, sobre el estremecedor panorama de ruinas y matanza
en aquel país. Esa victoria ha eclipsado en gran parte el papel de Estados
Unidos en la región, activando importantes actores regionales (Turquía, Irán) y
rompiendo alineamientos como el de Turquía con la OTAN…
Todo eso son contracciones del parto de la
multipolaridad.
La pregunta que se presenta es la de si esta
reconfiguración, a la vez geopolítica y económica, desembocará en un nuevo
consenso multilateralista-multipolar, en el que los diversos actores mundiales,
tradicionales y emergentes, alcanzarán nuevas normas y acuerdos de coexistencia
consensuados, o si por el contrario nos dirigimos hacia una dinámica bélica
de imperios combatientes.
Este me parece que es el contexto que define y sitúa
la crisis de la Unión Europea: 1-su no participación en el tránsito a la
multipolaridad como sujeto autónomo y 2-su mala posición para las
enmiendas a la globalización actualmente en curso .
El primer punto no precisa mayor explicación: la UE no
tiene política exterior propia. Es una orquesta desafinada (en gran parte por
la OTAN) que va a remolque de Estados Unidos, no sin contradicciones (que van a
más: por ejemplo el pleito con el gaseoducto Nord Stream que enfrenta a
Alemania y grandes compañías europeas con Trump).
El segundo punto necesita más detenimiento porque es
el que explica mejor la actual espiral desintegradora de la UE.
El colapso de Europa?
II. Espiral desintegradora.
En su última encarnación, entre 1990 y 2000, la Europa
alemana de Maastrich (1992: euro, BCE, primacía del derecho europeo sobre el
nacional) fue la locomotora de la globalización neoliberal. Representaba la
organización supranacional más integrada del mundo. Su diseño fue muy rígido, a
la medida del interés nacional de Alemania, de su estrategia exportadora y de
su demografía menguante de ancianos rentistas con fondos de pensiones colocados
en las burbujas bancarias. Eso explica muchas de las enormes dificultades
actuales de la UE, tanto hacia fuera como hacia adentro.
Hacia fuera: ante las enmiendas a la globalización para
la que fue rígidamente diseñada. Hacia adentro: ante toda una serie de países
cuyos intereses nacionales son diferentes de los alemanes y chocan con ellos en
el interior de la UE.
Se impone un cambio. Cierta deconstrucción, pero la UE
se parece a un vehículo obligado a retroceder para reubicarse pero que carece
de marcha atrás. Comparado con cualquiera de los otros actores (EE.UU, China,
etc) ese vehículo parece muy mal dotado para las enmiendas a la globalización.
Cada movimiento que se efectúa para adaptarse a la realidad, cerrando fronteras
ante la emigración exterior o restringiendo movimientos y posibilidades
laborales en su interior, genera disconformidades y tensiones soberanistas
desintegradoras de distinto signo en los estados-nación.
Nada más lógico teniendo en cuenta el espectacular
encogimiento de las soberanías nacionales de los Estados de la UE que hemos
citado en tantas ocasiones:
-Los bancos centrales son “independientes”, la moneda
común impide ajustes y devaluaciones, los ministerios de economía son meros
ejecutores de directivas decididas en la UE, la OMC, el FMI…
-El derecho europeo tiene mayor rango que el nacional,
pese a carecer de un fundamento democrático: es legal, pero no legítimo.
-Y la política exterior y de defensa viene encuadrada
por una estrategia (americana) organizada a través de la OTAN que es no solo
exterior a la nación, sino a la propia UE.
-¿Qué le queda a la soberanía popular, al sujeto que
vota en unas elecciones nacionales? Muy poco. Y encima, esa desposesión ha sido
santuarizada, blindada en normas y tratados para hacerla irreversible.
En época de vacas gordas todo esto no era demasiado
problema (aunque en los países democráticamente más exigentes y despiertos hubo
toda una serie de referéndums que cuestionaron aspectos de la construcción:
ocho referéndums, todos, menos el británico ignorados), pero la crisis
financiera y sus recetas lo cambiaron todo. Cuando de lo que se trata es de
cambiar cosas fundamentales, todo se descompone.
Además la “idea europea” sufre cierta muerte
espiritual. Después de haber sido atracados en nombre de Europa (rescate
bancos, conversión de deuda privada en deuda pública, drásticos recortes en el
estado social…) y después de constatar que no hay soberanía en decisiones
fundamentales, muchos europeos, incluso los que recibimos fondos de cohesión,
miran a la UE con otros ojos. Donde antes se veían ventajas y progresos, ahora
se abren paso desventajas y retrocesos. Eso tiene diversas manifestaciones, en
el Norte, en el Sur, en el Este y en el Oeste, pero se produce un poco por
todas partes; referéndums, “populismos”, avances de la extrema derecha y -más
débiles- nuevos altermundismos y eurocriticismos de izquierda.
Para impedir, para salir al paso de todo eso, habría
que corregir, cuestionar y cambiar las normas de funcionamiento de esta UE
neoliberal, que provocan todos esos descontentos, esas involuciones sociales y
esos referéndums de contestación, pero:
- ¿Cómo hacerlo si sus tratados fundamentales, se
diseñaron para eso y además están blindados (“No hay democracia fuera de los
tratados europeos”, ha dicho Juncker).
-Parece que para cambiar las cosas, la UE, tal como la
conocemos, debería negarse a si misma, pero, ¿puede un establishment administrativo
no electo, al servicio de los intereses oligárquicos, practicar tal ejercicio
desde Bruselas?
-Y si eso no es posible sin la ciudadanía, ¿cómo puede
intervenir una ciudadanía, el pueblo, en el marco europeo, si
la ciudadanía europea y el pueblo europeo no
existen? (existen el pueblo francés, español, húngaro, pero no el “pueblo
europeo”)
-¿Está entonces la respuesta a este embrollo en los
Estados es decir allí donde hay soberanía y elecciones?
-¿Sería, por tanto, la suma de toda una serie de
respuestas ciudadanas estatales la solución para generar una reforma en
profundidad de la UE…?
Mientras esas preguntas no se responden, constatamos
que la Unión Europea está estancada: no está siendo un factor de la
reconfiguración en curso. No está participando como actor autónomo en ese parto
de la multipolaridad que antes describíamos. Geopolíticamente va a remolque y
el gran vector que apunta sugiere que más bien se dirige y contribuye a un
escenario de los imperios combatientes: la “Europa de la defensa”,
con mayor gasto militar (ver las últimas cifras del SIPRI) y protagonismo
intervencionista para garantizar el “acceso” a recursos disputados y vías
comerciales amenazadas…
Tampoco está creando enmiendas a la globalización
desde sus instituciones. Esas enmiendas ocurren desordenada y unilateralmente
en los estados nacionales; Polonia no acepta esto, Hungría aquello, Alemania
decide en solitario abrirse a los emigrantes y luego decide cerrar sus puertas,
los británicos votan irse, los franceses murmuran, los italianos, los
catalanes…Y todo eso crea conflictos y tensiones de signo desintegrador que
configuran un panorama de cinco brechas que sugiere una balcanización
disgregadora:
III) Cinco brechas.
1-La brecha
del eje franco-alemán (intereses nacionales divergentes han acabado
con tal eje. Hay una sumisión de Francia a Alemania a costa de sus intereses
nacionales. El Presidente Macron, última esperanza, propone más inversión
pública, más flexibilidad, presupuesto común y ministro de finanzas común,
parlamento de la zona euro…cosas que Alemania no está dispuesta a conceder, y
ahora menos todavía con un Bundestag lleno de ultraderechistas. Y ese fracaso
era la compensación ofrecida a los franceses a cambio de destruir su estado
social y sus servicios públicos -entre los mejores del continente- en línea con
las exigencias de la política germano-europea.
2-La brecha
Norte/Sur entre los Pigs y países beneficiarios del euro
3-La del
brexit. Aquí hay que decir que el propósito de Bruselas de que
la salida británica salga ejemplarmente mal, no está garantizado,
pues el Reino Unido es duro de pelar negociará con brío y tiene bazas notables
como la city y el vínculo directo con Washington. Por todo
ello vale la pena preguntarse qué pasaría si al Reino Unido le fueran bien las
cosas fuera de la UE y que mensaje lanzará eso a otros países europeos…
4-La
Este/oeste (Visegrad, desencanto, nueva dependencia a 25 años de la
emancipación de la tutela soviética del antiguo bloque).
5-La brecha
regional: No solo Escocia o Catalunya, sino también y sobre todo
multitud de tensiones nacionales y regionales en los Balcanes y en Europa
Central/Oriental: posibles roces de Rumanía con Ucrania por la Bukovina, de
Hungría con Ucrania por Rutenia, de Hungría con Eslovaquia (por los derechos de
la minoría magiar) y con Rumania por Transilvania, la tensión bélica de Ucrania
con Rusia en Donbas y Crimea, la voluntad del norte de Kosovo de unirse a
Serbia, de los serbios y croatas de Bosnia por configurar sus propias repúblicas,
las tensiones en Macedonia... ¿Quién se atrevería en este contexto a abrir la
caja de Pándora del “derecho a la autodeterminación” en Europa?
La suma de estas cinco brechas producto del
estancamiento es una crisis fenomenal ¿Es reconducible o es irreversible? Les
adelanto que no voy a responder a la cuestión que da título a este artículo,
por simple humildad, pero sí diré que, subjetivamente, a mí me parece
irreversible. Quizá por haber ya presenciado algo impensable: la disolución de
un superestado como era la URSS. Claro que las circunstancias y contextos eran
diferentes, pero la impresión en el espectador queda ahí…No lo puedo evitar.
Por otro lado, pienso que el vacío no existe. Con la
UE estancada, otras fórmulas europeas ocuparían su lugar, nuevas asociaciones,
etc. Por ahí veo un vector reconducible. No creo en un escenario de disolución,
un 8 de diciembre de 1991 en Bruselas (el día en
que tres presidentes de repúblicas soviéticas declararon disuelta la URSS, no
me imagino algo así con Alemania, Francia e Italia, por ejemplo), porque
la necesidad de organizar vínculos entre los estados europeos permanecerá de
una u otra forma.
Lo más probable parece una especie de regreso al
consenso entre estados en detrimento de lo supranacional. Así lo sugiere
el fracaso manifiesto de Macron con sus propósitos federalizantes (presupuesto
europeo significativo, ministro de finanzas común, listas transnacionales en el
parlamento europeo, etc.) que Alemania no piensa aceptar. Ahí está el
manifiesto del 8 de marzo de ocho estados del norte –Dinamarca, Holanda,
Suecia, Finlandia, Irlanda, Estonia, Lituania y Letonia– contra cualquier
reforma del euro sobre bases supranacionales: “La toma de decisiones debe
mantenerse firmemente en las manos de los estados miembros”, señala el
manifiesto que Alemania ha bendecido...
Pero en cualquier caso, la actual inoperancia de la UE
la aparta de los grandes vectores de nuestro tiempo y recuerda a la de un
muerto viviente. Eso me hace pensar en el precedente de la Sociedad de Naciones
(1918-1946).
La Sociedad de Naciones fue inoperante para los retos
de su tiempo; para Abisinia, Libia, la China invadida por Japón, para los
sudetes y el Anschluss de Hitler, para la enormidad de la II Guerra Mundial… y
cuando se disolvió, en 1946, nadie la echó a faltar porque era un cadáver.
Pero, claro, aquel cadáver dio lugar a otro sujeto: la ONU. Esta es la analogía
que se me ocurre con la UE que hoy tenemos y que vemos apagarse mientras va
perdiendo los trenes del tiempo mundial...
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