EL CAMBIO CLIMÁTICO DESDE LAS CIUDADES.- “El
cambio climático es consecuencia del modelo de crecimiento urbano que hemos
creado en Occidente desde el siglo XIX. Mientras el modo de
crecimiento y consumo en las ciudades siga siendo como el actual, altamente
demandante de energía, y en particular
energías fósiles, que ocupa y destruye territorios, recursos y ecosistemas
a un ritmo superlativamente mayor que el propio crecimiento de la población que
absorbe, el cambio climático será una realidad y pondrá en riesgo la
supervivencia de nuestro mundo. Muchas ciudades, afortunadamente, están creando ellas mismas sus
alternativas de modos de vida sostenibles en transporte, en gestión de residuos
sólidos, en consumo de agua, en producción de energía, etc. Por ello, no
habrá desarrollo sostenible sin ciudades sostenibles.
¿Por qué actuar en las ciudades?.- La
población mundial es desde hace pocos años mayoritariamente urbana.
Es la primera vez que esto sucede en la historia de la humanidad. Más
importante aún, la tendencia a la urbanización se mantendrá en las próximas
décadas, acompañada del crecimiento de la población mundial. Para 2030, el 60% de la población mundial
será urbana y para 2050 llegará al 70%. Para dicho año, la población urbana
mundial se habrá duplicado y pasado de 3,4 a 6,3 millardos de personas. Siendo parte de un país y una región
predominante urbanos (en torno al 78% en ambos casos), quizás esta
tendencia parezca aceptable y no llame la atención. Sin embargo, el rápido
proceso de urbanización a escala planetaria tiene una fuerte repercusión sobre
el consumo de energía y, por tanto, sobre el cambio climático: dado que la matriz energética mundial se
centra en combustibles fósiles, el incremento de la población urbana
implica un incremento en el consumo de dichas fuentes, haciendo que las
ciudades se conviertan en la principal causa del cambio climático: en la
actualidad, el 67% de las emisiones
de gases de efecto invernadero (GEI)
proviene de las ciudades y la demanda de energía de las ciudades representa el 80% del consumo total (Sánchez Rodríguez 2013: 8). Debido a
las dificultades conceptuales y empíricas de una medición de este tipo, un
estudio de las Naciones Unidas se
muestra más cauteloso con los resultados, ofreciendo rangos: medidas a
partir de la producción, las ciudades serían responsables de entre el 40% y el 70% de las emisiones de GEI; medidas sobre el consumo, los
niveles oscilan entre 60% y 70% (ONU
Hábitat 2011: 28).
Zonas altamente densificadas y ciudades
enteras se convierten en “islas de calor”: al
predominar el hormigón en las construcciones, las viviendas y oficinas se
calientan más, incentivando el uso de aire acondicionado para enfriarlas. El efecto inmediato del uso del aire
acondicionado es la emisión de más calor, incrementando la temperatura
media atmosférica de las ciudades y generándose una retroalimentación
perversa. De modo que cualquier
esfuerzo serio de mitigación que ataque las causas del cambio climático
debe centrarse en el modelo insostenible de ciudad que hemos desarrollado en el
último siglo: poco densificada, organizada en torno al automóvil, consumista.
Las ciudades no solo consumen energía
sino territorios que proveen servicios ecosistémicos fundamentales para la
misma vida en la ciudad: en los últimos cincuenta años, la población de São Paulo aumentó 2,5 veces, pero su área
creció 11 veces, convirtiendo bosques o suelo agrícola en núcleos urbanos y
suburbanos, reduciendo la superficie boscosa y, por tanto, su capacidad de absorber CO2. El caso de Lima es bien conocido: el
suelo agrícola de los ríos Rímac,
Chillón y Lurín se ha reducido o ha sido incluso eliminado totalmente (Municipalidad Metropolitana de Lima 2014:
177). El
área urbana de Lima se incrementó en 11.800 hectáreas en los últimos 14 años “y
más de 20.000 en los últimos treinta años” (MML 2014: 178).......” Fuente
ARGUMENTOS. Revista de Análisis y Crítica.
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PERÚ. CAMBIO CLIMÁTICO, LA
CUENTA REGRESIVA EMPIEZA YA.
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Luis
Hallazi.
Rebelión
miércoles 23 de mayo del 2018.
Hace un mes se aprobó la Ley Marco de Cambio
Climático, Ley 30754, después de cinco años de negociaciones y más de siete
proyectos diversos, finalmente se llegó a un mínimo consenso.
Podríamos decir que fue un logro del congreso, pero
esto es faltar a la verdad, el actual congreso en su abrumadora mayoría, no
tuvo interés alguno en aprobar esta norma, la presión vino en un primer momento
de afuera, al ser los anfitriones de la COP 20, el 2014, y tener la obligación
moral de dar señales de interés. En un segundo momento los propios efectos del
calentamiento global como el denominado “niño costero” generaron las
condiciones para aprobar esta norma.
Lo cierto es que tenemos una ley marco con 7
capítulos, 23 artículos, 13 disposiciones complementarias y un glosario de
términos, ley que en su conjunto pocos conocen; no es la mejor norma, porque no
hay leyes perfectas, son éstas finalmente instrumentos con la intención de
enfrentar fenómenos que escapan a una interpretación exegética.
La ley marco, nos da la posibilidad histórica de
empezar a construir una política nacional que comprenda la aprobación de
diversos instrumentos en todos los niveles de gobierno y manera multisectorial
para enfrentar de modo directo y sin vacilaciones los efectos que ya está
generando el cambio climático.
El nuevo liderazgo en el Ministerio de Ambiente dio
una señal importante hace una semana, cuando lanzó el proceso participativo de
elaboración del reglamento de dicha ley. Donde mostró una propuesta que
empezará con la publicación del Documentos Cero para después pasar a un proceso
de aportes por ejes temáticos y grupales a través de reuniones macro
regionales, para lograr un reglamento que garantice la implementación de la
ley.
Sin embargo al lanzamiento le faltó mayor
contundencia para que dicha propuesta sea enriquecida desde los actores no
estatales y superar por ejemplo la reuniones macro regionales para lograr mayor
participación; retos que están en las manos de dichos funcionarios para dar una
vuelta de tuerca a lo que ha significado la tímida participación de la sociedad
en la formulación de instrumentos que nos gobiernen, y que mejor momento de
hacerlo, cuando necesitamos del aporte de todos y todas para enfrentar uno de
los mayores desafíos de la humanidad que será mantener en raya la subida de la
temperatura global por debajo de 2°.
No hay vuelta atrás, ésta norma es el punto de
partida de nuevas leyes e instrumentos que por ejemplo nos permitan tener una
política de incentivo de energías renovables y reducción de energías fósiles,
instrumentos que permitan el monitoreo y medición de las emisiones de gases de
efecto invernadero, así como la medición de la huella de carbono de productos,
leyes que incentiven el transporte bajo en carbono, el impulso de tecnologías
innovadoras y sobre todo acciones concretas para detener la deforestación y
desglaciación.
En ese sentido, la protección de derechos medio
ambientales o de tierras y territorios de pueblos indígenas cobran un
significativo valor, el Estado no puede continuar con esa incoherencia
regulativa y muchas veces esquizofrénica, que significa un día luchar contra el
cambio climático y al otro aprobar normas que rebajan estándares ambientales y
territoriales para beneficiar únicamente a proyectos de inversión con serios
impactos en la degradación del ambiente y los territorios; además de altas
emisiones de gases de efecto invernadero.
No solo se trata de cumplir con el Acuerdo de
París, se trata de que, si cada Estado no hace su trabajo observando su
realidad y proponiendo medidas agresivas para mitigar y adaptarse al cambio
climático en nuestros sensibles ecosistemas, tendremos miles de desplazados y
vidas que lamentar.
Mientras tanto, las negociaciones este año
continúan en la COP 24 de Bagkok, donde se tendrá el manual de implementación
del Acuerdo, con el objetivo de que las emisiones bajen de acuerdo a las
Contribuciones Nacionales Determinadas que cada país se comprometió a cumplir.
El 2020 cada país presentará nuevas Contribuciones Determinadas cuyo balance de
cumplimiento se hará el 2023 y así sucesivamente. La situación es clara, vamos
en cuente regresiva y no hay tiempo para el insensato negacionismo que, desde
EE.UU. ha promovido Trump, dejando incluso de financiar al Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en
inglés), por el contrario, es necesario desarrollar una conciencia crítica como
especie y que
entendamos que el cambio climático es real, dudar de ello no garantiza nuestra
supervivencia, sino que puede llevarnos a la destrucción.
Luis Hallazi es abogado e investigador en derechos
humanos.
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