“Mario Vargas Llosa es un tipo adicto al espectáculo. Como dirían en
Hollywood, es un showman risible, esto es, divierte y se divierte con sus bufonadas como
las de los mejores payasos. Las cámaras,
las luces y la acción más retrógrada lo subyugan; es el típico parlanchín
de cafetín; es un auténtico dinosaurio político por conveniencia, puesto que alquiló sus neuronas a las
podridas clases políticas tradicionales de la América Latina, en tanto que
su alma se la vendió al diablo estadounidense. Mario Vargas Llosa le vendió su pluma
a los vende patria de la América Latina. Por eso, lo invitan
a que repte por los pasillos de las ferias del libro del mundo. Por eso, está
en todas partes repitiendo mal las ideas bien desarrolladas por otros pensadores.
Porque ni siquiera es un pensador ni
hombre productor de ideas, sino un loro que repite lo que su amo le dice
que repita. Vargas
Llosa no es un hombre de ideas, sino un perfecto símil zoológico antedicho”.
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Mario Vasgs Llosa, el ideologo de todos los Presidentes fracasados en Perú y todos acusados de corruptos y ser parte del proceso político neoliberal que igualmente fracasaron con sus políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional. FMI. Igualmente fracaso totalmente como político. Nuestro respeto como Escritor,
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VARGAS LLOSA Y EL ÉXITO DE
LOS FRACASADOS.
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Fernán
Medrano.
Rebelión
martes 15 de mayo del 2018.
Decía
el expresidente del Ecuador Rafael Correa que el escritor y premio nobel de literatura peruano, Mario Vargas Llosa, es un caso curioso,
porque escribe con genialidad, pero
habla tonterías. A mí me consta, pues lo he leído y lo he escuchado.
Haciendo paráfrasis de lo
que escribió Jorge Luis Borges, cabe
decir que Mario Vargas Llosa domina
los artificios con los que la literatura impone su magia y sus creaciones. A no
dudar. Sin embargo, esa misma magia literaria y esa rigurosidad con las que
escribe sus ficciones, desaparecen como por artes mágicas, están ausentes en la
boca de Mario Vargas Llosa cuando se
trata de gesticular palabras e ideas alusivas o que describan a los presidentes latinoamericanos de izquierda,
líderes y las políticas implementadas para beneficiar a los condenados de
la región.
En fin, Mario Vargas Llosa expresa cosas
absurdas cuando habla de la realidad de Nuestra América Latina. Él mismo es un
contrasentido. Dizque hizo parte de un grupo de comunistas de la Universidad de
San Marcos en el Perú. Ahora es un renegado del marxismo-leninismo. Sea como
sea no parece ser un hombre coherente ni fiel a sí mismo. Personalmente, lo
adivino como a un exitoso fracasado, decepcionante o, mejor dicho, frustrado y
frustrante.
Cada vez que se acuerda de
que aún no ha muerto, sale a pronunciar todo tipo de estolideces. Y tan pronto
Vargas Llosa destila su veneno y su odio contra todo lo que le huela a
izquierda latinoamericana, los medios mercantiles de manipulación masiva le
hacen eco a su verborragia, palabrería, cual si fueran sus cajas de resonancia.
Mario Vargas Llosa es un
tipo adicto al espectáculo. Como dirían en Hollywood, es un showman risible,
esto es, divierte y se divierte con sus bufonadas como las de los mejores
payasos. Las cámaras, las luces y la acción más retrógrada lo subyugan; es el
típico parlanchín de cafetín; es un auténtico dinosaurio político por
conveniencia, puesto que alquiló sus neuronas a las podridas clases políticas
tradicionales de la América Latina, en tanto que su alma se la vendió al diablo
estadounidense.
Mario Vargas Llosa le
vendió su pluma a los vende patria de la América Latina. Por eso, lo invitan a
que repte por los pasillos de las ferias del libro del mundo. Por eso, está en
todas partes repitiendo mal las ideas bien desarrolladas por otros pensadores.
Porque ni siquiera es un pensador ni hombre productor de ideas, sino un loro
que repite lo que su amo le dice que repita. Vargas Llosa no es un hombre de
ideas, sino un perfecto símil zoológico antedicho.
Él
mismo se piensa liberal, y afirma que el liberalismo no soluciona nada.
A
Mario Vargas Llosa lo inflaron con la entrega del
desprestigiado Premio Nobel de Literatura, a condición de que hable bobadas,
cual si fuera una auténtica autoridad en materia política e intelectual, en vez
de ser un referente de modas literarias.
Mario
Vargas Llosa hizo unas explosivas declaraciones con
respecto a nuestro querido amigo y escritor Gabriel García Márquez, en el sentido de que certificó que el
premio nobel de literatura colombiano no había sido nunca un intelectual. Lanzó
tremenda bomba verbal para armar un escándalo alrededor de él y también para
recordarle a la humanidad que el dinosaurio aún seguía ahí, y que él mismo
todavía no ha muerto. En su manifestación no hay novedad.
Las
actitudes de Mario Vargas Llosa consienten la
interpretación de que a él, como hombre de farándula que es, tiene ambición de
poder (que conlleva complejo de inferioridad) y profundos vacíos en su vida
interior, en su parte emocional, quiero decir, que lo más hondo de su ser no se
ha llenado ni con el máximo premio mundial; peor aún: no se llenará jamás ni
con toda la fama del mundo, inclusive.
Mario
Vargas Llosa siempre fue un liliputiense -como
imaginaría Jonathan Swift- toda la vida fue un enano encaramado en los hombros
de Gabriel García Márquez, quien sí
ha sido un gigante de las letras universales, y no un ser microscópico.
De todas las definiciones
de la palabra intelectual que conozco, gusto de traer a cuento en forma de
paráfrasis aquella acepción que leí en el diccionario
Oxford, según la cual el intelectual es una persona que se aplica a
investigar, a analizar y plantear soluciones y a participar en la resolución de
los problemas de la humanidad.
Y escojo está definición,
porque es justamente la participación personal del intelectual en la puesta en
práctica de una idea o de una solución abstracta la que le permite constatar a
él mismo de primera mano las fallas y las medidas correctivas para que la
solución mental se ajuste a la realidad de las cosas a fin de transformar el
problema planteado.
Huelga decir que Vargas Llosa está en las antípodas de
la definición de marras; está en el extremo opuesto de lo que significa ser un
verdadero intelectual en nuestros días.
Mario
Vargas Llosa es un militante de la mentira literaria y
ultra literaria. Y lo hace de la manera más burda y ramplona jamás conocida. Él
es apenas una vedette de los medios traficantes de noticias.
En este minuto, el intelectual
genuino es, por sobre todas las cosas, un militante de la verdad, como diría el
intelectual mexicano Fernando Buen Abad.
Porque, como escribiría el helado Baltasar Gracián, «la vida es milicia contra
la malicia».
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