Diagnóstico. La
actual crisis no es producto de una pesada herencia, sino que fue generada por
las políticas de este Gobierno. Tampoco es una consecuencia de la crisis global
porque Argentina es el país que más
devaluó su moneda (un 50 por ciento en 2018). La crisis afectó, en particular, a los pocos países que tienen apertura
irrestricta, dolarización de su deuda y alto déficit de cuenta corriente. Las
políticas monetarias y cambiarias han sido erráticas, generaron inflación y
recesión, y han beneficiado solamente a los sectores altamente concentrados en
perjuicio de las pymes, los asalariados y el resto de la sociedad.
El problema principal de Argentina, en cuanto a desequilibrios
macroeconómicos causantes de la crisis, no
es el déficit fiscal, que se agravó al reducir y eliminar impuestos y al
liberar la liquidación de exportaciones, como sostiene el Gobierno. El nudo
central de la crisis monetaria actual es el déficit de cuenta corriente y la
fuga de capitales, resultado de múltiples medidas tomadas por el Gobierno desde
el comienzo de su gestión, entre la cuales se destacan: a) la apertura importadora que destruye la economía real, la
producción y el empleo, y b) la
desregulación financiera, que generó una bicicleta especuladora, una deuda que se ha
tornado insostenible y la apertura de cuenta de capital.
/////
Christine Lagarde, directora gerente del FMI, y el ministro
de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne.
***
ARGENTINA. EL MISMO DE SIEMPRE. EL ACUERDO CON EL FMI.
DOCUMENTO
DEL PLAN FÉNIX. El acuerdo con el FMI y una propuesta alternativa.
*****
Cash publica el texto completo elaborado por los economistas del Plan
Fénix-UBA que advierte acerca de los costos económicos y sociales del acuerdo
con el FMI. Analiza los antecedentes internacionales, la histórica relación con
Argentina y el alcance del actual stand-by, para plantear la necesidad de
transitar otro sendero. Explica que es una falacia el argumento de que se trata
de un nuevo FMI, puesto que impone, como única receta, políticas de ajuste que
deprimen las economías.
Por Plan Fénix. Facultad de Economía de la UBA.
Página/12 domingo 29 de julio del 2018.
El propósito
de este documento es advertir sobre las implicancias del nuevo acuerdo entre el
gobierno nacional y el Fondo Monetario Internacional. El Grupo Fénix sostiene
que éste implica una grave claudicación de la soberanía nacional y la
consolidación de un modelo de endeudamiento, ajuste y dependencia que agravan
las condiciones existentes y constituyen un severo obstáculo para recuperar un
modelo de desarrollo con equidad.
Hoy, como en
2001, el Plan Fénix quiere ofrecerle a la sociedad una alternativa al modelo
neoliberal económicamente inviable y socialmente injusto, ante las horas
aciagas que vive nuestro país y nuestro pueblo.
Antecedentes
El FMI fue creado en el
acuerdo de Bretton Woods en 1944 para colaborar en la estabilización del
capitalismo de posguerra, específicamente, en la regulación de los
desequilibrios del sector externo de los países miembros.
Más allá de que para los
países en desarrollo el FMI fue siempre sinónimo de ajuste y devaluación, luego
de los años ‘70, el Fondo se alejó aún más de sus funciones específicas y se
convirtió de facto en una suerte de interventor de las economías para
implementar políticas neoliberales, como un virrey colonial del sector financiero
internacional concentrado.
El
Premio Nobel Joseph Stiglitz
y numerosos economistas, aun aquellos que profesan la corriente ortodoxa de la
economía, han criticado que el FMI aplique una receta única en todos los países
sin atender las distintas estructuras económicas, contextos y particularidades
nacionales.
En las Cartas de
Intención del FMI con algunos países, estos incluso se obligan, entre otras
acciones, a cerrar escuelas y universidades públicas, y a introducir reformas
previsionales y laborales. Todas medidas que afectan el crecimiento de largo
plazo y quitan derechos, afectando el desarrollo, la equidad y atentando
gravemente contra la sustentabilidad política, económica y social de las
naciones.
Ante la falacia del
argumento de que se trata de un nuevo FMI, decimos que es el mismo de siempre y
que impone, como única receta, políticas de ajuste que deprimen las economías
en diversos países desarrollados y en desarrollo. Son testimonio de esto la
experiencia de Argentina en los años ‘90 y los casos de Ucrania y Grecia, como
así también, las fuertes protestas sociales por la implementación de similares
recetas en Jordania y Haití.
Soberanía.
Argentina es país miembro
del FMI desde el 19 de abril de 1956 y contrajo en ese año su primer crédito,
iniciando un derrotero con muy malas experiencias a lo largo de 50 años. Los
acuerdos con ese organismo limitaron la soberanía y generaron políticas de ajustes
ineficientes y anti-populares. Nuestro país, junto con Brasil, recién en enero
de 2006, pudo cancelar la deuda con el FMI y retomar el carácter soberano de
sus políticas.
Sin la injerencia del
FMI, fue posible desendeudarse realizando políticas anticíclicas para sostener
el crecimiento durante la crisis global, recuperar los fondos previsionales y
reformar la Carta Orgánica del BCRA para regular las finanzas y ponerlas al
servicio de la economía real y no de la valorización financiera.
Hoy, Argentina vuelve al
FMI luego de 12 años de prescindir de sus intervenciones y presiones.
Diagnóstico.
La actual crisis no es
producto de una pesada herencia, sino que fue generada por las políticas de
este Gobierno. Tampoco es una consecuencia de la crisis global porque Argentina
es el país que más devaluó su moneda (un 50 por ciento en 2018). La crisis
afectó, en particular, a los pocos países que tienen apertura irrestricta,
dolarización de su deuda y alto déficit de cuenta corriente.
Las políticas monetarias
y cambiarias han sido erráticas, generaron inflación y recesión, y han
beneficiado solamente a los sectores altamente concentrados en perjuicio de las
pymes, los asalariados y el resto de la sociedad.
El problema principal de
Argentina, en cuanto a desequilibrios macro-económicos causantes de la crisis,
no es el déficit fiscal, que se agravó al reducir y eliminar impuestos y al
liberar la liquidación de exportaciones, como sostiene el Gobierno.
El nudo central de la
crisis monetaria actual es el déficit de cuenta corriente y la fuga de
capitales, resultado de múltiples medidas tomadas por el Gobierno desde el
comienzo de su gestión, entre la cuales se destacan: a) la apertura importadora que destruye la economía real, la
producción y el empleo, y b) la
desregulación financiera, que generó una bicicleta especuladora, una deuda que
se ha tornado insostenible y la apertura de cuenta de capital.
Consecuencias.
El texto de la Carta de
Intención con el FMI revela un conjunto de objetivos sumamente negativos para
el país y de muy difícil cumplimiento.
Estos acuerdos llevan
implícito para el Gobierno el renunciamiento a su independencia en la toma de
decisiones y al uso de instrumentos de política necesarios para resolver
efectivamente sus problemas.
Las metas de recorte del
gasto público ponen al sector público en una dinámica de creciente deterioro de
sus capacidades para cumplir sus funciones básicas, aunque no se pone similar
énfasis en reducir las erogaciones por servicios de deuda externa.
El stand by aceptado implica
limitaciones en el uso de reservas y otros instrumentos de regulación
cambiaria, y en el financiamiento del Banco Central al Tesoro. Estas rigideces
quitan margen de maniobra para poder administrar las políticas económicas y
tienden a agravar la crisis.
Entre las
condicionalidades inaceptables está la venta de activos del Fondo de Garantías
de Sustentabilidad, lo que desfinanciará el sistema previsional, además de
buscar su privatización, empujando a la pobreza a los actuales y futuros
jubilados.
En este sentido, el FMI consagra políticas que solo sirven al sistema financiero. Las recetas aplicadas y el acuerdo con el FMI no auguran salir de la crisis, sino solo profundizarla.
El acuerdo busca convertir al Banco Central en un organismo alejado de las necesidades del país. Se busca volver a un Banco Central sometido al poder financiero local y global, que solo se ocupe de la inflación y se desentienda del crecimiento, el empleo y la equidad social, lo que deriva en una depresión secular, como es el caso de la Unión Europea.
También se plantea limitar el financiamiento del Banco Central al Tesoro Nacional, lo que implica forzar un endeudamiento en el mercado y agravar el problema de la deuda pública.
De nada sirve un Banco Central si se hace más insolvente al Tesoro. Con esas políticas, el Banco Central no puede cumplir sus objetivos. Por lo contrario, debe coordinar con otros organismos y coadyuvar a objetivos múltiples de política económica.
Uno de los principales problemas es la falta de coordinación y consistencia de las políticas de Gobierno con el Banco Central, pero, a su vez, es muy coherente y consecuente con las políticas de saqueo, expoliación de nuestras riquezas y su fuga al exterior, y la concentración del ingreso.
El Banco Central no es un banco más. Es el emisor y no debe guiarse por criterios de empresas comerciales; hoy, sin embargo, se consagra como un Banco Central que no es independiente de sus regulados, o sea, del sistema financiero.
Con el objetivo de consolidar en el tiempo sus políticas, el Gobierno busca blindar al neoliberalismo y a los intereses de los sectores que hoy tienen a sus CEOs como colaboradores dilectos, dejando funcionarios cuestionados y vinculados al sistema financiero en un futuro gobierno del Banco Central, con la excusa de limitar las causales de remoción y de establecer mayorías especiales para la misma. De cumplirse estas intenciones, sería introducir un caballo de Troya en el país y, eventualmente, en un gobierno popular.
La libre flotación de la moneda en un país dolarizado genera más costo fiscal por el lado de la deuda. El fuerte crecimiento de la deuda en dólares es altamente preocupante y acelera la inflación. Máxime habida cuenta de la indexación en dólares de las tarifas. El Gobierno ya ha conseguido el peligroso resultado de que los ratios de deuda en relación al PIB sean graves y pongan al país en zona de insustentabilidad por su riesgo crediticio.
En síntesis, el acuerdo con el FMI obligará a una drástica contracción económica que no servirá para resolver el problema clave del sector externo, pero que dañará la estructura productiva y social de nuestro país, además de debilitar las capacidades estatales y la soberanía nacional.
Propuestas.
Sostenemos que esta no es la única opción. Es tan solo la opción que ha buscado el Gobierno para profundizar un modelo de dependencia y concentración de la riqueza.
El Parlamento Nacional debe intervenir y evitar que se suscriban acuerdos lesivos al interés nacional, a la soberanía del país y que conlleven al empobrecimiento de nuestro pueblo.
En este sentido, el FMI consagra políticas que solo sirven al sistema financiero. Las recetas aplicadas y el acuerdo con el FMI no auguran salir de la crisis, sino solo profundizarla.
El acuerdo busca convertir al Banco Central en un organismo alejado de las necesidades del país. Se busca volver a un Banco Central sometido al poder financiero local y global, que solo se ocupe de la inflación y se desentienda del crecimiento, el empleo y la equidad social, lo que deriva en una depresión secular, como es el caso de la Unión Europea.
También se plantea limitar el financiamiento del Banco Central al Tesoro Nacional, lo que implica forzar un endeudamiento en el mercado y agravar el problema de la deuda pública.
De nada sirve un Banco Central si se hace más insolvente al Tesoro. Con esas políticas, el Banco Central no puede cumplir sus objetivos. Por lo contrario, debe coordinar con otros organismos y coadyuvar a objetivos múltiples de política económica.
Uno de los principales problemas es la falta de coordinación y consistencia de las políticas de Gobierno con el Banco Central, pero, a su vez, es muy coherente y consecuente con las políticas de saqueo, expoliación de nuestras riquezas y su fuga al exterior, y la concentración del ingreso.
El Banco Central no es un banco más. Es el emisor y no debe guiarse por criterios de empresas comerciales; hoy, sin embargo, se consagra como un Banco Central que no es independiente de sus regulados, o sea, del sistema financiero.
Con el objetivo de consolidar en el tiempo sus políticas, el Gobierno busca blindar al neoliberalismo y a los intereses de los sectores que hoy tienen a sus CEOs como colaboradores dilectos, dejando funcionarios cuestionados y vinculados al sistema financiero en un futuro gobierno del Banco Central, con la excusa de limitar las causales de remoción y de establecer mayorías especiales para la misma. De cumplirse estas intenciones, sería introducir un caballo de Troya en el país y, eventualmente, en un gobierno popular.
La libre flotación de la moneda en un país dolarizado genera más costo fiscal por el lado de la deuda. El fuerte crecimiento de la deuda en dólares es altamente preocupante y acelera la inflación. Máxime habida cuenta de la indexación en dólares de las tarifas. El Gobierno ya ha conseguido el peligroso resultado de que los ratios de deuda en relación al PIB sean graves y pongan al país en zona de insustentabilidad por su riesgo crediticio.
En síntesis, el acuerdo con el FMI obligará a una drástica contracción económica que no servirá para resolver el problema clave del sector externo, pero que dañará la estructura productiva y social de nuestro país, además de debilitar las capacidades estatales y la soberanía nacional.
Propuestas.
Sostenemos que esta no es la única opción. Es tan solo la opción que ha buscado el Gobierno para profundizar un modelo de dependencia y concentración de la riqueza.
El Parlamento Nacional debe intervenir y evitar que se suscriban acuerdos lesivos al interés nacional, a la soberanía del país y que conlleven al empobrecimiento de nuestro pueblo.
Se requieren soluciones
nacionales. Frenar la apertura financiera y aplicar controles de capital para
detener la sangría de divisas para evitar el endeudamiento y la fuga de
capitales. Es imprescindible un racionamiento de divisas, priorizando el uso de
las reservas para el desarrollo económico.
Se impone la necesidad de
introducir tipos de cambio múltiples para fomentar un proceso de
industrialización y de mayor densidad nacional, y desvincular los precios
internos de los externos para evitar una alta inflación que afecte al salario
real y a los bolsillos populares a expensas de rentas extraordinarias que
refuercen la inequidad, el fomento de lo importado y la fuga de divisas.
La política
económica requiere un giro de 180 grados. Es imprescindible un proyecto
nacional que implemente un plan de corto, mediano y largo plazo cuyo eje sea el
desarrollo y la equidad.
Se impone un rechazo del
acuerdo y una gran movilización de todos los sectores de la sociedad, que
contribuirá a evitar el avance del neoliberalismo y el deterioro de la
soberanía nacional. La alternativa
deberá surgir de la política para ofrecer una
perspectiva de esperanza y progreso frente al escenario actual, que solo augura
mayores penurias y sufrimientos colectivos.
* Cátedra Abierta de Plan
Fénix, Facultad de Ciencias Económicas, UBA.
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