Un ejemplo concreto del “caos” global y el “nuevo
Desorden Mundial” que se construye Trump a su imagen y semejanza, solo considerando la Unión Europea, donde sed abierto
un “amigo, socio o enemigo”, el tiempo y los resultados lo dirán?. “La
Unión Europea y el imperio de Trump: ¿socios, clientes o rivales?. La
Unión Europea (UE) es el mayor mercado del mundo; aun así sigue
siendo dependiente, tanto política como militarmente, de Washington. La UE ha
padecido la falta de una política exterior independiente; su subordinación a
la OTAN, una alianza
subsidiaria de EEUU es una de las principales razones de esa
dependencia.
El presidente Trump ha aprovechado de la
debilidad de la UE para desafiar sus políticas en relación con
varias cuestiones estratégicas, que van desde los Acuerdo de París sobre el cambio climático y el acuerdo
nuclear con Irán hasta el
reconocimiento de Jerusalén como
capital de Israel. Los aranceles
de Trump a las exportaciones
de la UE es la última y más provocadora medida para plantar cara
y dominar el continente.
Además, la UE está cada vez más
dividida por la cuestión de la inmigración, la salida del Reino Unido
(Brexit), así como por la desunión económica y política entre Alemania, Italia y Polonia. Como
consecuencia de ello, el régimen
de Trump ya no puede contar con una alianza potente y unida para
su ambición de un imperio global. En lugar de eso, el Estados Unidos de Trump trata de asegurarse la supremacía económica y la total
dominación político-militar.
El presidente Trump exige que los
países de la UE dupliquen su presupuesto militar para que
el Pentágono aumente la venta de
armas. Como resultado de la falta de acuerdo y la pésima relación entre EEUU y la UE, la política
imperial del presidente Trump ha adoptado la contradictoria estrategia de
aumento del proteccionismo económico y el intento de acercamiento a
la “enemiga” Rusia. Adoptando
el eslogan nacionalista de “Fortalecer a
Estados Unidos”, naturalmente “Debilitando a la UE”, se hace evidente que
Trump utiliza eslóganes nacionalistas para promover sus propios objetivos
imperiales”. Fuente Artículo del Dr. James Petras.
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EL “ORDEN
MUNDIAL”, UN CAOS PARA LAS MAYORÍAS.
DESORDENANDO.
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David Brooks.
La Jornada
martes 24 de julio del 2018.
En los pasados 70 años hemos tenido que vivir con
esta locura, donde quien estaba a cargo en Washington o Moscú se había
atribuido el poder de destruir mutuamente el mundo entero. A eso le llaman
"orden". Vale también considerar que fue sobre esa tan alabada arquitectura
del orden internacional que se impulsó el consenso neoliberal durante las
décadas recientes que ha culminado entre otras cosas, en la mayor desigualdad
económica mundial desde poco antes de la Gran Depresión, como también una
migración humana forzada sin precedente de millones de personas y, como si
fuera poco, llevar al mundo al otro precipicio existencial de la crisis del
cambio climático. Muy ordenadito todo.
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Acusan que el jefe del régimen estadunidense está
sacudiendo la llamada arquitectura internacional de la posguerra del mundo, que
incluye el equilibrio nuclear, la OTAN,
la ONU, la OMC y esa telaraña de acuerdos
económicos-financieros-comerciales que establecen los derechos del capital
internacional, como el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, y casi todos –los empresarios y banqueros,
tanques pensantes, oficiales y funcionarios encargados de esa arquitectura,
gobiernos aliados y supuestos adversarios (China,
Rusia) de Estados Unidos, líderes de
la llamada comunidad internacional, los grandes medios e intelectuales
conservadores y liberales– suenan la alarma de que todo lo que se construyó
para mantener el mundo en orden está amenazado.
Pero lo que los
dueños del juego y sus cómplices han llamado orden internacional durante las
décadas recientes siempre ha sido un
caos para las grandes mayorías,
según cualquier revisión empírica.
De hecho, debajo de la supuesta racionalidad del orden
de posguerra hay un concepto llamado literalmente así: loco. Un eje central de la arquitectura de
posguerra era o es (ya no se sabe bien) el llamado equilibrio, o paridad, del arsenal nuclear entre lo que eran dos superpoderes y con ello el
reconocimiento de que el ‘adversario”
sería destruido si intentara destruir al otro (ah, y con ello el mundo). El
concepto se llamaba destrucción mutuamente asegurada, MAD por sus siglas en inglés.
Mad es una palabra en inglés que se puede traducir como enojo, o
también, y más apropiado en este caso, loco.
Todos los seres humanos en los pasados 70 años hemos tenido que vivir bajo
esta locura, donde quien estaba a cargo en Washington
o Moscú se había atribuido el poder de destruir mutuamente el mundo entero.
A
eso le llaman orden. Vale también considerar que fue sobre esa tan
alabada arquitectura del orden internacional
que se impulsó el consenso
neoliberal durante las décadas recientes que ha culminado entre otras
cosas, en la mayor desigualdad económica mundial
(y dentro de este país) desde poco antes de la Gran Depresión, como también una
migración humana
forzada sin precedente de millones de personas y, como si fuera poco,
llevar al mundo al otro precipicio existencial de la crisis del cambio climático. Muy
ordenadito todo.
La extraordinaria serie de respuestas a las
consecuencias de este llamado orden
mundial incluyó la ola de rebelión
altermundista contra el modelo neoliberal junto con el terremoto político
rosa en América del Sur (el cual
frenó por primera vez en la historia un proyecto trasnacional de Washington, el Área de Libre Comercio de las
Américas, ALCA cuyo primero paso
fue el TLCAN), entre otras
expresiones que insisten en la posibilidad de otro mundo.
Dentro de Estados Unidos, las consecuencias del
llamado orden mundial oficial
desatan las condiciones para el surgimiento de un Trump como respuesta reaccionaria con tintes fascistas a una crisis, pero a la vez y aún más sorprendente
un renacimiento de fuerzas que se autodefinen como socialistas dentro del mismo país que se proclama campeón
mundial del capitalismo. Dicen que el viejo orden está en jaque, y con ello, mayor peligro para un
desastre con consecuencias impensables para todos. Al mismo tiempo, como en
toda crisis, es una oportunidad para
empezar a inventar otro tipo de orden.
En este contexto, al
sur de la frontera del último superpoder
surge el triunfo de la posibilidad de
algo nuevo. Una gran y urgente pregunta –de ambos lados de la frontera– es
cómo se abordará la relación con el régimen del desorden en Washington.
Seguir hoy día con el juego de siempre, guiado por lo que los políticos llaman
pragmatismo, no ha tenido ningún éxito para ni uno solo de los países amigos o
socios que lo han intentado hasta la fecha.
Tal vez es hora de desordenar el caos sistemático,
absurdo y suicida que ha imperado e invitar a los aliados reales de ambos
lados de ésta (y otras) frontera a construir
un orden verdadero que brote de los sueños compartidos entre todos.
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