“¿Cómo se puede pensar la relación entre meritocracia e
individualismo? –Hay una conexión directa. En el siglo XVIII la meritocracia tenía un significado muy
diferente al que existe ahora. La
meritocracia era: todos tienen algún tipo de talento y la sociedad o las
instituciones son las encargadas de liberar esos talentos reprimidos, que
estaban reprimidos por el Antiguo Régimen. En la actualidad la meritocracia habla de una escasez, es decir que sólo
unos pocos tienen ese talento para llegar a lograr algo. El rol de las instituciones es lograr
una educación
en este sentido y encontrar ese don que unas pocas personas tienen. Actualmente
para mí la meritocracia es una nueva
legitimación de la desigualdad. De la creciente desigualdad. Se perdió
la noción de que todos tienen algo bueno para dar y que todos pueden llegar a
ser buenos, no genios, pero buenos
en algo. Es una justificación para hacer que uno de cada veinte estudiantes logra algo o uno de cada cien trabajadores tiene un ascenso. Entonces se crea un sistema
de desigualdad personalizado”.
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LOS
TRABAJOS Y LOS DÍAS.
Entrevista al Sociólogo y novelista Richard Sennett.
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Acaba de visitar Buenos Aires, donde brindó una
conferencia sobre las ciudades y el uso del espacio urbano. Recibió un
doctorado Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires y otro en Córdoba. Sociólogo y novelista, Richard Sennett ha trabajado temas de
enorme actualidad como las relaciones laborales, los cambios permanentes del
capitalismo, el diseño de las ciudades y las corrientes migratorias. En esta
entrevista, Sennett repasa sus
tópicos recurrentes, aborda la despenalización del aborto y explica por qué
Virginia Woolf es un buen ejemplo de literatura social.
Por Carla del Cueto.
Página/12 domingo 15 de julio del 2018.
Richard
Sennett es uno de los pensadores más lúcidos de la actualidad. En Carne y piedra, se interesó por
analizar el papel de los cuerpos humanos
en las relaciones espaciales desde la sociedad antigua occidental hasta la
modernidad. Es un agudo intérprete del capitalismo flexible y se ha ocupado
además de las transformaciones en el mundo del trabajo en uno de sus libros más
conocidos: La corrosión del carácter. También ha sido un profundo analista de las
transformaciones del espacio público en El declive del hombre público.
El abanico de temas es amplio y Sennett es prolífico, sin embargo, es posible
identificar algunos temas recurrentes: la ciudad, la cultura, el espacio público,
la cooperación y el mundo del trabajo. Nació en Chicago en 1943, se graduó en la Universidad de Chicago y se doctoró
en Harvard. Se dedicó no sólo a la academia: fue cellista y también autor
de varias novelas. Actualmente da clases
de sociología en la London School of Economics y en la New York
University.
Recientemente Sennett visitó Buenos Aires invitado por la Fundación Medifé, que
organiza desde 2016 el Ciclo
Conversaciones: encuentros con reconocidos intelectuales que realizan
análisis de problemas sociales, culturales y científicos. En este marco,
Sennett ofreció el 22 de junio una conferencia en el Auditorio de la Facultad
de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. En ese acto fue
distinguido con el título de Doctor Honoris Causa, título con el que también le
fue entregado en la Universidad Nacional de Córdoba en el marco de su
participación en el Tercer Congreso de Vivienda y Ciudad que se realizó en la
capital cordobesa. También fue nombrado ciudadano ilustre de la ciudad de
Buenos Aires.
Entre los temas de preocupación
actuales se destaca la idea de “ciudad abierta”, tema
de su conferencia, en donde propone pensar un uso del espacio urbano que genere
oportunidades, que permita la conexión entre sus habitantes con los recién
llegados, liberar de la tradición. En contraste, las ciudades modernas se caracterizan por lo contrario: la inequidad urbana que restringe las
oportunidades; la segregación espacial
que aísla a las personas en grupos homogéneos; finalmente, los espacios públicos ya no son lugares de innovación política.
En esta entrevista reconoce que su recorrido fue diferente de la mayoría de
las trayectorias académicas: “mi camino
fue un poco distinto de lo que podemos llamar los sociólogos tradicionales o la
sociología tradicional, yo tomé un camino diferente”. Si puede afirmarlo es
porque trabajó hace 30 años para las
Naciones Unidas en diferentes proyectos en diferentes países.
“Esto
fue porque necesitaba tener experiencias en ciudades y que esas experiencias no fueran a través de la academia,
sino experiencias reales en esas ciudades. Lo que logró esto fue hacerme pensar
mucho más de lo que podría pensar siendo profesor universitario y nada
más”.
Con respecto al tipo de análisis, se
destaca una mirada particular que reconoce el arte como forma de aproximación
al análisis de los fenómenos sociales. Utiliza
las obras de arte para estudiar la vida
social y en ese gesto se rescata la tradición
sociológica de Georg Simmel: el desafío de captar la totalidad a partir del
fragmento. Cuando comenzó su trabajo de escritura su trabajo se dividió entre
escribir novelas y escribir sociología.
¿De qué
modo la literatura puede ser una forma interesante de reflexión de los procesos
sociales?
–En mi opinión la manera en
que la literatura reconoce los procesos sociales se lleva a cabo, pero no sólo
por un motivo ideológico ni siquiera por un motivo descriptivo. Sino que yo
creo que al escribir sobre estos procesos sociales con mayor ingenuidad se
logran mejor los objetivos. Cuando uno lo describe desde un punto de vista de
mayor ingenuidad y no desde un punto de vista intelectual.
¿Quiénes
son ejemplo de esta mirada en tu opinión?
–Es un poco lo que siento
cuando analizamos lo que sucede con Virginia Wolf en contraposición a un
escritor del que probablemente no hayas escuchado hablar que se llama George
Gissing. Mientras Virginia Wolf era una novelista social mucho más que otras y
otros novelistas contemporáneos que probablemente fueron olvidados. Gissing
escribía novelas para criticar a la burguesía pero tenía demasiada
intencionalidad. En cambio, Virginia Wolf tenía una sensibilidad de clase,
describía una época, su tiempo en Londres, pero sin intentarlo, y eso es lo que
la distingue. La escritura más social es la que es menos socialmente
consciente.
¿Esto
ocurre sólo con la literatura?
–Creo que también es lo que
sucede con el arte pictórico. Quisiera agregar algo más, también sucede algo
similar en relación con el arte abstracto, se produce una paradoja que tiene
que ver con lo que mencioné antes y es que el arte abstracto puede lograr ser
expresivo sin representar nada en particular. En el caso de Mark Rothko. ¿Los
cuadros de Mark Rothko qué hacen? Muestran la fragilidad y la forma pero sin
tratar de mostrar la fragilidad de la vida. Sin embargo, una persona se para
frente a un cuadro de Rothko y siente todas esas cosas. Siente la fragilidad de
la vida.
¿Cómo
relacionas este abordaje de la literatura y el arte con la reflexión
sociológica?
–Creo que en toda la expresión
humana, dentro de toda la expresión humana, lo más poderoso es lo indirecto, no
lo directo. En la sociología tenemos números para determinar cuán alienada está
una persona, eso es ridículo. Porque no puede ser tan lineal. Las etnografías
que llevan adelante muchos de los colegas, hablan mucho más y son más poderosas
que las estadísticas para hablar de la alienación de las personas, nos permite
comprenderla de forma mucho más global. Para mí el tema es tener una sociología
más evocativa que una sociología utilitaria.
Nuevo capitalismo y trabajo
flexible
Desde sus primeros análisis Richard Sennett se interesó por el
mundo del trabajo. Como escritor de ensayos y ficciones su reflexión sobre el
lenguaje también le permitió pensar las narrativas y los modos de relatar el
trabajo y sus problemas. Mientras en los años setenta las historias de vida de
las personas a quienes Sennett entrevistó le impresionaban por su consistencia
y su estructura, en el último cuarto de siglo, el capitalismo moderno ha
cambiado esta organización de los relatos sobre el trabajo y las trayectorias
laborales, volviéndolos más débiles e inciertos. “Nada a largo plazo” es el lema que rige para los trabajadores en
el nuevo capitalismo. Las nuevas tecnologías, los mercados globales, las nuevas
formas de organización burocrática constituyen fuerzas muy profundas que
desregularon la experiencia temporal de las personas. Todas ellas orientan la
actividad económica al corto plazo; desafían la continuidad y duración de la
experiencia laboral, su percepción subjetiva y social.
“La primera cuestión
tiene que ver con que en el liberalismo
la construcción del tiempo es secuencial y acumulativa, de esta manera se
desarrollan habilidades y la identidad del trabajador”, señala Sennett. “Ese camino es lineal. Todo pasa por una razón”.
¿Y qué
ocurre en el nuevo capitalismo?
–En el caso del nuevo capitalismo, esta narrativa del
trabajo pasa a ser una historia en donde aparece una nueva temporalidad donde
el trabajador ya no es el agente del trabajo. El trabajador termina
asimilándose más a la literatura que a la vida. Es un capitalismo de corto plazo pero también es el efecto de que
es en el capitalismo en donde se invierte más en el trabajo que en los
trabajadores. Se pueden comprar las
habilidades para ser un contador en
India o en Gran Bretaña indistintamente. Eso es porque la tecnología te
permite desconocer de dónde proviene ese conocimiento. De esa forma el
trabajador tiene un par de manos pero no es agente, ni un trabajador. El
clásico problema del proletariado en relación al trabajo hoy en día es
un problema de la clase media y de clase
media alta.
Venías
sosteniendo que en las sociedades que construye el capitalismo se debilitan las
organizaciones políticas intermedias, sobre todo gremios y sindicatos. Teniendo
en cuenta que es un diagnóstico de hace unos años, ¿qué ha cambiado respecto de
entonces a esta parte, nuestro tiempo?
–No cambió mucho. El capitalismo neoliberal es una fuerza de enorme
potencia, aún en 2012 cuando se
produjo el supuesto colapso, no fue un verdadero colapso. Los bancos y los
gobiernos están apoyando y están detrás del capital. Entonces cuando se dice
que es una cosa temporaria es peligroso pensar esto porque eso lo fortalece
más. Hace 10 años escribí esto, que el
sistema no se estaba debilitando sino todo lo contrario, se estaba haciendo más
fuerte.
¿Se daría
por tierra con el diagnóstico sobre el fin del capitalismo?
–Lo que sucede es algo que Marx para mí comprendió erróneamente o
en algo en lo que se equivocaba era que el capitalismo
iba a colapsar por sus propias contradicciones y eso quizás podía aplicarse
en el siglo XIX pero hoy en día el
capitalismo no va a colapsar por sus propias contradicciones. Lo único que
realmente puede marcar una diferencia es
crear instituciones que resistan y que se enfoquen en la persona del trabajador y no en los
sistemas. Estas instituciones intermedias que mencionaste por eso son tan
importantes para mí y por esos se debe protegerlas.
¿Cómo se
puede pensar la relación entre meritocracia e individualismo?
–Hay una conexión directa. En el siglo XVIII la meritocracia tenía
un significado muy diferente al que existe ahora. La meritocracia era: todos
tienen algún tipo de talento y la
sociedad o las instituciones son las encargadas de liberar esos talentos
reprimidos, que estaban reprimidos por el Antiguo Régimen. En la actualidad la meritocracia habla de una
escasez, es decir que sólo unos pocos tienen ese talento para llegar a lograr
algo.
El
rol de las instituciones
es lograr una educación
en este sentido y encontrar ese don que unas pocas personas tienen. Actualmente
para mí la meritocracia es una nueva
legitimación de la desigualdad. De la creciente desigualdad. Se perdió
la noción de que todos tienen algo bueno para dar y que todos pueden llegar a
ser buenos, no genios, pero buenos
en algo. Es una justificación para hacer que uno de cada veinte estudiantes logra algo o uno de cada cien trabajadores tiene un ascenso. Entonces
se crea un sistema de desigualdad personalizado.
Preparen
los pañuelos (verdes)
Richard
Sennett también es
un agudo observador de su entorno y de su presente. En su visita fugaz por el
país se entera que en Argentina
estamos discutiendo desde hace varios meses en el Congreso la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo
con una visibilidad inédita del movimiento de mujeres. “Como en Irlanda”, señala rápidamente. La intérprete se suma al
relato de la vigilia del 13 de junio, cuando se discutió en la Cámara de
diputados, que el proyecto ya tiene media sanción, y de los pañuelos verdes de
la Campaña Nacional por el Derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Escucha
atento y dice: “no sabía que la iglesia
católica era tan fuerte aquí como en Irlanda. ¿Por qué recién ahora el debate
sobre el aborto?”. Le contamos que la iglesia es fuerte en el país y en toda
Latinoamérica. “Entonces tenemos una
imagen errónea del catolicismo en cómo se da en Latinoamérica por todas las
acciones sociales que vemos por ejemplo a través de los curas villeros”. Le
contamos que el movimiento feminista
tiene una larga historia en la Argentina, pero lo que ha ocurrido recientemente
es la irrupción de las jóvenes –muy jóvenes–
como protagonistas de las movilizaciones. “Maravilloso.
Y eso es distinto que en Irlanda”
¿Cuál es
entonces tu interpretación de lo sucedido en Irlanda respecto de la
legalización del aborto?
–Es muy diferente porque en Irlanda las mujeres que fueron a
protestar fueron mujeres de una edad que cuando eran jóvenes nunca habían
podido acceder a un aborto seguro. Entonces había muchísimo apoyo, obviamente
de muchos sectores, pero sobre todo de mujeres más grandes.
Señalabas
la necesidad de un fortalecimiento de las instituciones intermedias, pero ¿se
puede pensar en otros actores o en otros tipos de agrupamientos que no estén
necesariamente organizados a partir del trabajo?
–Sí, y con el tema del aborto creo que puedo darte un buen
ejemplo como respuesta a la pregunta. Sin importar si el aborto es legal o no. Un
ejemplo de una institución intermedia que se pone el equipo al hombro es un
hospital que recibe a una mujer que se quiere hacer un aborto y se lo hace de
todos modos, independientemente si es legal o no. Es un hospital que dice: no me importa lo que diga la ley, vení
porque por supuesto que te vamos a hacer un aborto seguro. Después, si la
policía decide mandarlo a prisión al médico, cosa que probablemente no harán,
es otro tema. Justamente se trata de hacer las cosas no en base a la ley sino
en base a una serie de obligaciones diferentes que se enfoquen en la persona y
no en el sistema.
No tiene
que ver con la ley poder dar respuesta a estos problemas…
–Hay muchas actividades
ilegales que podemos pensar al respecto. Por ejemplo, durante la crisis del sida en los ochenta, en Estados Unidos al menos, en los
hospitales eran ilegales algunas prácticas como darles marihuana a los pacientes para aliviar su sufrimiento. Éste es el
tipo de acciones que pueden hacer las instituciones intermedias para en cierta forma
ir más allá y pensar de nuevo en las personas y no en los sistemas.
¿Se puede
pensar que esas transformaciones del mundo del trabajo acerquen a un electorado
más de derecha o a opciones políticas que enfatizan el individualismo?
–Oh, bueno, no hay relación,
no hay ninguna relación (risas). En el Reino
Unido lo que está sucediendo por ejemplo con el Brexit es que tanto mujeres como hombres de mi edad o de mayor edad
votaron muchos a favor del Brexit.
¿Por qué? Porque hay una posición muy extendida de estar en contra de los
extranjeros: votar por Brexit es estar en
contra de los extranjeros. Eso se sustentaba en la expectativa de lograr cierta
estabilidad laboral.
¿Qué
sucedió con estas expectativas?
–Dos años después de que se votó por el Brexit y se investigó lo
que está ocurriendo, se descubrió que estos anti extranjeros eran los que peor
historia laboral habían tenido. Los más afectados por el neoliberalismo eran también los que tenían este rechazo por los
extranjeros y veían el Brexit como
una forma de estabilizar su carrera laboral. Puede llegar a darse en países
como Hungría o Polonia, en donde hay
una especie de obsesión por los inmigrantes como si fuera algo impuro. Pero en
realidad es como una fachada psicoanalítica si se quiere. Lo que piensan es que, con más homogeneidad, si somos todos iguales,
entonces vamos a tener menos inestabilidad en el trabajo. En donde yo
trabajo en el Reino Unido hacemos
como una especie de ejercicio de psicología grupal en donde decimos: “si
no hubiera extranjeros en tu lugar de trabajo, ¿trabajarías mejor?”.
Esta es una forma más personal de encarar el tema. Lo que descubrimos en estos
estudios es que en el Reino Unido
este sentimiento anti extranjero se disminuye o baja cuando uno pregunta: “¿pero odiás a José que trabaja al lado
tuyo en la planta?” Y ahí dicen: “no, no, no, José es diferente”.
Entonces cuando hacemos la pregunta con más cercanía, cambia el modo de
expresarlo. Por eso para mí lo mejor es enfocarse en el lugar de trabajo que en el lugar en donde vive
la gente. Porque si les hablamos de aquellos extranjeros que trabajan con ellos
el nivel de tolerancia aumenta muchísimo. No se trata de acusarlos de racistas porque están a favor del
Brexit. Tiene que haber una discusión más allá de esto. u
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