El capital en el siglo XXI.- Quizá, de manera sorprendente, los cálculos de la OCDE sobre la tasa de rentabilidad coinciden con la afirmación de Piketty en El capital en el siglo
XXI. Para el autor, la riqueza heredada siempre crecerá más que la que
proviene del rendimiento del trabajo,
en un modelo económico en el que la tasa
de rentabilidad del capital es sistemáticamente mayor que el PIB. Un modelo
de estas características, implica un grado de concentración de la riqueza
incompatible con la justicia social y la democracia. Es más, la desigualdad se autoreproduce y
genera una mayor concentración de rentas y riqueza, que permite a
los más ricos condicionar las políticas y los procesos reguladores y obtener
una proporción aún mayor de la renta nacional. Los datos de la OCDE –que muestran tasas de rentabilidad de
los activos fijos de hasta un 14 % en
Holanda, 12% en Alemania, EE.UU. y Reino Unido y 10% de media en las
economías avanzadas–, reflejan la existencia de este poderoso mecanismo estructural
generador de desigualdades.
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Thomas
Piketty, en una conferencia universitaria. Abril de 2018. CEU, DANIEL VEGEL
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LA OCDE COINCIDE CON PIKETTY.
Un relato económico alternativo.
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Ronald
Janssen.
CTXT.
Rebelión
viernes 20 de julio del 2018.
Los
cálculos de la OCDE – Organización de Cooperación y Desarrollo Económico- sobre
la Tasa de Rentabilidad respaldan la afirmación según la cual la riqueza
heredada siempre crecerá más que el rendimiento del trabajo.
Los beneficios de hoy no se convierten en las inversiones de mañana.
Una imagen dice más que mil palabras. Sin duda este
dicho se ajusta perfectamente a los gráficos publicados por la OCDE en el último número de Economic Outlook, y que muestran
la tasa de rentabilidad de los activos fijos, una medida representativa de la
rentabilidad de las inversiones de capital.
Basta con echar un vistazo rápido para apreciar que en
los países de la OCDE se han
producido altas tasas de rentabilidad. De hecho, en términos generales, la tasa
de rentabilidad de los activos fijos ha alcanzado el 10%, como en los momentos
previos a la crisis. En EE.UU. y en
Reino Unido la tasa es más alta (12%), Alemania y Holanda han alcanzado una
rentabilidad récord de un 13 y 14%. Es más, estas tasas solo reflejan la
rentabilidad previa a que se produzca el efecto de apalancamiento
financiero, cuando las empresas obtienen créditos a un tipo de interés más bajo
que la rentabilidad de los activos. Esto implica que los rendimientos del
capital serían aún más elevados y un múltiplo de los rendimientos que se
muestran en los gráficos.
En un contexto de elevada rentabilidad de la inversión
y de un nivel de riesgo de la inversión financiera en sus mínimos históricos,
debería producirse un aumento de la inversión empresarial en la medida en que
aumentan las expectativas de obtención de mayores beneficios que los costes
financieros que suponen las inversiones. Sin embargo, se ha producido el caso
contrario. Según el Outlook de
la OCDE, cabe esperar que el gasto de inversión para el periodo 2018-2019
se sitúe alrededor de un 12% por debajo del nivel necesario para que crezca el
stock de capital al mismo ritmo que en la década anterior a la crisis. Las
empresas no están realizando las inversiones marginales pero rentables que
deberían permitir unos tipos de interés bajos. Resulta interesante que para
explicar esta situación la OCDE
recurra en este caso a tasas internas de retorno
empresarial pegajosas, que llegan a alcanzar un 14-15%. En otras palabras,
las empresas a la hora de decidir si invierten o no siguen necesitando umbrales
de rentabilidad nominal altos y rígidos, incluso a pesar de la reducción
sustancial del coste de inversión financiera o alternativa libre de riesgo. De
hecho, la OCDE lleva este argumento
un poco más lejos al afirmar que las corporaciones, sobre todo las de Estados Unidos, con beneficios y
recursos optan por fusionarse o comprar otras compañías competidoras, en lugar
de aportar nuevo capital al stock agregado.
Todas estas dinámicas plantean la cuestión de la
validez de las tradicionales reformas estructurales que colman al ámbito
empresarial de todo tipo de incentivos y “premios” con la esperanza de que
traigan a cambio inversión y puestos de trabajo.
Necesitamos un relato alternativo para las políticas
en materia económica, e intentaré esbozar alguno de sus posibles elementos.
Un mayor protagonismo de las políticas fiscales.
En primer
lugar, cabe mencionar que en un momento de recesión, el papel de las políticas
fiscales a la hora de reavivar la demanda agregada es aún más relevante. La
política monetaria no se limita a “reactivar” la economía cuando los tipos de
interés se acercan peligrosamente a un crecimiento nominal cero. La existencia
de tasas internas de retorno de las
empresas bajo la forma de requisitos de rentabilidad altos y rígidos significa
que la política monetaria siempre va
a resultar ineficaz a la hora de inyectar nueva demanda, dado que el canal de
inversión empresarial no está funcionando como debería. Por lo tanto, en momentos de recesión, la política monetaria no
debería ser “la única alternativa”. Las políticas fiscales deben ir encaminadas
a estimular directamente la economía mediante la expansión de la inversión
pública. A su vez, esto implica que, sobre todo en momentos de crisis, las
políticas fiscales no deberían estar sujetas a las restricciones impuestas por
un conjunto de reglas rígidas. Asimismo, subraya la necesidad de contar con una
“regla de oro” que permita que la inversión pública se financie con deuda.
El desarrollo tecnológico no justifica la reducción del trabajo.
Las instituciones económicas internacionales como el FMI, la Comisión Europea o la OCDE suelen compartir el diagnóstico de
que la tecnología favorece la tendencia hacia una reducción de la parte
correspondiente al trabajo en la renta nacional total. Esto se debe a que la
producción de bienes y servicios en los sectores de la robótica, la
automatización y las TIC exigen una
importante inversión de capital. Para que la tasa de rentabilidad se mantenga a
un nivel adecuado, la mayor inversión de capital (y la disminución del factor
trabajo) deben ir acompañados de un incremento del porcentaje de beneficios.
Así, la distribución de las ingresos entre capital y trabajo se considera un
asunto de índole tecnológica, contrario a cualquier programa de economía
política orientado al fortalecimiento de los sindicatos y de la negociación
colectiva.
Los datos recogidos por la OCDE nos permiten refutar el predominio de este enfoque
tecnológico. Las tasas de rendimiento no han reaccionado a la tendencia a la
baja de los tipos de interés nominales, e incluso han aumentado en algunos
casos, y sin embargo la tendencia a la baja del factor trabajo ha sido aún
mayor de lo que cabría esperar en un sector tecnológico que demanda mayores
inversiones de capital. Esta conclusión está también respaldada por
investigaciones recientes de la Universidad de Greenwich que muestran
que a la hora de explicar la tendencia a la reducción del trabajo, el
debilitamiento de los sindicatos y de la negociación colectiva es un factor más
relevante que la tecnología.
Cuidado (más si cabe) con las reformas unilaterales favorables a las
empresas.
Si bien el Economic
Outlook de la OCDE no
cae en esta trampa, y de hecho defiende una serie de reformas útiles y que
benefician tanto a los trabajadores como a las empresas, tales como una mayor
inversión en educación, cualificación e infraestructuras públicas, otras
reformas podrían adoptar el enfoque perverso de un aumento de la inversión
empresarial elevando las tasas de rentabilidad por encima de las tasas internas
de retorno empresarial actuales de un 14-15%. Tendencia que implicaría la
implantación de las anteriores reformas estructurales que exigían una mayor
flexibilidad del mercado laboral, mayor desregulación y un mayor debilitamiento
de la capacidad negociadora de los trabajadores.
Esta tendencia no solo agravaría las desigualdades,
sino que resultaría muy contraproducente. Las tasas internas de retorno de las
empresas son rígidas a la baja, pero flexibles al alza, sobre todo si el sector
financiero y el valor accionarial dominan la economía. Toda vez que los mercados
financieros en general, y los gestores de fondos de inversión en particular,
advierten que las reformas estructurales facilitan un incremento de las tasas
de beneficio por encima del 15%, con toda probabilidad ajustarán sus
expectativas y presionarán a los directivos de las empresas para la distribuir
dichos beneficios. Así, las fuerzas del mercado financiero crean una suerte de
marco de igualdad de oportunidades que deja desprotegidos a los trabajadores
por la competitividad a la baja de los salarios, e impone tasas de inversión
aún más altas en todo el sector económico. En último término, el resultado de
la inversión seguirá siendo decepcionante y la distribución entre capital y
trabajo y las rentas más altas y el resto seguirá descompensándose.
El capital en el siglo XXI.
Quizá, de manera sorprendente, los cálculos de la OCDE sobre la tasa de rentabilidad
coinciden con la afirmación de Piketty
en El capital en el siglo XXI. Para el autor, la riqueza
heredada siempre crecerá más que la que proviene del rendimiento del trabajo,
en un modelo económico en el que la tasa de rentabilidad del capital es
sistemáticamente mayor que el PIB. Un modelo de estas características, implica
un grado de concentración de la riqueza incompatible con la justicia social y
la democracia. Es más, la desigualdad se autoreproduce y genera una mayor
concentración de rentas y riqueza, que permite a los más ricos condicionar las
políticas y los procesos reguladores y obtener una proporción aún mayor de la
renta nacional. Los datos de la OCDE
–que muestran tasas de rentabilidad de los activos fijos de hasta un 14 % en
Holanda, 12% en Alemania, EE.UU. y Reino Unido y 10% de media en las economías
avanzadas–, reflejan la existencia de este poderoso mecanismo estructural
generador de desigualdades.
Una recuperación por medio de los salarios.
Por último, el análisis de la OCDE sobre las altas tasas de rentabilidad, la tasa interna de
retorno de las empresas y una inversión empresarial insuficientemente dinámica,
corrobora la necesidad de implantar unas políticas económicas en las cuales la
demanda agregada y el crecimiento económico estén impulsados por un aumento de
los salarios. En lugar de inundar a las empresas de recursos financieros, que
no revierten en una expansión de la capacidad productiva, y compensar después
el déficit de la demanda agregada resultante contrayendo nuevas olas de deuda
privada o pública, las políticas económicas deben llevar a cabo una
recuperación impulsada por los salarios. La transferencia de rentas a los trabajadores
podría producirse mediante el reequilibrio de la capacidad negociadora entre
trabajadores y empresas (véase The
Economist), junto con reformas del mercado financiero y de la
gobernanza corporativa encaminadas a implantar modelos de negocio a largo plazo
en lugar de beneficios a corto plazo. Los beneficios de las empresas serían
menores que los obtenidos en la actualidad. Sin embargo, el aumento de la
demanda desde los hogares obligaría a las empresas a invertir en la expansión
de su capacidad productiva. Este escenario de recuperación por medio de los
salarios sería una situación win-win puesto que combinaría una
demanda más sólida y el crecimiento en el corto plazo, una mayor capacidad productiva y un mayor
potencial de crecimiento a medio y largo plazo, con una disminución de las
desigualdades.
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Ronald Janssen es asesor en materia de política económica en
el Trade Union Advisory Committee de la OCDE (TUAC).
Este artículo
se publicó en inglés en Social Europe.
Traducción de Olga
Abasolo.
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