Una mirada en el escenario
global, del sistema mundo, hoy
producto de la crisis estructural, sistémica de la globalización neoliberal – o la globalización de las élites –
nos encontramos que el peor producto múltiple que nos deja esta crisis estructural
y sistémica, es la Mundialización de la DESIGUALDAD – pero ya no a secas – sino en su
verdadero contenido y dimensión como la DESIGUALDAD
Económico-Social, Laboral-Política, es decir la DESIGUALDAD MULTIDIMENSIONAL –
Múltiple y de Alta Complejidad – es decir, hoy la Desigualdad está inmersa
en toda la estructura del sistema del capital corporativo global – la globalización
neoliberal - en su fase post-gran crisis del 2008, básicamente en tiempos de
los nuevos procesos mundiales de nuevas
formas, o caminos seguidos de ACUMULACIÓN DEL CAPITAL. Históricamente comprendidas
desde el “Cambio de Época, Histórica”
-2008 entre la crisis final de las Políticas del Consenso de Washington y el surgimiento en plena crisis de las
Políticas del Consenso
de los Commodities y la Políticas globales, que copan totalmente el
escenario SOCIAL
– Educación, Salud, Bienestar Social, Trabajo, Salarios, Pensiones, Servicios
Públicos, etc.
Es precisamente es este nuevo escenario global donde la DESIGUALDAD logra
multiplicarse en todas las áreas del sistema, pero además consigue – por el
terreno productivo que tiene abierto, el
del libre comercio mundial – una rápida complejidad, hoy, no existe un solo
sector, nivel, área, del Sistema del
Capitalismo Salvaje, del capitalismo del desastre – como es la globalización
neoliberal – del Sistema Mundo, donde no esté presente, y salte con violencia,
salvajismo y contenido inhumano la DESIGUALDAD ECONÓMICO-SOCIAL. (Educación, Salud, Bienestar
Social, Laboral, Cultural, Política. Trabajo, Salarios, Pensiones, Tributos e
Impuestos, Deporte, Ambiental, Institucional, etc. ) Además si consideramos las Teorías de Thomas Piketty – “como aurorales”
– por la dimensión que alcanzaron y la importancia que en sí tenían, hoy representan
verdaderas fortalezas para seguir abordando el sistema mundo y desde el Pensamiento Crítico Latinoamericano, investigar
a fondo el Continente
más DESIGUAL del Mundo, hoy, como es América Latina y como hoy las “viejas” teorías del noventa del siglo XX – sobre la pobreza, extrema pobreza –ante
la ausencia de creatividad del neoliberalismo, van quedando ahogadas en un
sistema de “viejos” planteamientos de políticas ya fracasadas y cómo hoy los
defensores – ideólogos, opinólogos y
otros tantos neoliberales -, se van quedando sentados en el diván de la Historia, sin posibilidades
de avanzar para precisamente forjar y construir POLÍTICAS PÚBLICAS DE CONSENSO ante la crisis – de una década de
permanencia y sin salida hasta hoy –.
Obviamente, el inmenso y multipolar campo, escenario de la
DESIGUALDAD Económico-Social, los
ha desubicado totalmente y en realidad NO
tienen la suficiente capacidad Política para proponer nuevas POLÍTICAS PÚBLICAS en el “centro” de un
sistema mundo que se hunde y que a diario, surgen nuevas áreas mundializadas
absolutamente destruidas, envenenadas- como al CORRUPCIÓN, la INSEGURIDAD CIUDADANA, la ECONOMÍA CRIMINAL – y su
alta complejidad y multiplicidad –la ESTUPIDIZACIÓN
en la JUVENTUD, que progresivamente se van construyendo un mundo “ideal”
inexistente, un mundo fantasmagórico, precisamente en el mundo de las Redes Sociales, o como también la CRISIS HUMANITARIA, producto de la crisis
migratoria, la crisis económica, la crisis del populismo de derecha que
manipula millones de seres humanos hoy víctimas de la Desigualdad social, cultural, trabajo en la CIUDAD GLOBAL –las grandes
capitales del mundo, producto del proceso
de globalización y el crecimiento de la población, el proceso de envejecimiento
de la misma y la ausencia de Políticas de Estado ante la profundización y radicalización
de la crisis, por el terrorismo, las políticas xenofóbicas, homofóbicas y hoy
racismo, misógina y el falso nacionalismo de supremacía blanca (KKK), etc.
Este es el escenario mundial, MULTIPOLAR, visto en su conjunto, y nos exige
forjar una estrategia
Político-Económico-Social-Cultural-Ambiental,
que hoy debemos asumir, para tener una
mirada, más o menos completa en la estructura del sistema Mundo que se hunde
producto de su propia crisis estructural – o varias crisis en forma conjunta – concatenadas a políticas
fracasadas que nos impone hoy el capital corporativo global.
Thomas Piketty en la
conferencia de Fronteiras do Pensamento en Porto Alegre (2017). FRONTEIRAS DO
PENSAMENTO .
***
DESPUÉS DE PIKETTY: EL DEBATE SOBRE LA
DESIGUALDAD CONTINÚA.
*****
Lidia Brum e Ignacio González.
CTXT
Rebelión viernes 6 de julio del 2018.
Tres
economistas recopilan en Debatiendo con Piketty, artículos académicos de múltiples
disciplinas que abren nuevas líneas de investigación sobre el reparto de la
riqueza.
Hace 4 años, el economista
francés Thomas Piketty escribió un libro que supuso un revulsivo en círculos
académicos, políticos y mediáticos. En más de 700 páginas, exponía los
principales hallazgos de su exhaustiva recopilación de datos sobre desigualdad de
renta y riqueza a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI, para varios países. El
resultado es un libro, Capital en el siglo XXI (C21), que
aporta abundante evidencia empírica de que la desigualdad está creciendo hasta
niveles comparables con sociedades de hace 200 años, que creíamos política y
culturalmente superadas. Pero Piketty no se queda aquí, y también argumenta que
la época “dorada” de crecimiento inclusivo y reducción de las desigualdades fue
una anomalía producto de una contingencia histórica (las dos guerras
mundiales), que consiguió romper con una regularidad empírica del capitalismo:
la famosa r>g.
La
reacción a las tesis de Piketty fue intensa en ambos lados del espectro
ideológico. Sus predicciones pesimistas sobre un futuro de crecimiento estancado
y alta desigualdad, donde la riqueza y el estatus heredados predominan por
encima de las oportunidades universales, fueron descartadas por los más afines
a las tesis neoclásicas tradicionales. Por otro lado, su planteamiento ambiguo
sobre el carácter presuntamente inevitable de las dinámicas de desigualdad en
el sistema capitalista le granjeó la oposición de algunos economistas
progresistas. A pesar de estas reacciones, el libro tiene la virtud de poner el
foco sobre un tema largamente ignorado en la disciplina económica, permitiendo
que hayan aflorado el trabajo de miles de investigadores de diversas
disciplinas y generando un interés renovado por la desigualdad. Tres años
después de la publicación de C21, los economistas Heather Boushey, Bradford DeLong
y Marshall Steinbaum nos presentan Debatiendo
con Piketty (traducido del inglés original After Piketty por
Deusto), una
recopilación de artículos académicos de múltiples disciplinas que reflexiona
sobre el libro para señalar nuevas hipótesis y líneas de investigación que nos
ayuden a comprender mejor las dinámicas históricas y contemporáneas de la
desigualdad.
Piketty y la teoría
neoclásica.
En
su extenso trabajo, Piketty documenta dos regularidades empíricas: a) el
aumento de la porción de la renta percibida por el capital; y b) el aumento de
la ratio de la riqueza (el stock en propiedad) sobre la renta (el flujo de
ingresos). En teoría, a medida que el capital se acumula las inversiones más
rentables se agotan y su rendimiento tiende a disminuir, de manera que la
inversión debería ser menos retribuida. Así, el aumento de la riqueza debería
verse compensado por una reducción de sus rendimientos, dejando la proporción
del pastel que se percibe en forma de dividendos, beneficios, etc. más o menos
estable. Esta hipótesis forma parte de un conjunto de regularidades empíricas
identificadas por Kaldor en 1957 sobre los que se asientan los modelos de
crecimiento de la economía neoclásica. Sin embargo, esta regularidad ya no se
sostiene: la porción del PIB percibida por las rentas del trabajo está cayendo,
y la percibida por las rentas del capital está aumentando.
Para
explicar sus dos hallazgos usando la teoría neoclásica estándar, Piketty asume
un presupuesto teórico controvertido: que el trabajo y el capital físico son
factores de producción sustitutivos o, en jerga económica, que la elasticidad
de sustitución entre trabajo y capital es mayor a uno. Cuando el trabajo y
capital son sustitutos, incrementos en la intensidad del capital expulsan a los
trabajadores y en general tienen un impacto negativo sobre las rentas totales
del trabajo. Sin embargo, como muestra el capítulo 4, esta hipótesis puede ser
errónea, porque existe abundante evidencia empírica de que trabajadores y
capital a nivel agregado son complementarios, no sustitutivos. A pesar de esta
evidencia, parte de la comunidad académica interpretó que el mensaje principal
de C21 era sobre los riesgos de la sustitución de trabajadores por
máquinas/robots, adoptando una visión puramente “tecnológica” del argumento de
Piketty. La evidencia de que trabajo y capital son complementarios sugiere, más
bien, que el reparto cada vez más desigual entre trabajo y capital no se
explica fundamentalmente por el desplazamiento tecnológico del trabajo, sino
sobre todo por factores institucionales.
Precisamente,
uno de los principales aspectos de Debatiendo con Piketty es
la lectura institucional y política de la obra del francés. Mientras que la
teoría neoclásica ha asumido tradicionalmente que el tamaño del pastel y su
repartición se determinan por procesos inconexos analizables de forma
independiente, Debatiendo con Piketty subraya la lectura de
C21 en clave de Economía Política clásica, para mostrar cómo las teorías de
crecimiento económico están enlazadas con las teorías de la distribución
factorial (entre capital y trabajo) y de la distribución personal de la renta y
la riqueza (quién posee y quién recibe qué). Por ejemplo, el economista Branko
Milanovic (capítulo 10) clarifica estadísticamente la relación entre la distribución
factorial y la distribución personal. Así mismo, diversos capítulos resumen los
avances teóricos que relacionan los niveles de desigualdad con los agregados
macroeconómicos, como por ejemplo, la importancia de la riqueza hereditaria
(capítulo 14), o el impacto de la desigualdad en la macroeconomía (capítulo 16)
y en la estabilidad financiera (capítulo 17).
A
pesar del énfasis en aspectos institucionales y políticos, Debatiendo
con Piketty también explora los aspectos distributivos directos que
tienen los procesos de digitalización y robotización, así como los efectos
distributivos indirectos que estos procesos tienen a través de la globalización
(capítulos 8 y 12). Aunque su impacto neto sobre el reparto de la renta entre
capital y trabajo es discutido, es esperable que tengan un efecto sobre los
tipos de empleo y la distribución de los salarios, así como sobre la estructura
de los mercados, ya que las nuevas tecnologías se caracterizan por fuertes
externalidades de red y nuevas economías de escala y alcance.
Pero,
¿qué demonios significa r>g?.
Uno
de los rasgos distintivos de la salida de la Gran Recesión es la recuperación
de la tasa de beneficio acompañada de un estancamiento del crecimiento y del
empleo en las economías avanzadas. Cuando esto ocurre, aumenta la desigualdad.
En C21, Piketty muestra que esta correlación positiva entre la diferencia entre
el rendimiento del capital (“r”) y la tasa de crecimiento de la economía (“g”),
y el aumento de la desigualdad es un hecho histórico estilizado. Esto se puede
entender intuitivamente de la siguiente forma: si lo que crece la economía es
una media entre lo que crecen los rendimientos del trabajo y lo que crecen los
rendimientos del capital, cuando los últimos crecen más que la media, entonces
los primeros (los salarios) crecen menos, lo que obviamente tiene un impacto
distributivo.
Que
el rendimiento medio de la inversión sea tan elevado a pesar de que el
crecimiento económico no sea boyante puede ser una contradicción aparente. Sin
embargo, la contradicción no es tal si los rendimientos del capital provienen
de cambios en la valuación financiera del capital (bursátil) y no como retorno
a la inversión productiva. Por ello, quizás lo más controvertido de la teoría
de Piketty es la nula diferencia que establece entre riqueza, particularmente
la financiera, y capital productivo. Ni toda la riqueza se puede usar en el
proceso productivo, ni todo el capital tiene un valor bien definido y
comercializable. Equiparar riqueza y capital lleva a no distinguir entre movimientos
en la valuación de los activos financieros y los cambios en la capacidad
productiva de la economía real. Más allá de algunas críticas sobre cómo se mide
el capital esclavo (capítulo 6) o el capital humano (capítulo 7), esta crítica
está poco elaborada en Debatiendo con Piketty.
En
una investigación reciente, Brun y González (2017) explicamos cómo un
aumento de la valuación financiera de las empresas, y a través de dividendos y
ganancias de capital, del retorno a la propiedad de capital (“r”) provoca un
estancamiento de la inversión productiva, y por tanto, del crecimiento de la
economía (“g”). El poder de mercado (monopolio) de las empresas y las políticas
fiscales favorables al capital, es decir, la disminución de los impuestos sobre
los dividendos, sobre las ganancias de capital, y sobre los beneficios
corporativos (en detrimento del trabajo) inflan la capitalización bursátil de
las empresas respecto a su valor contable. Cuanto mayor es esta diferencia,
mayor es el peso del sector financiero y más se resiente el sector real de la
economía. Estos cambios tienen efectos sobre la distribución primaria de la
renta altamente regresivos, ya que el aumento de los retornos al capital, muy
concentrado en pocas manos, se produce a costa de los salarios, que son la
principal fuente de ingreso para la mayoría de la población.
El
capítulo 9 ahonda en otra explicación institucional clave y, en nuestra humilde
opinión, es una de las contribuciones más importantes del libro. En él, David
Weil explica cómo cambios en la estructura corporativa afectan al trabajo y, en
particular, cómo las grandes empresas han externalizado las partes del proceso
productivo de menor valor añadido, construyendo así un “espacio laboral
fisurado”, en el que personas que trabajan bajo un mismo techo responden a
empleadores diferentes. Cuando ésto ocurre, la capacidad de sindicación y el
poder de negociación de estos trabajadores quedan fuertemente debilitados. Sin
embargo, otros aspectos relacionados con el poder de negociación de los trabajadores,
como el aumento poder de monopsonio, la reducción de las tasas de sindicación,
o los cambios en la legislación laboral reciben menos atención en el libro,
aunque sobre estos temas existen importantes contribuciones recientes.
La
economía política de r>g.
Una
parte importante de Debatiendo con Piketty aborda una aparente
contradicción en el relato de C21, que oscila entre unas “dinámicas
inexorables” del capitalismo que llevan a mayor desigualdad, frente al reclamo
continuo de que “el nivel de desigualdad en una sociedad es una decisión
política”. Mientras afirma de manera insistente a lo largo de C21 que el rol de
técnicos y economistas es el de informar un debate que debe ser democrático, y
por lo tanto, sujeto a opiniones y consensos diferentes, Piketty no acaba de
esclarecer un rol comprensible y sistemático de las fuerzas políticas y
sociales en las dinámicas de la desigualdad. Al fin y al cabo, la
globalización, el aumento del grado de concentración empresarial, el dominio de
las finanzas sobre la economía productiva o el modelo de relaciones laborales,
que influyen en el tamaño relativo de “r” y “g”, son productos eminentemente
políticos (capítulo 5).
Varios
capítulos profundizan en esta cuestión. Gareth Jones (capítulo 12) explica cómo
la geopolítica económica compite con la legislación (fiscal, de transparencia,
etc.) –o más bien con su ausencia– para atraer el dinero de grandes inversores
en un contexto de alta movilidad global de capital. Marshall Steinbaum
(capítulo 18) alega que el consenso que permitió un pacto social entorno al
Estado del Bienestar, con políticas de fuerte redistribución e impuestos
marginales confiscatorios, no tuvo sólo causas materiales (la destrucción
bélica), sino que también se debió a la conquista de la hegemonía cultural por
parte de los partidos socialdemócratas. David Singh (capítulo 19) desgrana las
raíces legales de la economía de mercado para preguntarse si no es inevitable
la prevalencia del capital sobre el trabajo en sistemas jurídicos construidos
filosóficamente a través de la propiedad privada.
Otras
dimensiones de la desigualdad.
Una
parte del libro, algo discontinua, pone el foco en otras dimensiones de la
desigualdad, más allá de la monetaria. Heather Boushey (capítulo 15) pone el
foco en la desigualdad de género, y se pregunta si este retorno al “capitalismo
patrimonialista” supone una nueva amenaza para los derechos y las libertades
económicas de las mujeres, dado que la transmisión de la riqueza ha tenido
históricamente un sesgo de género. Por otro lado, Christoph Lakner (capítulo
11) introduce el tema de la desigualdad global, la cual sigue dinámicas propias
y divergentes de aquellas enfatizadas por el relato contemporáneo que a menudo
hacemos en Occidente. También se analiza cómo los efectos del colonialismo
persisten a través de la configuración histórica de las instituciones (capítulo
20).
Probablemente,
lo que entraña un mayor riesgo para las sociedades democráticas es el hecho de
que la desigualdad económica se traduzca en desigualdad política. Elisabeth
Jacobs (capítulo 21) identifica múltiples mecanismos de transmisión de
desigualdad económica en desigualdad política, y describe cómo se refuerzan
mutuamente, de manera que una mayor desigualdad económica debilita los
dispositivos políticos que al mismo tiempo permiten atenuarla. Este relato
contrasta con el optimismo político de Piketty pero completa su advertencia
sobre la grave amenaza que supone la desigualdad para el funcionamiento de la
democracia.
Algunas
consideraciones críticas.
Echamos
de menos un hilo argumental lógico que acompañe al lector a lo largo del libro,
mediante una estructura definida de enmiendas, sofisticación de diagnósticos e
identificación de nuevas líneas de investigación a partir de las tesis de
Piketty. Hay desde capítulos muy técnicos (tanto teóricos como empíricos) hasta
capítulos narrativos sin cifra alguna. Algunos capítulos abordan de frente el
gran relato que Piketty dibuja, desde varias disciplinas, mientras otros tratan
cuestiones técnicas y parecen más dirigidos a economistas preocupados por la
desigualdad. Otros tratan temáticas autónomas. Quizás estos múltiples enfoques
hubiesen sido más fáciles de compatibilizar con una clarificación del perfil de
audiencia a la que Debatiendo con Piketty va dirigido.
Por
otro lado, estamos convencidos de que la pluralidad política e ideológica que
destilan los diferentes capítulos, que abarcan desde teorías neoclásicas como
la del capital humano hasta teorías de corte institucionalista y otras teorías
heterodoxas, es intencional y dota al libro de una riqueza teórica
sorprendente. Quizá, dada la falta de uniformidad epistemológica en las
distintas aportaciones, hubiese merecido la pena poner más en diálogo las
diferentes partes del libro y abordar sus discrepancias de manera transparente,
en vez de presentarlas de manera inconexa. En cualquier caso, en las distintas
presentaciones del libro los editores han sido explícitos en su intención de
amplificar el debate público sobre la desigualdad y hacerlo de forma inclusiva,
desde varias posiciones políticas y desde múltiples disciplinas. Este propósito
está en sintonía con el objetivo del propio Piketty, el cual responde a varias
de estas interpelaciones en el último capítulo del libro.
Frente
a una reacción inicial adversa de la profesión económica, que osciló
entre la condescendencia y la hostilidad, es de agradecer que se cambie el tono
de la conversación y se tomen en serio los hallazgos de Piketty. Esto es lo que
consiguen con este libro Boushey, DeLong y Steinbaum, cuyo esfuerzo por reunir
a una gran cantidad y diversidad de investigadores y trabajos, señala el camino
a seguir, tanto a nivel de investigación como a nivel de propuesta
política. Debatiendo con Piketty es
un libro importante y que apunta en la dirección correcta.
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LÍDIA
BRUN (@LilyPurple311) es investigadora doctoral en macroeconomía y desigualdad
en la Université Libre de Bruxelles.
IGNACIO
GONZÁLEZ (@Nacho2G) es economista y profesor en la American University,
Washington DC.
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