“Crecimiento nacional y deterioro imperial.- Hasta hoy –mediados de 2018– Trump está montado sobre la ola del crecimiento de la economía, el
comercio y el empleo nacionales. Los críticos argumentan que esta ola es efímera y que se enfrenta con
poderosas corrientes en contra. Sostienen que la guerra comercial y la caída de
los mercados de China, la UE, México, Canadá y otros provocarán el
deterioro de Estados Unidos.
La jugada estratégica de Trump consiste en que la guerra
comercial de Estados Unidos
tendrá éxito en la apertura del mercado
chino y al mismo tiempo reducirá las exportaciones chinas. Trump tiene la esperanza de que la corporación
multinacional con base en EEUU
vuelva a poner en su sitio al país y haga que aumenten el empleo y las exportaciones. Hasta ahora, eso no es más
que una ilusión.
Por otra parte, las imprevistas ganancias corporativas no se han visto
acompañadas por una disminución de la desigualdad ni un aumento de los salarios. El
resultado es que Trump se enfrenta con la perspectiva real de un
deterioro de las exportaciones y del apoyo popular, sobre todo de quienes
han sido afectados negativamente por la caída de los mercados y los fuertes recortes en salud, educación y
medioambiente”.
/////
JAMES PETRAS. TRUMP MARCHA
HACIA ADELANTE Y HACIA ABAJO.
*****
James Petras.
Rebelión lunes 23 de julio del 2018.
Traducción del inglés para Rebelión
por Carlos Riba García.
Introducción.
Periodistas, académicos, entendidos y expertos han
ignorado la complejidad del impacto del presidente Trump en la situación del
imperio estadounidense.
Para evaluar apropiadamente la configuración
geopolítica del poder del régimen de Trump repasaremos ante todo los avances y
los reveces de las fuerzas armadas, la economía, la política y la diplomacia en
América latina, la Unión Europea y Asia (incluyendo Oriente Medio).
En segundo lugar, examinaremos el marco temporal y los
cambios de dirección de la actual disposición de fuerzas.
Terminaremos con una discusión sobre cómo la
influencia y los resultados de la política exterior dan forma al poder político
en el interior de Estados Unidos.
Antecedentes de la construcción del imperio Trump.
Primero e importante, debemos tener en cuenta el hecho
de que gran parte de las políticas de Trump completan y dicen mucho de las
políticas de sus predecesores, concretamente los presidentes Bush y Obama.
Las guerras estadounidenses en Afganistán, Iraq, Libia
y Siria fueron iniciadas por los presidentes Clinton, Bush y Obama. Los
bombardeos estadounidenses en Libia y la destrucción en África con el ulterior
desarraigo de millones de personas fueron inaugurados por Obama.
La expulsión de millones de inmigrantes
centroamericanos y mexicanos de Estados Unidos era una práctica común antes de
la llegada de Trump.
En resumen, el presidente Trump continuó, y en algunos
casos agravó, las políticas socioeconómicas y militares de sus predecesores. En
algunas áreas, Trump cambió radicalmente las políticas, como ha sido el caso
del Acuerdo Nuclear con Irán firmado por Obama.
Los éxitos y los fracasos de las políticas de
construcción imperial de Trump no pueden atribuirse exclusivamente a su
régimen. No obstante, debe hacerse responsable al presidente Trump de la actual
situación del imperio y de su dirección
El presidente Trump avanza en América latina.
El presidente Trump ha fortalecido y extendido las
victorias imperiales en la mayor parte de América latina. Existen regímenes
satélites en Brasil, principalmente gracias al golpe judicial-legislativo que
derrocó a la presidenta –elegida
democráticamente– Dilma Rousseff. El gobierno títere de Michel Temer ha
privatizado la economía, abrazado la autoridad de Trump y se ha alineado con él
para trabajar por el derrocamiento del gobierno de Venezuela.
Del mismo modo, Trump heredó de Obama los actuales
regímenes clientelares que gobiernan en Argentina (presidente Mauricio Macri),
Perú (presidente Marín Vizcarra), Honduras (presidente Hernández), Paraguay
(presidente Cartés), Chile (presidente Piñera), Ecuador (presidente Moreno), y
la mayoría de las elites gobernantes de Centroamérica y el Caribe. Trump ha
agregado a la lista los actuales esfuerzos para acabar con el régimen de Daniel
Ortega.
Llegado Trump a la presidencia, Washington tuvo éxito
en el cambio radical en las relaciones con Cuba y el llamado acuerdo de paz en
Colombia entre las guerrillas y el régimen de Juan Manuel Santos. En julio de
2018, tuvo éxito al respaldar el acceso al poder de Iván Duque, un protegido
del partido de extrema derecha de Álvaro Uribe en Colombia. El cambio total de
gobiernos de centro-izquierda por medio de golpes de Estado emprendido por el
presidente Obama ha sido consolidado y ampliado por Trump, con la importante
excepción de México.
Trump revirtió
parcialmente la apertura de relaciones con Cuba iniciada por Obama y amenaza a
Venezuela con invadirla militarmente.
El imperio de
Trump en América latina es, en su mayor parte, heredado y mayormente
mantenido... de momento.
Sin embargo,
hay varias advertencias.
En primer
lugar, el nuevo presidente de México, Andrés
Manuel López Obrador (AMLO), es probable que decida unas políticas –tanto
en el ámbito internacional como en el nacional– independientes y progresistas,
que renegocie el tratado NAFTA, los
contratos petroleros y las disputas fronterizas.
En segundo
lugar, las políticas económicas de Brasil
y Argentina están sufriendo una profunda crisis y los gobiernos títeres en
ejercicio son económicamente inestables, se enfrentan con una enorme oposición
social y es probable que sean derrotados en las próximas elecciones.
En tercer
lugar, Venezuela y Cuba han resistido con éxito las sanciones económicas y
diplomáticas que se les ha impuesto.
Militarmente,
el presidente Trump conserva las bases de EEUU en territorio colombiano,
ha hecho entrar en la OTAN al
gobierno de Bogotá y se ha asegurado operaciones militares en Argentina y Ecuador.
El mayor desafío a la construcción imperial de Trump en América latina se da en el
importantísimo entorno de la economía.
En la competición con China, Trump ha fracasado en su intento de ganar terreno en el
comercio, las inversiones y los materiales no procesados.
A pesar de la subordinación política y militar a
Washington de los regímenes latinoamericanos, la mayor parte de sus vínculos
comerciales son con China. Además,
Brasil y Argentina aumentarán su exportación de productos agrarios a China,
en paralelo con los cambios en los aranceles a la exportación estadounidense. En
la llamada guerra comercial, ningún país latinoamericano cliente se ha alineado
con Estados Unidos. Por el contrario, todos ellos se están beneficiando con el
hecho de que Washington perdiera el mercado chino y están aumentando sus
exportaciones.
Está claro que Estados
Unidos no ejerce “hegemonía” en las relaciones comerciales de América latina.
Aun peor, la venta a precios bajísimos (dumping)
de Trump de la Asociación Trans-Pacífico y las amenazas de retirarse del NAFTA han reducido la influencia de Washington
en América latina y Asia.
Los alardes y las demandas de dominio en América latina que hace Trump son
principalmente una consecuencia de las políticas imperiales de sus
predecesores.
Como mucho, las políticas de Trump han endurecido a la extrema
derecha que, sin embargo, se está debilitando política y económicamente, ha
provocado la llegada de la izquierda al poder en México y hecho crecer a la oposición
en Colombia, Brasil y Argentina.
En resumen: la
construcción imperial del régimen de Trump mantiene una marcada influencia en
América latina pero se encuentra frente a importantes desafíos y reveses.
Trump en Asia: un paso adelante y dos hacia atrás.
Gracias a la apertura diplomática hacia Corea del Norte, Washington ha
adquirido prestigio pero está perdiendo la guerra comercial con la segunda gran
potencia mundial: China.
Este país, ante la guerra económica iniciada por Trump, ha diversificado sus socios
comerciales; de este modo, ha debilitado a las empresas clave del agro-negocio
de Estados Unidos.
China ha
implementado aranceles para la colza, la soja en grano, el maíz, el algodón y las
carnes porcina y vacuna.
Además, China se ha
convertido – desplazando a Estados Unidos– en
el mayor socio comercial en toda Asia.
Aunque Japón,
Corea del Sur y Australia permiten la presencia de bases militares
estadounidenses en su territorio, están deseando reemplazar las exportaciones
de Washington a China.
Por otra parte, la multimillonaria iniciativa Cintura y Carretera (BRI, por sus
siglas en inglés) de China ha logrado la asociación con 68 países asiáticos con la notable
ausencia de Estados Unidos, excluido por propia voluntad.
Las sanciones económicas estadounidenses contra Irán no han conseguido arruinar la
exportación de crudo del gobierno iraní, mientras sus transacciones bancarias e
importaciones de bienes elaborados y productos del sector servicios son
sustituidos por China, Rusia, India
y la mayor parte de Asia. Todos estos países aumentarán su actividad comercial
con Teherán.
En Oriente
Medio y el sur de Asia, aparte de Israel y Arabia Saudita, Estados Unidos
ya no podrá contar con clientes ni aliados.
Además, los saudíes
rechazaron la exigencia de Trump de incrementar la producción de petróleo para
bajar el precio de los combustibles que paga el consumidor estadounidense.
Israel es un
“aliado leal” de Washington cuando le conviene para favorecer sus propias
ventajas económicas y aspiraciones hegemónicas. Por ejemplo, Israel continúa expandiendo sus
vínculos con Rusia incluso violando
las sanciones económicas de Estados Unidos.
Como consecuencia del aumento de la ayuda económica y
de la construcción de infraestructura, Pakistán,
Myanmar y Camboya se han acercado más a China.
Resumiendo, gracias a sus bases militares en Corea
del Sur, Japón y Australia, Estados Unidos continúa ejerciendo
predominio militar en Asia. Sin
embargo, está perdiendo influencia y presencia económica en el resto de Asia.
Si la historia es algún precedente, los imperios que no tenían un cimiento
económico, tarde o temprano se han derrumbado, especialmente cuando las
potencias regionales emergentes son capaces de sustituirlos.
Las discrepancias con la Canciller Alemana y el Presidente de Francia, con el Presidente de Estados Unidos, hoy son muy tensas no solo en torno al futuro de la OTAN, pero lo más profundo está relacionado a los nuevos impuestos que el Presidente Trump y su guerra comercial, el abandono del Foro París 2015 sobre Cambio Climático, políticas migratorias, el pacto con Irán y hoy su acercamiento a Rusia, el poderoso "enemigo" político y comercial de la Unión Europea. El desastre de lo que hoy significa el "Nuevo Desorden Mundial" que forja el Presidente Trump, es el mejor ejemplo de cómo se encuentran hoy las Relaciones Internacionales.
La Unión Europea y el imperio de Trump: ¿socios, clientes o
rivales?.
La Unión
Europea (UE) es el mayor mercado del mundo; aun así sigue siendo dependiente,
tanto política como militarmente, de Washington.
La UE ha padecido la
falta de una política exterior independiente; su subordinación a la OTAN, una alianza subsidiaria de EEUU es una de las principales razones
de esa dependencia.
El presidente Trump
ha aprovechado de la debilidad de la UE
para desafiar sus políticas en relación con varias cuestiones estratégicas, que
van desde los Acuerdo de París sobre
el cambio climático y el acuerdo nuclear
con Irán hasta el reconocimiento de Jerusalén
como capital de Israel. Los aranceles de Trump
a las exportaciones de la UE es la
última y más provocadora medida para plantar cara y dominar el continente.
Además, la UE
está cada vez más dividida por la cuestión de la inmigración, la salida del Reino Unido (Brexit), así como por la
desunión económica y política entre Alemania,
Italia y Polonia.
Como consecuencia de ello, el régimen de Trump ya no puede contar con una
alianza potente y unida para su ambición de un imperio global.
En lugar de eso, el Estados Unidos de Trump trata de asegurarse la supremacía económica y la total
dominación político-militar.
El presidente Trump
exige que los países de la UE
dupliquen su presupuesto militar
para que el Pentágono aumente la venta de armas.
Como resultado de la falta de acuerdo y la pésima
relación entre EEUU y la UE, la
política imperial del presidente Trump ha adoptado la contradictoria estrategia
de aumento del proteccionismo económico
y el intento de acercamiento a la “enemiga”
Rusia. Adoptando el eslogan nacionalista de “Fortalecer a Estados Unidos”,
naturalmente “Debilitando a la UE”, se hace evidente que Trump utiliza
eslóganes nacionalistas para promover sus propios objetivos imperiales.
Crecimiento nacional y deterioro imperial.
Hasta hoy –mediados de 2018– Trump está montado sobre la ola del crecimiento de la economía, el
comercio y el empleo nacionales.
Los críticos argumentan que esta ola es efímera y que
se enfrenta con poderosas corrientes en contra. Sostienen que la guerra
comercial y la caída de los mercados de China, la UE, México, Canadá y
otros provocarán el deterioro de Estados Unidos.
La jugada estratégica de Trump consiste en que la guerra
comercial de Estados Unidos
tendrá éxito en la apertura del mercado
chino y al mismo tiempo reducirá las exportaciones chinas. Trump tiene la esperanza de que la corporación
multinacional con base en EEUU
vuelva a poner en su sitio al país y haga que aumenten el empleo y las exportaciones. Hasta ahora, eso no es más
que una ilusión.
Por otra parte, las imprevistas ganancias corporativas
no se han visto acompañadas por una disminución de la desigualdad ni un aumento de los
salarios.
El resultado es que Trump se enfrenta con la
perspectiva real de un deterioro de las exportaciones y del apoyo popular,
sobre todo de quienes han sido afectados negativamente por la caída de los
mercados y los fuertes recortes en
salud, educación y medioambiente.
Consecuencias políticas del “Estados Unidos primero” en el escenario
corporativo.
Es muy improbable que la política económica nacionalista
de Trump ayude a mejorar la construcción imperial; por el contrario, la guerra comercial hará que los beneficiarios
de las principales corporaciones se vuelvan contra él. Sus vínculos comerciales
con la UE, Canadá y China harán que estos países se vuelvan contra
Trump.
La construcción imperial se da de palos con el eslogan
‘Estados
Unidos primero’. En ausencia de un imperio económico, Estados Unidos carecerá de medios para
asegurar los mercados necesarios para estimular la exportación y la producción
de bienes nacionales.
Conclusión.
El presidente Trump
se ha beneficiado –y, hasta cierto punto, tenido éxito– al conseguir una dominación transitoria en América latina, la expansión de la economía nacional y la imposición de algunas
exigencias a China, la UE y Canadá.
No obstante, las políticas de Trump han debilitado a sus aliados, irritado a los competidores y
provocado represalias. Todo ello hace aumentar el costo de gobernar un imperio.
Trump ha fracasado a
la hora de procurarse un reemplazo seguro de los mercados de la UE y China. Tampoco se ha asegurado los
mercados de los clientes que le quedan en América
latina. La idea de que Trump puede
construir el ‘capitalismo en un país’ no es más que una quimera. Sobre todo,
eso requeriría una explotación intensiva de la fuerza de trabajo estadounidense
y altas tasas de inversión con el consiguiente recorte en los beneficios y los salarios. La oligarquía electoral y los medios de
comunicación forzarán a Trump a batirse en retirada en la guerra comercial y
rendirse ante las elites de todo el mundo.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario