Crítica de los modelos liberales y
deliberativos.
La teoría política de Mouffe
relativa a la democracia consiste en la
elaboración de un modelo que se opone claramente al de la democracia deliberativa y al de la democracia liberal.
Se
asocia a la crítica formulada por Carl Schmitt contra el liberalismo para
denunciar el recurso al vocabulario y conceptos de economía, de ética y de lo jurídico para introducirlos en política y convirtiéndose en
incapaz de comprender la especificidad de éste. Reprocha al pensamiento liberal
por una parte el lugar central en el que sitúa el individualismo y por otra su
racionalismo. Este último, expresándose
a través de "la creencia en la posibilidad de una reconciliación final
gracias a la razón"
sea la posibilidad de establecer un consenso racional en relación a las
decisiones políticas a tomar, sería ilusorio e impediría "reconocer la posibilidad siempre
presente del antagonismo". En relación al individualismo éste
haría imposible la comprensión de la formación de "identidades colectivas"
que juzga indisociables de una organización verdaderamente democrática.
Su oposición a los partidarios de la
Democracia Deliberativa como Habermas o Rawls, se basa en objeciones similares. En
efecto, Mouffe critica
también la teoría deliberativa por su racionalismo y cuestiona de igual manera
la perspectiva liberal. A través de
este racionalismo, el modelo deliberativo tendría como objetivo evacuar el
conflicto, "constitutivo
de lo político" así como a situar la problemática política en una
dimensión ética, llegando finalmente a la ilusión de un "final de la política".
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“Atravesamos una crisis de la hegemonía neoliberal”,
asegura la filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe.
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“LA
ÚNICA MANERA ES DESARROLLAR UN POPULISMO DE IZQUIERDA”
Entrevista
a la intelectual Chantal Mouffe, ante el avance del populismo de derecha.
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De visita en Argentina para presentar su último libro,
Por un populismo de izquierda, la politóloga belga llama a aprovechar la oportunidad del “momento
populista” que implica la “crisis de la hegemonía
neoliberal”.
Sebastián Abrevaya.
Página /12 domingo 25 de noviembre del
2018.
Después de visitar argentina por última vez en 2015,
la politóloga belga Chantal Mouffe volvió esta semana al país para presentar su nuevo
libro y participar del Foro Mundial del
Pensamiento Crítico, organizado por CLACSO.
A diferencia de sus obras previas, Por un populismo de izquierda no se trata de un
texto de teoría política sino de una interpelación directa a los distintos sectores de izquierda ante lo que
denomina “el
momento populista”, iniciado con la crisis del modelo neoliberal
actual. Profesora de la Universidad de
Westminster (Inglaterra) y esposa del recordado Ernesto Laclau –uno de los intelectuales argentinos más destacados
en el mundo– Mouffe advierte sobre
la posibilidad de que la salida de esta “crisis de hegemonía” sea a través de un populismo de derecha, encarnada por
líderes como Donald Trump o la
francesa Marine Le Pen. Sin embargo,
y en una reivindicación del populismo como forma de articulación política,
propondrá una salida hacia un populismo de izquierda, en donde se
produzca una “radicalización
de la democracia” basada en los pilares de igualdad y justicia social. En
una extensa entrevista con Página/12,
y aunque el eje de su pensamiento es Europa occidental, Mouffe también se refiere a la Argentina
y al flamante presidente de Brasil,
Jair Bolsonaro, a quien califica lisa
y llanamente como “fascista”.
–¿A qué se refiere cuando dice que éste es un “momento
populista”?
–Atravesamos una crisis de
la hegemonía neoliberal, esa crisis puede dar lugar a varias salidas, una
que va hacia gobiernos más autoritarios
que van a restringir la democracia y
ese es el caso en que gane el populismo de derecha. Pero si bien eso es cierto,
también abre la posibilidad a una extensión
de la democracia. Eso depende de la actitud de las fuerzas de izquierda, las fuerzas
progresistas. Yo estoy fuertemente en contra de considerar a los populismos
de izquierda y de derecha como las dos caras de una misma moneda
antidemocrática.
–Usted desarrolla en el libro el concepto de “posdemocracia” y afirma que actualmente genera una
enorme cantidad de resistencias. ¿Qué significa esa idea de posdemocracia?
–La situación de posdemocracia tiene dos componentes. Uno más político, que en 2005 denominé como “pospolítica”.
En aquel momento se decía que la distinción derecha-izquierda estaba superada y que la democracia se había vuelto más
madura. Pero contrariamente a lo que decían todos, eso no significó un progreso sino que los ciudadanos cuando iban a votar ya no tenían
ninguna posibilidad de intervenir. Por eso es que los partidos socialdemócratas cuando llegaron al poder no generaron una
alternativa sino que vivenciaron un poco más humanamente esa
globalización neoliberal. El otro componente
de la posdemocracia
es de tipo económico y es el fenómeno de
oligarquización de las sociedades europeas que se produce más
crecientemente desde la crisis del 2008.
Es una situación en la cual hay cada vez un grupo más pequeño de súper ricos y por otro lado están cada vez peor las clases populares y también las
clases medias. Uno habla de la desposesión y desaparición de las clases
medias. Podría decirse que se trata de un proceso de latinoamericanización de Europa occidental. Es una consecuencia del
dominio del capitalismo financiero.
Eso es lo que llamo la posdemocracia en
sus dos lados, el económico y el politico.
–Volvamos a lo básico. ¿Qué es el populismo?
–Yo sigo la
definición de populismo de Ernesto Laclau en La
Razón Populista. No es una
ideología, es una estrategia discursiva
de construcción política. Es una
construcción sobre la base de la frontera pueblo-oligarquía.
Evidentemente ustedes en América Latina
ya lo han tenido antes pero ahora uno ve justamente ese tipo de populismo en Europa. La gran diferencia entre populismo de
izquierda y de derecha es cómo se construye ese pueblo porque el pueblo no es la población, no es un referente empírico, el pueblo es
una construcción política.
–¿Por qué hay que ir hacia un populismo de izquierda?
–Yo estoy
convencida de que la única manera de luchar, de impedir el desarrollo del populismo de derecha es desarrollar
un populismo de izquierda. Los partidos tradicionales europeos justamente como están tan ligados a
mantener el orden establecido no ofrecen la posibilidad de canalizar una manera
democrática, progresista, que para
mi consiste en expandir la democracia porque eso implica una ruptura con el orden
neoliberal. No hay manera de sortear la crisis si uno no pone en
cuestión el modelo neoliberal y eso evidentemente es lo que hace el populismo
de izquierda. No hay que aceptar que si uno quiere defender la democracia en
contra del populismo de derecha, que evidentemente tienen tendencias
autoritarias, tiene que defender el statu
quo.
–¿Cómo se explica el avance del populismo de derecha?
–Uno de las críticas que yo hago en el libro es la
idea de que quienes votan por el populismo de derecha son gente
intrínsecamente racista, sexista, etc. Por
ejemplo en el caso de Francia creo
que hay mucha gente de las clases
populares que se han sentido abandonados por el Partido Socialista, que se ha dedicado únicamente a las clases
medias, y se sienten abandonados. Esa gente que no es fundamentalmente racista
pero se construye viendo al inmigrante como el responsable de sus problemas.
Yo creo que originariamente lo que esa gente quiere es tener una voz. Una cosa del movimiento de los indignados que
siempre me ha gustado mucho es que ellos decían “nosotros tenemos voto pero no tenemos voz”. Y es cierto, durante
el sistema pospolitico
tienes un voto pero no tienes
voz. El origen de estos movimientos
populistas es que nos escuchen, que nos den dignidad, que nos reconozcan. Y
consideran que los partidos tradicionales no lo hacen y por eso es que están
atraídos por esos partidos de derecha.
–En ciertos sectores a esos populismos de derecha se
los denomina fascistas. ¿Son formas de fascismo?
–Eso me parece peligroso y estoy en
contra de decir que son fascistas.
Creo que hay una gran diferencia entre el populismo de derecha y los fascistas.
Por ejemplo, hoy día y no hablo solamente a nivel europeo sino pensando en Latinoamérica
hay una sola persona que merece el titulo de fascista y es (Jair) Bolsonaro. El proyecto de Bolsonaro es claramente un proyecto que pone en cuestión el Estado
de Derecho y las instituciones de la democracia pluralista. Pero no veo
ningún otro realmente en el mundo occidental que vaya tan lejos. Es peligroso
porque frente al fascismo lo único
que puedes hacer en ese caso es protegerte, establecer un cordón sanitario para
impedirlo. Entonces en primer lugar,
no vas a entender lo que está pasando, la razón por la que la gente está
votando por esos partidos. Y entonces no
vas a entender cómo hacer para impedir que crezcan. Me parece que es
totalmente contraproducente.
–¿A Trump sí lo calificaría como un populista de
derecha?
–La campaña de Trump es definitivamente la campaña de
un populismo de derecha pero el gobierno
de Trump no puede ser porque el populismo
no es un régimen. El populismo es
una estrategia para construir un pueblo, para construir una fuerza política para intervenir, para
cambiar. En el caso de populismo de izquierda para crear una nueva hegemonía pero realmente para mí
no tiene sentido hablar de un gobierno
populista porque todos los gobiernos democráticos se tienen que reclamar del pueblo. En realidad hay una
dimensión, que yo puedo llamar populista,
que es necesaria en la democracia.
No puedes tener una democracia sin el
pueblo.
–¿Cuáles son las diferencias entre ese populismo de
derecha y de izquierda?.
–Una de las
diferencias es que el populismo de izquierda ve que lo
está en cuestión es la globalización
neoliberal, hay una dimensión anticapitalista.
Digo ‘dimensión’ porque el populismo de
izquierda no es justamente una izquierda marxista. Dentro del populismo de derecha no hay una dimensión anticapitalista. Lo que
sí hay en ciertos casos es una dimensión
antineoliberal, en contra del modelo del capitalismo financiero. Ellos
ponen por ejemplo las medidas
proteccionistas. En el caso de Marine
Le Pen ella lo que quiere es establecer un capitalismo nacional. Es interesante ver cómo durante su campaña y
aún antes de la campaña, muchas de las cosas que proponía eran con tinte de izquierda. Más que el Partido Socialista porque por ejemplo
ella defendía el Estado de Bienestar.
Pero el Estado de Bienestar para los
nacionales. Eso era lo específico. Por eso está en contra de la Unión Europea, está en contra del elemento de globalización del capitalismo.
–El libro da cuenta del rol de los nuevos movimientos sociales como el ambientalismo, el
anti racismo y el feminismo, entre otros. En Argentina el feminismo ha tomado
una fuerza enorme, ¿cómo se inscriben especialmente las demandas del feminismo
en esta idea de populismo de izquierda?
–Me parece que es un elemento fundamental. El argumento
es que se trata de construir un pueblo. Ese
pueblo no es un pueblo ya dado, es un pueblo que va a resultar de la articulación
de demandas en una cadena de equivalencias. La cuestión de la articulación es
todavía mucho más amplia como consecuencia de la hegemonía neoliberal porque ha creado muchos más antagonismos.
Hay muchas más demandas heterogéneas que tienen que articularse en el momento
de hegemonía, demandas que llamamos democráticas, que vienen de la clases
populares, de las clases medias, del feminismo, del anti racismo.
Evidentemente otro aspecto que estaba presente pero sobre el que haría mucho más
hincapié, es la ecología. Es absolutamente
fundamental.
–Un tema que no está tan presente en el libro pero que
es clave para la idea del populismo es la figura del líder...
–Al pueblo hay que construirlo en articulación con las demandas
heterogéneas y eso no es fácil porque esas demandas
no convergen naturalmente. Hay que hacerlas converger y para eso se necesita un
principio articulatorio. Todavía hay
una discusión sobre qué tiene que ser ese principio. Muchas de las críticas al populismo es la centralidad de ese líder carismático. Me parece que eso se plantea de
manera completamente falsa. Esto se liga con otro de los elementos que me
parece importante que es el papel de los afectos
en la política. Cuando tú hablas de crear un pueblo en realidad hablas de crear
un nosotros, gente que se reconoce y se identifica como una colectividad. Eso
implica un elemento afectivo, no es una cuestión puramente racional. Y el líder cristaliza, uno lo ve acá en Argentina
con Cristina Fernández y lo ve antes
con Perón. Pero es cierto que hay
aspectos problemáticos de eso, porque puede haber tendencias autoritarias pero
no necesariamente. Puede ser un líder inter pares, no tiene que ser necesariamente
una relación autoritaria entre el líder y el pueblo. Pero hay otro aspecto que es
que no necesariamente tiene que haber un líder. El principio articulatorio también puede
ser una de las luchas, que se vuelve la lucha símbolo. En realidad lo que se
necesita es que haya un símbolo de la unidad
del pueblo.
–¿Esa lucha podría ser por ejemplo el feminismo?
–A mi me
parece interesante analizar si en algunos lugares el movimiento feminista puede ser el principio articulador. En el caso
europeo, únicamente en España es donde esta fuerte ese movimiento
feminista. Lo paso el 8 de marzo fue
impresionante, la huelga feminista
que realmente es un movimiento completamente transversal, de todas las edades, de todos los grupos. Y lo que es
interesante es que es una lucha de las
mujeres, porque no se limita a las demandas especificas de las mujeres,
es una lucha que articula, en la medida en la cual tienes mujeres trabajadoras.
Hay
una serie de luchas que se articulan. Además ha revolucionado el País en
cuanto a los valores. En el sentido
común han tenido un impacto enorme. Entonces
uno puede pensar que el feminismo va a ser el símbolo de todas las luchas para
la radicalización de la democracia.
Y me parece que tal vez algo similar puede pasar aca en argentina. El movimiento Ni Una Menos también es muy fuerte acá. Y
también según entiendo, es un movimiento que articula demandas distintas.
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