miércoles, 7 de noviembre de 2018

DANI RODRIK: “HEMOS IDO MUY LEJOS EN MUCHAS ÁREAS DE LA GLOBALIZACIÓN”.

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DANI RODRIK.- ECONOMISTAS EXAGERARON BENEFICIOS DE COMERCIO LIBRE. WASHINGTON (AP) — Muchos economistas dicen estar desconcertados por las amenazas de Donald Trump de anular acuerdos de comercio libre y eliminar impuestos a las importaciones en un esfuerzo por combatir el enorme déficit comercial de Estados Unidos. Sin embargo, los propios economistas son parcialmente responsables por el malestar de algunos sectores en relación con el comercio libre y la globalización, que ayudó a llevar a Trump a la Casa Blanca y a que Gran Bretaña decidiese salirse de la Unión Europea.

Eso es lo que dice Dani Rodrik, economista de Harvard, en un provocativo libro que acaba de ser publicado. En “Straight Talk on Trade: Ideas for a Sane World Economy” (Hablando claro sobre el comercio: Ideas para una economía mundial sana), Rodrik afirma que la mayoría de los economistas ignoraron algo que ya se sabía: Que el comercio mundial libre, con todos sus beneficios, inevitablemente termina perjudicando algunas industrias y algunas comunidades. Los economistas no hablaron de eso, según Rodrik, porque temían que cualquier crítica al comercio libre alentaría medidas proteccionistas impulsadas por sectores contrarios a toda forma de comercio abierto.

Para Rodrik, el tiro les salió por la culata: Al escaparle a un debate honesto de los pros y los contras del comercio libre, sostiene, los economistas “dieron bríos a los bárbaros” e hicieron que “extremistas y demagogos” lograsen el apoyo del público. “La teoría económica nos dice que la globalización y la apertura al comercio generan una redistribución de ingresos”, expresó Rodrik. “Pero por otro lado, hay gente, comunidades y partes del país que terminan peor. Eso no era ningún misterio. Es lo que los economistas vienen diciendo desde hace tiempo”.

Rodrik, un profesor de economía internacional de la Kennedy School of Government de Harvard, de 60 años y nacido en Turquía, lleva años cuestionando la globalización. La Associated Press habló con él recientemente sobre su último libro, Trump, sus políticas y la respuesta que están dando los economistas al descontento en torno a la globalización y sus consecuencias. Rodrik dice que está a favor del comercio libre. Pero cuestiona lo que describe como la “hoperglobalización”, un fenómeno en el que se quita el control del comercio a los gobiernos individuales y se lo deja en manos de instituciones mundiales para alentar el intercambio de productos y la inversión. Planteó que cuando muchas naciones europeas abandonaron sus divisas y adoptaron el euro, por ejemplo, de hecho entregaron al manejo de su política económica al banco central europeo.

Los países deberían tener sus propias políticas económicas, según Rodrik, que tomen en cuenta su impacto en los trabajadores y en la comunidad. Si los países europeos temen las consecuencias de los alimentos modificados genéticamente, por ejemplo, deberían poder prohibirlos, por más que esto implique menos opciones alimenticias y precios más altos. Algunos colegas rechazan el argumento de Rodrik. Uno de ellos, C. Fred Bergsten, director emérito del Instituto Peterson de Economía Internacional, tienen otra visión de las consecuencias de la globalización. Afirma que, si bien algunos economistas no tomaron en cuenta el impacto total del comercio libre, otros, incluido Peterson, apoyaron programas para ayudar a los trabajadores que salen perdiendo por la competencia extranjera y para capacitarlos en otros campos.
 


Más responsables de los problemas del comercio libre, aduce, son los empresarios y los defensores del comercio libre en el Congreso que promovieron esos acuerdos pero se negaron a pagar por programas que ayudasen a los trabajadores desplazados. Los propulsores del comercio libre, indicó Bergsten, “a menudo son la misma gente que más se resiste a los programas (de asistencia) más modestos”.
Para Rodrik, sin embargo, los programas de comercio libre más recientes dejaron de ser esfuerzos sencillos por abrir mercados cerrados y pasaron a ser acuerdos complejos que premian a las grandes corporaciones, a menudo a costa de los trabajadores cuyos empleos van a parar a países de mano de obra más barata, con pocas regulaciones para el medio ambiente y pocas protecciones para el trabajador. Rodrik pone como ejemplo al Acuerdo Transpacífico entre Estados Unidos, México, Chile, Perú y otras ocho naciones de la cuenca del Pacífico, que Trump abandonó en enero, antes de que entrase en vigor. El pacto beneficiaba a las empresas farmacéuticas, aumentando las protecciones de sus patentes y demorando al mismo tiempo el acceso de las naciones más pobres a versiones genéricas más baratas. Los acuerdos comerciales tienen “miles y miles de páginas que detallan las reglas” que hay que cumplir, dijo Rodrik. “¿Estamos protegiendo a los trabajadores y a las comunidades afectadas, o protegemos a las firmas farmacéutica, las grandes multinacionales y el mundo de las finanzas?”.
Rodrik afirma que comprende el malestar que allanó el camino para la elección de Trump. Coincide con el presidente en que, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, México y Canadá hizo desaparecer muchos empleos en Estados Unidos al facilitar la llegada de importaciones más baratas y alentar a las firmas estadounidenses a que trasladasen sus operaciones para aprovechar menores costos. Pero rechaza el planteo de Trump de que su gobierno podrá traer de vuelta esos empleos al renegociar o abandonar el TLCAN.
“Anular un acuerdo provoca nuevas dislocaciones en otros sitios”, manifestó, “como en la cadena de abastecimiento de la industria automotriz”.
Rodrik opina que los economistas están aprendiendo de sus errores.
“Las cosas cambian cuando surge evidencia incontrastable”, declaró. “La economía es una disciplina capaz de adaptarse. Pero eso no sucede con rapidez”. Fuente. Paul Wiseman.
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Dani Rodrik es también presidente de International Economic Association. MARTHA STEWART



“HEMOS IDO MUY LEJOS EN MUCHAS ÁREAS DE LA GLOBALIZACIÓN”.
DANI RODRIK, ECONOMISTA Y PROFESOR DE POLÍTICA ECONÓMICA INTERNACIONAL EN HARVARD
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Rodrik lleva años alertando de los riesgos de internacionalizar la economía sin reservar espacio para las políticas locales de desarrollo.


Francisco de Zárate.

Twitter.

El País, Viernes 1 de noviembre del 2018.

La economía es la ciencia de las soluciones intermedias, los extremos no sirven; ni la autarquía ni la integración económica total son económica o políticamente viables”, dice Dani Rodrik, el prestigioso economista de Harvard que, desde su libro ¿Ha ido la globalización demasiado lejos?’(1997), viene alertando de los riesgos de internacionalizar la economía sin reservar espacio para políticas locales de desarrollo ni compensar a los perdedores de la globalización. Rodrik ha publicado recientemente Straight Talk on Trade, en el que repasa los incentivos de los políticos para hacer las cosas bien; fundamenta la imposibilidad de trasplantar modelos económicos exitosos a países y épocas diferentes; y arremete contra los economistas que defendieron la globalización ignorando sus inconvenientes por el temor de que, si hablaban sobre ellos, provocarían una reacción proteccionista.

Pregunta. ¿Estamos al borde de una guerra comercial?
Respuesta. Trump ha sido más agresivo en su política comercial de lo que yo esperaba, pero China ha respondido de una forma muy mesurada: tenían que hacer algo pero no creo que hayan empeorado el problema. Mantengo mi optimismo sobre que China y Estados Unidos encuentren una solución. No creo que se vaya a convertir en un evento catastrófico para la economía mundial.
P. Al margen del efecto global que generen en la economía, ¿los aranceles de Donald Trump servirán para recuperar empleos en la industria estadounidense?
R. Todo es un gran truco de ilusionista. Trump ha armado la alianza contra China junto a empresas preocupadas por perder la supremacía tecnológica, con militares y funcionarios de Asuntos Exteriores que ven a China como un competidor estratégico. Y también, claro, junto a empresas y sindicatos preocupados por los puestos de trabajo. Pero yo no creo que estas políticas vayan a suponer una ganancia neta de empleos para Estados Unidos.
P. Ha defendido la necesidad de incorporar el dumping social como una cláusula a invocar cuando los productos se fabrican sin respetar derechos laborales que los trabajadores en los países importadores sí tienen, ¿cómo se implementaría?

“Se puede terminar con la brecha social sin alcanzar un acuerdo global”

R. Tendría que formar parte de un convenio internacional, como el antidumping tradicional, que se rige por las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En política comercial siempre existen dos riesgos: uno es que los proteccionistas abusen del sistema. Pero el otro es el de tener a los puristas de la globalización firmando acuerdos políticamente insostenibles. En mi opinión, ese es el período que estamos transitando ahora, por no haber puesto suficientes salvaguardas en el régimen del comercio internacional. Y las consecuencias terminan siendo peores porque Trump y otros populistas construyen su discurso demagógico a partir de las reclamaciones y preocupaciones legítimas que genera este sistema de comercio.
P. ¿Ha cambiado tanto el clima para introducir el dumping social en las reglas de la OMC?
R. Desgraciadamente, me parece que estamos muy lejos del espíritu multilateral necesario para una reforma de las reglas de la OMC. Llevamos 30 años queriendo ir demasiado lejos con la globalización y ahora nos encontramos con que el régimen de comercio internacional se ha convertido en una palabrota en boca de los populistas. Ahora son los unilateralistas y proteccionistas como Trump los que se anotan los tantos. Así que desde un punto de vista práctico, no creo que mi propuesta vaya a pasar mañana por la OMC. Pero sí creo que tenemos que estar preparados y generar soluciones.
P. ¿Cómo habría que reaccionar?

“Recuperar la soberanía económica no es más que ponerla al servicio de la mayoría”
R. En un mundo dividido políticamente no se puede aspirar a una integración económica completa y hay que moderar las ambiciones sobre el nivel de globalización posible. El sistema tiene que funcionar para la mayoría de los votantes en las principales naciones comerciales. Los gobiernos necesitan margen de acción para mantener sus reglas y desarrollar su contrato social. Si aspiramos a tener todos los beneficios de la economía más abierta posible, nos quedamos sin el apoyo político necesario para una economía moderadamente abierta. Tal vez no perfecta, pero abierta.
P. “No alcanza con unos retoques en la desigualdad y unas compensaciones para los perdedores de la globalización, hace falta un nuevo Bretton Woods”, escribió…
R. Sí, pero no un Bretton Woods global. El que yo pienso es 80% doméstico y 20% internacional. Creo que lo más urgente ahora mismo es una nueva forma de comprender el mundo. En muchas áreas de la globalización hemos ido demasiado lejos y un poco de retirada sería lo más sensato. La globalización financiera es un ejemplo claro. Pero el verdadero desafío es doméstico, todo lo que los países pueden hacer por su cuenta sin necesidad de un acuerdo global. Terminar con esa brecha económica y social entre las élites y el resto de la sociedad es, en mi opinión, un desafío doméstico que puede lograrse sin acuerdos globales.
P. ¿Recuperar la soberanía en política económica?
R. No se trata de recuperarla porque los países nunca dejaron de tenerla. Lo que pasa es que no la usaron en beneficio de las mayorías. La élite tecnocrática hiper-globalizadora se apropió de esa soberanía convenciendo a grandes franjas de la intelectualidad liberal de que sólo había un camino para el desarrollo, el de este programa de la ultra globalización. En algún momento llegarían todos los beneficios y, si no ocurría así, de todos modos había que hacerlo porque no quedaba otra alternativa. Ese relato se ha estrellado. Recuperar la soberanía no es otra cosa que reubicarla para ponerla al servicio de las mayorías.
P. Avanzar en la unión política o retroceder en la integración económica, escribió, es la respuesta para el dilema europeo, ¿está inclinándose la balanza hacia la desintegración?
R. Eso parece y es algo que me preocupa y me hace ser muy pesimista por el futuro de la Unión. Ojalá que los partidos de centro izquierda y de centro derecha puedan decidirse y decir de forma inequívoca cuáles son sus objetivos. Emmanuel Macron ya lo ha hecho, al decir que quiere seguir avanzando en la integración fiscal y política. Pero los otros no son tan claros sobre la necesidad de crear instituciones representativas a nivel europeo, a las que ceder soberanía para mantener la integración económica. Por eso los populistas son atractivos. Al menos ellos son honestos cuando dicen que no quieren ceder soberanía y que están dispuestos a renunciar a Bruselas y a la integración económica europea. Pero incluso si un retroceso en la integración económica termina siendo el escenario, hay formas de hacerlo para que sea lo más inclusivo posible.
P. ¿Cómo sería un retroceso inclusivo de la integración económica de Europa?
R. Atacando el problema de la desigualdad económica y social, llevando el proceso político más cerca de la gente y usando la soberanía económica para lograr la integración doméstica. Quitar el foco de la integración económica internacional y ponerlo en la integración económica y social dentro de cada país.
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