LA GLOBALIZACIÓN HA MUERTO.- Álvaro
García Linera.
El desenfreno por un inminente mundo sin
fronteras, la algarabía por la constante jibarización de los Estados-nacionales en nombre de la libertad de empresa
y la cuasi religiosa certidumbre de
que la sociedad mundial terminaría de cohesionarse como un único espacio
económico, financiero y cultural integrado, acaban de derrumbarse ante
el enmudecido estupor de las élites globalófilas del planeta.
La renuncia de
Gran Bretaña a continuar en la Unión Europea –el proyecto más
importante de unificación estatal de los últimos 100 años– y la victoria electoral de Trump –que enarboló las banderas de un
regreso al proteccionismo económico, anunció la renuncia a tratados de libre comercio y
prometió la construcción de mesopotámicas murallas fronterizas–, han
aniquilado la mayor y más exitosa ilusión liberal de nuestros tiempos. Y que todo esto provenga de las dos
naciones que hace 35 años atrás, enfundadas en sus corazas de guerra,
anunciaran el advenimiento del libre
comercio y la globalización como la inevitable redención de la humanidad,
habla de un mundo que se ha invertido o, peor
aún, que ha agotado las ilusiones que lo mantuvieron despierto durante un
siglo.
El desenfreno por un inminente mundo sin fronteras, la algarabía por la constante
jibarización de los Estados-nacionales en nombre de la libertad de
empresa y la cuasi religiosa certidumbre de que la sociedad mundial terminaría
de cohesionarse como un único espacio económico, financiero y cultural
integrado, acaban de derrumbarse ante el enmudecido
estupor de las élites globalófilas del planeta.
La renuncia de Gran Bretaña
a continuar en la Unión Europea –el proyecto más importante de unificación estatal de
los últimos 100
años– y la victoria electoral
de Trump –que enarboló las banderas de un regreso al proteccionismo
económico, anunció la renuncia a tratados de libre comercio y prometió la
construcción de mesopotámicas murallas fronterizas–, han aniquilado la
mayor y más exitosa ilusión liberal de nuestros tiempos. Y que todo esto provenga de las dos naciones que hace 35 años atrás,
enfundadas en sus corazas de guerra, anunciaran el advenimiento del libre comercio y la globalización como la
inevitable redención de la humanidad, habla de un mundo que se ha invertido o, peor aún, que ha agotado las ilusiones que
lo mantuvieron despierto durante un siglo.
Y es que la globalización como meta-relato,
esto es, como horizonte político ideológico capaz de encausar las esperanzas colectivas
hacia un único destino que permitiera realizar todas las posibles expectativas
de bienestar, ha estallado en mil pedazos. Y
hoy no existe en su lugar nada mundial que articule esas expectativas comunes;
lo que se tiene es un repliegue atemorizado al interior de las fronteras y el
retorno a un tipo de tribalismo político, alimentado por la ira xenofóbica, ante un mundo que ya no es
el mundo de nadie…… Página/12, 31 de diciembre del 2016.
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ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO. OMC.
La batalla final, ¿por la deconstrucción del
modelo de globalización?.
*****
Eduardo Camín.
Rebelión miércoles 31 de octubre del 2018.
El director general de la Organización Mundial del
Comercio (OMC) Roberto Azevêdo se reunió en Ottawa el 24 de octubre con el
primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, con el fin de hablar de la actual
situación del comercio mundial y del debate que un grupo de países sugiere en
torno a la reforma de la OMC.
Pero esta reunión contó con ausencias importantes ya
que los principales beligerantes comerciales (EEUU-China) no participaron de la
misma. En realidad este cónclave de los defensores del libre comercio, de
alguna forma preparaba el terreno para la reunión del Órgano de Solución de
Diferencias (OSD) que se celebrara en el Centro William Rappard, sede de la OMC
en Ginebra.
El sistema de solución de diferencias de la OMC está
basado en las normas, procedimientos y prácticas elaborados en el marco del
Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) de 1947. Este
sistema se ciñe a calendarios específicos y detallados que han de seguirse para
concluir el examen de cada asunto. Los asuntos son examinados inicialmente por
un grupo especial integrado por tres personas seleccionadas especialmente para
el asunto.
Dentro del marco de negociaciones, el sistema de
solución de diferencias de la OMC alienta las soluciones amistosas, más que las
carreras por vencer los asuntos. Más de la mitad de las diferencias planteadas
durante los últimos 20 años ante la OMC se han resuelto de manera amistosa sin
necesidad de establecer un grupo especial. Pero este sistema supone la
pesadilla del presidente estadounidense Donald Trump y sus asesores, en la
materia. Y lo condena a su muerte definitiva a partir del año
próximo.
No se debe olvidar en este sentido quién es quién, y
recordar que cuando Robert Lighthizer, el principal negociador comercial del
gobierno estadounidense, tuvo sus inicios en la diplomacia comercial durante la
presidencia de Ronald Reagan, por aquel entonces al coloso americano le gustaba
resolver sus conflictos comerciales por la fuerza, al exigirle a sus socios que
frenaran sus exportaciones o indicar que se enfrentarían a las consecuencias,
irremediables de los aranceles.
En la actualidad, los conflictos comerciales se
adjudican de otra manera: desde 1995, fecha de creación de la OMC, Estados
Unidos ha tenido que llevar sus quejas ante el sistema de solución de
diferencias, como cualquier otro país. Ha perdido algunos casos, en especial
los relacionados con la singular manera que tiene Washington de medir el dumping,
una práctica de competencia desleal.
Y también suele ganar algunos cuando denuncia alguna
práctica injusta en el extranjero. Pero este sistema parece no gustarle a
Trump. Un reciente ejemplo es la forma despreciable y agresiva en que los
negociadores comerciales de Trump se han dirigido a sus contrapartes mexicanas
y canadienses en el proceso de renegociación del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte.
Ësto lleva a que algunos diplomáticos y expertos en
materia comercial se interpelan si el objetivo final de la Casa Blanca no es
otro que reventar todo el marco legal que regula el comercio mundial. Lo que
Washington realmente pareciera desear es el tipo de carta blanca que gozaba en
la década de 1980 para forzar a un país tras otro a reducir a cero el superávit
comercial con Estados Unidos.
Este hecho en sí mismo, no debería llamar la atención
ya que en diversos momentos de su campaña electoral, Trump amenazó con una
posible salida de los Estados Unidos de la OMC. En su propuesta titulada Agenda
de Política Comercial 2017 (Trade Policy Agenda 2017), Trump dejó en
claro que tanto la OMC como las decisiones de las disputas en este ámbito
pueden ser repensadas y eventualmente no consideradas si, a juicio de la actual
administración, los intereses estadounidenses no fuesen observados.
Es cierto que Trump proclama siempre un discurso más
proteccionista y amenazador sobre el orden internacional global. Sin embargo,
en lo que se refiere a la OMC, una posible salida de EEUU de esta Organización,
priorizando acuerdos de comercio bilaterales, generará impactos no sólo para el
sistema multilateral sino y sobre todo, para ellos mismos.
Una eventual salida estadounidense impediría, por
ejemplo, la utilización del OSD para resolver diferencias comerciales. Esto
llevaría a Washington a discutir caso por caso las disputas comerciales que
puedan surgir en el futuro, además de no poder exigir que los otros países
cumplan la legislación común del comercio internacional en las operaciones de
comercio exterior con Estados Unidos.
La ausencia de esas reglas podrían someter al país a
innúmeras "guerras comerciales", que podrían perjudicar su propia
economía y sobrecargar su diplomacia, buscando soluciones únicas para cada
problema y disputa comercial que pudiera surgir.
El efecto nocivo para la economía estadounidense,
mayor importadora del planeta y el país con mayor número de empresas
transnacionales hoy en día, es incalculable. Sin duda, una eventual salida de
este país de la OMC debe traer muchas más desventajas que ventajas para la
economía y el efecto sería devastador para el país.
Las administraciones que precedieron a la de Donald
Trump fueron grandes portavoces del libre comercio, papel que Estados Unidos ha
desempeñado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, como la economía más
grande del planeta.
En lo que se refiere a desventajas, un pequeño ejemplo
de la posible implosión en el mercado doméstico estadounidense es el efecto de
las sanciones que el presidente Trump afirma que colocará en práctica contra
China y México.
Es importante recordar que China es la mayor acreedora
de títulos de deuda pública de Estados Unidos y que gran parte de las plantas
industriales de empresas estadounidenses se encuentran instaladas en México.
Pérdida de eficiencia, aumento de costos y desempleo serían algunos de los
efectos inmediatos en un futuro, no tan distante, algunos ya lo sitúan en torno
al año 2020.
Aunque la OMC sufriría un golpe si se saliera EEUU,
podría sobrevivir, ya que en la actualidad, este país representa apenas el 13
por ciento del comercio mundial, una cifra inferior al 25 por ciento que
ostentaba durante la década de 1980.
Conclusión.
De esta forma, pregonar por la deconstrucción del modelo de globalización liderado por Estados Unidos
a lo largo de las últimas décadas, además de significar el quebrantamiento de
un importante patrón de la política exterior del país para temas de comercio
internacional, seguramente traerá perjuicios aún inmensurables para el mundo
entero pero, sobre todo, para los propios estadounidenses.
El nuevo oeste adquiere un
espacio en el concierto mundial, lógicamente en un mundo industrializado, los
mecanismos de intervención son sutiles.
En este sentido pareciera que todas estas
gesticulaciones y ocurrencias, de aparente
contradicciones de la globalización, debe entenderse como una nueva
estrategia, al servicio de un viejo ideario,
para que el capitalismo mundial y su
principal exponente continúen obteniendo beneficios de amplios territorios
mediante la acción de las grandes corporaciones
transnacionales, que son, en definitiva los principales exponentes del
comercio mundial.
Este marco económico global, tiene perversas
consecuencias políticas, comerciales, socioeconómicas y financieras
sobre la mayoría de los países, al perder elevadas cotas de soberanía.
Continentes enteros como África,
quedan totalmente al margen de estas batallas del nuevo orden, mientras que América Latina intenta con denuedo
lograr una inserción adecuada al comercio mundial.
Pero lo cierto es que su papel, tanto en el capitalismo histórico como en su actual fase global, se reduce a ser
meros espectadores dependientes, con las permanentes secuelas de la teoría de la
dependencia que desde hace siglos nos fue asignada por los centros de poder
capitalistas.
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Eduardo Camín, periodista uruguayo, miembro de
la Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe
Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Asociado al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )
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