IMPERIALISMO CULTURAL “La dominación, en la era actual, ya es imposible
con el único recurso de la dominación militar, es necesaria la dominación de
los medios” (Moragas, 1981)“El cine, la televisión o
la creación de los grandes mitos mundiales de la sociedad de consumo, aparecen
en la conciencia colectiva de los pueblos no tanto como imposiciones o sistemas
exportados, sino como sistemas asimilados a la red cultural autóctona” (Moragas, 1981)
Imperialismo Cultural.- Así como entre las grandes
potencias y los países en desarrollo se dan relaciones económicas y políticas
claramente asimétricas (de dependencia y
de colonialismo directo), también ocurre en el ámbito cultural. La ideología capitalista de
dichos países se traslada hacia los subdesarrollados a través de los medios de
comunicación, propiciando un colonialismo
cultural y una pérdida de identidades nacionales.
Imperialismo Cultural.- Influencia ideológica de
la comunicación no sólo se da a través de la importación de películas, programas televisivos,
música y demás mensajes. También se manifiesta en la adopción de sus fórmulas de producción, en la imitación de sus géneros, de sus
prácticas y valores profesionales.
Protestas por el Imperialismo Cultural.- “Los medios de comunicación
social de África, América Latina y Asia
han surgido casi invariablemente como derivados de los existentes en países
industrializados. No aparecen espontáneamente
en un momento oportuno de la evolución social, sino que han sido trasplantados
desde centros metropolitanos” (Golding,
1981).
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IMPERIALISMO CULTURAL: LA PERVERSIÓN DEL
LENGUAJE Y EL OFUSCAMIENTO DEL IMPERIO.
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Sociólogo. James Petras.
Rebelión sábado 17 de noviembre del 2018.
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
Introducción.
En el mundo actual, los propagandistas del imperio
occidental –particularmente periodistas y editores de los medios de
comunicación de masas– recurren sistemáticamente a la perversión de los
conceptos cotidianos y del lenguaje de la política.
Se ha utilizado y abusado del lenguaje político para
culpar a las víctimas y justificar las agresiones imperiales. Las consecuencias
de esta manipulación son diversas y sirven tanto para legitimar crímenes de
guerra y expolio económico como para neutralizar a la oposición interna.
En este artículo empezaremos identificando la
terminología básica que sirve de apoyo a las agresiones imperiales para
continuar describiendo los objetivos económicos y políticos del imperialismo
lingüístico. Concluiremos examinando las alternativas políticas y culturales
que se presentan.
Crítica de los conceptos: nacionalismo y populismo.
En el léxico moderno del imperio, el concepto del que
más se abusa con la pretensión de confundir es el de “populismo”.
En su origen, el término “populismo” hacía referencia
a los movimientos de masas de los obreros explotados. Los movimientos populares
se enfrentaban a la oligarquía bancaria y a los magnates de la prensa.
En el periodo final del siglo XIX y las primeras
décadas del siglo XX, los populistas crearon movimientos y partidos políticos
poderosos en Estados Unidos, Canadá, Rusia y Europa occidental.
Hacia la mitad del siglo XX, los movimientos y
partidos populistas se multiplicaron y, en algunos casos, consiguieron el poder
en Asia y América Latina. Dichos movimientos lograron el apoyo de las masas en
Argentina, Brasil, Perú y México. En EE.UU. representaban a los granjeros que
luchaban contra el monopolio del ferrocarril, los banqueros y los líderes
políticos corruptos. Su objetivo era garantizar precios de mercado justos para
el transporte, tipos de interés bancario moderados y elecciones limpias, sin la
corrupción de los cabecillas políticos. Los populistas eligieron algunos
gobernadores, decenas de alcaldes y varios congresistas.
En América Latina, partidos populistas peruanos (como
el APRA) lucharon por los derechos de los indígenas, oponiéndose a los
gobiernos oligarcas y neocoloniales. En Argentina, Brasil y México, partidos
populistas dirigidos por Juan Domingo Perón, Getulio Vargas y Lázaro Cárdenas
lucharon para garantizar los derechos de los trabajadores y la propiedad
nacional de los recursos esenciales (especialmente los campos petroleros),
además de emprender procesos de industrialización nacional exitosos.
En China, Filipinas, Indochina y la India tuvieron
lugar procesos similares. El nacionalismo y el populismo fueron los motores
gemelos de la independencia y la justicia social.
El nacionalismo se proponía el fin de la dominación
imperial y la recuperación de los valores culturales nacionales, libres de
imposiciones coloniales. Al inicio del siglo XXI, con el ascenso y progreso de
regímenes poscoloniales, las potencias imperiales occidentales se propusieron
denigrar a los movimientos y los partidos que cuestionaban su legitimidad.
Las potencias imperiales ya no podían confiar en el
mito de los imperios benéficos (“la carga del hombre blanco” *). Ni podían
seguir afirmando que la explotación y el expolio llevados a cabo por el capital
extranjero servían para “la construcción de la nación”.
La ideología imperial recurrió entonces a distorsionar
los conceptos positivos asociados con las luchas de liberación, asociando el
populismo con las doctrinas autoritarias y los regímenes regresivos. Se vació
al populismo de su contenido emancipatorio original y se le relacionó con una
ideología reaccionaria, racista, xenófoba y fascista.
Todos y cada uno de los movimientos populares de
masas, con independencia de su trasfondo socio-económico, fueron considerados
regresivos. De la misma manera, se asoció al nacionalismo con el neofascismo
que quería expulsar a las minorías y los migrantes.
Como corolario, las ideologías imperialistas
presentaron a los poderes imperiales de Estados Unidos y Europa como los únicos
garantes de los valores democráticos, en lucha contra los “nacionalistas”.
Uso y abuso del populismo y el nacionalismo.
Los principales enemigos del “populismo” son las
clases dominantes occidentales neoliberales y sus ponzoñosos escribas del Financial
Times, New York Times, The Washington Post y el Wall Street
Journal.
El antipopulismo que defiende los “valores
democráticos occidentales” actúa como una propaganda progresista a favor del
imperialismo. La retórica antipopulista amalgama a derechistas e izquierdistas,
chovinistas y defensores de la independencia nacional.
El objetivo era justificar las múltiples guerras
imperiales y los golpes de Estado por toda Asia, Oriente Próximo, norte y este
de África y América Latina.
Al tiempo que condenaban a los populistas, los
demagógicos y antinacionalistas medios de comunicación promovían y defendían
las sanguinarias guerras occidentales y golpes de Estado en Irak, Afganistán,
Egipto, Libia, Palestina, Siria, Líbano, Honduras, Somalia, Sudar del Sur,
Venezuela y Ucrania.
El “antinacionalismo” sirve para desarmar a los
críticos del imperialismo –favorables de la independencia– y para “legitimar” a
los líderes occidentales. Los ideólogos de los medios de comunicación atacan a
los nacionalistas de derechas contrarios a los inmigrantes pero ocultan el
hecho de que esos mismos inmigrantes son víctimas de las invasiones militares
occidentales.
Nacionalistas de derechas e imperialistas neoliberales
son las dos caras de la misma moneda. Una provoca la pasión nacionalista de las
masas y la otra procede a satisfacer el apetito voraz del capitalismo.
Antipopulismo y nacionalismo son el motor de las
élites neoliberales que explotan la mano de obra interna y atacan los servicios
sociales y la democracia en el lugar de trabajo. Estas élites retratan a los
movimientos sociales populares como versiones del populismo que es preciso
condenar por oponerse al libre mercado y a las elecciones libres.
Los nacionalistas que se oponen a las agresiones
imperiales son denigrados como enemigos autoritarios de la seguridad
occidental, de la globalización y de los valores democráticos.
Conclusión.
El imperialismo de EE.UU. y de la UE se enfrenta a
adversarios tanto dentro como fuera de sus fronteras. La oposición interna se
ha volcado contra las costosas guerras y los beneficios que suponen para
ciertas empresas y se ha manifestado a favor de un mayor bienestar.
Al verse desesperadamente obligados a encontrar
argumentos ideológicos en su favor, las potencias occidentales han fabricado
nuevos enemigos, a los que han colocado la etiqueta de “populistas”, para
disimular su apoyo a los oligarcas. Las élites occidentales pretenden debilitar
a los anti-imperialistas comparándolos con los nacionalistas de ultraderecha.
Pero los ideólogos del imperialismo occidental cuentan
con otras herramientas propagandísticas. Equiparan a los militantes por la
independencia nacional con “terroristas”. Quienes defienden en Rusia la
seguridad de las fronteras son descritos como expansionistas autoritarios. Las
redes económicas internacionales chinas pasan a ser “recaudadores coloniales de
deuda”.
El repique de tambores de los medios de comunicación
es imprescindible para ofuscar la realidad. Estados Unidos y la Unión Europea
tienen cerca de 200 bases militares en el exterior, repartidas por todo el
mundo. China posee una pequeña base en el este de África. EE.UU. tiene una
cadena de bases militares rodeando a China. Pekín carece de base militar alguna
cerca de Estados Unidos.
Mientras las élites occidentales coloniales y
neocoloniales expolian Asia, África y América Latina, China financia
infraestructuras, invierte en empresas productivas y no tiene bases militares
para intervenir en países del Tercer Mundo.
Estados Unidos y Europa secuestran conceptos
progresistas como el populismo, invirtiendo su significado y asimilándolo a
movimientos, partidos y personalidades reaccionarias.
Se colocan etiquetas de racismo y colonialismo a
muchos “nacionalistas”, que han demostrado ser defensores de la soberanía
nacional y oponerse a la hegemonía imperial. El lenguaje político al servicio del imperio no
está libre de pecado.
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* N.d.T.: “The
White Man’s Burden” (La carga del hombre blanco) es el título de un poema
de Rudyard Kipling publicado en 1899. Aunque tenía connotaciones más profundas,
se popularizó su lectura directa desde los puntos de vista vigentes en la época
(racista, imperialista y eurocéntrico) que justifican la intervención altruista
del hombre blanco para ayudar al progreso de las “razas inferiores”.
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