DEMOCRACIA
DESCARTABLE, DEMOCRACIA DIABÉTICA, DEMOCRACIA DE BAJA INTENSIDAD, DEMOCRACIA DELIBERATIVA,
DEMOCRACIA MEDIÁTICA Y NOVELADA (SORDA, CIEGA Y MUDA) DEMOCRACIA FALLIDA, cuantos nombres
más deben ponerle los escritores, Opinologos
y “pensadores” de la derecha ultraconservadora y la propia derecha político-empresarial neoliberal,
a que hoy representa y constituye la CRISIS
más importante de la presente coyuntura, crisis que ha venido acumulando
Políticas NO resueltas a su tiempo –
crisis hoy sin visos de alternativas o propuestas de “·solución”
– al mal de males que hoy atraviesa en toda su estructura la DEMOCRACIA LIBERAL
REPRESENTATIVA - o en concreto la
DEMOCRACIA ELECTORAL -.
El modelo
neoliberal vigente por más de 40 años del capitalismo salvaje – capitalismo
financiero-especulativo, tiempos de la globalización neoliberal – que logró sustituir
históricamente al CAPITAL INDUSTRIAL, primero en su imposición
nacional y segundo en su proceso de
expansión global y el libre comercio mundial, en forma directa, no logró
conseguir un nivel de “relación”, aceptación y concatenación con el Modelo vigente
de la DEMOCRACIA
LIBERAL. El modelo Democrático, desde los 90`, tiempos políticos e
históricos desde – la Caída del Muro de
Berlín – noviembre de 1989 – que logra consolidarse a nivel global, sin
embargo, muy por contrario, comienza a ser “petardeo
desde dentro” generando vacíos, primero, “choques” y enfrentamientos en los
escenarios local- sociales y en
forma definitiva, el neoliberalismo
no le sirvió a la Democracia Liberal, por despojarla de su contenido SOCIAL, como forma POLÍTICA para avanzar
y consolidar intereses de clase, de las propias
clases dominantes. NO lograron
forjar un “dúo económico-social-político”. Los Conflictos Sociales de los Pueblos y
Comunidades Históricas en distintos países como respuesta a las Políticas del “Consenso de los Commodities” – o el
viejo modelo extractivo-exportador de materias primas, nuestros recursos naturales, nuestra Biodiversidad y nuestros Conocimientos Ancestrales -. Fueron puestos
en los mercados internacionales a precios altamente competitivos, por lo
general destruyendo la Vida y el Medio Ambiente
de los Pueblos. La DEMOCRACIA liberal,
en los diferentes países fue absolutamente desbordada por las grandes Movilizaciones
y luchas de los Pueblos, al final la DEMOCRACIA
resultó enferma, grave su “estado de
salud” que definitivamente se profundizó con otras formas de dominación y
explotación de los Pueblos y sus recursos naturales, que la Democracia NO tenía Alternativas y
menos Propuestas para salir del inmenso “atolladero”
social que ellos mismos crearon con sus políticas y
nuevas formas de acumulación del Capital Corporativo Global.
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EL CAPITAL Y LA DEMOCRACIA
DESCARTABLE.
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Santiago
Mayor.
Rebelión
miércoles 14 de noviembre del 2018.
El triunfo de Bolsonaro en Brasil trajo a nuestras
fronteras el debate sobre el reimpulso de las derechas abiertamente xenófobas,
misóginas y racistas que por ahora parecía un fenómeno del primer mundo (Trump,
Le Pen, etc.). ¿Que expresan en nuestra región y cómo enfrentarlas?
Como bien desarrolló Ricardo Aronskind en un artículo
publicado en El cohete a la luna, el nuevo
presidente de Brasil no es fascista ni busca un régimen de esas
características. En el mismo sentido advirtió que “muchas veces en nuestro
país” esa categoría “fue incorrectamente utilizada por sectores progresistas,
para cualquier personaje que resultara desagradable, o demasiado conservador
según los parámetros de ese sector. Pero no cualquier derechista o
reaccionario, es fascista”.
Efectivamente, tampoco Mauricio Macri o cualquier otro
miembro del staff de Cambiemos podría ser calificado como tal. Ni siquiera le
cabe al mucho más reaccionario diputado Alfredo Olmedo.
Es por eso que el “son lo mismo” no es un error
atribuible solo a cierta izquierda trotskista, sino también a otros sectores
más amplios del campo popular. Comprender la naturaleza de estos gobiernos es
fundamental para saber como enfrentarlos.
El fascismo de la Europa de entreguerras fue una de
las respuestas del capital ante la amenaza de la Revolución Soviética de 1917 y
su expansión continental. Se trataba de proyectos nacionalistas, fuertemente
intervencionistas en la economía y cuestionadores del orden global vigente. A
su vez se apoyaban en sectores de la burguesía nacional e internacional
(Coca-Cola y Ford financiaron a Adolf Hitler), las clases medias y la
movilización de masas.
Por el contrario, el gobierno de Bolsonaro, si bien
aún no ha asumido, ya ha dado muestras de tener un carácter diferente.
La designación del neoliberal Pablo Guedes al frente
del Ministerio de Economía; los anuncios de privatizaciones futuras (incluida
Petrobras); el alejamiento de espacios de integración multilaterales como los
BRICS o el Mercosur que daban a Brasil una mayor autonomía y capacidad de
influencia, expresan otro proyecto.
Al igual que Macri -y aquí sí hay una coincidencia- el
nuevo presidente brasileño es la expresión política que halló la burguesía (ante
el fracaso de las derechas “moderadas”) para reorientar a la principal economía
de Sudamérica en el camino de ser un país periférico y productor de materias
primas.
La democracia ya no (es) funciona(l)
Con la caída del Muro de Berlín en 1989 se proclamó el
“fin de la historia” en la cual el capitalismo se imponía como único sistema
económico posible y la democracia liberal representativa era su pata política.
Sin embargo, más temprano que tarde, esta fórmula mostró ser una falacia.
Para ese entonces ya el Estado de Bienestar, esa
versión “con rostro humano” del sistema (un fenómeno que duró apenas cuatro
décadas y en un pequeño puñado de países) estaba en franco retroceso. La
ofensiva conservadora y neoliberal avanzaba sin pudor, arrasando derechos y conquistas
populares. Ahora sin siquiera tener enfrente un modelo alternativo que sirviera
como contrapeso.
Frente a esto, los pueblos del mundo, presentaron su
impugnación. En América Latina, vanguardia de esta lucha, lo hicieron mediante
la lucha popular y la vía democrática. Las elecciones, los partidos políticos,
de pronto fueron insuficientes para sostener la dominación.
Fuerzas progresistas y de izquierda llegaron al
gobierno como expresión y canalización de levantamientos populares previos que
rechazaron el neoliberalismo: el Caracazo (1989); el alzamiento zapatista
(1994); la rebelión popular en Argentina (2001); la guerra del agua (2000) y
del gas (2003) en Bolivia.
Durante algunos años distintos proyectos alternativos
se gestaron en esta parte del mundo. Sin embargo, rápidamente el capital lanzó
su contraofensiva. Mediante una alianza con las burguesías locales, los medios
de comunicación y, más recientemente, el Poder Judicial, fomentó la
desestabilización de los gobiernos que plantearon distintos niveles de
soberanía y, en algunos casos, llegó a propiciar golpes de Estado.
La democracia dejó de ser un punto de apoyo intocable.
Por eso, ya no resulta un problema recurrir a mecanismos que violen sus
principios (la proscripción de candidatos o los golpes) e incluso a políticos y
partidos que niegan cuestiones tan elementales como la pluralidad ideológica,
la libertad de expresión, el derecho a huelga y protesta, etc.
Como señalábamos tras
el triunfo de Mauricio Macri en 2015, esto se enmarca en una necesidad
sistémica. Como salida a la crisis de 2008/2009 las grandes multinacionales
buscan avanzar aún más en el control de los recursos naturales que generan
renta extraordinaria (como la minería y el petróleo). Asimismo, ante la
necesidad de mercados para insertar sus productos industriales, fomentan
tratados de libre comercio desiguales que tienen como resultado la
desindustrialización de los países emergentes cuando en el centro aplican
distintos niveles de proteccionismo.
Finalmente se dio una manipulación del dólar que es,
además de la moneda mundial de intercambio, una mercancía en sí misma cuyo
precio es manejado desde Washington para presionar a las economías locales.
De tres modelos a dos.
La primera década del siglo XXI vio en América Latina
el desenvolvimiento de tres grandes modelos (con sus particularidades
nacionales). Por un lado aquellos proyectos neoliberales que no lograron ser
derrotados continuaron como aliados del imperialismo estadounidense.
Asimismo surgieron gobiernos progresistas con un
modelo neodesarrollista que basó su proyecto en una reindustrialización
sostenida en la venta de las commodities; la intervención del Estado en la
economía para controlar, principalmente, la esfera del consumo y con reducidas
acciones de transformación estructural; y una política de distribución de la
renta generada. Argentina y Brasil fueron los principales exponentes.
Finalmente, el tercer modelo y más radical fue aquel
que se nucleó tras la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(Alba) impulsada por Cuba y Venezuela que puso al Socialismo del Siglo XXI como
horizonte. Es decir una alternativa al capitalismo en sus distintos matices
(neoliberal o con inclusión) y el proyecto que implicó la contradicción
principal con el imperialismo.
No casualmente fueron estos últimos los que
resistieron la avanzada neoliberal. Por el contrario el agotamiento del
neodesarrollismo no presentó una salida por izquierda si no un regreso a las
políticas conservadoras y de ajuste.
Esta crisis de los modelos neodesarrollistas puso de
relieve, además, que la alianza entre las burguesías locales y los sectores
populares fracasó. Pero esta derrota del “capitalismo serio” no fue una
decisión de la clase trabajadora, si no de las propias burguesías que, al no
obtener ya las ganancias extraordinarias que pretenden en el mercado interno,
se volcaron al rentismo.
El panorama plantea entonces un dilema para las
fuerzas populares. Por un lado, la necesidad imperiosa de poner freno al
neoliberalismo. En el caso argentino, el próximo año será central. Una derrota
electoral del macrismo supondría un triunfo importantísimo y para eso, una
alianza política lo más amplia posible, es necesaria. Sin embargo, vale
recordar que los procesos electorales condensan acumulaciones políticas y ponen
de manifiesto relaciones de fuerzas sociales que los exceden.
A su vez, el sistema ya demostró que no depende de la
formalidad democrática para sobrevivir y reproducirse. Es por eso que la lucha
no se agota en unos comicios.
Ante la agonía de la democracia liberal -nuevamente
por decisión de la burguesía y no del pueblo- la respuesta debe ser
profundizarla. El carácter protagónico de las masas en la toma de decisiones
tiene que ser parte de cualquier programa político que busque una salida
alternativa. Allí están Bolivia, y sobre todo Venezuela -constantemente asediada-,
como ejemplo. En ese sentido en nuestro país la organización feminista y de la
economía popular son puntos de apoyo absolutamente necesarios.
Pero también, habrá que descartar planteos moderados
que pretendan simplemente administrar mejor lo existente. Sin reformas estructurales que busquen romper la dependencia y que
avancen en un sentido integrador de nuestras economías, no será posible pensar y sostener un proyecto
de largo plazo. La historia reciente lo dejó en claro.
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