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"En
2009, el presidente Obama refrendó el rescate y urgió al
Congreso para que le diera su aprobación lo antes posible. El Congreso otorgó
un rescate de 700.000 millones de dólares, los cuales ascendieron hasta 7,77
billones según una información publicada por Forbes (14 de julio de 2015). De un día para otro, cientos
de miles de ciudadanos pidieron al Congreso que rectificara su voto. Como
consecuencia de esta tremenda oposición popular, el Congreso capituló. Pero el presidente Obama y la dirección
del Partido Demócrata insistieron. La ley fue ligeramente modificada y se
aprobó. La “voluntad popular” fue
rechazada. Las protestas se
neutralizaron y se fueron disipando. El rescate bancario se hizo efectivo
mientras millones de familias eran expulsadas de sus hogares, a pesar de
algunas protestas locales, por no poder hacer frente a sus hipotecas. El movimiento
contra los bancos lanzó algunas propuestas radicales, desde llamamientos a
la nacionalización de las entidades bancarias hasta demandas para dejarlas
quebrar y que el Estado financiara directamente a las cooperativas y bancos
comunitarios".
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La "Democracia de la Guerra" que utiliza el Imperio en pleno siglo XXI. Nos vende con el argumento por ejemplo 2010-2013, LA PRIMAVERA ÁRABE - las manifestaciones populares de los pueblos de Egipto, Túnez, Siria, Libia y otros que al final fue distorsionada con la Invasión Militar de Occidente - Estados Unidos- Unión Europea. Guerra - en nombre "Democracia de la guerra" que aún continua desangrando millones de pobladores y destruyendo países completos.
***
JAMES PETRAS: LAS
MOVILIZACIONES POPULARES EN EE.UU. CONTRA LAS GUERRAS Y EL EXPOLIO ECONÓMICO.
*****
James Petras.
Rebelión viernes 30 de noviembre del
2018.
Traducido
ara Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
Introducción.
En
las tres últimas décadas, Estados Unidos ha participado en más de
una docena de guerras, ninguna de
las cuales ha provocado un júbilo popular antes, durante o después de la propia
guerra. El gobierno tampoco consiguió el apoyo
popular a sus propuestas para afrontar la crisis económica de 2008-2009.
En este pequeño análisis
comenzaremos hablando de las principales
guerras de nuestro tiempo, las dos
invasiones estadounidenses de Irak. Pasaremos a examinar la naturaleza de la respuesta popular y sus consecuencias
políticas. Posteriormente nos aproximaremos a la crisis económica de 2008-2009, el rescate público a la banca y la reacción ciudadana. Por último,
consideraremos la gran potencialidad de
cambio de los movimientos populares de masas.
La guerra de Irak y la opinión pública
estadounidense
Las dos guerras de EE.UU. contra Irak (1990-1991 y
2003-2011) no estuvieron precedidas por ningún fervor popular, y los ciudadanos
tampoco celebraron su desenlace. Todo lo contrario: en sus prolegómenos se
produjeron manifestaciones masivas de
protesta tanto en EE.UU. como en sus países aliados. La primera invasión iraquí (la que se conoce como Guerra del Golfo) tuvo el rechazo de la
inmensa mayoría del pueblo estadounidense, a pesar de la enorme campaña
propagandística desplegada por los medios de comunicación de masas y el régimen
del presidente George H.W. Bush.
Posteriormente, el presidente Clinton
ordenó una campaña de bombardeos contra Irak
en diciembre de 1998, sin contar con
prácticamente ningún respaldo ni aprobación.
El
20 de marzo de 2000, el presidente George W. Bush inició la segunda gran guerra contra Irak a pesar de las manifestaciones masivas en su contra
que se produjeron en todas las grandes ciudades de EE.UU. (y de Europa y
buena parte del resto del mundo). Ni siquiera la conclusión oficial del
presidente Obama de dicha guerra en
diciembre de 2011 suscitó el
entusiasmo popular.
De
todo esto surgen varias preguntas: ¿Por qué el inicio de ambas guerras contra Irak levantó una masiva oposición popular y por qué dicha oposición
no se mantuvo en el tiempo? ¿Por qué la ciudadanía no celebró el final de la
guerra declarado por Obama en 2011?
¿Por qué las manifestaciones masivas contra las guerras de Irak no lograron articular vehículos duraderos capaces de garantizar
la paz?
El síndrome de la guerra contra Irak
El
origen de los grandes movimientos populares de oposición a las
guerras contra Irak se remonta a varios acontecimientos históricos. El triunfo de los movimientos pacifistas
que consiguieron acabar con la Guerra de
Vietnam, la idea de que la acción de masas era capaz de resistir y vencer
era una creencia fuertemente arraigada en amplios segmentos de las personas
progresistas. Además, estos movimientos
estaban firmemente convencidos de que no se podía confiar en los medios de
comunicación ni en el Congreso. Todo ello reforzaba la idea de que la acción directa de masas era esencial para cambiar
las políticas belicosas de la Presidencia y del Pentágono.
El
segundo factor que sirvió de acicate para las protestas masivas en EE.UU. fue el
aislamiento internacional de EE.UU. Los presidentes Bush padre e hijo
iniciaron guerras ampliamente contestadas en Europa, Oriente Próximo y en la
Asamblea General de Naciones Unidas. Los activistas estadounidenses sentían
formar parte de un movimiento global con posibilidades de éxito.
En
tercer lugar, la toma de posesión del presidente demócrata Bill Clinton no
anuló los grandes movimientos contra la guerra.
La campaña terrorista de bombardeos estadounidenses contra Irak en diciembre de
1998 fue altamente destructiva y la guerra de Clinton contra Serbia mantuvo
activo al movimiento pacifista. En la medida en que evitó embarcarse en guerras
a gran escala y prolongadas, Clinton no llegó a provocar un resurgimiento de la
oposición de masas durante los últimos años de la década de los noventa.
La
última gran ola de protestas masivas contra la guerra se produjo entre 2003 y
2008. Las manifestaciones surgieron inmediatamente después
del atentado contra el World Trade
Center el 11-S. La Casa Blanca aprovechó el ataque para declarar “la guerra global contra el terror”,
aunque los movimientos populares interpretaron ese mismo ataque como una
llamada para oponerse a nuevas guerras en Oriente Próximo.
Las
luchas pacifistas aglutinaron a activistas durante toda esa
década, que se sentían capaces de evitar mediante las movilizaciones que el
régimen de Bush iniciara nuevas guerras sin fin. La inmensa mayoría de la gente
no creía a las autoridades cuando afirmaban que Irak, cercado y debilitado,
estaba almacenando “armas de destrucción masiva” para atacar a Estados Unidos.
Las
manifestaciones masivas se enfrentaron a los medios de comunicación, la llamada
prensa respetable, e ignoraron al lobby israelí y a otros
señores de la guerra del Pentágono
que pedían la invasión de Irak. La
inmensa mayoría de los estadounidenses no creían estar amenazados por Saddam Hussein y consideraban una mayor
amenaza los medios puestos en marcha por la Casa Blanca para aprobar
legislación represiva como la Ley Patriótica. La rápida derrota militar del
ejército iraquí y la ocupación de su territorio produjeron un declive en el
volumen y el alcance del movimiento contra la guerra, pero no minaron su base
potencial.
Dos fueron los elementos
que llevaron a la desaparición de los movimientos contra la guerra. En primer lugar, sus líderes cambiaron
la acción directa independiente por la política electoral y, en segundo lugar, convencieron a sus
seguidores de que apoyaran al candidato presidencial demócrata Barack Obama. En buena medida, los
líderes y activistas del movimiento sentían que la acción directa no había
conseguido evitar las dos guerras anteriores o terminar con ellas. Además, Obama apeló demagógicamente al
movimiento pacifista prometiendo que acabaría con las guerras e impondría la
justicia social en casa.
Con
la llegada de Obama, muchos líderes y activistas por la paz
se unieron a su maquinaria política. Aquellos que no lo hicieron se
desilusionaron rápidamente a todos los efectos. Obama continuó las guerras abiertas e inició o se sumó a otras
nuevas (Libia, Honduras o Siria). La ocupación militar estadounidense de Irak
dio lugar a la creación de nuevas milicias extremistas, que consiguieron
derrotar a los ejércitos vasallos entrenados por EE.UU. hasta llegar a las puertas de Bagdad. Al poco tiempo, Obama envió una flota de buques y aviones
de guerra al Mar de China Meridional
y aumentó el número de tropas en Afganistán.
Los
movimientos populares de masas de las dos décadas
anteriores sufrieron una fuerte desilusión, se sintieron traicionados y
desorientados. Aunque muchos se oponían a las guerras “nuevas” y “viejas” de Obama, no lograban encontrar formas
novedosas de expresar sus creencias pacifistas. Ante la inexistencia de
movimientos contra la guerra alternativos, se hicieron vulnerables a la
propaganda bélica de los medios de comunicación y los nuevos demagogos de la
derecha. Donald Trump atrajo a
muchos de los que se oponían a la belicista Hillary Clinton.
El recate bancario: Se ignoran las protestas
de masas.
En
2008, al final de su mandato, el presidente George W. Bush aprobó
un rescate masivo de los principales bancos de Wall Street, afectados por la quiebra a causa de sus salvajes
políticas especulativas.
En
2009, el presidente Obama refrendó el rescate y urgió al
Congreso para que le diera su aprobación lo antes posible. El Congreso otorgó
un rescate de 700.000 millones de dólares, los cuales ascendieron hasta 7,77
billones según una información publicada por Forbes (14 de julio de 2015). De un día para otro, cientos
de miles de ciudadanos pidieron al Congreso que rectificara su voto. Como
consecuencia de esta tremenda oposición popular, el Congreso capituló. Pero el presidente Obama y la dirección
del Partido Demócrata insistieron. La ley fue ligeramente modificada y se
aprobó. La “voluntad popular” fue
rechazada. Las protestas se
neutralizaron y se fueron disipando. El rescate bancario se hizo efectivo
mientras millones de familias eran expulsadas de sus hogares, a pesar de
algunas protestas locales, por no poder hacer frente a sus hipotecas. El movimiento
contra los bancos lanzó algunas propuestas radicales, desde llamamientos a
la nacionalización de las entidades bancarias hasta demandas para dejarlas
quebrar y que el Estado financiara directamente a las cooperativas y bancos
comunitarios.
Estaba claro que la inmensa mayoría del pueblo estadounidense
era consciente de lo que ocurría e intentó evitar el saqueo a los
contribuyentes con la complicidad de las corporaciones.
Conclusión: ¿Que se puede hacer?
Las
movilizaciones de masas son una realidad en Estados Unidos;
el problema es su falta de continuidad. Las
razones para esto son evidentes: carecen de una organización política que
pueda ir más allá de las protestas y oponerse a las políticas del mal menor.
El
movimiento contra la guerra que surgió para oponerse a la guerra
de Irak fue marginado por los dos
partidos dominantes. Como resultado, las
guerras se multiplicaron. Cuando Obama cumplió su segundo año de mandato, Estados Unidos estaba involucrado en siete
guerras.
En
el segundo año de mandato del presidente Trump, Estados Unidos ha amenazado con guerras nucleares contra Rusia, Irán y
otros “enemigos” del imperio. A pesar de que la opinión pública era
claramente contraria, esa “opinión”
apenas se dejó notar en las elecciones legislativas de mitad de mandato.
¿Dónde
han ido a parar las multitudes contrarias a la guerra y a los bancos?
Yo soy de la opinión de que siguen ahí, con nosotros, pero no pueden pasar a la acción
y organizarse si continúan
apoyando al Partido Demócrata. Para que los movimientos puedan convertir la acción directa en transformaciones
políticas y económicas efectivas, antes tienen que crear luchas a todos los
niveles, desde el local al nacional.
A
escala internacional, las condiciones se están tornando
favorables. Washington se ha
enemistado con países de todo el mundo. Ha desafiado a sus aliados y se
enfrenta a rivales formidables. La
economía interna esta polarizada y las élites divididas.
Las
movilizaciones, como las que están teniendo lugar en Francia
en estos momentos, pueden auto-organizarse a través de Internet; los medios de
comunicación están desacreditados. El
tiempo de la demagogia liberal y derechista está llegando a su fin; la
rimbombancia de Trump levanta tanta
indignación como la que acabó con el régimen de Obama.
Hoy
día
existen las condiciones óptimas para que un nuevo movimiento global pueda lograr algo más que meras reformas graduales. La gran incógnita
es saber si ese movimiento surgirá ahora, dentro de unos años o de algunas
décadas.
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