“La confianza, observa Edelman Corporation, “es ahora el factor decisivo que nos
indica si una sociedad puede funcionar”. Lamentablemente, nuestra desconfianza está plenamente
justificada. Aquellos que han destruido la credibilidad en las instituciones
explotan su colapso, arremetiendo contra la élite liberal
(asociándola a aquellas personas vinculadas de alguna forma a las instituciones
públicas) mientras trabajan para la élite real e iliberal. Como señala el
economista político William Davies, la “soberanía” se usa como un código
para rechazar la noción misma de gobernar como “un conjunto de actividades complejas, modernas y basadas en hechos que
requieren experiencia técnica y funcionarios permanentes”. En ninguna parte es más
evidente el abismo entre los intereses públicos y privados que en la respuesta de los gobiernos a la crisis climática.
Hace escasas fechas, la ministra de
energía del Reino Unido, Claire Perry, anunció que había pedido a
sus asesores que elaboraran una hoja de
ruta hacia una economía sin emisiones de carbono. El mismo día, comenzó el fracking
en Preston New Road en Lancashire, habilitado por el permiso que la propia Perry coló el día anterior al receso veraniego del Parlamento británico”.
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LA REBELIÓN ES EL ÚNICO
CAMINO PARA COMBATIR EL DESAJUSTE CLIMÁTICO
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El
Captor. Economía Mundial.
Miércoles
31 de octubre del 2018.
Es difícil de creer hoy en día, pero
el espíritu prevaleciente entre la élite culta fue una vez la vocación de servicio público. Como documentó el historiador Tony
Judt en "Algo anda mal", la
ambición más importante entre los universitarios de los años 50 y 60 era servir
a su país a través del gobierno o las profesiones liberales. Su enfoque podría
haber sido patricio y a menudo inflexible, pero sus intenciones fueron en su
mayoría públicas y cívicas, no privadas y pecuniarias.
Hoy en día,
la noción de servicio público parece tan pintoresca como una oficina de correos
local. Asumimos que aquellos que nos
gobiernan arrasan con lo que pueden, permitiendo que bancos y corporaciones depredadoras
desplumen lo público para cobrar a continuación su recompensa en forma de
lucrativos cargos directivos. Como revela la encuesta del Informe "Barómetro de Confianza" de Edelman Corporation, la confianza hacia las
instituciones se ha derrumbado en todo el mundo, y principalmente hacia los
gobiernos.
En cuanto a
las élites económicas, a medida que emergen las consecuencias de su propia
codicia y egoísmo, se limitan a buscar, como los oligarcas romanos que huyeron
del colapso del imperio occidental, su supervivencia entre la muchedumbre
indignada. Un ensayo del visionario autor Douglas Rushkoff publicado este
verano, en el que documenta sus conversaciones con algunas de las personas más
ricas del mundo, revela que sus preocupaciones
más apremiantes consisten en encontrar un refugio contra la descomposición
climática y el colapso económico y social. ¿Deberían irse a Nueva Zelanda o
Alaska? ¿Cómo pagarán sus guardaespaldas una vez que el dinero carezca de
valor? ¿Podrían “subir” sus mentes a las super computadoras? Survival Condo, la
compañía que ha convertido los antiguos silos de misiles de Kansas en bunkers
fortificados, ha vendido hasta el momento todas las unidades.
La
confianza, observa Edelman Corporation, “es ahora el factor decisivo que nos
indica si una sociedad puede funcionar”. Lamentablemente, nuestra desconfianza
está plenamente justificada. Aquellos que han
destruido la credibilidad en las instituciones explotan su colapso, arremetiendo contra la élite
liberal (asociándola a aquellas personas vinculadas de alguna forma a las
instituciones públicas) mientras trabajan para la élite real e iliberal. Como
señala el economista político William Davies, la “soberanía” se usa como un código
para rechazar la noción misma de gobernar como “un conjunto de actividades
complejas, modernas y basadas en hechos que requieren experiencia técnica y
funcionarios permanentes”.
En ninguna parte es más evidente
el abismo entre los intereses públicos y privados que en la respuesta de los
gobiernos a la crisis climática.
Hace escasas fechas, la ministra de energía del Reino Unido, Claire Perry,
anunció que había pedido a sus asesores que elaboraran una hoja de ruta hacia
una economía sin emisiones de carbono. El mismo día, comenzó el fracking en
Preston New Road en Lancashire, habilitado por el permiso que la propia Perry
coló el día anterior al receso veraniego del Parlamento británico.
El ministro
ha justificado el fracking basándose en que ayuda al país a realizar una
“transición hacia una economía con menos emisiones de carbono”. Pero el gas del
fracking tiene emisiones netas similares o peores a las liberadas con la quema
del carbón. Como ya se estaba saliendo de la era del carbón en el Reino Unido sin
ninguna ayuda del fracking, esto es en realidad
una transición para alejarse de las energías renovables y volver a los combustibles
fósiles. El gobierno de Reino Unido ha promovido la transición
mediante la prohibición efectiva de los parques eólicos en tierra, al tiempo
que ha anulado las decisiones locales para imponer el fracking por decreto
estatal. Además, para evitar que las entidades locales recuperen el control, tiene
la intención de conceder un permiso de planificación general a los operadores
del fracking. Nada de esto tiene sentido, hasta que recuerdas la relación
íntima que existe entre la industria de los combustibles fósiles, la City
(donde Perry hizo su fortuna) y el partido Tory, engrasada por las donaciones
políticas que fluyen de ambos sectores hacia las arcas del partido. Estas personas no están sirviendo
a la nación. Se están sirviendo unos a otros.
En Alemania, el gobierno que anunció estar
llevando a cabo una gran transición hacia la energía verde, en lugar de eso,
inunda de dinero público la industria del carbón y despliega a un ejército de
policías para desalojar a los manifestantes de un parque natural, con el fin de
talarlo para instalar una mina de lignito. El gobierno alemán, en
representación de la industria del carbón y de la industria del automóvil, ha
saboteado el intento de la UE de mejorar su objetivo de emisiones de carbono. Antes de que fuera reelegida, ya
apunté que Angela Merkel era la peor villana que podía imaginarse contra la
ecología mundial.
También podría ser la mejor directora de comunicación de las principales
multinacionales: puede engañar, volver a engañar y destruir. Y la gente todavía
la llama “Mamá”.
Otros
gobiernos ostentan desvergonzadamente su servicio a los intereses privados, ya
que evaden la censura al ser dueños de la corrupción. Un informe del gobierno
de los EE. UU. sobre eficiencia energética publicado en julio reconoce,
inusualmente, que las temperaturas
globales probablemente aumentarán en 4 grados centígrados este siglo. Luego utiliza este pronóstico para
argumentar que no tiene sentido producir vehículos más limpios, porque el
desastre ocurrirá de todos modos. En otros lugares, se censura todo lo que se
diga institucionalmente sobre el desajuste climático. Cualquier agencia que
busque evitarlo es capturada y redirigida.
En Australia, el nuevo primer ministro, Scott
Morrison, ha convertido la quema de carbón en una doctrina sagrada. No me
sorprendería si el único trozo de carbón que haya manejado sea el que mostró en
el parlamento australiano. Pero él ensucia sus manos todos los días en nombre
de la industria. Estos hombres con corazones negros y uñas limpias se
enorgullecen de sus lealtades.
Con
Bolsonaro asumiendo el poder en Brasil, sus acciones de aniquilamiento
parecerán leves en comparación. Afirma que el cambio
climático es una fábula inventada por una “conspiración global”, y busca retirarse del acuerdo de
París, abolir el Ministerio de Medio Ambiente, poner el comité de carne de res
del Congreso (que representa a la industria de ganadería asesina y destructiva)
a cargo de la agricultura, abrir la Cuenca del Amazonas para esquilmarla y
desmantelar casi todas las protecciones ambientales e indígenas.
Con la excepción de Costa Rica,
ningún gobierno tiene las políticas necesarias para prevenir más de dos grados
centígrados el calentamiento global, por no hablar de 1,5. La mayoría, como el Reino
Unido, Alemania, los Estados Unidos y Australia, nos empujan hacia el borde de
sus amigos. Entonces, ¿qué hacemos cuando nuestros propios representantes han
vendido el servicio público al servicio privado?
El 31 de
octubre hablaré sobre el lanzamiento de La rebelión contra la extinción en
la Plaza del Parlamento en Londres. Este es un movimiento dedicado a la
desobediencia disruptiva y no violenta que protesta contra el colapso
ecológico. Los tres héroes encarcelados por tratar de detener el fracking el
mes pasado, cuyas sentencias extravagantes acaban de ser anuladas,
probablemente sean los primeros de cientos. La intención es convertir este
levantamiento nacional en internacional.
Esta
preparación para el sacrificio, tras una larga historia de revueltas políticas
y religiosas, es esencial para motivar y movilizar a las personas a que se unan
a una lucha existencial. Es entre esas
personas donde ahora se encuentra el sentido de servicio público del que
adolecen los actuales gobiernos.
Que tengamos que
tomar medidas tan drásticas para defender lo común muestra el nivel de abandono
al que nos enfrentamos.
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