AMÉRICA LATINA O FASCISMO.- Palabras urgentes mientras los machosfachos
al acecho intentan avanzar. América Latina será la tumba del fascismo o no
será.
“Agazapados. Al acecho. Usan la justicia. Son la justicia. Retuercen las
instituciones. Matan. Insultan. Son xenófobos, misóginos, racistas y
quieren todo, pero todo, lo que puedan pagar. Nuestra América nos duele. Brasil nos duele. Las mujeres en las
calles, millones en la calle, dijeron #ElleNao. Sin embargo, esperan al acecho,
agazapados, para dar el zarpazo que agriete la democracia representativa. Y la
sangre corre. Las
Marielle son asesinadas. Lxs
pibxs en las favelas son asesinadxs. Y
hay millones en las calles, pero ellos tienen las instituciones y la justicia. Son la justicia que hoy ya no
tiene balanza, sino una masa que golpea
fuerte las esperanzas de las millones, de los millones, que salen a la calle, que trabajan todos
los días, que no comen todos los días, que siguen soñando porque aún es gratis y colectivo”.
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DECIR "FASCISMO" CONFUNDE Y
DESPOLITIZA.
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Raúl Zibechi.
La Jornada sábado 10 de noviembre del 2018.
La extrema
derecha actual es hija del extractivismo/cuarta guerra mundial, mientras el
fascismo fue parido por el capitalismo
monopolista en competencia por los mercados
mundiales, por el colonialismo e
imperialismo en su deriva racista, como señaló Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo.
Comprendo que en los debates apasionados contra esa
derecha machista y racista que crece exponencialmente, hablemos
de fascistas o fachos y utilicemos adjetivos similares.
Muchos lo hacemos como forma de fustigarlos. Sin embargo, el análisis sereno
que expide el pensamiento crítico debería ir más al fondo de la cuestión.
Una porción importante de tales analistas desgajan el
crecimiento de esta ultraderecha de la realidad económica, social y cultural
que vivimos, y atribuyen este proceso a la influencia de los medios, al papel
del imperialismo y a otras cuestiones generales que no consiguen explicar el
fenómeno y lo atribuyen o bien a causas exógenas o a fenómenos como las redes
sociales que no explican nada. La Revolución Francesa no fue consecuencia de la
expansión de la imprenta, ni la rusa fue hija de la electricidad o del cine,
aunque estos desarrollos tecnológicos tuvieron su influencia.
Por otro lado, el capitalismo no fue siempre igual. No
siempre pretendió eliminar a camadas enteras de la sociedad, como aspira
hacerlo en estos tiempos. Hubo periodos en los cuales las clases dominantes
buscaron integrar a las clases peligrosas, y a esa política la denominamos
estados del bienestar. Ahora se trata de explicar porqué han pasado de la
integración a la segregación, para fantasear luego con el exterminio.
Para comprender el nazismo y el fascismo, Karl Polanyi
se remontó a la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, analizando en detalle el
cercamiento de los terrenos comunales (enclosures) en favor de los
terratenientes. Ese proceso fue clave para promover la
modernización, liberando a los campesinos de la tierra de la que
fueron expulsados, sin más opción que ofrecer sus brazos a la naciente
industria.
Pero la proletarización del campesinado fue un proceso
traumático, que desarticuló la sociedad inglesa, como destaca Polanyi en La
gran transformación, publicado en 1944. Con datos económicos, sociológicos
y antropológicos, el autor concluye que el liberalismo económico y
su mercado autorregulado, destruyeron los cimientos materiales y
espirituales de las sociedades.
En sus propias palabras, la economía de mercado
procedió a la demolición de las estructuras sociales para obtener mano de
obra, y de las ruinas de la vida comunitaria nació la tentación fascista.
Las ultraderechas actuales tienen otra genealogía,
aunque es evidente que hay puntos en común. Quiero destacar algunos aspectos
que muestran las diferencias con el fascismo de los años 30 del siglo pasado y
señalan también la necesidad de hurgar en nuestras sociedades para entender la
deriva en curso.
Uno, el extractivismo expulsa a la mitad de la
población (según regiones más o menos) de una vida digna, incluyendo salud,
educación, vivienda, agua y seguridades mínimas. Esa población a la intemperie,
debe ser controlada con nuevos modos: masificación de cámaras de seguridad,
militarización, feminicidios, bandas de narcotraficantes, milicias
para-policiales, entre las más conocidas formas legales e ilegales.
Dos, el tipo de Estado que corresponde a este sistema
de acumulación por despojo/cuarta guerra mundial, es el Estado policial, con
sus correspondientes campos de concentración para los de abajo. Quien crea que
exagero, que observe los entornos de la gran minería, de las megaobras de
infraestructura y de los monocultivos, donde esto ya funciona. ¿Qué son las
barriadas de las periferias urbanas, sin agua pero con abundancia de hombres
armados, sino campos de concentración?
Tres, este sistema desborda violencia estructural,
machista y racista, por todos sus poros. Sugiero dos lecturas. El reportaje de
Katrin Beenhold en The New York Times sobre los varones de
extrema derecha en Alemania del este (goo.gl/Y98L51), donde
la violencia machista tiene un claro motivo sistémico; y El laboratorio
social de China en Xinjiang, en II Manifesto (goo.gl/bH9JTk),
donde el poder ejerce un control capilar y diabólico sobre la
población.
Los varones, desde Alemania hasta Brasil, no se
vuelven feminicidas por su genética, sino porque perdieron muchas cosas, como
consecuencia de un modo de acumulación que no reconoce fronteras. Entre lo que
perdieron, está el mandato de masculinidad, que analiza Rita Segato.
Cuatro, este sistema extractivo de guerra no puede ser
desmontado paso a paso, ni desde adentro, porque sus instituciones no funcionan
para la sociedad sino contra ella. No son las instituciones que conocimos
durante el periodo del desarrollismo y el estado del bienestar que protegían a
los ciudadanos. Las
de ahora lo parasitan, en particular a quienes viven en la zona del no-ser:
pobres y descartables, mujeres y jóvenes.
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