EL
REGRESO DEL NACIONALISMO MARCA EL CENTENARIO DEL FIN DE LA GRAN GUERRA.- La
conmemoración del fin de la Primera
Guerra Mundial reúne en París a mandatarios que defienden modelos políticos
antagónicos
Juntos en París, un siglo después, pero
cada uno por su lado. Los líderes de
las naciones que participaron en la Primera
Guerra Mundial se reúnen este fin de semana para conmemorar el fin del
conflicto. Es un momento particular, marcado por el regreso del nacionalismo
y la crisis de las instituciones multilaterales. “Soy un nacionalista”, dijo hace unos días el presidente
de Estados Unidos, Donald Trump. “Europa afronta un riesgo: el de
desmembrarse por la lepra nacionalista y quedar rebasada por potencias extranjeras”, replicó el presidente
francés, Emmanuel Macron, que
intenta postularse en Europa y el mundo
como la resistencia ante el avance del nacionalismo y el unilateralismo. El
País. España. Sábado 10 de noviembre del 2018.
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Los Macron y los Trump se saludan, casi el único acto de cortesía y momento cordial de la visita.
TRUMP
SE OFENDE E INSULTA.
El
norteamericano boicoteó el acto por los cien años de la Primera Guerra Mundial.
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Su anfitrión francés habló de formar un ejército europeo y el visitante se
empacó, lo atacó por Twitter y se abrió de las conmemoraciones. Un momento de
extrema vulgaridad en una ceremonia solemne.
Página/12 domingo 11 de noviembre del
2018.
Antes de que pisara el suelo de
Francia el presidente norteamericano Donald
Trump lanzó su bomba envenenada desde Twitter
contra el jefe del Estado francés, Emmanuel
Macron. Junto a decenas de otros jefes de Estado y de gobierno, Trump viajó a Francia para participar
en las conmemoraciones de los 100 años
del Armisticio, es decir, el fin de
la Primera Guerra Mundial. El multilateralismo del evento seguramente le
provocó una indigestión de rabia que hizo explotar en su cañón preferido, Twitter:
“el
Presidente Macron
acaba de sugerir que Europa construya
su propio ejército para protegerse
contra Estados Unidos, China y Rusia.
Esto es muy insultante, pero tal vez Europa debería primero pagar su
contribución a la OTAN a la que
Estados Unidos subvenciona ampliamente”.
Poco le importó a la
diplomacia de verbo grosero el marco consensual y reconciliador de las
ceremonias. Cuando llegó a París y
se reunió con Macron, Trump tenía
cara de haber dormido con pesadillas. Las imágenes de los dos responsables
muestran a un Trump insolente,
vulgar, desafiante mientras su homólogo
trata de disipar el efecto con modales de alta costura. Trump se molestó con las declaraciones que hizo Macron hace unos días donde el
mandatario decía:
“los europeos
sólo estarán protegidos si se decide la creación de un verdadero ejército europeo. Debemos protegernos ante China, Rusia, e incluso ante Estados
Unidos”.
Según
Trump, desde el fin
de la Segunda Guerra Mundial Europa
se protege bajo el paraguas norteamericano sin pagar el precio justo. Luego de
este primer episodio antagónico que no fue más que el preludio a muchos otros,
la presidencia francesa explicó que el famoso “ejército europeo” evocado por Macron no apuntaba hacia los Estados
Unidos y que, por consiguiente, hubo una “confusión”
en la forma con que se interpretaron las palabras del Presidente francés. Macron abrió más tarde los paracaídas
para desactivar una controversia que se agregó al clima de ímpetu y abismos
profundos que separan a Estados Unidos y el Viejo Continente desde que Trump llegó a la Casa Blanca. Macron
sacó los violines para ejecutar la melodía de la conciliación.
En el encuentro que
mantuvo con Trump dijo: “debemos
compartir mejor la carga en el seno de la OTAN”. Los dos responsables
teatralizaron las reiteradas frases de “convergencia”,
“amistad” y “alianza” tan comunes cuando las relaciones son ásperas. Nada
ocultará sin embargo la ruptura radical
que existe entre uno y otro lado del Atlántico. OTAN, medio ambiento, políticas
multilaterales, relaciones comerciales, postura ante Irán, comercio mundial y
filosofía de la gobernabilidad, no existe ningún tema donde los europeos y los norteamericanos
compartan el más mínimo principio. El presidente Macron es un adepto de los evangelios
multilaterales y Trump detesta el
multilateralismo.
Trump no sólo se expresa como un
malcriado sino que, además, manifiesta su desacuerdo boicoteando el
acontecimiento central que rodea las conmemoraciones. Uno de los momentos más
fuertes de estos dos días es el foro internacional sobre la paz y la
gobernabilidad mundial. Este encuentro es, de hecho, una tribuna ideal
de la defensa del multilateralismo. La delegación norteamericana se lo tomó muy a pecho y decidió no participar en el foro. En vez de acudir a la cumbre, Trump irá el cementerio norteamericano
de Suresnes, en las afueras de París. Este sábado, ni siquiera se
animó a desafiar el frío que hacía en el Norte de Francia y a último momento anuló la visita prevista al cementerio
de la localidad de Bois Belleau.
La
diplomacia francesa
había preparado el foro con la intención de hacer del foro una suerte de “Davos”
dedicado a la seguridad colectiva y
no a la economía, como es el caso
del foro de Davos que se lleva a
cabo en Suiza. Justin Vaïsse, el
presidente del foro por la paz, explicó que se necesitaba la presencia
“de ONG, empresas y
fundaciones para tratar temas como el cambio
climático, la gobernabilidad de internet, la inteligencia artificial o el
desarrollo de los Estados. Este foro
es un lugar de defensa y de adaptación del multilateralismo”.
La
acción colectiva es
la palabra envenenada para Trump.
Con su propia agenda de ogro solitario contra el mundo y una actitud de
patotero en jefe del patio planetario, Trump
sembró su mal humor en un acontecimiento que tiene varios ejes:
uno de los principales es volver a
reafirmar el carácter irreversible de la reconciliación franco alemana. Por ello, Macron
y la Canciller alemana Angela Merkel
acudieron a Rethondes, un predio
despejado cercano a la localidad de Compiègne,
al norte de París, donde, el 11 de noviembre de 1918, en el vagón de
un tren, se firmó el Armisticio que
selló la paz luego de cuatro años de una de las guerras más cruentas del Siglo
XX. Países vencedores y países vencidos
se hicieron presentes así como las naciones que surgieron con el
desmembramiento de los imperios que siguió al conflicto mundial. La primera potencia mundial miró hacia otro
lado.
Incluso lo que en un momento se
evocó como casi seguro, tampoco se plasmó en la realidad: no habrá en Francia una cumbre
entre Trump y el presidente ruso Vladimir Putin. Según deslizaron
fuentes presidenciales francesas, el encuentro Trump-Putin no tuvo lugar debido a “la escasa predisposición norteamericana”. La memoria del Armisticio de 1918 habrá servido al final para poner
en escena de forma cinematográfica la discordia entre Washington y las capitales europeas. Al principio de su mandato
iniciado en 2017, Emmanuel Macron
activó lo que se llamó “la diplomacia del beso”. Gestos efusivos de
amabilidad, cuidadosos honores diplomáticos y guiños afectuosos se congelaron
con el tiempo. “Nos fuimos haciendo buenos amigos”, dijo Trump ante Macron. Una frase de plástico. La distancia quedó retratada en la frialdad
que rodeó el saludo oficial entre los dos presidentes en las escaleras de la
presidencia francesa. El próximo foco multilateral donde Trump estará presente es la cumbre del G-20 que se celebra a finales de mes en la Argentina. Ya debe estar pensando con que descortesía sepultará lo poco
que va quedando del sistema internacional hecho de pactos y consensos que se
plasmó luego de la Segunda Guerra Mundial.
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