AMÉRICA LATINA, LA REGIÓN MÁS
LETAL DEL MUNDO PARA LAS MUJERES. CONTINENTE de mayor DESIGUALDAD, POBLACIÓN más JOVEN, CIUDADES más
INSEGURAS y VIOLENTAS, SECUESTROS Y ASESINATOS de
Periodistas, Dirigentes Sindicales, Populares y Juventud, opositores a los
Gobiernos de turno. La CORRUPCIÓN,
copó y capturó - envenenó - toda la estructura del Modelo NEOLIBERAL Hoy tenemos la sexta “ESTRELLA” Y CONDECORACIÓN. REGIÓN
de más FEMINICIDIOS del MUNDO. Una mirada local-regional: Narco
Estados, Estados Inviables, Dictaduras, Democracias Electorales: Mercado, Mediática
(sorda, ciega y muda) Democracias FALLIDAS.
En Resumen: Estados PATRIARCALES
– fuerte herencia colonial MACHISTA – Modelo neoliberal, en su estructura está
presente la corrupción, la violencia y la inseguridad. El neoliberalismo MATA
con sus políticas Xenofóbicas, Homofóbicas, Racistas, Misóginas, todas cubiertas
con un manto de Desigualdad Social y Cultural salvaje e inhumana.
EN LATINOAMÉRICA MUEREN
ASESINADAS más de nueve mujeres al día víctimas
de la violencia machista, es la zona más violenta del mundo para ellas fuera de
un contexto de guerra, según la ONU, cada día mueren asesinadas nueve mujeres. Y
esta terrible cifra puede ser solo la punta del iceberg. En el caso de MÉXICO, menos del 10% de los delitos se denuncia, muchos
Estados ni siquiera cuentan los
feminicidios y las incluyen en el cómputo general de los
homicidios. En COLOMBIA ocurre
algo similar, la cifra de víctimas se reduce a niveles europeos cuando
registran solo aquellos casos en los que el agresor era una pareja. En ARGENTINA, del total de mujeres
asesinadas en 2017, menos de un 10% había puesto una denuncia. Los
datos oscuros de la violencia de género planean sobre una región que ya es lo
suficientemente mortal y se ha convertido en la zona más peligrosa del mundo
para las mujeres.
AMÉRICA LATINA es el
lugar más letal para ellas fuera de una zona de guerra, según ha señalado ONU Mujeres. Las cifras que registra el organismo advierten de que
en 2017 murieron 6,991 víctimas de la violencia
machista. MÉXICO es el país más
sangriento, patriarcal y población MACHISTA,
con 3,430 feminicidios y COLOMBIA con 1,002 Mujeres asesinadas.
Las dificultades para homologar los datos entre los diferentes países, incluso
entre las entidades de un mismo país, complica el diagnóstico. Asesinatos de
Mujeres, considerados sólo un 10%, como violencia de género, pues del agresor
había sido su pareja o su expareja. La mayoría de los feminicidios – violencia, brutalidad – sigue siendo
producto de este enfermizo MACHISMO ancestral,
cobarde y matón.
EN LA REGIÓN, los países que concentran los índices
más altos de
violencia machista se encuentran en Centroamérica. Así EL SALVADOR figura con la mayor tasa de
feminicidios por cada 100.000 habitantes, 10,2 (345 casos); seguido de HONDURAS, con un índice de 5,8; Guatemala y Nicaragua. ARGENTINA. El silencio de las víctimas argentinas.
Cada 31 horas en promedio, una mujer es asesinada por el hecho de ser mujer,
una cifra que no disminuye a pesar de la gran movilización social (Ni Un Menos). El año pasado se
registraron 292 feminicidios. En los
primeros seis meses de 2018, ha
habido 139 víctimas fatales, según el Observatorio de Feminicidios del Defensor del Pueblo de la Nación. Y en la última
década, estos crímenes dejaron a 3.378
menores de edad
huérfanos de madre, de acuerdo a los datos de la ONG Casa del Encuentro.
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La desigualdad económico-social es hoy la más vil, salvaje e inhumana para más del 80% de la Población mundial, cuando solo el 1% de los ricos, más ricos del mundo concentran más del 90% de la riqueza. Las clases y la lucha de clases vista en toda su polarización real en el escenario local-global hoy en tiempos de la crisis "final" de la globalización neoliberal o globalización de las élites.
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LA DESIGUALDAD ATENTA CONTRA LA DEMOCRACIA.
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Anis Chowdhury y Jomo Kwame
Sundaram.
IPS.
Lunes 26 de noviembre del
2018.
SYDNEY
y KUALA LUMPUR, 22 nov 2018 (IPS) - La desigualdad económica, que incluye tanto a los ingresos como a
la concentración de la riqueza, aumenta en casi todo el mundo desde la década
de los años 80. De hecho, tras ser moderada durante casi todo el siglo XX, y en
especial después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y hasta los años 70,
en la actualidad alcanza niveles nunca antes vistos.
No hay más prosperidad
inclusiva.
El Informe sobre la Desigualdad Global de de 2018
concluyó que uno por ciento de las
personas más ricas concentraron 27 por
ciento de los ingresos entre 1980 y 2016. En cambio, la mitad más pobre solo accedió a 12 por ciento. Y en Europa,
las primeras se quedaron con 18 por
ciento, mientras que la otra apenas con 14
por ciento.
El
estudio “Premiar el trabajo, no la riqueza”, de
Oxfam, concluye que 82
por ciento de la riqueza creada en 2016 terminó en manos del uno por ciento de las personas más ricas,
mientras que 3.700 millones de personas
de la mitad más pobre de la humanidad no recibieron casi nada.
En
2016 se dio el mayor crecimiento de multimillonarios de la historia, con un
nuevo cada dos días. La riqueza de los millonarios aumentó 762.000 millones de dólares entre marzo de 2016 y marzo de 2017. “El enorme aumento podría haber terminado la
pobreza extrema en el mundo siete veces”, observó OXFAM.
El último Informe Mundial sobre Desigualdad alerta: “si la creciente desigualdad no
se controla ni se atiende, puede llevar a varios tipos de catástrofes
políticas, económicas y sociales”.
El
estudio “Estado Global de la Democracia 2017: Explorando la
resiliencia de la democracia” anticipó eso mismo:
“las
desigualdades socavan la resiliencia democrática. La desigualdad aumenta la
polarización política, perturba la cohesión social y socava la confianza y el
apoyo a la democracia”.
La creciente desigualdad diezma el progreso
Alexis
de Tocqueville cree que las democracias con una severa
desigualdad económica son inestables porque es difícil que las instituciones
democráticas funcionen adecuadamente en sociedades profundamente divididas por
ingreso y riqueza, en especial si casi no se hace nada para remediar la
situación o si empeora.
También sostiene que no puede haber una equidad
política real sin algún tipo
de igualdad económica. Los ciudadanos
más pobres no gozan del mismo acceso a la política ni tienen influencia, pues
esta se concentra en manos de los más ricos.
Amartya
Sen
opina que la “capacidad” o la “libertad sustantiva” de los sectores
más pobres de perseguir objetivos y metas está circunscripta. Los que tienen más
poder no solo impiden la redistribución progresista, sino que diseñan
normas y políticas en su propio beneficio.
Por su parte, Robert Putnam, señala que la desigualdad económica también impacta
en aspectos civiles, como es la “confianza”, fundamentales para la legitimidad política. La creciente desigualdad exacerba el sentido
de justicia sobre el status quo sostenido por y para los plutócratas.
Y para Joseph Stiglitz, la creciente desigualdad
debilita la cohesión social. La menguante
confianza incrementa la apatía y la
acrimonia, lo que a su vez desalienta
la participación civil. Así, la desigualdad
económica empeora la “anomia política”, erosiona los lazos comunitarios,
además de contribuir al comportamiento antisocial.
Una
democracia significativa necesita de la participación de la ciudadanía en los asuntos comunes, la que suele
mayor en la “clase media”. La
creciente polarización económica vació a esta última, redujo la participación
civil, y exacerbó el “déficit
democrático”.
La
exclusión y la privación exacerban el alejamiento, causando un
mayor abandono de las normas sociales prevalecientes. Mientras, los más privilegiados sienten, de forma indignante, que los
otros no son merecedores de “transferencias
sociales”.
El populismo amenaza el multilateralismo.
A
De Tocqueville le preocupa que la creciente desigualdad erosione de forma gradual la “calidad” de
la democracia, aun en sociedades de altos ingresos. El aumento del “populismo plutocrático” contribuyó a
la última política de identidad en Estados Unidos y Europa.
Los
discursos públicos y los medios culpan a “otros”, inmigrantes y personas de otras culturas, de los mayores
males sociales. Así, los plutócratas
logran satisfacer a “su pueblo” con
privilegios y “derechos” que adoptan
modos contemporáneos de
“dividir y gobernar”.
Con
los medios, los privilegiados suelen oscurecer el
gobierno de la plutocracia, a veces
incluso hasta justificando sus peores características, como legitimar la elevada remuneración de los altos
ejecutivos calificándola de “solo
premios”, mientras los magnates se aseguran descuentos fiscales a expensas
del gasto social y de los servicios públicos para todos.
En
la actual economía de “el que gana se
queda con todo”, los que están en la cima presionan y se
aseguran menores impuestos. Pero denuncian con indignación los déficits presupuestales como irresponsables y causantes de inflación, lo que
amenaza el valor de los bienes financieros.
Estados Unidos dividido.
En
Estados Unidos, la parte de la renta del uno por ciento más rico está en su
mayor nivel desde la Edad Dorada
(1870-1890). Mientras, la mitad más
pobres de los estadounidenses concentró solo tres por ciento del crecimiento
desde 1980. La disparidad alcanza un grado nunca antes visto en la
modernidad.
Así,
en 2013, 0,01 por ciento de los ciudadanos más ricos, unas 14.000
familias, concentraban 22,2 por ciento de la riqueza de Estados Unidos,
mientras que 90 por ciento, unas 133 millones de familias, apenas tenían
cuatro por ciento. Uno por ciento de
las familias más ricas triplicaron
su parte de la renta en una generación, con 95 por ciento de los ingresos desde la crisis financiera y
económica de 2008-2009 en manos de ese uno por ciento privilegiado.
Además,
las reformas legislativas, entre otras, así como las designaciones de los magistrados empujaron más al sistema legal contra los sectores con menos
poder e influencia.
Un
nuevo estudio
concluyó que más de 70 por ciento de
los hogares estadounidenses de bajos
ingresos mantuvieron disputas legales civiles el año anterior, en casos de desalojo y laborales, más de 80 por ciento de los cuales sin
representación legal.
La
falta de atención a las personas que están abajo de la pirámide empeora su sensación de abandono y de exclusión.
Muchos
estadounidenses, en especial en las regiones
desfavorecidas, se sienten desilusionados y excluidos, pero también más susceptibles a políticos xenófobos
que prometen protegerlos del “otro”, ya sean importaciones o inmigrantes.
Traducción:
Verónica Firme.
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