“Pero en Sudamérica,
lo ocurrido en Bolivia demuestra la vía revanchista y sin duda
racista y fascista de las derechas económicas y políticas cuando
retoman el poder (los métodos legales o ilegales no importan) e inician la
persecución a todo lo que represente el pasado inmediato, con la intención de
liquidarlo para siempre, sin interesar los costos humanos de la represión y
el autoritarismo. En Ecuador tenemos una
experiencia menos traumática, pero igualmente guiada por la “descorreización”
de la sociedad. Brasil ilustra cómo
los viejos conceptos militares de la “seguridad nacional” y el anti-izquierdismo
de tipo macartista, son retomados para definir políticas de Estado.
“En la región los
gobiernos conservadores no tienen en la mira el fortalecimiento de
instituciones como ALBA, CELAC o UNASUR y prefieren la integración con el Grupo de
Lima, los tratados bilaterales de inversión, los de libre comercio, la
alianza del Pacífico, y la alineación con los EEUU, a pesar de que
los intereses de China y de Rusia no han podido detenerse y proyectan un
futuro aún más sólido, que inquieta, cada vez, con mayor profundidad a los EEUU,
país en el cual las elecciones de 2020 podrían modificar el rumbo del agresivo
“americanismo” imperialista, si un candidato como Bernie Sanders logra vencer a Donald Trump,
marcado por el “impeachment”, del que seguramente lo salvará el Senado”.
“A pesar de las
críticas internacionales, de las experiencias regionales y de la
pérdida de confianza de la ciudadanía sobre su accionar, los medios hegemónicos de
comunicación, que son, además, parte del modelo neoliberal-empresarial, no
parece que modificarán su comportamiento al servicio de los poderes
derechistas, aunque las redes sociales y los medios alternativos siguen
ampliando el radio de su notable influencia y repercusión social. La “guerra” por el control de la información, su veracidad y contrastación,
se cumple tanto en el plano político como en el ideológico”.
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AMÉRICA LATINA. NUEVO AÑO: ENTRE CERCOS Y ESPERANZAS.
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Juan
J Paz y Miño Cepeda.
ALAI.
Lunes 6 de enero del 2020.
Si
se examinan las previsiones económicas y sociales que realiza la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL) en sus últimas publicaciones sobre el
panorama de la región en esos campos (https://www.cepal.org/es),
no es alentador el futuro para el año 2020. En economía, continuará la recesión
y en algunos países se agudizará, que es la tendencia que viene desde 2015. Y,
a consecuencia de ese camino, se agravarán los problemas del desempleo, el
subempleo, la pobreza y la concentración de la riqueza.
Hay que añadir que ese
panorama nada alentador tiene en su base no solo la pérdida de dinamia en el
sector comercial externo, por la caída de los precios y volúmenes de los
productos primario-exportadores de la región y la estrangulación de los mercados
internos a consecuencia de la pérdida de capacidad de consumo y demanda entre
los sectores medios y populares de las poblaciones latinoamericanas, sino que
proviene del hecho de que hegemonizan las políticas económicas
neoliberales-empresariales en manos de gobiernos conservadores y de derecha.
Pese a que los estudios
internacionales más serios y, desde luego, múltiples estudios nacionales en
cada país, dan cuenta de que las políticas neoliberales-empresariales han sido
históricamente nefastas en la región, nada o poco interesan a los gobiernos
conservadores latinoamericanos esas investigaciones académicas, porque están
ideológicamente convencidos de las consignas provenientes del capital
transnacional y de los capitalistas criollos.
En el contexto regional, los
países que ofrecen cambios y la superación de la vía neoliberal-empresarial son
Argentina y México. Merecen otro tipo de consideraciones y análisis tanto
Nicaragua y especialmente Venezuela, asediada por el “americanismo”
continental, con el cual, desde hace décadas, se sigue tratando a Cuba, que es
una excepción revolucionaria en todo sentido.
Pero en Sudamérica, lo
ocurrido en Bolivia demuestra la vía revanchista y sin duda racista y fascista
de las derechas económicas y políticas cuando retoman el poder (los métodos
legales o ilegales no importan) e inician la persecución a todo lo que
represente el pasado inmediato, con la intención de liquidarlo para siempre,
sin interesar los costos humanos de la represión y el autoritarismo. En Ecuador
tenemos una experiencia menos traumática, pero igualmente guiada por la
“descorreización” de la sociedad. Brasil ilustra cómo los viejos conceptos
militares de la “seguridad nacional” y el anti-izquierdismo de tipo macartista,
son retomados para definir políticas de Estado.
En la región los gobiernos
conservadores no tienen en la mira el fortalecimiento de instituciones como
ALBA, CELAC o UNASUR y prefieren la integración con el Grupo de Lima, los
tratados bilaterales de inversión, los de libre comercio, la alianza del
Pacífico, y la alineación con los EEUU, a pesar de que los intereses de China y
de Rusia no han podido detenerse y proyectan un futuro aún más sólido, que
inquieta, cada vez, con mayor profundidad a los EEUU, país en el cual las
elecciones de 2020 podrían modificar el rumbo del agresivo “americanismo”
imperialista, si un candidato como Bernie Sanders logra vencer a Donald Trump,
marcado por el “impeachment”, del que seguramente lo salvará el Senado.
A pesar de las críticas
internacionales, de las experiencias regionales y de la pérdida de confianza de
la ciudadanía sobre su accionar, los medios hegemónicos de comunicación, que
son, además, parte del modelo neoliberal-empresarial, no parece que modificarán
su comportamiento al servicio de los poderes derechistas, aunque las redes
sociales y los medios alternativos siguen ampliando el radio de su notable
influencia y repercusión social. La “guerra” por el control de la información,
su veracidad y contrastación, se cumple tanto en el plano político como en el
ideológico.
El papel de las fuerzas
armadas y las policías, al servicio de una represión inédita, como se vio en
países como Ecuador, Chile o Colombia, ha retornado al debate y los estudios,
pues se suponía que estaban plenamente subordinadas al poder civil y a las
Constituciones y que no cumplirían el rol de constituirse en los garantes más
eficaces y contundentes del modelo neoliberal-empresarial (véase, por ejemplo,
Nueva Sociedad: https://bit.ly/2Sqv3rN).
La reconstitución de vínculos militares con los EEUU, así como la reanimación
de la doctrina de la seguridad nacional utilizada para el combate a todo
progresismo, a las expresiones de nuevas izquierdas y a los movimientos
sociales nuevamente considerados como “amenazas” a la democracia, inquietan a
los estudiosos, pues apenas habría un paso para justificar la vuelta del
“pinochetismo”, pero en las condiciones del siglo XXI.
La situación de los
movimientos sociales y de las izquierdas es compleja, complicada y difícil en
las circunstancias adversas generadas por los gobiernos conservadores y
derechistas de América Latina. En Bolivia la lucha indígena de resistencia no
ha sido suficiente para revertir el golpe de Estado avalado por el internacionalismo
derechista del continente americano. La convergencia de las izquierdas, para
que sea capaz de reproducir la experiencia de la Unidad Popular que llevó a la
presidencia a Salvador Allende en Chile, no avanza en buena parte de los
países; y la pérdida del Frente Amplio en Uruguay, igualmente comprueba que la
hegemonía mantenida por varios lustros tampoco es garantía para consolidar un
camino que finalmente impida el retorno de las derechas, que llegan al poder
para arrasar con los avances sociales y los cambios económicos logrados.
De modo que, bajo este
panorama histórico, el año 2020 si bien alimenta las esperanzas
latinoamericanas por un cambio de época, requerirá de un esfuerzo colectivo
audaz y creador, para enfrentar las fuerzas conservadoras del presente con
renovados métodos de acción social, con nuevas formulaciones sobre la
construcción de una sociedad postneoliberal y, sin duda, de un trabajo en todos
los frentes de acción.
En el plano económico, la
coyuntura histórica permite trazar posiciones concretas sobre las cuales puede
adelantarse la convergencia: superar el modelo neoliberal-empresarial y acordar
medidas para avanzar en fortalecer capacidades estatales, además de inversiones
y servicios públicos universales, gratuitos y de calidad, sobre educación,
salud, medicina y seguridad social; regulaciones estatales a la empresa privada
para imponer su responsabilidad social; fuertes y más altos impuestos directos
sobre rentas, patrimonios, herencias y utilidades a las capas ricas y a los
grandes capitalistas; fortalecimiento de los derechos sociales, laborales,
colectivos, comunitarios, indígenas y de los grupos considerados minoritarios;
derechos sobre el medio ambiente y, recuperación del
latinoamericanismo como eje de integración no solo económica, sino política,
social y cultural.
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Quito,
26/diciembre/2019
Publicado en FS:
jueves 2/enero/2020
Artículo original en
Firmas Selectas de Prensa Latina:
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