COMUNIDAD DE ESTADOS LATINOAMERICANOS Y
CARIBEÑOS - CELAC
¿Qué
es?
CELAC es un
mecanismo de concertación e integración regional creado el 3 de diciembre de
2011, en
respuesta a la necesidad de realizar esfuerzos entre los Estados de América
Latina y el Caribe con el fin de avanzar en la unidad y en la
integración política, económica, social y cultural; aumentar el bienestar
social, la calidad de vida, el crecimiento económico de la región, y promover
el desarrollo independiente y sostenible, sobre la base de la democracia, la
equidad y la más amplia justicia social.
Los
temas centrales de la agenda de CELAC son: Seguridad Alimentaria; Agricultura
Familiar; Empoderamiento de la Mujer e Igualdad de Género; Población y
Desarrollo; Afrodescendientes; Prevención y Lucha contra la Corrupción;
Migraciones; Trabajo; Problema Mundial de las Drogas; Educación; Cultura;
Ciencia, Tecnología e Innovación; Desarrollo Sostenible; Medio Ambiente y
Cambio Climático; Gestión de Riesgo de Desastres; Infraestructura; Energía;
Desarrollo Productivo e Industrial; Cooperación; Mecanismos y Organismos Regionales
y Subregionales de Integración; Relacionamiento Extra regional.
¿Quiénes
hacen parte?
Los países
miembros de la CELAC son 33: Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Barbados,
Belice, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Dominica, Ecuador,
El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México,
Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, San Cristóbal y
Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Surinam, Trinidad y Tobago,
Uruguay y Venezuela.
¿Cómo
funciona?
Las
instancias en las que se toman decisiones y se adoptan compromisos son:
Cumbre de jefas
y Jefes de Estado y de Gobierno
Reunión de ministras
y Ministros de Relaciones Exteriores
Reunión de
Coordinadores Nacionales
Reuniones
Especializadas y/o técnicas
Cuarteto
de CELAC (PPT anterior, PPT actual, PPT próxima) más la PPT de
CARICOM
La
Presidencia Pro Témpore, rota anualmente entre sus Estados miembros y tiene
la función de coordinar las reuniones y acciones conjuntas al interior del
mecanismo. Hasta el momento ha sido ejercida por los siguientes países: Chile
(2012), Cuba (2013), Costa Rica (2014), Ecuador (2015), República
Dominicana (2016), y El Salvador (2017-2018). Actualmente la
Presidencia es ejercida por Bolivia (2019). Por el momento no se ha
definido quien ocupará la PPT de la CELAC durante el
2020. Está plenamente definido. MÉXICO
Con el gobierno de MANUEL ANDRÉS LÓPEZ OBRADOR, asume
la conducción de la Presidencia Pro Témpore. 8 y 9 de enero se realizó la Cumbre
del CELAC en la Ciudad de México Capital, con la
asistencia de 29 Cancilleres de América latina y el caribe, bajo el Liderazgo
del canciller mexicano MARCELO EBRARD.
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CELAC.
2020. NUEVO IMPULSO INTEGRADOR EN TIEMPOS TURBULENTOS.
Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños. CELAC.
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Javier Tolcacheir.
Rebelión viernes 9 de enero del 2020.
Con una reunión de cancilleres y vicecancilleres de 29 países de América Latina y el Caribe, México dio este miércoles el puntapié inicial para el relanzamiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). La jornada inaugural se completa con la participación del primer mandatario Andrés Manuel Lopez Obrador, quien asumirá formalmente la presidencia pro témpore del organismo durante el año 2020.
La sesión
inaugural, que tuvo lugar a puertas
cerradas en el Salón Iberoamericano de la Secretaría de Educación Pública de
México, no contó con la presencia de Brasil, del régimen de
facto de Bolivia –que fue invitado, según refirió el canciller
mexicano Marcelo Ebrard– y dos países más
que no pudieron llegar por dificultades climatológicas.
Según
refirió Ebrard en la rueda de prensa posterior “fue una reunión cordial, de
mucho respeto”, centrada no
en los temas políticos, “que ya son discutidos en otros foros e instancias”
sino en aspectos concretos en los que hay acuerdo e interés común. El hecho de
poder reunirnos y escucharnos, después de bastante tiempo sin hacerlo, es en sí
mismo un éxito, declaró.
Años
que parecen siglos
Hace cinco
años, la CELAC, reunida en su segunda Cumbre en la ciudad de La Habana,
declaraba a América Latina y el Caribe como Zona de Paz.
Entre los
considerandos de esa procllama señera, se reafirmaba el
propósito de la integración como medio hacia un orden internacional justo,
promoviendo una cultura de paz que excluyera el uso de la fuerza y los
medios no-legítimos de defensa, entre ellos las armas de destrucción masiva y,
en particular, las armas nucleares.
Entre los compromisos alcanzados entonces, destacaban principios como la
“obligación de no intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos
internos de cualquier otro Estado y observar los principios de soberanía
nacional, la igualdad de derechos y la libre determinación de los
pueblos”. Asimismo, se promovía el respeto al “derecho
inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y
cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre
las naciones”.
A tan sólo
un lustro de aquel cónclave, si uno observa el tenor de las
declaraciones de gobiernos nucleados en el Grupo de Lima y en la OEA, es
evidente que los elevados principios de aquella declaración fundamental han
sido traicionados por los regímenes de la derecha continental.
Peor aún es
constatar la flagrante violación, no sólo de aquella declaración de la CELAC, sino de todos los principios del Derecho
internacional vigente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la
propia Carta de Naciones Unidas y unos cuantos instrumentos más, ocasionada por
el golpe de Estado perpetrado en Bolivia, alimentado y avalado a través de
la misma OEA.
O ver como Washington
escribe el guion de las fantochadas de esbirros autoproclamados, que son
ratificadas luego por gobiernos cómplices y validadas por medios de comunicación
internacionales en un abandono total y lamentable del principio de veracidad
periodística.
La
reconfiguración de vínculos políticos cercanos de todos esos gobiernos con
la administración estadounidense habla a las claras de la planificación y
el apoyo logístico y financiero brindado por ésta a la derechización regional.
Según un
documento reciente del Foro de Comunicación para la Integración de
NuestrAmérica (FCINA), estas acciones se encuadran en una guerra
multidimensional contra los proyectos populares de emancipación, en la que el
otrora indiscutido hegemón del Norte, enzarzado en una lucha sin cuartel por no
perder su primacía, ha emprendido un ataque furibundo contra mecanismos de
integración regional como la UNASUR, ALBA-TCP, PetroCaribe y la CELAC.
Frente a
este panorama de quiebre de lazos intraregionales, de recolonización e
imposición de programas económicos y sociales a la medida del capital, se ha
levantado una ola de sublevación. Ola que ha arrojado a la arena institucional
a dos nuevos gobiernos de signo nacional y popular en México y Argentina
y cuya marejada deparará todavía sorpresas relevantes en la relación de fuerzas
hoy adversas al real progreso de los pueblos.
En este
escenario, México toma la posta de la presidencia pro témpore de la CELAC
bajo la conducción de Andrés Manuel López Obrador.
La
propuesta mexicana para la CELAC 2020
Según lo
anunciado por el canciller Ebrard ya en noviembre, la propuesta de México para
este período consiste en
“trabajar para robustecer la institucionalidad del
mecanismo y alcanzar nueva fortaleza en la unidad.” La convocatoria a “forjar logros concretos
que beneficien a nuestra comunidad de manera práctica y eficaz, promoviendo con
pasos precisos la integración regional latinoamericana y caribeña”
dejaba ya entrever una aproximación de corte pragmático, con la que se intenta
interesar y acercar a países política- e ideológicamente distanciados.
El programa
de acción expuesto en la reunión ministerial celebrada ahora, contiene 14
objetivos cuya consecución está prevista
en el marco de los doce meses de duración de la gestión de México al
frente de la presidencia pro témpore. Todos ellos relacionados con
posibilidades de sinergia multilateral en distintos campos, entre los que
figuran la cooperación aeronáutica y aeroespacial, la creación de una red de
innovación y un ecosistema científico y una agenda común de universidades
para facilitar la movilidad y el intercambio académico.
Asimismo, se
prevé un programa de acciones en el campo de la gestión de riesgo por
desastres y la organización de compras en bloque -por ejemplo, de
medicamentos- para obtener mejores condiciones. Entre los puntos a consensuar
está también la elaboración de una metodología anticorrupción, la
realización de un FORO CELAC-CHINA para el
segundo semestre del año como así también la realización de una reunión
plenaria en el marco de la apertura de sesiones anual de Naciones Unidas en septiembre.
Del mismo
modo, se pretende iniciar una nueva etapa en la institucionalidad de la CELAC
con la definición de mecanismos de rotación de la Presidencia Pro Témpore,
el fortalecimiento del intercambio con la CEPAL
para facilitar la participación de distintos sectores sociales y la creación de
una plataforma virtual que permita el seguimiento en línea y el registro de
avances en los compromisos.
Entre las
distintas iniciativas se propone crear un Premio CELAC
contra la desigualdad y la pobreza, el fomento a la gestión
sustentable de recursos oceánicos y el impulso a una diplomacia
turística para realizar eventos de promoción de la imagen regional.
Uno de los
puntos más relevantes de la propuesta –el más acorde
al carácter fundacional de la comunidad que nuclea a 33 naciones de
Latinoamérica y el Caribe sin la participación de Estados Unidos y Canadá-, es
el de la concertación política regional y el de hablar con voz común en
los foros multilaterales.
Por su
parte, Felipe Solá, flamante canciller de
Argentina, otra gran protagonista junto a México en este relanzamiento de la
CELAC, anotó en sus redes sociales:
“América Latina y el Caribe deben recuperar sus
organizaciones regionales como mecanismos de integración económica y mediación
política ante conflictos.”, señalizando
con ello el reingreso activo de su país a los escenarios de integración, luego
del enorme retroceso ocasionado por el gobierno de Mauricio Macri.
Otro asunto
abordado fue el estancamiento económico y social de la región. En este
sentido cobró relevancia la presencia de Alicia
Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, quien entre otros
indicadores señaló que, en las últimas dos décadas, la desigualdad en América Latina y el Caribe, lejos de disminuir,
aumentó.
En las
conversaciones bilaterales estuvo presente el tema del posible recambio al frente
de la Secretaría General de la OEA, tema que sin guardar pertinencia
directa con los propósitos de la CELAC es relevante para los países de
la región. Muchos de ellos, quizás la mayoría necesaria, apoyarán el intento de
evitar otra gestión nefasta al frente de esa organización como la protagonizada
por Luis Almagro.
De cualquier
modo, mientras la OEA continúe siendo financiada en más de un 60% por
los Estados Unidos y su sede esté a pocos pasos de la Casa Blanca, cualquiera
sea el o la personaje elegido/a, su sentido colonial no habrá de modificarse.
Por lo
demás, en el contexto de una situación mundial turbulenta y sus repercusiones
en la región, es de esperar que los cancilleres de la CELAC, tal como lo
señaló en su intervención el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba,
Bruno Rodríguez Parrilla, refrenden sin cortapisas la vocación de
preservar la paz en América Latina y el Caribe
declarada en 2014 en La Habana.
El
sentido estratégico de la CELAC y la integración regional.
Más allá del
impulso cobrado por el organismo a partir de un programa relativamente
desideologizado, de corto plazo y enfocado en logros de carácter práctico, es
lícito pensar en el sentido estratégico de la CELAC, y más ampliamente, de la
integración regional.
Para ello es
inevitable preguntarse por lo que une a los pueblos de América Latina y el
Caribe.
La mera
vecindad geográfica, a pesar de facilitar el intercambio comercial y la
progresiva eliminación de fronteras no es el único factor, ni el más
determinante para unir a las naciones de la región.
Tampoco el
idioma, ya que además del castellano, el inglés, el portugués, el kréyòl y
el neerlandés, hay más de 420 lenguas nativas habladas
en la región.
Si se piensa
la cultura como factor de cohesión, si bien hay aspectos en común, América
Latina y el Caribe son un espacio profundamente multicultural, en el que se
entrecruzan los aportes de los pueblos amerindios, las raíces africanas y los
migrantes europeos, mediorientales y asiáticos.
Lograr
unidad política estratégica para enfrentar embates en la arena geopolítica es
ciertamente una necesidad de naciones cuya riqueza de recursos se presenta como
un blanco de las apetencias de un capitalismo decadente y desesperadamente
ávido de rédito y acumulación.
Pero lo
decisivo se encuentra en los procesos históricos. En ellos se hace evidente que
los pueblos latinoamericanos y caribeños comparten una huella profunda de
colonización, explotación y discriminación. Herida que no comparten con los
Estados Unidos y su socio Canadá, los que a pesar de haber sido también
colonias, adoptaron a partir del siglo XX el rol de potencia imperialista y
apéndice respectivamente.
Por eso es
que un verdadero proyecto de integración regional, un proyecto de construcción
sobre un sustento histórico sólido es aquel que tiene como centro a la
descolonización, al logro de igualdad de condiciones para los pueblos en un
nuevo contexto geopolítico de paridad multilateral.
Justamente
ése es el signo de la CELAC, que lleva en su seno desde su misma fundación, más
allá de las complicaciones e impedimentos de la circunstancia actual, un
carácter emancipador y revolucionario de las relaciones internacionales, hoy
todavía atascadas, aunque no por mucho más tiempo, por mecanismos de potestad
del siglo pasado.
La paz, la
cooperación y colaboración entre los pueblos, la reivindicación de la soberanía
arrebatada, el rechazo a la colonización económica, política y cultural, la reparación
por siglos de vejación, la resolución dialogada de controversias y la
integración de las diversidades en una nación sin fronteras, son un signo claro
del futuro que merecen los seres humanos que habitan este suelo.
Los pueblos
de América Latina y el Caribe deben volver a jugar un rol activo hacia esa
nación humana universal, que anuncia el fin de las preeminencias y el
sojuzgamiento. Para este propósito, la CELAC
constituye un instrumento invalorable.
JAVIER
TOLCACHIER es investigador del Centro de Estudios Humanistas de Córdoba,
Argentina y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza.
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