FORO ECONÓMICO MUNDIAL.
ALICIA BÁRCENA. SECRETARIA EJECUTIVA DE LA
CEPAL Y
WINNIE
BYANYIMA, Directora Ejecutiva de OXFAM INTERNACIONAL .
DAVOS. SUIZA.
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ENERO 2020. América Latina es la región más desigual
del mundo. ¿Cómo solucionarlo? Esta semana, diversos líderes mundiales se
reunirán en el Foro Económico Mundial para dialogar sobre la
forma de mejorar el estado actual del mundo y de afrontar los retos más
urgentes. Hay mucho sobre lo que conversar, en particular acerca de la
crisis mundial de desigualdad, que se ha hecho especialmente visible en los
últimos años, tras la crisis económica y financiera
de 2008 y 2009. La desigualdad
está creciendo a un ritmo alarmante y plantea un grave riesgo para el
crecimiento económico, la lucha contra la pobreza y la estabilidad social. Enero
del 2020. DAVOS. Suiza.
El
impacto destructivo de la extrema desigualdad sobre el crecimiento sostenible y
la cohesión social es evidente en América Latina y el Caribe. Aunque
la región ha logrado un éxito considerable en la reducción de la extrema
pobreza durante la última década, sigue mostrando niveles altos de desigualdad
del ingreso y de la distribución de la riqueza, que han obstaculizado el
crecimiento sostenible y la inclusión social. En América Latina y el Caribe,
la desigualdad está impidiendo retornar a una trayectoria de crecimiento
inclusivo, ante un entorno exterior desalentador, con una proyección de
crecimiento para 2016 que la CEPAL estima en un 0,2%.
Aunque la desigualdad del ingreso se ha reducido
durante los últimos años, América Latina sigue siendo la región más desigual
del mundo. En 2014, el 10% más rico de la población de América Latina había
amasado el 71% de la riqueza de la región. Según los cálculos de Oxfam, si esta
tendencia continuara, dentro de solo seis años el 1% más rico de la región
tendría más riqueza que el 99% restante.
Entre 2002 y 2015, las fortunas de los
multimillonarios de América Latina crecieron en promedio un 21% anual, es
decir, un aumento seis veces superior al del PIB de la región según las
estimaciones de Oxfam. Gran parte de esta riqueza se mantiene en el extranjero,
en paraísos fiscales, lo que significa que una gran parte de los beneficios del
crecimiento de América Latina está siendo acaparada por un pequeño número de
personas muy ricas, a costa de los pobres y de la clase media. Este grado
extremo de desigualdad y de concentración del ingreso también se ve confirmado
por los análisis de los datos fiscales disponibles relativos a la renta
personal en diversos países de la región.
Salvaguardar los avances ya logrados por América Latina
y garantizar un crecimiento inclusivo y sostenible deben ser prioridades para
todos los países de la región. En consecuencia, la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe CEPAL y OXFAM están decididas a trabajar de manera
conjunta para promover y construir un nuevo consenso contra la desigualdad. No
existe una panacea para este problema, pero sí es posible tomar medidas que,
combinadas, podrían marcar una gran diferencia. La reforma tributaria es un
buen lugar para empezar.
Unos sistemas tributarios inadecuados, así como la
evasión y la elusión de impuestos, cuestan a América Latina miles de millones
de dólares en ingresos tributarios impagados, unas cantidades que podrían y
deberían invertirse en luchar contra la pobreza y la desigualdad. El incremento
de los ingresos tributarios es clave para la inversión pública en la reducción
de algunas de las brechas históricas de la región, como el acceso marcadamente
segregado a bienes públicos de calidad en el ámbito de la educación, la salud,
el transporte y la infraestructura.
En muchos países, el sistema tributario se apoya de
forma particular en los impuestos sobre el consumo, que resultan especialmente
gravosos para los grupos de ingresos bajos y medianos. Además, los sistemas
tributarios de la región suelen estar más orientados a los ingresos laborales
que a las ganancias de capital y a menudo carecen de impuestos sobre bienes
inmuebles y sucesiones, de manera que se incrementa la concentración de la
riqueza, que es aún mayor que la concentración del ingreso. La recaudación del
impuesto sobre la renta personal es relativamente baja, especialmente
entre los grupos con ingresos más altos. La CEPAL calcula que la tasa
impositiva media efectiva para el 10% más rico solo equivale al 5% de su ingreso
disponible. Como resultado, los sistemas tributarios de América Latina
son seis veces menos efectivos que los europeos en lo referente a la
redistribución de la riqueza y la reducción de la desigualdad.
Además, los gobiernos otorgan un trato de favor a
las compañías multinacionales en materia de impuestos, por medio de reducciones
excesivamente generosas de las tasas de los impuestos de sociedades en muchos
países de la región. Según algunos cálculos, la carga impositiva para las
empresas nacionales equivale al doble de la carga efectiva soportada por las
compañías multinacionales.
América Latina - según informe presentado por la CEPAL y OXFAM Internacional en el Foro Económico Mundial - Davos. Suiza, enero del 2020, persiste con la REGIÓN más DESIGUAL del MUNDO.
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A esto hay que añadir las terribles tasas de
elusión y evasión de impuestos en la región. De acuerdo con las estimaciones,
las pérdidas de recaudación del impuesto sobre la renta de las empresas van del
27% del ingreso potencial de la tributación de las empresas en el Brasil al 65%
en Costa Rica y el Ecuador. La CEPAL estima que la evasión y la elusión de los
impuestos sobre la renta personal y de las empresas costaron a América Latina en
2014 más de 190.000 millones de dólares, es decir, un 4% del PIB regional.
Un sistema tributario internacional arcaico y
disfuncional también proporciona a las empresas y a los ricos amplias
oportunidades para que eviten pagar los impuestos que les corresponden en
justicia.
La pérdida crucial de ingresos procedentes de los
productos básicos y el estancamiento experimentado por muchas economías hacen
que el pueblo de América Latina no pueda permitirse que una parte tan amplia de
los ingresos y la riqueza de la región estén libres de impuestos. Es
absolutamente esencial que todos paguen los impuestos que les corresponden
según sus medios económicos, de modo que se pueda financiar un crecimiento
sostenible e inclusivo, no solamente en América Latina, sino en todo el mundo.
Con objeto de lograr los Objetivos de Desarrollo
Sostenible, todos los gobiernos tendrán que tomar medidas concertadas y
coordinadas para la creación de un sistema tributario adaptado al siglo XXI.
Los gobiernos deben implementar sistemas tributarios más progresistas en sus
respectivos territorios y fortalecer la cooperación mundial y regional para
evitar una competencia perversa entre naciones en el ámbito tributario. Los
países de América Latina y el Caribe también podrían reforzar los impuestos
sobre los bienes inmuebles o volver a introducir el impuesto sobre sucesiones.
Asimismo, deben trabajar conjuntamente bajo los auspicios de las Naciones
Unidas para reformar el sistema tributario internacional, de modo que las
empresas multinacionales y los ricos no puedan aprovechar las lagunas de la
legislación tributaria ni esconder sus riquezas en paraísos fiscales con objeto
de evitar pagar sus impuestos.
¿Qué puede aportar la experiencia de América Latina
a los líderes políticos y los encargados de tomar decisiones del sector privado
y la sociedad civil, que se preparan para participar en la próxima reunión en
Davos? Esa experiencia muestra que la decisión de afrontar la desigualdad
debe formar parte de un nuevo pacto social para mejorar la situación actual del
mundo y que cualquier plan para hacer frente a esa
desigualdad e impulsar el crecimiento inclusivo debe otorgar un papel destacado
a la creación de un sistema tributario más justo.
Autores: ALICIA BÁRCENA IBARRA, Secretaria
Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y WINNIE
BYANYIMA, Directora Ejecutiva de OXFAM INTERNACIONAL
Imagen: REUTERS/Carlos Jasso
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CHILE. 2019-2020. La Plaza de la DIGNIDAD.
La vil , extrema, salvaje e inhumana Desigualdad Económico Social hundió para siempre al llamado "Oasis" Latinoamericano del Presidente Piñera.
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LA REBELIÓN CONTRA LAS ÉLITES EN AMÉRICA LATINA.
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Michel
Shifter.
New
York Times.
Viernes 24 de enero del 2020.
Un sentimiento generalizado de insatisfacción e injusticia motiva
protestas en toda la región.
En
2019, manifestantes callejeros conmocionaron ciudades de todo el mundo. América Latina en
particular experimentó una mayor agitación social que en cualquier otro momento
de la historia reciente. Las crisis políticas y las movilizaciones masivas
estallaron en Haití, Honduras, Ecuador, Perú, Bolivia,
Colombia, Chile y en muchos otros lugares. En las últimas semanas,
las manifestaciones han menguado, pero no han cesado y es probable que 2020
traiga más agitación.
La
turbulencia deriva de muchos de los problemas persistentes en la región, los
cuales son más predominantes en algunos países que en otros: estancamiento
económico, poderes judiciales politizados, corrupción, delincuencia y, en
algunos cuantos casos, un gobierno autoritario. América
Latina es la segunda región más desigual del mundo. (NO. Las últimas informaciones - CEPAL y OXFAM por ejemplo, en el Foro Económico Mundial, enero del 2020 - - América latina continúa, como la Región más desigual del mundo). El fracaso
para abordar estos problemas —y para cumplir sus promesas— ha ocasionado
que los gobiernos pierdan legitimidad ante los ciudadanos, quienes se
sienten cada vez más insatisfechos con la forma en que funciona, o no funciona,
la democracia en sus países.
Sin
embargo, igual de pertinente para el momento actual es la
percepción generalizada de una falta de justicia, de que las élites
económicas y políticas gozan de una serie de privilegios y prerrogativas
que se le niegan a la mayoría de los ciudadanos. Algunos de los
resentimientos acumulados de la región
se deben a la sensación que tienen aquellos que ostentan la mayoría del poder y
la influencia de que tienen derecho a todo, quienes además casi nunca les
otorgan a los demás el respeto y la dignidad que merecen.
Las
protestas, amplificadas por las redes sociales, revelaron que a pesar de
algunas mejores sociales y económicas reales —en
especial en los países sudamericanos productores de materias primas—, la
ruta de la movilidad social para la mayoría de los ciudadanos sigue siendo
precaria. El enojo se mantuvo contenido hasta que el crecimiento económico
comenzó a disminuir en 2013. Las fracturas sociales emergieron,
originadas en la incapacidad de los gobiernos de satisfacer las expectativas
intensificadas de las nuevas clases medias.
En ningún
otro lugar las manifestaciones han sido tan sorprendentes, y violentas, como en
Chile, que durante mucho tiempo había sido considerado
como el país con uno de los mejores desempeños económicos de la región y un
modelo de paz social y estabilidad política. Esa percepción se desvaneció en
octubre, cuando millones salieron a las calles para exigir cambios radicales al
modelo económico e institucional del país. Lucía
Dammert, catedrática de la Universidad de Santiago en Chile, sugiere
que a pesar de que las señales de advertencia eran evidentes, la imagen
favorable del país hizo que la crisis fuera “impensada” en Chile.
Cuando viví en ese país durante los primeros años de la transición democrática tras el gobierno del dictador Augusto Pinochet en 1990, la mayoría de los ciudadanos deseaban un consenso y, en general, los partidos gobernantes, se lo otorgaban. Sin embargo, también estaban limitados por una constitución obsoleta, impuesta por la dictadura. Con el tiempo, se desarrolló una desconexión entre los partidos políticos de todos los espectros y los grupos de ciudadanos que se sentían mal representados.
Chile tiene uno de los ingresos per cápita más elevados de América Latina, pero los servicios educativos y de salud están fuera del alcance de muchos ciudadanos, la deuda de los hogares es elevada y la mayoría del poder económico yace en manos de unos pocos. Las nuevas generaciones, que no se formaron durante los años de Pinochet, han sido menos complacientes y exigen más reformas de amplio espectro. Como observó Dammert, se está forjando un nuevo Chile “con un rostro joven y mucho menos temor de manifestar su descontento”.
El cambio
generacional es profundo y fundamental para entender lo que está ocurriendo en toda
la región latinoamericana (y el mundo). La escisión también puede verse en Colombia, donde los estudiantes universitarios
han estado a la vanguardia de las manifestaciones en contra del gobierno.
Ciertamente, las protestas estudiantiles eran más comunes cuando estudié en Colombia
a mediados de los setenta. Pero hoy los manifestantes se comunican de inmediato
a través de las redes sociales y tienen varios reclamos y demandas, como
mejores servicios públicos, pensiones más altas y la implementación plena del acuerdo
de paz de 2016 entre el gobierno y los rebeldes
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).
En Perú, el sólido crecimiento económico que se ha visto
en décadas recientes ha estado contrarrestado por una clase política que se
encuentra inmersa en una crisis de credibilidad. En la
década de los ochenta, fui testigo de primera mano de la incapacidad de
detener la hiperinflación y una insurgencia
virulenta que deterioró a los partidos políticos. A finales de septiembre,
aprovechando una ola de sentimiento popular contra la corrupción —todos los expresidentes vivos de
Perú enfrentan cargos de corrupción—, el presidente Martín Vizcarra disolvió
el congreso, que era considerado corrupto y alejado de la voluntad del
pueblo. Al igual que en otras partes de América Latina, las demandas y
las expectativas cada vez mayores de la sociedad están superando la capacidad
de respuesta del gobierno.
Las
élites políticas y económicas latinoamericanas distan de ser
homogéneas. Algunas están comprometidas con reformas
sociales y políticas serias que abordan las causas subyacentes del
descontento actual. Otras favorecen el aumento a los impuestos de los ricos.
Existen numerosos ejemplos, en especial a nivel local, de programas innovadores
que ayudaron a nivelar el terreno de juego mediante la modernización
de los sistemas educativos o la generación de oportunidades
de desarrollo social y económico. En respuesta a una demanda social
real, todos los partidos en Chile acordaron
redactar una nueva constitución para sustituir la que se promulgó bajo la dictadura
de Pinochet. Aunque esto difícilmente resolverá la crisis, es un paso en la
dirección correcta.
FORO ECONÓMICO MUNDIAL. ENERO 2020. América Latina es la región más
desigual del mundo. ¿Cómo solucionarlo? Esta semana,
diversos líderes mundiales se reunirán en el Foro Económico Mundial para
dialogar sobre la forma de mejorar el estado actual del mundo y de afrontar los
retos más urgentes. Hay mucho sobre lo que conversar, en particular
acerca de la crisis mundial de desigualdad, que se ha hecho especialmente
visible en los últimos años, tras la crisis económica y financiera de 2008 y
2009. La desigualdad está creciendo a un ritmo alarmante y plantea un grave
riesgo para el crecimiento económico, la lucha contra la pobreza y la
estabilidad social. Enero del 2020. DAVOS. Suiza.
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A
diferencia de algunos otros países de la región, Chile
tiene los recursos necesarios para, por ejemplo, aumentar las pensiones y
mejorar los servicios públicos como la educación y la atención médica.
Dichas medidas son importantes para aumentar los ingresos y ayudar a reducir
la amplia brecha entre los ricos y los pobres.
Sin
embargo, tras vivir en América Latina durante cincuenta años, he visto
muy pocos esfuerzos sostenidos para crear vías seguras y estables de
movilidad social. Revertir esa tendencia requiere no solo un crecimiento
sólido y políticas de redistribución, sino además dar un mayor acceso al
poder económico y político, romper los nexos entre los intereses privados y
la clase política y lograr la justicia igualitaria ante la ley. En los albores de una nueva década, ese llamado urgente puede
escucharse en las calles de toda América Latina.
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* MICHAEL
SHIFTER es presidente de Diálogo Interamericano, un centro de
pensamiento con sede en Washington que se centra en asuntos del hemisferio
occidental
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