"Naturalmente,
venderán cursos de economía. De “economía de mercado”. Cursos en los cuales
eminentes premios Nobel demostrarán que todo debe venderse y comprarse y que
las “leyes de oferta y demanda” no solo son naturales, sino también divinas.
Que únicamente estas leyes pueden asegurar un desarrollo armónico de la
humanidad. Y que el paro, las crisis económicas, la pobreza y las guerras son
“fenómenos” o “calamidades naturales” frente a las cuales no se puede hacer
nada, como los maremotos, los huracanes o los terremotos... Se guardarán mucho
de explicar que sus crisis económicas son justamente provocadas por esta
economía en donde todo debe venderse y comprarse. Se guardarán mucho de
reconocer que estas crisis no tienen nada de natural. Nunca la humanidad tuvo
la oportunidad de producir tantos bienes como hoy. Pero hay crisis porque estos
bienes no se venden. No se venden porque un número creciente de mujeres y de
hombres no tienen suficiente dinero para comprar lo indispensable".
"Se guardarán
bien de explicar, igualmente, que su enseñanza privada y de pago agravará la
fractura de la sociedad y la selección social. Entre quienes tendrán un buen
trabajo remunerado, quienes tendrán empleos precarios y salarios bajos y
quienes no tendrán trabajo. Que será una enseñanza más selectiva y más
jerarquizada. Destinada a preparar a los jóvenes a un “mercado de trabajo” más
selectivo y más jerarquizado. A la era de los “treinta años gloriosos”
(1945-1975), cuando los patronos reclamaban una elevación general de los niveles
de formación, y tras un periodo de transición de una década, sucede hoy una era
de estiramiento de las capacidades; por lo tanto, de los niveles de
cualificación requeridos: se necesitan ingenieros y técnicos cada vez más
“capacitados”, pero también una masa creciente de “pequeños empleos” que solo
requieren una formación básica. Quieren vender la enseñanza “puntera” y dejar
al Estado el cuidado de alfabetizar apenas, en escuelas barracones, a las
futuras cuadrillas de barrenderos, vigilantes de aparcamientos y limpiadores de
oficinas".
/////
LA
ESCUELA, EL GRAN MERCADO DEL SIGLO XXI.
Gérard
de Sélys. In memoriam.
*****
José Antonio Alonso / Beatriz Quirós.
Rebelión miércoles 22 de enero del 2020.
En 1998 un
artículo de Gérard de Sélys, periodista belga, aparece en Le Monde Diplomatique en su versión francesa. Se trata de “L’École,
grand marché du XXIè siècle” un análisis de las pretensiones del
empresariado europeo a través de su lobby, la ERT (European Round Table),
de hacer de la educación y la formación un sector estratégico vital para las
empresas y por tanto de convertir la enseñanza en un gran mercado. Quizá sea
una de las primeras veces que se ponen de relieve las verdaderas intenciones de
las elites políticas y económicas europeas: poner a la escuela al servicio de
los mercados y de los intereses de esas elites y acabar con la concepción de
una educación emancipadora y al servicio de la humanidad.
Este
artículo, y la publicación ese mismo año -en colaboración con el profesor Nico
Hirtt- del libro Tableau Noir, résister à la privatisation de
l’enseignement (EPO. Bruxelles 1998) fueron determinantes para el
conocimiento y posterior difusión de las ideas sobre la resistencia a la
mercantilización y a la privatización de la educación.
En España
sus ideas fueron retomadas en los análisis sobre la situación de la educación y
los peligros que la acechaban por parte de algunos sindicalistas de la
Confederación de STEs, SUATEA en Asturies, que decidimos traducir y difundir
varios artículos de estos activistas belgas y que hoy son citados en numerosas
ocasiones por quienes se dedican a estudiar y a luchar contra las políticas
educativas neoliberales. Sus ideas fueron determinantes para articular la
resistencia frente a la ofensiva emprendida por distintos gobiernos en el
Estado español contra la enseñanza pública.
Desde estas
líneas queremos hacer un pequeño homenaje a Gérard de Sélys, periodista de la
Radiotelevisión Belga, activista y autor de numerosos libros, artículos,
miembro del PTB, luchador incansable, que ha muerto el 3 de enero a la edad de
75 años con la publicación de la traducción de uno de los capítulos más
premonitorios – recordemos que fue escrito en 1998- de Tableau Noir:
résister à la privatisation de l’enseignement. Chapître 6: Stratégie.
Estrategia
Por el
número de empleos que requiere y las importantes sumas de dinero que moviliza,
el sector de la enseñanza es comparable al del automóvil. Esto da idea de su
dimensión.
La
producción automovilística de los veintinueve países miembros de la OCDE genera
un volumen de negocio anual de alrededor de un billón 286.000 millones de US$
(7 billones 500 000 francos franceses, 45 billones de francos belgas) y emplea
a cerca de cinco millones de trabajadores.
Los mismos
países miembros de la OCDE dedican anualmente un billón de US$ (5 billones
800.000 millones de francos franceses, 35 billones de francos belgas) a la
financiación de su enseñanza que da empleo a cerca de diez millones de
docentes.
Si se
suprime la mitad de los cuatro millones de profesores con los que cuentan cuyos salarios constituyen más del ochenta
por ciento de los gastos de enseñanza de los
quince países de la Unión Europea, ¡billones de francos franceses o belgas
estarían disponibles para ser utilizados en la guerra competitiva!
Y, además,
si pueden, los padres están dispuestos a gastar mucho para evitar que sus hijos
estén en paro. Si tenemos en cuenta que hay ochenta millones de alumnos en
todos los niveles -incluyendo la Universidad- en la Unión Europea, cuyos padres
serían capaces de cualquier sacrificio para evitarles el paro, podemos hacernos
una idea sobre la fortuna que está en juego.
Y eso sin
contar con el producto de la venta de las escuelas abandonadas y de los
terrenos que ocupan. Y sin contar que los patronos (los ricos) venderán en lo
sucesivo, y muy caro, cursos que hasta ahora eran prácticamente gratuitos. Y en
los que podrán enseñar lo que quieran. Enseñarán lo que necesitan que
aprendamos para aumentar aun más sus beneficios, sus fortunas. Nos llenarán la
cabeza con su ideología, sus ideas y sus mentiras. Y dejarán de lado lo que no
les interesa.
Suprimirán
partes enteras de la historia. Porque la historia puede explicar cómo los ricos
han explotado siempre a los pobres y que éstos siempre han terminado
rebelándose, algunas veces con éxito. Guardarán de la historia solamente los
grandes momentos de la construcción de su “democracia” burguesa y de la adquisición
de las “libertades”, su libertad de emprender y su libertad de explotar a los
otros. Presentarán dos mil años de historia como un largo proceso que conduce
“naturalmente” a la libre empresa, estado último, a su parecer, de la evolución
de las sociedades humanas. Suprimirán las ciencias sociales, porque las
ciencias sociales pueden describir demasiado bien la miseria de los explotados
y la indecente opulencia de los ricos. Estas ciencias sociales no tienen,
además, ningún interés para la rentabilidad de la mano de obra. Suprimirán la
filosofía, porque podría demostrar que su propia filosofía no se fundamenta más
que sobre embustes de charlatanes.
Nos
atiborrarán, en cambio, en sus cursos-mercancía con las ideas y principios que
les favorecen: la competitividad, la flexibilidad, la excelencia, la
productividad, la ganancia, la economía de mercado y la supremacía de la
empresa privada.
Aunque es
totalmente falso, repetirán, en sus cursos, que la competitividad rige toda
vida en la tierra. Que es una verdad natural, tan cierta como que los lobos han
comido siempre a las ovejas, que los leones han cazado siempre a los antílopes,
que las arañas han atrapado moscas en sus telas.
Dirán que es
genético. Que no hay nada que hacer. Que hay que pelear para sobrevivir, ser
mejor que el otro y aplastarle si es necesario. Afirmarán que los vencidos, los
pobres, los marginados han escogido su suerte, fueron perezosos, o está
inscrito en sus genes. Explicarán que los vencedores, los ricos, en su caso lo
son porque han merecido su suerte, han devorado a los otros de forma natural y
que eso está también inscrito en sus genes.
Explicarán
que hay que ser “flexible” y “adaptarse”. Flexible quiere decir: trabajar
cuando tienen necesidad de mover sus máquinas, noche y día si es necesario, e
irse al paro cuando quieran parar sus máquinas. Adaptarse quiere decir: aceptar
sus exigencias, trabajar para ellos dónde y cuándo quieran y con los salarios que
impongan.
Insistirán
machaconamente en la “excelencia”. Habrá que ser excelente o no ser. Habrá que
tener, como ellos dicen, “cero defectos”, “cero retrasos”, “cero averías”. Y
los que no se avengan a esta obligación de excelencia, serán ceros a la izquierda
en la sociedad. Serán expulsados de sus empleos y reemplazados por “excelentes”
quienes... aguantarán lo que puedan, durante el tiempo que puedan. El cansancio
será un “defecto”, así como estar embarazada, tener preocupaciones, pensar en
su enamorado, estar atascado en un embotellamiento, asistir a una reunión
sindical, soñar, estar enfermo o leer un periódico.
Dirán que
únicamente la “productividad” cuenta. Por ejemplo, si quieren producir el doble
de mercancías, tienen la opción o bien de contratar al doble de trabajadores, o
bien obligar a los que trabajan a producir dos veces más. Hoy en día la segunda
solución es la que casi siempre escogen e imponen. Hoy quieren duplicar,
triplicar la “productividad”. Mañana, si habéis aprendido bien en sus cursos que
el aumento de producción salvará su empresa, y vuestro empleo al mismo tiempo,
aceptaréis trabajar cuatro, cinco, seis veces más o más rápidamente.
Pagaréis muy
caro sus cursos dedicados al “beneficio”. El beneficio es la ganancia que sacan
de vuestro trabajo. Explicarán que el beneficio sirve para desarrollar la
empresa, ampliarla, modernizarla y contratar a otros trabajadores, para vencer
a la competencia. Explicarán que “el beneficio” os beneficia a vosotros.
Ocultarán con cuidado que las ganancias que sacan de vuestro trabajo no tienen
más que un destino: desarrollar cada vez más sus propios beneficios en
detrimento de las necesidades sociales de la humanidad.
Habrá
también cursos -de pago, claro está- sobre la supremacía de la empresa privada.
En ellos defenderán que son “valientes y audaces capitanes de la industria” que
han asumido el considerable riesgo de invertir su fortuna personal en pro del
desarrollo del mundo moderno y del bienestar general. En primer lugar, no dirán
de dónde sale su fortuna personal.
¿Del estado?
¿De un lejano antepasado aristócrata? ¿Del saqueo de las colonias? ¿De la venta
de material bélico? ¿De la explotación descarada de la mano de obra en el siglo
XIX? Después callarán que las principales invenciones que han permitido el
desarrollo humano fueron descubiertas y mejoradas por grupos humanos anónimos.
Como han sido y seguirán siendo anónimos los obreros, los técnicos y la mayor
parte de los investigadores que mejoran sus máquinas, que inventan otras
nuevas, perfeccionan nuevos productos. En fin, ocultarán cuidadosamente que,
cuando su empresa está en peligro, lloriquean ante papá Estado y se hacen
salvar, en nombre del mantenimiento del empleo, recibiendo fabulosas
subvenciones en forma de ayudas o de contratos públicos.
Naturalmente,
venderán cursos de economía. De “economía de mercado”. Cursos en los cuales
eminentes premios Nobel demostrarán que todo debe venderse y comprarse y que
las “leyes de oferta y demanda” no solo son naturales, sino también divinas.
Que únicamente estas leyes pueden asegurar un desarrollo armónico de la
humanidad. Y que el paro, las crisis económicas, la pobreza y las guerras son
“fenómenos” o “calamidades naturales” frente a las cuales no se puede hacer
nada, como los maremotos, los huracanes o los terremotos... Se guardarán mucho
de explicar que sus crisis económicas son justamente provocadas por esta
economía en donde todo debe venderse y comprarse. Se guardarán mucho de
reconocer que estas crisis no tienen nada de natural. Nunca la humanidad tuvo
la oportunidad de producir tantos bienes como hoy. Pero hay crisis porque estos
bienes no se venden. No se venden porque un número creciente de mujeres y de
hombres no tienen suficiente dinero para comprar lo indispensable.
Se guardarán
bien de explicar, igualmente, que su enseñanza privada y de pago agravará la
fractura de la sociedad y la selección social. Entre quienes tendrán un buen
trabajo remunerado, quienes tendrán empleos precarios y salarios bajos y
quienes no tendrán trabajo. Que será una enseñanza más selectiva y más
jerarquizada. Destinada a preparar a los jóvenes a un “mercado de trabajo” más
selectivo y más jerarquizado. A la era de los “treinta años gloriosos”
(1945-1975), cuando los patronos reclamaban una elevación general de los niveles
de formación, y tras un periodo de transición de una década, sucede hoy una era
de estiramiento de las capacidades; por lo tanto, de los niveles de
cualificación requeridos: se necesitan ingenieros y técnicos cada vez más
“capacitados”, pero también una masa creciente de “pequeños empleos” que solo
requieren una formación básica. Quieren vender la enseñanza “puntera” y dejar
al Estado el cuidado de alfabetizar apenas, en escuelas barracones, a las
futuras cuadrillas de barrenderos, vigilantes de aparcamientos y limpiadores de
oficinas.
Finalmente, venderán hasta lecciones de democracia. Pero de su “democracia” únicamente. Aquélla en la que los ricos hacen las leyes ocultándose tras los políticos que ellos han hecho elegir. Aquélla en donde los ricos reinan sin compartir edificando hermosos “palacios de la nación” y secretos ministerios en los cuales trabajan hombres y mujeres que les muestran su devoción. O su sujeción. Aquélla que, cuando los pueblos se sublevan, disparan las armas, sin piedad, en nombre del “orden”, el orden de los ricos. Aquélla que fomenta golpes de Estado, instala dictaduras, financia, cuando pueden serles útiles, fascistas, nazis y sus hermanos integristas. Aquélla que provoca guerras para “defender la democracia”. Esa democracia. El poder absoluto de los ricos.
Esto es pues lo que hoy. preparan activamente. Apropiarse del dinero que los Estados, los padres y los estudiantes destinan a la enseñanza. Y vender su propaganda y sus mentiras al mismo tiempo que las únicas materias que les son útiles: los idiomas y algunas asignaturas técnicas industriales e intelectuales.
José Antonio
Alonso/Beatriz Quirós, Miembros del sindicato SUATEA
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