“La izquierda latinoamericana había sido
hegemónica en los países donde ha logrado elegir y reelegir a sus gobiernos,
todos antineoliberales en su esencia. Aquí me voy a tener a un
aspecto de las debilidades que han llevado a los retrocesos de esos gobiernos: la
incapacidad del pensamiento crítico latino-americano de ser contemporáneo
de esos avances, de no haber comprendido su naturaleza, su fuerza y sus
debilidades, y no haber contribuido para el análisis de esos procesos,
apoyando y promoviendo la superación de sus problemas”.
“En la primera
década hubo involucramiento de sectores del pensamiento crítico, incluido en
sus principales entidades, en los gobiernos que recién surgían. No contó con
la participación de todos los sectores del pensamiento social, en parte
críticos de algunos aspectos de esos gobiernos, en parte desconectados
absolutamente del carácter progresista de los gobiernos, muchas veces
sumándose a la derecha en la oposición”.
Cuando los gobiernos
progresistas han empezado a enfrentar más dificultades – con la
recuperación de iniciativa de la derecha–, la incapacidad de
formulación teórica de la crisis que venía ha dificultado todavía más una
reacción del campo progresista. Éstos no pudieron contar con amplios
debates que apuntaran hacia las debilidades que facilitaban la retomada de
iniciativa de la derecha, la pérdida de disputa sobre temas teóricos y
políticos centrales –como la democracia, el papel del Estado, entre otros.
Hubo un repliegue de gran parte de la intelectualidad hacia las
universidades, cerradas sobre sí mismas en sus temas prioritarios de
análisis, así como procesos de burocratización han
afectado a entidades que debieran representar y movilizar al pensamiento crítico”.
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Dr, Sociólogo Emir Sader en lectura con Lula da Silva. el histórico Líder de la Izquierda progresista de Brasil y América latina.
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SIN PENSAMIENTO CRÍTICO NO HAY PRÁCTICA EMANCIPATORIA.
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Emir
Sader.
La Jornada
lunes 6 de enero del 2020.
América
Latina no sería víctima de la fuerte ofensiva de la derecha si ésta no contara
con las debilidades de la izquierda latinoamericana. Elemento común en la
recuperación de fuerza de la derecha ha sido, por ejemplo, el rescate de la
derecha de las bases sociales de apoyo que los gobiernos progresistas habían
logrado. Gobiernos que han sido elegidos o reelegidos con altos niveles de
apoyo electoral han sido derrotados o han sido arrinconados a apoyos apenas
mayoritarios.
Hay
pérdida de bases de apoyo de sectores medios de la población, pero, sobre todo,
pérdida de sectores populares, beneficiarios directos de las políticas sociales
de los gobiernos que han sido rescatados por fuerzas de derecha, con base en
fuertes campañas mediáticas, pero también a mecanismos de persecución y
criminalización política de liderazgos de la izquierda.
Como
resultado, a pesar de poseer un programa de gobierno con un potencial de amplio
arraigo popular, gobiernos han sido derrotados o han triunfado por márgenes
exiguos de votos frente a una derecha que no puede enfrentarse a ese programa
porque no posee propuestas de políticas sociales y tiene que desplazar la
agenda central de los países hacia temas como corrupción, seguridad pública o
temas conservadores de carácter moral.
La
izquierda latinoamericana había sido hegemónica en los países donde ha logrado
elegir y reelegir a sus gobiernos, todos antineoliberales en su esencia. Aquí
me voy a tener a un aspecto de las
debilidades que han llevado a los retrocesos de esos gobiernos: la incapacidad
del pensamiento crítico latino-americano de ser contemporáneo de esos avances,
de no haber comprendido su naturaleza, su fuerza y sus debilidades, y no haber
contribuido para el análisis de esos procesos, apoyando y promoviendo la superación
de sus problemas.
En
la primera década hubo involucramiento de sectores del pensamiento crítico,
incluido en sus principales entidades, en los gobiernos que recién surgían. No
contó con la participación de todos los sectores del pensamiento social, en parte
críticos de algunos aspectos de esos gobiernos, en parte desconectados
absolutamente del carácter progresista de los gobiernos, muchas veces sumándose
a la derecha en la oposición.
Cuando
los gobiernos progresistas han empezado a enfrentar más dificultades –con la
recuperacion de iniciativa de la derecha–, la incapacidad de formulación
teórica de la crisis que venía ha dificultado todavía más una reacción del
campo progresista. Éstos no pudieron contar con amplios debates que apuntaran
hacia las debilidades que facilitaban la retomada de iniciativa de la derecha,
la pérdida de disputa sobre temas teóricos y políticos centrales –como la
democracia, el papel del Estado, entre otros. Hubo un repliegue de gran parte
de la intelectualidad hacia las universidades, cerradas sobre sí mismas en sus
temas prioritarios de análisis, así como procesos de burocratización han
afectado a entidades que debieran representar y movilizar al pensamiento
crítico.
Hoy
la capacidad de comprensión de los problemas actuales de América Latina se
concentra alrededor de los principales líderes de la izquierda en el
continente, porque no se pueden separar enfoques teóricos de salidas políticas
concretas. Pero también porque éstas requieren una comprensión de mayor
profundidad, alcance y amplitud de la crisis que vive el continente y de sus
perspectivas de superación positiva.
Sin
la participación activa y creativa del pensamiento crítico latinoamericano no
podremos salir de esta crisis con fuerza suficiente para impulsar un nuevo
ciclo progresista en nuestros países. Así como, sin
salida política concreta, el pensamiento crítico se agotará y no tendrá
rearticulación con la práctica política realmente existente.
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