CHINA Y RUSIA
“Pregunta. Más allá
de la persistencia de la hegemonía de Estados Unidos, el tablero mundial está
cambiando de la mano de otros actores que contrapesan ese poderío (China,
Rusia) ¿Cuál es el impacto de esas redefiniciones en la periferia?
- Eduardo Crespo: La aparición de nuevos actores amplían el
margen de negociación, abre nuevas posibilidades. En la actualidad encontramos, por ejemplo, países
africanos que crecen utilizando patentes chinas. Esto siempre fue así en
la historia mundial. La competencia interestatal crea oportunidades. Por
caso, los estados desarrollistas del sudeste asiático son un subproducto
de la revolución china.
“- Matías Vernengo: Claro. El desarrollo de esos países fue
resultado de que los norteamericanos pierden China, se desesperan y buscan armar un cordón de seguridad para
evitar el avance comunista. En otras palabras, es un desarrollo “por
invitación” de Estados Unidos. Por ejemplo, el gobierno estadounidense
decide comprarle camiones a Toyota (que estaba a punto de quebrar) para
trasladarlos a Corea. Le transfiere tecnología, le garantizan la demanda. Además
del ascenso de China, el reciente reordenamiento del mapa mundial incluye
la reaparición de Rusia (de la mano de Vladimir Putin) como
contrapeso de la hegemonía estadounidense. Hasta principios de este siglo, la
política rusa había sido funcional al orden neoliberal. Eso implicó, entre
otras cuestiones, la destrucción de sus propias capacidades productivas y
tecnológicas. El reposicionamiento ruso implica
límites concretos a la estrategia estadounidense en, por ejemplo, Venezuela o Siria”.
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Los economistas Matías Vernengo y Eduardo Crespo.
"El 60 por ciento de las reservas mundiales están en dólares",
indican.
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LA HEGEMONÍA MUNDIAL SIGUE SIENDO DE
ESTADOS UNIDOS.
Pese al vertiginoso ascenso de China y el
regreso como potencia de Rusia, el predominio financiero, tecnológico y militar
no cambia de manos
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Los economistas Matías Vernengo y Eduardo Crespo
son una referencia obligada en la heterodoxia argentina. En diálogo con Cash
coinciden en que Estados Unidos mantiene el liderazgo mundial. Analizan el rol
de las elites latinoamericanas como un factor del estancamiento de los países
de la región. Y critican el dominio de la ortodoxia en el mundo
académico.
Diego Rubinzal.
Página /12 domingo 12 de enero del 2020.
Los economistas Matías Vernengo y Eduardo Crespo son una referencia obligada en la heterodoxia
argentina. Crespo es Licenciado en Ciencias
Políticas y Economía de la UBA, Master en Economía y doctor en Economía de la
Universidad Federal de Rio de Janeiro. Por su parte, Vernengo es doctor en Economía de la New School for
Social Research, Profesor en el Departamento de Economía de la Bucknell
University (Estados Unidos). Ambos estuvieron en la ciudad de Santa Fe
disertando en una Jornadas organizadas por el Instituto de Humanidades y
Ciencias Sociales de la UNL-Conicet. Cash aprovechó la ocasión
para conversar con ellos de diversas cuestiones económicas y geopolíticas.
Las modificaciones en el mapa del Poder mundial (retroceso relativo de Estados Unidos, ascenso chino), ¿supone un fiesgo para la supremacía estadounidense? En otras palabras, ¿hay una crisis hegemónica como postulan algunos autores?.
Eduardo Crespo: La hegemonía en sus múltiples dimensiones (financiera, tecnológica, militar) continúa siendo estadounidense. En lo monetario-financiero, su supremacía está años luz de cualquiera: el 60 por ciento de las reservas mundiales están en dólares. En el plano tecnológico, los chinos avanzaron mucho, pero están muy lejos de disputar hegemonía. También registraron avance en el terreno militar, por ejemplo, instalaron bases en territorio africano. Sin embargo, mientras que Estados Unidos dispone de doce flotas militares distribuidas por todo el mundo, China apenas cuenta con dos. La fuerte inversión china en este terreno hace presuponer que puedan tener siete u ocho de acá a diez años, pero falta mucho para eso. Un aspecto que me parece importante es que estas cuestiones no hay que pensarlas solo en términos nacionales. La mitad de la población estadounidense no registra mejoras en sus ingresos desde hace cuarenta años. Ahora, las multinacionales, firmas tecnológicas de origen estadounidense y Wall Street lideran casi todo. Es decir que la supremacía de Estados Unidos beneficie a sus empresas no implica que lo mismo ocurra con una importante porción de sus ciudadanos.
Eduardo Crespo: La hegemonía en sus múltiples dimensiones (financiera, tecnológica, militar) continúa siendo estadounidense. En lo monetario-financiero, su supremacía está años luz de cualquiera: el 60 por ciento de las reservas mundiales están en dólares. En el plano tecnológico, los chinos avanzaron mucho, pero están muy lejos de disputar hegemonía. También registraron avance en el terreno militar, por ejemplo, instalaron bases en territorio africano. Sin embargo, mientras que Estados Unidos dispone de doce flotas militares distribuidas por todo el mundo, China apenas cuenta con dos. La fuerte inversión china en este terreno hace presuponer que puedan tener siete u ocho de acá a diez años, pero falta mucho para eso. Un aspecto que me parece importante es que estas cuestiones no hay que pensarlas solo en términos nacionales. La mitad de la población estadounidense no registra mejoras en sus ingresos desde hace cuarenta años. Ahora, las multinacionales, firmas tecnológicas de origen estadounidense y Wall Street lideran casi todo. Es decir que la supremacía de Estados Unidos beneficie a sus empresas no implica que lo mismo ocurra con una importante porción de sus ciudadanos.
- Matías
Vernengo: Comparto esa mirada. Estados Unidos
tiene varios problemas que resolver, pero no existe una crisis hegemónica. No
hay ningún contendiente suficientemente fuerte en términos militares,
monetarios o industriales. La participación estadounidense en el Producto
y las exportaciones globales viene cayendo, pero continúa siendo el principal
mercado mundial. Su participación relativa en el consumo global es
aproximadamente del 25 por ciento, con el 4 por ciento de la población mundial. También
retiene la moneda global y el liderazgo industrial en sectores de punta, lo
cual queda claro si se analiza, por ejemplo, el listado de las empresas
tecnológicas más importantes. La conformación de las cadenas globales de valor
fue una decisión estadounidense. Fueron sus líderes los que dijeron vamos a
producir las computadoras y los celulares en China y Taiwan. Si no
hubiera abierto Nixon el mercado chino, Steve Jobs no podría haber
relocalizado parte de su producción allí. Allí hubo una decisión de disciplinar
a su propia clase trabajadora.
¿El triunfo de Trump
supone algún cambio en el orden imperial?
- Matías
Vernengo: Las posibilidades de triunfo de Trump crecieron cuando Hillary
Clinton se impuso en la interna demócrata. El discurso de
campaña de Hillary resaltaba los “logros” económicos obtenidos durante
el gobierno de Bill Clinton. El problema es que el crecimiento económico de ese
período no benefició a todos por igual. En cambio, Trump sintonizó con
dos creencias (una verdadera y otra falsa) de la clase trabajadora local: 1) la idea (a mi criterio
correcta) de que los tratados de libre comercio fueron perjudiciales
porque incrementaron el desempleo y destruyeron empleos industriales. 2) la identificación
de los inmigrantes como principales responsables de todos los problemas
económicos (desempleo, reducción salarial). Esa idea es falsa, pero
está muy extendida. La evidencia empírica desmiente ese prejuicio. Lo que
ocurre en realidad es que los inmigrantes terminan trabajando en aquellas
ocupaciones que los norteamericanos rechazan. Trump supo aprovechar el malestar que genera el orden
neoliberal. En el centro del capitalismo global, la economía estadounidense
crece a tasas más bajas, cae el empleo industrial y empeora la distribución del
ingreso. La baja movilidad social genera una incongruencia con una sociedad que
se vanagloria del famoso “sueño americano”. El neoliberalismo es un
proyecto destructivo, es una decisión política que implica la construcción de
un Estado “fallido”. Esto no implica que el neoliberalismo haya
fracasado. Al contrario, el objetivo fue subvertir las instituciones creadas
durante la Era Dorada del capitalismo. Lo cierto es que Trump no implica
ninguna resistencia al orden neoliberal (como sí lo podría expresar Bernie
Sanders) porque sus políticas no implican una mejora del bienestar popular.
Por ejemplo, redujo los impuestos a las corporaciones y a las personas de
mayores ingresos, se opuso al aumento del salario mínimo.
China y Rusia
Más allá de la
persistencia de la hegemonía de Estados Unidos, el tablero mundial está
cambiando de la mano de otros actores que contrapesan ese poderío (China,
Rusia) ¿Cuál es el impacto de esas redefiniciones en la periferia?
- Eduardo
Crespo: La aparición de nuevos actores amplían el margen de negociación, abre
nuevas posibilidades. En la actualidad encontramos, por ejemplo,
países africanos que crecen utilizando patentes chinas. Esto siempre fue así en
la historia mundial. La competencia interestatal crea oportunidades. Por caso, los
estados desarrollistas del sudeste asiático son un subproducto de la revolución
china.
- Matías
Vernengo: Claro. El desarrollo de esos países fue resultado de que los
norteamericanos pierden China, se desesperan y buscan
armar un cordón de seguridad para evitar el avance comunista. En otras
palabras, es un desarrollo “por invitación” de Estados Unidos. Por ejemplo,
el gobierno estadounidense decide comprarle camiones a Toyota (que
estaba a punto de quebrar) para trasladarlos a Corea. Le transfiere
tecnología, le garantizan la demanda. Además del ascenso de China,
el reciente reordenamiento del mapa mundial incluye la reaparición de Rusia
(de la mano de Vladimir Putin) como contrapeso de la hegemonía
estadounidense. Hasta principios de este siglo, la política rusa había sido
funcional al orden neoliberal. Eso implicó, entre otras cuestiones, la
destrucción de sus propias capacidades productivas y tecnológicas.
El reposicionamiento ruso implica límites concretos a la estrategia estadounidense en, por ejemplo, Venezuela o Siria.
El reposicionamiento ruso implica límites concretos a la estrategia estadounidense en, por ejemplo, Venezuela o Siria.
Estado desarrollista
En ese marco ¿cuál es el espacio para un proyecto desarrollista en la periferia, en general, y en la Argentina, en particular?
- Matías Vernengo: El espacio es limitado pero las condiciones geopolíticas (tasas de interés internacionales muy bajas, la irrupción de China y Rusia que ya mencionábamos) aumentan las posibilidades de llevar adelante ciertas políticas de fomento industrial en la periferia. Es posible articular un estado desarrollista que fomente el cierre de algunas brechas tal como lo hicimos en la era dorada del modelo industrial. Es posible avanzar en la producción de satélites, biotecnología, autos eléctricos, baterias de litio. Esto permitiría solucionar algunas cuestiones básicas, aunque no se alcancen los niveles de consumo de la clase media de los países desarrollados. El objetivo alcanzable no es ser Japón o Corea del Sur pero, por ejemplo, es un absurdo que en Argentina haya gente que pase hambre. Cuando uno piensa en un Estado desarrollista a veces piensa en grandes temas, pero también implica tener una burocracia eficiente y eficaz que sepa planificar cosas básicas. El problema más complejo es que las elites locales juegan en contra. Ellos quieren disfrutar de patrones de consumo de los países desarrollados, viajar a Miami todos los años y ese tipo de cosas. Ahí la cosa se complica porque esa lucha de clases internas te limita una política de desarrollo. El problema es que el destino de esas elites está disociado de lo que pasa en el territorio.
- Eduardo Crespo: La desconexión de las elites es un problema muy grave.
Para dar un ejemplo actual de Brasil. El ministro Guedes está desfinanciando
las universidades públicas porque, entre otras cosas, su hermana es una de las
dueñas de las universidades privadas más importantes.
- Matías Vernengo: Lula amplió derechos en ese
terreno con la creación de nuevas universidades y
la asignación de cupos a la población más vulnerable. A partir de allí, la
clase media-alta profundizó la tendencia a irse a las universidades privadas
y al extranjero, retomando una tradición de larga data porque las elites
brasileñas solían ir a estudiar a Portugal. No era un problema para ellas
que no existieran casas de altos estudios en Brasil. En realidad, la
universidad pública es muy nueva: la primera (la de Rio de Janeiro) es de los
años 30 del siglo pasado. En otras palabras, a las elites no le importan
que destruyan la universidad pública.
El
problema es que actores conformarían, además del Estado, una coalición de poder
que sostenga un proyecto desarrollista. Cuando se habla de estos temas surge,
por ejemplo, el rol que debería jugar la mítica burguesía nacional.
- Eduardo Crespo: La patria de los sectores capitalistas en América latina
es el dólar y Wall Street. Eso dificulta la conformación de una
coalición de poder. En la coyuntura argentina, la existencia de una crisis
profunda tal vez permita un margen de negociación con algunos sectores. Más
allá de eso, el Estado debe liderar esa coalición de poder. Lo poco que hubo
de Estado Desarrollista en América Latina (Argentina, Brasil, México) nunca
tuvo a los capitalistas de tu lado. El desarrollo brasileño fue más producto del Ejército
que de la burguesía paulista.
- Matías
Vernengo: El rol estatal es fundamental. Para mencionar un ejemplo concreto. El
Estado argentino tiene que fijar las reglas que la acumulación financiera sea
en moneda local, tal como fue en el caso brasileño. La dictadura militar
brasileña creó un mercado de capitales en moneda doméstica. A pesar de que
en algún momento sufrieron un proceso hiperinflacionario, la elite local
continúa sin ahorrar en dólares. Eso no fue por una cuestión cultural sino
porque hubo políticas de Estado que los obligaron a invertir en moneda
doméstica.
La hipocresía de
la ortodoxia.
A pesar de los
problemas teóricos y prácticos, la economía ortodoxa continúa gozando de una
fuerte preeminencia académica. ¿Cuál sería la explicación de ese aparente
contrasentido?.
- Matías Vernengo: ¿Porque hay un período
histórico (entre las décadas del '30 y el '70 del siglo XX) en que se repiensa
la economía? Porque aparece una capacidad contestaria que
genera un espacio intelectual para repensar cuestiones ligadas a la economía,
el desarrollo. El marginalismo perdió el debate económico en las denominadas
Controversias del Capital, tal cual lo reconoce el propio Samuelson. Y sin
embargo no pasó nada. Eso constituyó un sistema que yo llamo de hipocresía
organizada. Hay un texto de Paul Krugman que dice que, en los años
ochenta, todos sabían que era necesario escribir las ideas adaptadas al modelo
de expectativas racionales. Él reconoce que eso era ridículo, que los
resultados eran absurdos, pero que era la única forma de poder publicar. Era
la forma de ingresar al sistema. La hipocresía organizada es eso: una
teoría económica que saben que no funciona, pero que igual la defienden. La regla vigente es que los
premios se los llevan los economistas que te dicen que los mercados funcionan.
- Eduardo Crespo: La teoría del equilibrio general no cierra y ellos lo
saben. Suena medio crudo decirlo, pero así es. El
predominio académico de la ortodoxia no tiene que ver con otra cosa que con
relaciones de poder. En los últimos años no hay más
debate económico en la academia. Lo único que se plantea son meras cuestiones econométricas.
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