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FELIZ AÑO 2020. CHILE MILES EN “PLAZA DE
LA DIGNIDAD”. FIN DE AÑO CON REPRESIÓN. CARABINEROS SACÓ A LA CALLE LOS
CAMIONES HIDRANTES EN PLENA CELEBRACIÓN. CINISMO: PIÑERA PIDIÓ “RECUPERAR la AMISTAD y la
UNIDAD de los CHILENOS”. Miles de chilenos
recibieron el año nuevo en la Plaza Italia,” PLAZA de la DIGNIDAD”
ubicada en el centro de SANTIAGO, epicentro del estallido social que
vive el país desde hace ya más de dos meses. En la plaza santiaguina hubo
una fiesta que duró hasta el alba y se homenajeó a los muertos hasta que los
Carabineros llegaron para reprimir.
“AÑO NUEVO CON DIGNIDAD” fue el lema de la
convocatoria, que se vio
interrumpida cuando la fuerza de seguridad arribó con camiones hidrantes y
dispersó a los asistentes. "Mientras la gente celebra pacíficamente
el Año Nuevo en la Plaza, @Carabdechile dispara
perdigones a manifestantes y hay personas quemadas por agua de carro lanza aguas.
Un joven herido en su pierna y varios más detenidos en 48 comisaría. 2020
parte con represión”, escribió en su cuenta de la red Twitter la
organización Observadores DDHH.
EN LA NOCHE HUBO CENAS de fin de año y puestos callejeros de
comida, batucadas y fuegos artificiales. También se homenajeó a las víctimas del
estallido social y decenas de personas se congregaron con velas en la plaza que
los manifestantes rebautizaron "PLAZA
DIGNIDAD". Allí hubo cánticos que han sido la banda sonora de la
protesta desde octubre: "El pueblo unido jamás será vencido", "CHILE
DESPERTÓ" o "El baile de los que sobran", de la banda local Los
Prisioneros.
Más de 100 mil Ciudadanos chilenos asistieron a la Plaza Italia. Hoy Plaza de la Dignidad. "El pueblo unido jamás será vencido".
***
LA NOCHE HABÍA TRANSCURRIDO en un ambiente pacífico y festivo, muy
diferente al del 27 de diciembre, cuando los Carabineros
dispersaron a los manifestantes con violencia y un hombre murió
electrocutado al caer en una fosa con cables. Además de Santiago, otro
punto con represión en el cambio de año fue VALPARAÍSO.
POR SU PARTE, EL PRESIDENTE SEBASTIÁN
PIÑERA habló al país con motivo del año nuevo y definió
a 2019 como un año “duro y difícil", que "dejó heridas
en el cuerpo y el alma" del país y pidió "recuperar la amistad y la
unidad entre los chilenos"
para sanarlas. El mandatario negó que haya una política
sistematizada para atacar a los manifestantes y se
comprometió a investigar los hechos.
EL ESTALLIDO COMENZÓ EN OCTUBRE con las protestas por el aumento del boleto de
subte y es el hecho más
grave que vive el país desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet,
que dejó de miles de desaparecidos y torturados. El descontento provocó algo
que parecía imposible: una
consulta prevista para abril, a fin de tener una nueva
Constitución que reemplace la Carta Magna pinochetista vigente desde 1980.
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HONOR
Y GLORIA AL PUEBLO CHILENO.
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Manuel Cabieses.
Rebelión miércoles 1
de enero del 2020.
Me pongo de
pie, me quito el sombrero y grito a todo pulmón: ¡Viva el glorioso pueblo
chileno!
Es el pueblo
-en su más amplia y generosa acepción- el protagonista de la rebeldía que
convirtió el 2019 en un año que pasará a la historia de las luchas
sociales de nuestra patria.
Hombres y
mujeres, jóvenes y viejos, y hasta los niños que hoy desbordan las calles con
su protesta magnífica, son
descendientes de las heroicas luchas contra la explotación y la discriminación
de los siglos XIX y XX. La rebeldía que se levantó iracunda se forjó en la
pampa salitrera, en el sur mapuche y campesino, en la Patagonia austral
y en los puertos y ciudades de esta delgada “línea de luz” como llamó a Chile
el gran Carlos Droguett.
La nuestra
es una historia cuajada de matanzas y abusos que, sin embargo, jamás extirparon
el furor rebelde que latía en el corazón del pueblo. 2019
pasará a la historia como ejemplo de ese coraje histórico. Es una página gloriosa escrita por millones de
chilenos y chilenas. El pueblo de todas las edades y condiciones sociales,
proclamó ¡basta! al sistema que lo oprime y humilla. El laboratorio de
experimentación y cuna del neoliberalismo -la más inhumana expresión del
capitalismo-, se puso de pie y reclama una Asamblea Constituyente que
eche los cimientos de una República democrática y participativa. El poder
popular pugna por ser definitivamente reconocido como la piedra angular de la
sociedad.
Existe una
evidente continuidad histórica entre el 18 de octubre y el 11 de septiembre. En
la perspectiva del tiempo, esas fechas se hermanarán como anverso y reverso de
nuestra trágica historia.
El
presidente Salvador Allende lo anunció en La
Moneda en llamas: “más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por
donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Esto es lo
que hoy sucede: el hombre libre se ha echado a andar y ha convertido las calles
en barricadas de la libertad. En realidad, el pueblo nunca dejó de luchar. Bajo
el terrorismo de estado, hombres y mujeres entregaron sus vidas para
reconquistar la libertad secuestrada por los oligarcas y asesinos con uniforme.
La heroica resistencia contra el terrorismo de estado -que costó más de tres
mil víctimas y decenas de miles de prisioneros torturados- forma parte de las
raíces históricas de la rebeldía del pueblo chileno.
Nuestro país
quiere vivir de manera diferente a la que impuso el neoliberalismo con ayuda de
las bayonetas. Anhela una
democracia con justicia social, una paz entre iguales, una institucionalidad
-sujeta al escrutinio popular y a la revocación de sus mandatos- que haga
respetar los derechos y deberes de los ciudadanos.
Resulta
mezquino –y deliberadamente desorientador- calificar la protesta y rebeldía
solo como un “estallido social”. Se han cumplido más de 70 días de un fenómeno
social, político y cultural que desconoce a todas las instituciones del Estado.
No es un “estallido”, es un proceso insurreccional que ha desfondado la
institucionalidad y disipado -con un solo bufido de millones- la falsa
imagen del “oasis” del conformismo y la resignación en América Latina.
Esta
insurrección no tiene liderazgo reconocido ni un itinerario predeterminado. Sin
embargo, tiene millones de voces que señalan el rumbo del movimiento: un cambio
profundo y definitivo. La demanda que globaliza el conjunto de protestas
parciales es una nueva Constitución elaborada
por una Asamblea Constituyente. A partir de la cual los chilenos
construyamos una nueva sociedad de iguales.
Más de 27
muertos, centenares de heridos, miles de
detenidos y torturados cuesta ya esta lucha. La represión policial ha dejado
en claro que los carabineros de Pinochet son los mismos de Piñera.
Es iluso
creer que el proceso insurreccional en marcha va a tragarse el sapo de una “Convención
Constituyente”, como la que ha fabricado la casta política. Lo previsible
es una ola de presión de masas para que la “Convención” rompa sus
ataduras y limitaciones y asuma las funciones de una Asamblea Constituyente, depositaria del poder originario. Para
el éxito de ese propósito hay que permanecer unidos tal como en el primer día
de la insurrección de octubre.
Los enemigos
del cambio -con la casta política a la cabeza- intentan dividir y desalentar al
pueblo. Se iniciará una guerra sicológica millonaria en recursos para ganar
el plebiscito del 26 de abril. La respuesta necesaria consiste en afianzar
la unidad social sin sectarismos ni oportunismos. El enemigo común es la
oligarquía que pretende convertir la Constituyente en una farsa más de las
numerosas que registra nuestra historia.
Debemos confiar
en nuestras propias fuerzas. Tenemos el orgullo de pertenecer a un pueblo
valiente y rebelde que no permitirá que se vuelva a bloquear su derecho a
vivir en una sociedad gobernada por la justicia social, las libertades
públicas y los derechos humanos.
A la Asamblea Constituyente corresponde echar las bases de esa sociedad que la esperanza del pueblo
mantiene viva desde hace más de un siglo.
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